El sábado 29 de agosto de 1981 se casaron en Londres el príncipe Carlos y Diana Spencer. La ceremonia fue seguida de cerca por millones de televidentes de todo el mundo. El mismo día, el canciller Oscar Camilión y un reducido grupo de colaboradores llegaron a Washington para mantener una ronda de consultas. Lo central de su visita fue el encuentro con el secretario de Estado, Alexander Haig.
Una minuta de la época retrata pasajes del diálogo en el Departamento de Estado:
“En la entrevista con Haig se conversó especialmente sobre la situación de la guerra interna en El Salvador; la situación reinante en Bolivia, donde el general Luis García Meza, con la participación argentina, había impedido el proceso de democratización al no dejar asumir la presidencia a Hernán Siles Suazo y el embargo estadounidense de armamentos a la Argentina, por no respetar los Derechos Humanos”.
“Al comenzar el diálogo, Haig dijo que quería transmitir ‘tres inquietudes’ del gobierno de Ronald Reagan. Tomó un papel y leyó: 1) Preguntó por la situación de una detenida de origen israelita, cuyo estado preocupaba a la comunidad judía de los Estados Unidos; 2) Expresó el interés de su país de que la empresa norteamericana Allis Chalmers sea beneficiada en la adjudicación de las turbinas para el ente binacional Yacyretá; y 3) Expresó su preocupación por la marcha en las negociaciones con Chile, por el diferendo del canal de Beagle.”
Tras una larga explicación sobre Yacyretá, vista desde el lado argentino, Camilión sólo se limitó a asegurar que no habría guerra con Chile.
“La conversación con el vicepresidente George Bush fue más interesante, pero para la interna argentina. Dijo que los Estados Unidos no avalarían de ninguna manera cualquier tipo de gobierno militar, y si no que vieran en qué situación se encontraba Bolivia. Hay que recordar que hace escasos días, Galtieri volvió a ‘legitimar’ al gobierno boliviano, reuniéndose con García Meza, mientras que EE.UU., Brasil y Venezuela, entre muchos, no lo reconocen. El canciller argentino repitió permanentemente que la ‘excelencia’ de la relación con los Estados Unidos pasaba por el afianzamiento del proceso de democratización en la Argentina o que no se produzcan ‘retrocesos’ en ese proceso“.
“También mantuvieron otros encuentros. En uno de ellos, en la Subsecretaría de Asuntos Latinoamericanos, se propuso establecer un ‘mecanismo de consulta permanente’ entre ambos países. Los norteamericanos quedaron en “estudiar” la cuestión y responder. De todas maneras, algo bastante ‘lavado’ se hizo al respecto”.
“Al mismo tiempo –se dice en la minuta- que Camilión estaba en Washington, el embajador ‘especial’ Vernon Walters viajó a Buenos Aires. No sé en base a qué datos, Walters viajó a parar un golpe contra Roberto Viola y a establecer algo “más estable” en Bolivia. Y cuando Camilión se encontraba haciendo gestiones en Nueva York, también apareció en Buenos Aires el general (RE) Gordon Summer, asesor para temas de América Latina del Departamento de Estado. Como si todo esto no fuera importante, en el preciso momento que el canciller estaba aquí (en Washington), en Buenos Aires, a dos cuadras de los Tribunales, un comando parapolicial secuestraba a dos dirigentes peronistas. Uno de ellos era el ex diputado nacional Julio Bárbaro. Esto encrespó las aguas y hasta la propia embajadora Jeanne Kirkpatrick, embajadora en Naciones Unidas e integrante del gabinete presidencial, llamó a la embajada argentina para hacer llegar su “preocupación”.
El secuestro tiraba al suelo lo que Viola le había explicado a Ronald Reagan en el encuentro que mantuvieron cinco meses antes en la Casa Blanca: “En lo que respecta a los derechos humanos, Haig explica que no se realizarán acusaciones. Si hay problemas, se tratarán en voz baja y de forma confidencial. Reagan dice que no habrá regaños y sermones en público, a lo que Viola responde que espera que tampoco se den en privado.”
Sin embargo, el miércoles 2 de septiembre, a las 17.30, un grupo de personas entraron en una oficina de la calle Libertad 434 y secuestraron al ex diputado Julio Donato Bárbaro y Juan Carlos Gallegos, socios en una agencia de publicidad en la vía pública. El grupo portaba pistolas calibre 9 mm y ametralladoras tipo PAM. Los socios no estaban solos ya que había otras personas amigas. Entre ellas se encontraba la ex diputada nacional Nilda Garré que sería retenida por espacio de dos horas.
Luego de ser identificados, el que comandaba el grupo (más tarde se señalaría a Aníbal Gordon) “ordenó” a Bárbaro y Gallegos que debían acompañarlo hacia la parte exterior del edificio “por cuanto debían concurrir a Coordinación Federal donde entrevistarían a un oficial del Ejército”. Así lo relató Bárbaro días más tarde ante el Comisario Inspector Juan R. Martínez, Jefe del Departamento Delitos Federales, y la declaración fue incluida en la causa que se llevaba por las actividades ilegales de las Tres A, en el Juzgado Federal N°5 a cargo de Martín Irurzun.
Tras ser subidos en uno de los automóviles que trasladaban a los seis o siete que participaban del operativo, a pesar de lo que le habían transmitido, los secuestrados no fueron llevados al Departamento de Policía. La caravana de autos, luego de tomar por calles céntricas, enfiló hacia la Avenida Libertador, la General Paz y el acceso Norte. Al llegar a la altura de Pacheco se desviaron por un camino de tierra, les vendaron los ojos, los esposaron y tras separarlos, fueron tirados en el piso de los automóviles y dieron vueltas durante varias horas.
Cuando llegaron al lugar, el ex diputado nacional, fue sentado junto a una mesa y comenzó un largo interrogatorio. Se lo interrogaba “sobre temas políticos, tanto argentinos como internacionales, actividades gremiales y subversivas”. El interrogatorio duro alrededor de 20 horas “alternándose las preguntas con momentos de descanso y algunas comidas”.
Según pudo percibir las preguntas que se le formularon eran leídas, no había ninguna improvisación. Bárbaro contó que fue “bien tratado pero en algunos momentos álgidos, cuando los interrogadores entendían que las respuestas no tenían veracidad, fue golpeado con los puños en distintas partes del cuerpo”.
En la declaración del secuestrado se dice que “el viernes 4, aproximadamente a las 17 horas, fue sacado del lugar y subido a una camioneta tipo Dodge, siendo abandonado a la medianoche” cerca de la Avenida Libertador. Al momento de soltarlos, los miembros de la banda le dijeron “que tuvieran en cuenta que eran hombres de palabra pues los habían devuelto con vida y, aunque no lo entendieran lo que les había sucedido, todo tenía cierta lógica y no era irracional”.
El acta con la declaración de Gallegos expresa un relato similar, agregando que el interrogatorio se centro en política nacional y exterior (Estados Unidos-URSS- Social Democracia- Socialcristianismo- Iglesia y la influencia de estos poderes en la Argentina)… “todo fue grabado durante 20 horas y que hubo violencia no exagerada.” Todo era un disparate, fruto de los trágicos tiempos que se vivían.
El nombre de Aníbal Gordon saltó en 1984 en una declaración tomada por el juez Miguel J. del Castillo, ampliándose la investigación hacia otras causas oscuras de la época. También se investigaba el secuestro de periodistas británicos durante el conflicto de las Malvinas.
También en agosto, estuvo Leopoldo Fortunato Galtieri en la Costa Oeste (donde visitó Disneylandia en Los Ángeles) y en Washington. Algo debe estar preparando, porque no se entienden sus encuentros con el subsecretario del Tesoro, Paul Craig Roberts (fuera de agenda y durante dos horas); Richard Allen y Martin Anderson de la Casa Blanca y Walter J. Stoessel del Departamento de Estado.
Estaba claro o no querían verlo los propios protagonistas del equipo de Viola, y si lo observaban poco hicieron para intentar un cambio de rumbo: se encontraba en marcha el proceso de reemplazo del presidente y tanto él como sus colaboradores eran saboteados cotidianamente.
Al día siguiente de llegar a Washington, y a horas de comenzar sus entrevistas, el análisis político de La Nación del domingo 30 de agosto de 1981, se ocupó del canciller Camilión: “Fuentes de la Casa Rosada dijeron a La Nación que el presidente Viola confió por dos veces a sus amigos, entre el jueves 20 y el sábado 22, que ha llegado a la conclusión de que ‘la convivencia con el Desarrollismo es imposible’. La ruptura, por así llamarlo, de Viola con los desarrollistas no pondría inmediatamente en peligro la cartera de Relaciones Exteriores.”
En medio de todos estos hechos, a mitad de septiembre el almirante Jorge Isaac Anaya asumía como comandante en jefe de la Armada. A Viola le quedaban dos meses más en el poder.
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