La Siberia es un pedazo de barrio entre Saavedra y Villa Urquiza. Lindante con la Avenida General Paz, cerca de ese rulero de gas gigante que hay a un costado del camino. No vivo en La Siberia pero lo conozco bien. No sé si ahora le siguen llamando así, pero el nombre está buenísimo. El que vive en La Siberia es Richard Coleman, un vecino destacado del predio.
Por esto es que su primer disco como solista se llama Siberia Country Club.
La Siberia no es un country club, como Siberia Country Club no es de ninguna manera el debut de Richard. Es nada más y nada menos que su disco solista.
Guerrero de mil batallas, guitarrista exquisito, cantante reconocido además de gran compositor, en su carrera prodigó su buen gusto, su eficacia, su carisma a Soda Stereo, Charly García y Luis Alberto Spinetta solo por nombrar algunos.
Grabado entre el 2009 y 2010, editado en 2011, Siberia Country Club es uno de los mejores discos de este milenio no solo del panorama argentino; sostengo desde siempre que esta obra está a la altura de las mejores que alguna vez he escuchado completa.
Siento que, lejos de ser un auspicioso debut, es hasta hoy el cenit de una brillante carrera.
Y digo hasta hoy porque conozco a Coleman, y sé que hay mucho más por venir.
Richard tuvo el enorme gesto de urbanidad de renunciar a Soda Stereo cuando Gustavo Cerati lo invitó a sumarse. Ensayaban en esos comienzos brillantes, pero rehusó el convite con una de las razones más poderosas que yo alguna vez haya conocido: le dijo a Gustavo que ellos estaban muy bien como trio, que contaran con él cuando quisieran -cosa que hicieron siempre-, pero era mejor para todos diversificar los caminos.
También recuerdo a Coleman llevado detenido, con 200 más, una noche en un lugar del que no recuerdo el nombre, ni la dirección, pero si que eso había sido una iglesia o algo parecido tiempo atrás. Él estaba tocando no sé bien si con Fricción, o Metropoli, o alguna otra banda.
Ustedes sabrán disculpar pero los 80 pasaban con tanto vértigo que la memoria se sobrecarga empezando a perder meticulosidad. Pero siempre hay uno que sabe bien.
Cuestión que por alguna denuncia vecinal, seguramente originada en el volumen de la velada, de repente en medio del show llegan los uniformados y ¡adentro todos por una noche!
David Bowie, su adorado DB, mientras estaba tocando Heroes en el escenario de River mira con endiablada curiosidad a Adrian Belew su guitarrista, medio como indagándolo acerca de la extraña letra en castellano que los 60.000 asistentes vociferaban a voz en cuello. Tanto le llamó la atención que una vez terminado el show les preguntó a unos que andaban por ahí qué carajo era lo que estaba cantando el público mientras él entonaba Heroes magistralmente. Alguien le dijo que una banda de acá había hecho una muy reconocida versión en castellano, traducida muy fielmente por Richard Coleman. Al día siguiente le acercaron el disco de Fricción con Heroes en español, la que cantaba la gente. Bowie terminó halagado por el cover declarando que estaba muy bien hecha, mejor que la de Wallflowers, la banda del hijo de Bob Dylan.
Richard mismo me contó que esa noche del show de Bowie él estaba en una platea. Cuando empieza a sonar Heroes se para, como todos, la canta desde su asiento como los demás hacían, pero la canta en inglés Richard mientras mira a su alrededor sorprendido de escuchar su versión tapando la del escenario. Hasta que hace contacto visual con un gordito vecino de butaca que guiñándole un ojo le grita:
– ¡Cantala en castellano Coleman!
No se me ocurre escena que pinte mejor el reconocimiento a una canción importante para muchos que esta. Un reconocimiento que alcanza al autor, al que la canta y al que la escucha por igual. Y también a un público que llaman el mejor del mundo muchos músicos de rock. Lo de cantar una canción maravillosa en versión apropiada no pasa en muchas ciudades del mundo.
En Buenos Aires sí, como tampoco conozco barrio alguno en Latinoamérica que se llame La Siberia, acá sí.
Richard Coleman es porteño aunque pasó su infancia en Venezuela. Vuelto a la ciudad que lo vio nacer se dedicó a desparramar músicas muy sabiamente influenciadas vestido de dark. Armó su primer banda con Daniel Melero. Después, con el inolvidable Ulises Butrón, en 1980 arma otra que más tarde suma a Celsa Mel Gowland y a Isabel de Sebastián, que termina siendo Metrópoli. Pero Richard se va antes de grabar llamado por Soda Stereo, ahí la historia conocida.
Toca de invitado siempre con ellos, actitud que culmina en la formación de Fricción con Gustavo más Christian Basso y Samalea. Una agrupación que era como un segundo trabajo para ellos, sus shows en el Stud Free pub de Avenida Del Libertador son legendarios ya, se los puede ver en fragmentos por YouTube y si lo hacen verán que no exagero.
Promediando la década graba Vida Cruel con Calamaro, y con Fabi Cantilo hace Detectives. Fricción había llamado la atención de García y Spinetta quienes los convocan a ser su banda de apoyo cuando querían grabar un disco juntos. No pudo ser, Charly entonces hace un disco con Pedro Aznar y Luis La la la con Fito Paéz.
En los 90 arma con Gamexane Villafañe, otro eterno, Los 7 Delfines. Y graban 7 discos hasta el 2001 cuando se radica unos años en Los Ángeles, para tocar y producir. Un lustro debe pasar para que vuelva a Baires, ahí vuelven los Delfines, toca con Gustavo Cerati, en fin, suma gemas para sus collares de glorias.
En 2009 encara su carrera solista. En 2011 sale Siberia Country Club, ahí está Hamacándote.
Solo diré esto: en los últimos 40 años que llevo poniendo música en la radio, poquísimas canciones me han traído mas satisfacciones que Hamacándote. Ponerla es elevar el programa, siempre, inevitablemente.
Una tarde me topo con el video casi casualmente, en blanco y negro, a pleno Buenos Aires vacío en las imágenes. Lo miré sin volumen, pero enseguida supe que era el video de la canción.
Hipnótica, cuanto mas la escuchas más la necesitas.
“¿Qué haremos con tantos temores, con tantas dudas?
¿Por qué habitamos el desorden? Si eso no ayuda
¿En qué momento nos perdimos entre la bruma?
Pienso que quizás
Yo soy el que sueña, y vos sos mi sueño.
¿Qué hacemos solos en la ruta sin luz de luna?
¿Por qué me siento perseguido por la nocturna?
Ave vigilante...
Abrázame no se ha perdido esa dulzura
Que siempre me das
Si soy el que sueña, y vos sos mi sueño...”
Lo cruzo a Richard entre La Siberia y Saavedra un mediodía. Me dice:
“Bob, Hamacándote es una de las últimas canciones que compuse para Siberia Country Club, mi primer disco solista. La canción la compuse en el 2009, la hice al final, cuando sentía que me faltaba una situación medio de balada entre todo el volumen de trabajo del álbum. Y bueno, ya sabés, empecé a trabajar sobre esta idea, una idea armónica que me propuso Daniel Castro, el bajista de la banda y mi compañero de rutas desde hace un montón de años... Y a partir de ahí, con varias influencias baladescas, llegué a la idea musical”.
Y después cuenta por qué es una canción de amor.
“Es una canción de amor básicamente, pero una canción de amor cargada de sufrimientos y desazón. Pero lo que tiene de característico la letra es que toda la secuencia del estribillo donde dice ‘sigue hamacándote, yo sigo en el planeta’ aparece la imagen de mi hija. Esto te lo cuento a vos, nunca antes lo conté: mi hija recién nacida, no hacía todavía un año que había nacido, era mi primer bebé. En un instante se me armó la situación de estar hamacándola, imaginándola mas grande... ¡qué se yo! Tenía una imagen rara armada de ella, imaginándola en una hamaca. Yo la tenía en brazos, pero la imaginaba más grande, una sensación muy linda. Ahí pasó de ser una canción de amor básica, tomó un desvío y se transformó en un tema de amor de padre a hija. Eso es lo lindo de esa parte de la letra...”.
”Si soy el que sueña, y vos sos mi sueño
Prueba hamacarte
Yo te miro desde la tierra
Sigue hamacándote
Yo sigo en el planeta.
Abrázame no se ha perdido esa dulzura
Que siempre me das.
Prueba hamacarte
Yo te miro desde la tierra
Sigue hamacándote
Yo sigo en el planeta.
Hay un momento en el que estás despertando
Consciente del mundo que te rodea,
Aunque todavía soñando, pensando que podés volar
Mejor no lo intentes
¿En qué momento nos perdimos entre la bruma?
Ni cuenta te das...”
Richard fue el guitarrista de Las Ligas, la banda que Charly armó cuando el último día del primer festival de Rock& Pop se desintegró la que venía acompañándolo. El único que quedó a su lado fue Andrés Calamaro, que justamente estaba ya grabando Vida Cruel con el power trio pendex del momento, los ex Fricción, con Fernando Samalea en la batería, Christian Basso bajista y Richard con la guitarra. A ellos se sumarían Daniel Melingo y el mismo Andrés, después reemplazado por Fito Páez. Vale afirmar que esta fue la banda que más marcó un cambio de rumbo y sonido en García. A fines de los 80 acompañó durante varios shows a Spinetta, Gustavo Cerati como solista siempre lo tuvo cerca. Ulises Butrón fue el nexo entre Richard y yo, siempre me decía que Coleman era el mejor de su generación, me convenció enseguida ciertamente.
Cuando lo veo a Richard siempre me viene a la cabeza una imagen de Nippur de Lagash el personaje de historieta creado por Robin Wood y Lucho Olivera, esto es absolutamente personal y ni él lo sabe; un tipo como ése, que sobrevive a todo y a todos, sin alegría ni tristeza, un sobreviviente de mil batallas. Me di cuenta cuando me crucé con el video del tema. Una belleza de simpleza inigualable, muy acorde a lo escuchado en el disco.
Le pregunté al respecto, más por sorpresa que por curiosidad. Lo ves y es una imagen que choca con lo habitual televisivamente hablando.
“Cuando planteamos la idea de hacer el video de esta canción le propuse hacerlo a Diego Panich, un gran amigo, cineasta, con quién trabajé bastante en la época de Los 7 Delfines. Le muestro la canción y él me viene con una imagen mía cantando en una ciudad vacía, abandonada. Le pareció que Hamacándote daba para hacer eso: un hombre caminando solo en una ciudad arrasada, Buenos Aires arrasada en blanco y negro, sumado a algunas ideas claves cinematográficas. A mí me encantó la propuesta, la única referencia que tenía era la de una película que se llama 28 días después de Danny Boyle que es una pelí de ciencia ficción post apocalíptica clásica en una Londres deshabitada. De manera que seguimos este plan”.
¿Cómo fue esa filmación?
“La filmamos la hicimos un lunes feriado a la mañana, un 17 de Agosto el día de San Martín, en el centro porque sabíamos que no iba a haber nadie. Fue a la madrugada, apenas asomaba el sol. La Diagonal Sur no tenía un alma caminando a esa hora. Literalmente no había nadie porque estuvimos en medio de una ola de frío polar porteña, con una temperatura de 2 o 3 grados bajo cero. Era tremendo estar ahí en el microcentro a las 6 de la mañana de un feriado, con un equipo de filmación de 4 personas, yo con la guitarra y con toda la ropa puesta abajo de la elegancia que se veía... es decir que abajo de la ropa para la filmación estaba lleno de camisetas y pulóveres que no me dejaban mover. Me acuerdo que estaba mi esposa por ahí con la bebé, una aventura familiar por demás de interesante”.
“Hay una escena muy linda en el video que cruzan dos palomas que Diego tomó justo. O sea, no hay nadie ni nada cuando de repente aparecen dos palomas cruzando la calle como si nada. Después, a medida que la filmación avanzaba, se empezó a poblar mínimamente el centro, pero no tanto como para que no se pudiera borrar con algún artilugio digital. Pero era real que la ciudad estaba deshabitada...”
Richard Coleman está en plena actividad, recientemente fue parte indispensable del exitoso y extraño regreso de Soda Stereo con su amigo Gustavo en las pantallas gigantes. Toca por todos lados con su guitarra y su pedalera maravillosa, y volverá con los Delfines seguramente, con su próximo disco solista, acompañando a alguno de sus amigos sumándole glam a cualquier show que lo incluya.
Y gracias a él descubrí el embeleso de transitar las Estrategias Oblicuas.
Acá los dejo. Como me deja siempre Richard, con algo para descubrir.
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