La idea parecía más ideal para el guion de una de esas películas que mantienen en vilo al espectador del principio hasta el final –aunque no termine de creérsela – que para llevarla a cabo: robar, a puro ingenio y sin disparar un solo tiro, el contenido de la bóveda de uno de los bancos más importantes de la Argentina.
El Banco Nacional de Desarrollo (BANADE) parecía inexpugnable. Era un edificio grande y sólido, con una de las bóvedas más modernas del país. Por si eso fuera poco, estaba ubicado a menos de dos cuadras de la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE) y de la propia Casa Rosada. Una zona vigilada como ninguna otra.
A fines de enero de 1972 la dictadura de Alejandro Agustín Lanusse descansaba con el calor estival de las protestas populares que venían multiplicándose desde el Cordobazo. Por aquellos tiempos, entre la militancia política circulaba una frase que, en parte, era cierta: “En verano, la lucha de clases se toma vacaciones”.
Esa calma aparente se vio sacudida por una acción guerrillera de alto impacto económico y propagandístico. “El asalto más audaz de nuestro país: Durante varias horas fue copado el Banco Nacional de Desarrollo”, tituló en tapa el diario de mayor circulación de la Argentina el lunes 31 de enero.
El hecho, decían las crónicas, había ocurrido la noche del 29 al 30 de enero, cuando un comando del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) había reducido a los serenos, al personal de seguridad y al casero del banco, había entrado en la bóveda utilizando sopletes y se había llevado unos 450 millones de pesos, el equivalente de 10 millones de dólares.
Una propuesta increíble
Oscar “el Gordo” Serrano y Ángel “el Turco” Abus simpatizaban con el accionar de las organizaciones guerrilleras pero no pertenecían a ninguna de ellas. Los dos trabajaban en el Banco Nacional de Desarrollo. El Gordo era sereno y el Turco ascensorista.
Descubrieron que una forma de llegar a la caja, ubicada en el subsuelo y que parecía inexpugnable, era un detalle que ellos conocían por llevar años trabajando ahí. El subsuelo tenía paredes con barras aceradas, imposibles de romper. Sin embargo, hacía un tiempo, sobre una de las paredes habían hecho un agujero que se podía convertir en la llave que abriera la caja donde se guardaban millones de pesos.
El agujero tenía un metro por 60 centímetros y lo habían hecho para instalar un extractor de aire conectado a una chimenea porque el calor era tal que los empleados de seguridad de la caja no podían soportarlo.
Si lograban meter a un grupo armado con sopletes en el banco durante toda una noche –y ellos tenían una idea de cómo hacerlo– se podía violar la bóveda y llevarse el dinero.
Por contactos que tenían, a mediados de 1971 le ofrecieron el plan a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). La respuesta que recibieron fue cortante:
-Ustedes están locos, eso es imposible – les dijo su contacto.
Entonces le plantearon la idea a un integrante del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP).
-Vamos a estudiarlo – les contestó.
El relevamiento
El ERP formó un grupo para estudiar el plan y, si parecía realizable, organizar la acción y llevarla a cabo. El jefe del comando era un guerrillero experimentado, Osvaldo “el Tordo” De Benedetti, a quien secundaba otro que no le iba a la zaga Jorge Bellomo. Pero en esa primera etapa, el hombre clave del grupo era el arquitecto José Miguel País, que debía estudiar si era posible llegar a la bóveda y entrar en ella.
El cineasta Raymundo Gleyzer –también miembro del ERP- les facilitó una cámara Minox que usaba negativos muy pequeños con la cual Abus y Serrano debían sacar suficiente cantidad de fotos para confirmar que, una vez adentro del banco, los integrantes del comando podían cortar las rejas de hierro que tenía ese agujero, pasar por ese hueco para finalmente hacer lo más complejo: usar un soplete de oxiacetileno hasta abrir la caja y cargar los millones en bolsas de arpillera. Las fotos sacadas le permitieron a Pais creer que el plan era posible.
Pero había otro tema que zanjar antes de lanzarse a la acción. La caja del banco era marca Bach y había un modelo nuevo muy sofisticado que era imposible abrir con soplete. Abus y Serrano tuvieron que husmear para saber si la caja del banco era esa. Una vez confirmado que se trataba de un modelo anterior, los jefes del operativo decidieron que era tiempo de ponerse en marcha.
El plan maestro
Con la ayuda de Abus y Serrano, los jefes del comando precisaron el plan para entrar al banco.
Debían entrar todas las herramientas necesarias para trabajar en una camioneta similar a las del BANADE por el garage a las diez de la noche del sábado 29 de enero de 1972. Para eso, antes debían reducir al personal de guardia. Una vez adentro, cuatro sopleteros debían llegar, a como fuera, hasta la caja donde estaba el dinero. No solo eso: aunque la hora tope eran las cinco y media de la mañana –porque a las seis entraba el nuevo turno de la guardia- pretendían vaciar también las cajas de seguridad.
Otros cuatro miembros del comando debían quedarse con los guardias y relevar todos los movimientos que pudieran suceder durante ese tiempo. Uno, no poco importante, era esperar al casero quien, junto a su mujer y su hija, solía ir al cine los sábados. El hombre, además, tenía problemas cardíacos, por lo cual Belomo, que era médico, debía lograr que su corazón soportara esa extraña situación.
Pero antes que nada, había que lograr que el primer grupo guerrillero entrara al banco y redujera al personal de seguridad. Lo hicieron de una manera muy sencilla.
“El Turco Abus era un tipo de barrio, se había hecho amigo de los de Seguridad aunque él no trabajaba en esa área y mucho menos durante la noche. Les dijo que había ganado la quiniela y que invitaba una cena”, relató uno de los integrantes del comando a Infobae.
Las pizzas las llevarían los del comando del ERP, pero además de comidas, de una caja sacarían una pistola. “El único que podía oponer resistencia era el jefe de Seguridad, pero la sorpresa fue tal que ninguno atinó a hacer algo”, contó.
Recuerdo de un sopletero
Durante la planificación de la operación, el comando del ERP debió resolver otro problema: conseguir integrantes de la organización con experiencia como para participar de una acción de envergadura pero que, fundamentalmente, supieran manejar un soplete muy particular.
El escritor y periodista Raúl Argemí –por entonces integrante del ERP– recuerda que Jorge Belomo lo encaró a fines de diciembre de 1971.
-¿Vos sabés manejar un soplete? – le preguntó.
Argemí, que había hecho el secundario en el Industrial, respondió con naturalidad:
-Sí, claro que sé.
-Vamos a expropiar un banco. Entonces vamos mañana mismo a una reunión donde estarán el resto de los compañeros que participan del operativo –le dijo entonces Belomo.
Eso no era sopletear y hacer botellas.
Al día siguiente fue a una cita y lo llevaron “tabicado” a una casa. Sobre una mesa había desplegadas herramientas de todo tipo, entre ellas un soplete de oxiacetileno.
“En el soplete confluyen dos mangueras, la del acetileno –un gas altamente inflamable- y la del oxígeno, que permite la combustión. Ese soplete levanta hasta 3.000 grados y permite cortar acero”, explicó Argemí al recordarlo para Infobae.
La operación
El sábado 29 a la noche, el arquitecto País pasó a buscar a Argemí y a los otros tres sopleteros en una serie de citas sucesivas por la zona de Palermo. Subieron en la parte trasera, cubierta por una lona, donde también estaban las herramientas.
Una vez que la guardia estuvo reducida, Pais ingresó con el vehículo por el garaje del banco. Bajaron las herramientas y se dirigieron al lugar señalado por el Gordo y el Turco.
Para evitar que sonaran las alarmas, habían cortado la luz. A Pais se le había ocurrido llevar un par de faroles “sol de noche” y un bidón de kerosene, sin lo cual hubiera sido imposible. También tenían unos alargues de 30 metros de cable, que sirvieron para conectar la electricidad del piso de arriba a un ventilador que estaba cercano a los hierros que debían cortar con el soplete.
“El calor y sobre todo el olor levantado por el acetileno mientras fundíamos los hierros era tan intenso que había una nube tóxica”, recordó Argemí. Como se turnaban cada 15 minutos, dos de los sopleteros fueron a recolectar matafuegos a todo el banco.
A las cinco de la mañana terminaron la faena. Había un montón de bolsas llegadas de las sucursales, con monedas y billetes chicos. Además de que en la caja muchos de los billetes estaban recién impresos. No podían cargar con todo. Y el tiempo no les dio como para entrar en las cajas de seguridad.
El escape
Pasados treinta minutos de las cinco, con el sol alumbrando la ciudad vacía, la camioneta, manejada por “el Tordo” De Benedetti, salió cargada con las herramientas.
El botín de alrededor de 450 millones de pesos iba en un Peugeot que estaba en el garaje del banco. Una vez que salieron los dos vehículos con cinco de los integrantes del comando, Belomo, Abus y Serrano se quedaron unos minutos para evitar que los de seguridad dieran aviso.
El plan era que salieran del banco y se fueran en el taxi de Serrano –que además de trabajar en el banco sumaba unos mangos al volante-, pero el Siam Di Tella, estacionado a unos metros del BANADE, no arrancó.
Se fueron caminando tranquilamente por las calles desiertas del microcentro porteño.
Las fotos de los dos empleados del banco salieron en los diarios al día siguiente. De la noche a la mañana se habían convertido en dos de los guerrilleros más buscados de la Argentina
El ERP había tomado la precaución de que las esposas del Gordo y el Turco salieran del país unos días antes, mientras que a ellos los tuvieron “guardados” en una casa segura durante un mes. Con documentos falsos y un prudente maquillaje salieron sin inconvenientes y se instalaron en Cuba.
El robo más audaz de la Argentina se había consumado con todo éxito, sin disparar un solo tiro y sin ninguna caída.
Seré millones
El Tordo De Benedetti -jefe del comando que asaltó en banco- fue detenido a fines de 1974 en Tucumán y asesinado de un tiro en la cabeza cuando el genocida Antonio Bussi lo hizo “trasladar” en julio de 1978. El arquitecto País fue secuestrado por la última dictadura en 1976; el médico Belomo también es un detenido desaparecido.
Serrano se quedó a vivir en Cuba, donde fue profesor de Arte. En cambio, Abus volvió a la Argentina con la recuperación de la democracia y con su mujer tuvieron una intensa militancia social.
En 2013, el Gordo y el Turco fueron convocados por los cineastas Omar Neri, Mónica Simoncini y Fernando Krichmar para participar de una muy original propuesta que combina ficción y realidad para relatar el espectacular robo del que fueron protagonistas.
La película Seré millones fue estrenada ese mismo año y lleva ganados varios premios internacionales. Abus –fallecido poco después- y Serrano no sólo colaboraron en la reconstrucción del hecho sino que también son sus protagonistas.
Finalmente, “el asalto de banco más audaz” terminó siendo también de película.
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