La laguna se besa con el mar bajo un cielo azul. No es un sitio común. Es el único lugar con estas características en la Argentina. Atrás quedó el asfalto de la Ruta Provincial 11, se reduce la marcha a la altura del kilometro 483, el camino de tierra entre los pastizales que brotan, incipientes dunas y el sonido de las aves conducen al balneario Mar Chiquita que resguarda una joya ambiental.
Se trata de la albufera, declarada Reserva Mundial de Biosfera por Unesco en 1996. Hay sólo otras tres más en todo el mundo, ubicadas en España, Brasil y Perú. Una albufera es una laguna de agua salobre paralela al mar, separada por una cadena de altas dunas, aunque con un punto de conexión. Visualmente impacta. El viento sopla fuerte, el paisaje es sumamente agreste.
Pero además, es un lugar de alto valor ambiental. Da hogar a 32 especies de peces, 28 de mamíferos, 10 especies de anfibios, 17 de reptiles, por lo que actúa como un pulmón verde.
La superficie total de la reserva es de 26 mil hectáreas. La laguna sola tiene 27 kilómetros de largo, que se ensancha entre canales y desembocaduras y que toca el Atlántico. “Lo que la hace tan particular es que tiene agua mixta (salada, y dulce). A la laguna entran animales marinos que vienen a alimentarse, a reproducirse como los pejerreyes”, le cuenta a Infobae, Micaela Roma, guía ambientalista del Municipio de Mar Chiquita.
Gerónimo, nacido en Mar Chiquita, es pescador y se encarga de hacer los cruces y paseos por la laguna en su lancha Papachando ($1000). Conocedor, también se convierte en guía. Mientras avanza por el agua sabe esquivar los bancos de arena y encontrar garzas, gaviotas de capucho gris o café, choclos playeros, ostreros. El escenario natural se completa con el salto de las lisas, mientras levantan vuelo una bandada de rayadores. “He recorrido estos canales durante años, y no hay día que no deje de sorprenderme porque la naturaleza es alucinante”.
El mejor momento es a primera hora de la mañana y durante atardecer. “Los rayos del sol tiñe las aguas de naranja, los animales están más activos y se da un espectáculo mágico que atrae a los visitantes, y también locales”, resalta Gerónimo.
Más difíciles de ver, la albufera también es hábitat de flamencos, tortugas, coipos gallaretas, carpinchos, ranas criollas y lagartos. “En temporada alta con la gran presencia de los veraneantes los animales se esconden del ruido y del movimiento”, resalta Roma.
Por las características climáticas, el viento constante, es común la presencia de aficionados del KiteSurf o Wingfoil. Valentín, es uno de los tantos instructores que brinda clases. Su servicio de dos horas es personalizado, ofrece todo el equipamiento necesario para disfrutar del deporte y cuesta $9000. “Siempre estamos buscando viento. El contexto paisajístico invita a lanzarse a practicar esta disciplina que año tras año se hace más popular”.
Entre los kayaks y las velas de los kites, los ojos descubren la vegetación autóctona. Micaela señala más especies: oreja de ratón, altamisa, trébol de caracol, cardito, avena silvestre y flechilla común.
También está la opción de la pesca, en estas aguas hay corvina negra y rubia, lenguado, pejerrey de mar, anchoa de banco, pescadilla, cazón y tiburón gatuzo.
Pablo Rizzo, que dejó hace dos años CABA para instalarse en Mar Chiquita, organiza salidas al mar a $6000 por persona. “Con la lancha vamos en busca de corvina negra, palometa y pejerrey”. Es dueño del hospedaje Dos Mares con vista directa a la alberca. “El verdadero paraíso”.
Fotos: Mey Romero
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