Sheila González tiene 14 años, y el próximo 7 de mayo es su gran fiesta de quince. El salón ya está reservado, al igual que el catering, el DJ y la ambientación. También pensó en su vestido blanco, el maquillaje y cómo se arreglaría para esa fecha que tanto imaginó.
“Desde hace tiempo llevo el pelo largo pasando la cintura. No solo me gusta, también me estaba cuidando para lucirlo en mi fiesta de cumpleaños”, se lamenta la joven, que ahora debe usar una peluca luego de que le quemaran el cabello en un servicio de peluquería.
El 5 de febrero pasado fue a la peluquería que solía ir una vez al mes para retocar las raíces. “Es el domicilio de una estilista que me recomendaron. Vi varios de sus trabajos en las redes sociales, así que decidí probar. Los dos primeros servicios fueron excelentes”.
El 5 de febrero le llegó el turno. “Fui en remise de Lanús hasta Monte Chingolo. Una vez en el local, le pedí que me realice el servicio de siempre (la decoloración). Me aplicó el producto, y me lo dejó actuar…mientras tanto decidió arreglar la persiana de su ventana”, recuerda.
Hasta ese momento todo transcurría con normalidad. “Empecé a mirar el reloj, y noté que ya habían pasado casi 30 minutos. Le consulté si ya no era momento de enjuagar. Me respondió que no, y decidió seguir con la reparación “.
Mientras tanto Sheila seguía sentada a la espera. “Vi que se puso a fumar en el balcón, le insistí y vino”. En total pasaron casi dos horas. “Yo tenía los ojos cerrados mientras me lavaban por lo que jamás imaginé que estaba perdiendo pelo. No me di cuenta hasta que sentí frío, después ardor, y nada de peso en la cabeza. Abrí los ojos, y vi la bacha llena de pelos. Me desesperé… ella decía que no pasaba nada”.
Es así que Verónica, que trabaja en el área de control de acceso de la Facultad de Medicina, recibió el desesperado llamado de su hija. “Atendí, y escuché su angustia: ‘¡mamá, me quemaron el pelo, por favor vení!’, me dijo”.
La espera para Sheila fue eterna. “En todo ese tiempo nunca intentó solucionar nada, solo me ofreció acompañarme hasta la parada del colectivo para que pudiera volver a casa. Quería sacarse el problema de encima”.
Media hora más tarde, Verónica llegó al domicilio de la peluquera. “Estaba la estilista esperándome en la puerta. Quise entrar, y me dijo que no podía pasar. De fondo escuché el llanto de mi hija”. Finalmente pudo ingresar, y se encontró con el dramático escenario. “Cuando entré vi una bola de pelos en el tacho. Intenté disimular la angustia, y corrí abrazar a Sheila. Ahí me dí cuenta que se había quedado pelada…”.
Sheila y su madre esperaban un pedido de disculpas o alguna explicación. Sin embargo no llegó. “Jamás se hizo cargo del error. Al contrario, le echó la culpa a los productos, porque supuestamente había cambiado la marca del agua oxigenada”, agrega.
“La equivocación es aceptable”, coinciden ambas, aunque creen que hubo una negligencia. “No es la manera de trabajar, salir a fumar, ponerse a arreglar, eso es descuidar a un cliente”.
Tuvieron que ir a otra peluquería para arreglar el daño. La única solución posible fue cortar, dejando apenas dos o tres centímetros de largo. Al día siguiente del incidente, ambas fueron a consultar a un dermatólogo. “Por suerte solo me afectó la fibra capilar, y no me quemaron el cuero cabelludo. Para estimular el crecimiento, me recetó unos comprimidos. Espero que funcionen”, dice Sheila.
La mamá de Sheila tuvo intenciones de hacer la denuncia en la comisaría pero fue derivada al Juzgado Civil y Comercial por Daños y Perjuicios. Sheila hizo público su caso a través de las redes sociales donde expuso: “Un sueño frustrado que nunca se va a cumplir, ojalá a nadie le pase esta mierda”.
Sin consuelo, Verónica decidió comprarle una peluca a su hija. “Gasté 29.000 pesos en una de cabello mixto, sintético y natural. Solo dura tres meses pero no puedo pagar más…tal vez más adelante pueda usar extensiones”.
Entre los preparativos de su fiesta de quince, como es tradición, Sheila tenía agendada una sesión de fotos para su book de 15, que debió cancelar después del incidente. “No quiero posar con la peluca, no es recuerdo que soñé. Sé que el pelo crece pero yo estaba esperando este gran día”.
No solo eso, Sheila es patinadora y compite en las categoría 2C, y este año no quiere hacerlo. “No me puedo presentar con peluca, o algún gorro, así que prefiero no ir. Mi pelo largo, rubio y brilloso era mi sello distintivo, todos me decían lo hermoso que era, me encantaba. Esta señora me arruinó la vida social”.
Su caso se hizo viral en las redes sociales. “Me contactaron peluqueros de todo el país, e incluso Colombia. Todos me dicen que me van a ayudar, pero tengo que esperar que crezca algunos centímetros”.
Infobae intentó comunicarse con la estilista y no obtuvo respuesta.
SEGUIR LEYENDO: