“Tramitando el pasaporte de hijo de...”, dice Eial Moldavsky al presentarse en sus redes, en las que invita a embarcarse en los interrogantes más profundos del pensamiento humano y desde allí analizar las preguntas nacidas de los sentimientos, sensaciones y situaciones habituales que propone desmenuzar para derribar mandatos sociales y viejos estereotipos. Todo eso mientras realiza las tareas cotidianas en su hogar como lavar los platos o tender la ropa.
Es el menor de los hijos y compañero de tablas del reconocido comediante Roberto Moldavsky, con quien acaba de hacer una exitosa temporada en Punta del Este y proyecta continuar este año en Buenos Aires. Es comediante, pensador las 24 horas, músico y aunque ama el fútbol admite ser “solo hincha de (Juan Román) Riquelme”.
Dice que lo que lo atrae de la filosofía (carrera en la que tiene la tesis pendiente) es poder implementar hoy aquello sobre lo que los grandes pensadores se interrogaron hace cinco siglos. Reconoce que el lenguaje rebuscado de los primeros textos que leyó en la escuela a los 16 años y que tanto le costó comprender fue lo que lo llevó a indagar más al punto de hacerla su carrera.
A los 30 años, no se considera influencer, ni filósofo, ni “el hijo de...” aunque reconoce que gracias a trabajo con su padre pudo “salir de Púan” (la calle donde está la sede de la Facultad de Filosofía y Letras) y meterse en el mundo de la comunicación. El año de la pandemia, asegura, lo llevó a estar más activo en las redes sociales donde creó el contenido “Filo en un minuto”, uno de los más vistos desde hace un año.
“Existe una mezcla entre que yo consumía mucho las redes con la pregunta que uno siempre se hace cuando va terminando la carrera de Filosofía y que pasa por hacer o no las cosas más tradicionales de la carrera: la investigación y la docencia. En toda esa mezcla, me dije: ‘¡Bueno, hago algo acá y vemos si se puede amortizar tantos años en Púan!’”, cuenta cómo desembarcó en Instagram, primero, y TikTok, después.
Un pensador de la Era de las Redes Sociales
La fama de su padre le llegó cuando ya era grande y hasta entonces era hijo de un comerciante de Once. No creció lidiando con ser una cara conocida ni entre personalidades de la farándula. Estudió la carrera que le gustó sin dejar de lado su gusto por la comedia y la posibilidad de subir al escenario con su padre. Pero, analizar las redes desde su posición y ayudar a los interrogantes fue lo que lo plantó como de los tiktokers proclamados.
—Tenés casi 267 mil seguidores y cerca de 3 millones de likes solo en Tiktok. ¿Te sorprende la repercusión que tenés en las redes?
—¡Sí! Muchísimo, no lo esperaba. ¡Pero para nada! ¡En absoluto! Soy partidario de la filosofía y creo que tiene mucho que ver con nosotros, con lo que nos gusta, con lo que nos disgusta y que nos habla directamente, pero siempre hay una brecha expectativa/realidad entre lo que nosotros creemos y la posibilidad de que lo que creemos tenga una retroalimentación y, en este caso, fue muy por encima de lo que yo hubiera creído. Me parece que siempre se intenta de subestimar al posteo de nada, al videíto boludo, que también lo subo porque estoy muy a favor de las boludeces, las amo, las consumos y las creo, pero a veces pareciera que ese es solamente el lenguaje que se puede hablar y no. La gente consume muchos contenidos, no percibo en “esta generación”, como le dicen, una falta de voluntad para las cosas, por el contrario veo que hay mucha predisposición a la búsqueda de contenido y de calidad. No es que el mío lo sea, pero me parece que todos estamos curtidos sabiendo que consumimos tanta información que eso nos obliga a levantar la vara.
—¿En qué red comenzaste con los videos de Filosofía en un Minuto?
—En Instagram, aunque no le daba mucha continuidad porque soy una persona con dos hábitos muy instalados: la procrastinación y el olvido, entonces de la mano de estos dos agentes no tenía mucha continuidad. Pero el año pandémico empecé activarlo y, de hecho, a subirlo a TikTok cuando ni lo conocía. Un día lo bajé y el amigo de mi hermana me explicó cómo usarlo. Armé un perfil para ver vídeos y estuve horas en mi casa riéndome como un gil mirando videos y, en ese estado de completo abandono de mi persona, me dije: “Bueno, subo uno de estos videos míos”, solo para no tener la cuenta vacía y el segundo video explotó de la nada. No sé ni si puse un hashtag, pero comenzaron a subir los seguidores, pero zarpado y entendí que evidentemente ahí había algo.
—¿Cuál fue el video que se viralizó?
—“¡No seas trolo, man!” (donde cuestiona la obligación de la virilidad y el ejercicio de la violencia). Lo subí dos veces porque por el título me lo bajó la propia aplicación. Apelé, se volvió a subir y ahí explotó. Luego hubo una oleada en la que parece que TikTok me ayudó y empecé a subir otros videos, pero los mismo videos que ya había compartido en mi cuenta de Instagram, los re frité, ni siquiera fue que hice nuevos... (rie) ¡Ahí mostré una falta de voluntad absoluta! Y subí dos o tres más que también estuvieron muy bien y después me dije: “Bueno, vamos a hacer las cosas bien!” y aquí estamos.
—Como consumidor, ¿cómo te relacionás con las redes sociales?, sobre todo aquellas que más ‘momentos felices’ muestran.
—Soy una persona que consume un montón el celular, pero desde siempre me hizo ruido esa obsesión que tenía Instagram por mostrar lo bueno. Eso me conflictuaba, me parecía una fuente de dolor para todos, me hacia mucho ruido que estuviéramos tanto mambo con mostrarlo... Lo pensaba, en realidad, en términos de los influencers que son quienes tenían mas visibilidad y era todo como la vida soñada, la cosa que todos queríamos tener; y eso era super dañino y me hacía mucho ruido también. Por eso, cuando hago mi primer video, y en general todos lo que subo, estoy en jogging y en mi casa, además de que eso es verdad, también tiene que ver con no alimentar que solo aparecemos en las redes cuando estamos divinos y en nuestro mejor día aunque eso es algo que todos consumimos. ¡Yo también! En mi casa, tirado en el sillón, abandonado, de pronto, veo una historia de alguien que está en un barco, en una fiesta, en un agua en donde sea y me deprimo aunque sepa que esa persona no está tan feliz. En realidad, uno no sabe en qué contexto fue ni qué estaba sucediéndole a la persona porque lo que mostramos es un marco super finito de las capas de una persona; entonces, venís consumiendo un contenido y sentís que conocés a la persona; y ese es el gran engaño. ¡Es muy impactante! Claro que no hace falta subir todas las miserias, pero sí, por lo menos, no alimentar esta sensación de que solo se comparte lo positivo.
—¿Y a qué reflexión te lleva eso de “vender” un estilo de vida siempre feliz en las redes?
—Espero, quiero creer, que todos sabemos el lugar que ocupa la red en nuestras vidas. Mi esperanza, ante estas cosas, es esa. Cuando me encuentro con que una persona que pensé que era súper feliz y en realidad estaba recontra deprimida, espero haberme confundido yo y no que la otra persona se esté confundiendo. Me parece perfecto que no quieran contar su tristeza a través de las redes, pero el tema es que quien lo consume piense que por ahí pasa la vida o que el que genera el contenido sienta que se le termina todo ahí. Elijo creer que están subiendo eso porque es lo que quieren mostrar sabiendo dónde están sus redes de contención porque si no es así, queda que sea un esclavo de la red y que realmente la esté pasando muy mal.
—Vos, al menos en gran parte, usas tus redes para hablar de filosofía ¿en qué momento llega la filosofía a vos?
—¡Llega porque me la llevo en cuarto año! (se ríe) y porque llega tarde a los colegios. Como defensor de la filosofía, creo que es una herramienta para la vida. Obviamente que las carreras de Filosofía, por lo menos en Argentina, son excelentes y sumamente difíciles de transitar, terminar y recibirse es un merito enorme; por eso creo que sería osado que tuviera un piecito en otras carreras porque es una forma de vincularse con las personas, con el mundo, con los conocimientos, con otros temas, con todo... Acercarme a la filosofía me dio la sensación de que por fin había un lugar donde se estaban haciendo hasta la última pregunta de lo que se ocurriera. Me pasó que encontré pensadores que me habían llevado realmente lejos ¡y que escribían muy difícil! Me di cuenta que había todo un mundo para conocer ahí y esa dificultad me resultaba también atractiva.
—Al menos como palabra, no sé si por su concepto, pero la filosofía está inserta en lo cotidiano. Por ejemplo, cuando una persona le dice a otra “es mi filosofía de vida”... Entonces, ¿no es necesario conceptualizarla para tener idea de qué se trata?
—¡Está recontra inserta! Muchas veces hay gente que por ahí me comenta que quiere estudiar filosofía por determinadas cosas que le gusta leer, pero yo creo que hay un bache entre la filosofía y la carrera de filosofía. ¡No todo tiene que ser una carrera en la UBA! En la UBA se estudia filosofía de manera impresionante, pero fuera de la carrera se puede encontrar un montón de otros lugares para acercarse a la filosofía y darse cuenta de que tiene que ver con lo que pensamos, con las cosas que nos pasan en nuestras vidas y desde ahí es desde donde hablo. No soy una persona con la que vas a ver un video y poder rendir un examen, ¡no!, pero sí al menos hacerte acordar que esto no se está hablando solo en una facultad sino que tienen que ver con las cosas que una persona esté leyendo o le está pasando. Cuando hago los videos en un minuto hago un montón de concesiones, (quizás mes esté exculpando), y si lo ve alguien que sepa de filosofía puede putearme y tener razón, pero estoy haciendo estas concesiones porque tengo un minuto, entiendo de lo que estoy hablando y porque mi expectativa es mas cercana a hacer un video que interpele a uno que eduque, porque no estoy creando un canal educativo o al menos no en este momento.
—Contaste que llegaste a la Filosofía cuando te la llevaste en 4to año. ¿Cuál fue el pensador que más te interpeló o cuál fue el primero qué te hizo pensar?
—(se toma unos segundos en responder) ¿El primero de todos? ¡Es difícil la cronología!... ¡A mí me hacen flashear los griegos! Sí bien no son los que más estudio ni lo que más sé, pero me resulta muy impactante que alguien 500 años o 600 años antes de Cristo o de esta Era sea capaz de decirme algo que a mí me sirva hoy, que sea capaz de responder una pregunta que yo estoy haciéndome ahora y de darme una respuesta consistente, una respuesta a la que yo no pueda refutarle nada y tener coincidencias. Por ejemplo: Platón habla sobre el amor, la poesía; Aristóteles sobre la amistad, la justicia y las preguntas sociales, las preguntas de la humanidad sobre los dolores, la angustia y lo que nos preocupa no avanzan a la velocidad de la ciencia. Con esto digo que no hay paradigmas sobre el amor como lo hay sobre la gravedad, por ejemplo. En las cuestiones de la vida humana no está tan clara la diferencia en el antes y el después; uno no puede pensar tan fácilmente una respuesta que alguien dio sobre el alma, el amor, la vida, la muerte, los dolores, la felicidad y además en el contexto que lo hicieron porque, por ejemplo, los epicúreos, los estoicos son filósofos que aparecen cuando comienzan a aparecer las grandes ciudades porque en esos tiempos la gente se siente más sola y deja de haber tanto espacio público y empieza a haber mucha individualidad. Entonces, ese contexto uno fácilmente puede entender porque son cosas que nos pueden servir aunque sean cosas con las que no estemos completamente de acuerdo, pero al leerlas se puede empatizar con esa respuesta y entender porqué alguien diría eso.
—Esto sería llevar la filosofía a lo más cotidiano...
—¡Creo que está bueno sacar a la filosofía de esa cosa de claustro! Sabés, cuando estaba en la facultad pensando que lo que estaba leyendo no podía ser de interés para alguien más comencé a travesar la ruptura de un noviazgo. Fue mientras rendía las materias Problemas de filosofía moderna o Filosofía moderna II, y estaba leyendo un texto de (René) Descartes en el que hablaba del amor y sentí que hablaba exactamente lo que me estaba pasando a mí ¡y estaba preparando un examen y eso estaba buenísimo! ¡Eso es la filosofía! Las preguntas siempre son inevitables. Siempre, en algún momento, te vas a hacer una pregunta sobre algo que querés hacer, sobre el dolor, sobre la angustia, sobre el no saber qué querés hacer... Eso es algo que te va a encontrar en la vida más temprano que tarde, seguro, y hagas lo que hagas, te dediques a lo que te dediques. Y yo solo quiero decir: “Nosotros también nos estamos haciendo preguntas con vos, fijate si estás así!”.
—O sea, que los grandes interrogantes del pensamiento siguen siendo grandes interrogantes
—¡Sí! Todos tendemos a creer que uno se va a sentar un día al borde de la cama, mirando al piso, agarrando el celular, bloqueándolo, desbloqueándolo, agarrándose la cabeza y sintiendo que no se entiende el sentido de para qué se hace algo. O vamos a sentirnos solos o a pensar qué es la soledad. Pensar que ese momento a alguien, al menos una vez en la vida, nunca le va a llegar es iluso. Mi expectativa es decir que esos momentos hay que entenderlo y vivirlos, y que hay un montón de gente increíble que se encontró en esos mismos momentos que vos y tuvo esto para decir esto.
—¿Te ves como profesor de filosofía?
—Creo que me daría un poco de vergüenza. Hacer el video es mi zona segura. Ser profesor es una responsabilidad, educar es una gran responsabilidad. Hay gente muy preparada para hacerlo, mucho más que yo.
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