Los restos de San Pedro: un enigma de dos mil años, nueve pequeños huesos y un misterio que persiste

El 31 de enero de 1949 el Papa Pío XII anunció el hallazgo de la tumba de San Pedro, uno de los apóstoles predilectos de Jesús. Murió crucificado boca abajo durante el reinado del emperador Nerón. Lo encontrado, luego de años de exploración del subsuelo vaticano, abrieron la puerta a descubrimientos plagados de claves e interrogantes

Pedro fue uno de los apóstoles preferidos de Jesús. Se llamaba Simón y era pescador

Fue el 24 de noviembre de 2013 en una misa celebrada en la Plaza de San Pedro en la clausura del Año de la Fe, un día de mucho frío y con amenaza de lluvia. El Papa Francisco, visiblemente emocionado, tomó entre sus manos un relicario de bronce que conserva nueve pequeños fragmentos óseos y se lo mostró a la multitud allí reunida. El cofre tiene una leyenda: “Los huesos hallados en el hipogeo de la Basílica vaticana que se considera que son del beato Pedro Apóstol”. Era la primera vez que se exhibían los huesos adjudicados a San Pedro y era el cierre de una larguísima historia que había empezado cuando Jesús había comenzado a predicar.

Betsaida, una aldea de pescadores a orillas del mar de Galilea, fue el lugar donde nacieron Pedro, su hermano Andrés y Felipe, tres de los futuros apóstoles. Entonces, Pedro se llamaba Simón Bar-Jona. Fue su hermano Andrés quien lo presentó a Jesús.

Vivió en Cafarnaúm con su esposa, hijos y suegra en una casa cuyas ruinas fueron ubicadas en 1968. Se ganaba la vida como pescador y habría tenido su propio barco. Luego de mirarlo detenidamente, le dijo: “Simón, hijo de Jonás, de ahora en adelante te llamarás Pedro”. Pedro en arameo es Cefas y en griego significa “piedra”, era una forma en que Jesús lo distinguía como la piedra fundamental de su iglesia.

Lo trataba con especial familiaridad y cariño.

Cesarea de Filipo, situada a unos cuarenta kilómetros al norte del mar de Galilea, donde se encuentra un manantial que alimenta el río Jordán, fue clave en la vida de Pedro. Allí, cuando Jesús le preguntó a los apóstoles qué decía la gente de él, Pedro respondió que “tú eres el Cristo, el hijo de Dios vivo”. Jesús le anunció: “Yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y las puertas del infierno jamás prevalecerán contra ella. Y te daré la llave del reino de los Cielos: todo lo que ligares en la tierra, será ligado en el Cielo y todo lo que desatares en la tierra, en el Cielo será desatado”.

Vestigios arqueológicos de Cafarnaúm. En 1968 arqueólogos anunciaron el hallazgo de lo que habría sido la vivienda de Pedro, que estaba casado y tenía hijos

Juan, Santiago y Pedro era los discípulos predilectos de Jesús. Cuando los soldados fueron a detenerlo, Pedro con una espada intentó defenderlo. Le cortó una oreja a Maleo, criado del sumo sacerdote. Jesús le ordenó a su discípulo dejar la espada y curó la oreja con un milagro.

De fuerte carácter, también tuvo momentos de debilidad. Cuando Jesús fue arrestado, negó tres veces conocerlo, cumpliéndose una profecía del propio Jesús: “Te aseguro que hoy, esta misma noche, antes que cante el gallo por segunda vez, me habrás negado tres veces”.

Luego de la muerte y resurrección de Cristo, Pedro comenzó a convertir, a bautizar y hasta hacer milagros. El problema era Roma.

Para los romanos, el cristianismo fue una suerte de secta que se negaba a adorar a los dioses paganos y a rendirle culto al emperador. Las persecuciones no demoraron en llegar, especialmente con el emperador Nerón.

Lucio Domitio Claudio Nerón nació en Anzio en el año 37. Su reinado comenzó en el año 54 y los primeros cinco fueron tranquilos y prósperos. Pero Nerón fue transformándose en un tirano, déspota y en un gobernante desalmado. Se cree que fue él mismo el que hizo incendiar Roma en el 64 para poder culpar a los cristianos. A partir de ese momento se desató una sangrienta persecución, con matanzas que incluyeron crucifixiones, gente despedazada por fieras o quemados vivos.

El emperador Nerón persiguió y martirizó a los cristianos. Cedió sus propios jardines para realizar las matanzas

El emperador había habilitado sus jardines para realizar las matanzas de cristianos. Se cuenta que el apóstol Pablo habría muerto en Roma decapitado y que Pedro habría sido encarcelado en la Cárcel Mamertina, que estaba donde hoy se levanta la Iglesia San José de los Carpinteros, en el foro en Roma. No hay certezas de su presencia allí, aunque se repita que bautizó a otros presos con agua de un manantial del lugar.

Lo cierto es que por el año 64 fue condenado a muerte. La tradición relata que pidió ser crucificado boca abajo, porque no era digno de morir como Jesús, pedido al que sus ejecutores accedieron. Se cree que fue entre los años 64 y 70 y el lugar es donde actualmente se encuentran los jardines del Vaticano.

A comienzos del siglo III, Caius, un autor y erudito cristiano dio las primeras pistas: “Si ustedes fueran al Vaticano o a la vía Ostiana encontrarían los trofeos de quienes colocaron los cimientos de esta Iglesia”. Vía Ostiana comunicaba Roma con Ostia, y tenía una extensión de treinta kilómetros.

Fue el Papa Pío XII quien en el año 1939 ordenó excavaciones en los subterráneos del Vaticano. Los trabajos, supervisados por monseñor Ludwig Kass, demoraron diez años y descubrieron una necrópolis que coincidía con los restos del circo de Nerón, que había sido construido en la colina vaticana, por entonces en las afueras de la ciudad. Era el circo privado del emperador y tenía un obelisco que había sido traído de Egipto, que desde 1586 está en la Plaza de San Pedro.

Fue el Papa Pío XII quien en 1939 dispuso que se hicieran excavaciones en el subsuelo del Vaticano. Los trabajos demoraron años

Los arqueólogos creen que este circo, rellenado con tierra, constituyen los cimientos de la primera basílica vaticana.

Kass descubrió restos humanos. Y ante la sospecha que pudieran pertenecer al santo, los dejó en otro lugar de la necrópolis. Estos indicios llevaron a Pío XII a comunicar al mundo el 31 de enero de 1949 que se había hallado la tumba de Pedro, justo bajo el altar papal de la Basílica de San Pedro. De todas maneras, el Pontífice dijo no poder confirmar que fueran del santo.

Cuando Kaas falleció a los 70 años, lo reemplazó la profesora Margherita Guarducci. Durante las excavaciones se halló una pared con una inscripción en griego, que se cree que son anteriores a la época del emperador Flavio Valerio Constantino. “Pedro está aquí” y “Pedro, ruega por los cristianos que estamos sepultados junto a tu cuerpo”, se lee. Se supone que son inscripciones realizadas por cristianos que alguna vez visitaron el lugar. La pared corresponde a una tumba vacía, que parece más importante que las que se encuentran alrededor, también vacías.

En este lugar se hallaron los restos humanos que la Iglesia adjudica a San Pedro

Los arqueólogos dieron con huesos en un nicho de mármol detrás de esa pared. Uno tiene 77 cm de largo, 29 de ancho y 31,5 de alto. Había restos humanos y de un ratón. Los huesos estaban impregnados de tierra igual a la de la tumba vacía.

Cuando fueron estudiados, comprobados que estaban coloreados de rojo, al ser envueltos en un paño púrpura y había además restos de hilos de oro. Correspondían a una misma persona adulta, de entre 60 y 70 años, de contextura robusta, que había vivido en el Siglo I.

Los vestigios del paño, luego de ser analizados, eran de lana teñida de rojo, color usado para los muertos más venerados y reservados para personas respetables.

Los que trabajaron en las excavaciones sostienen que cuando Constantino mandó levantar la primera basílica, esos huesos fueron envueltos y depositados en una tumba vacía.

Paulo VI declaró en 1968 que "los restos fueron identificados en una forma que consideramos convincente"

Sin embargo, hay diversos estudios que refutan las conclusiones del hallazgo y que ponen en duda que las reliquias correspondan a San Pedro. El único pontífice que en aquellos tiempos defendió el hallazgo fue Paulo VI, cuando en 1968 afirmó que “los restos fueron identificados en una forma que consideramos convincente”.

Las pruebas que aparecen deben competir con otros hallazgos, como el realizado en la década del 50 en el Monte de los Olivos, en Jerusalem, donde se descubrió un osario que tenía grabado el nombre de Pedro.

El relicario que Francisco exhibió en 2013 se conserva, desde 1968, en la capilla privada del Papa. Sean o no de San Pedro, cuando se trata de religión, todo se resume en una cuestión de fe. La misma que tuvo Pedro para seguirlo a Jesús.

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