El 27 de enero se recordó el “Día Internacional de conmemoración en memoria de las víctimas del Holocausto”. Otro 27 de enero, el de 1945, las tropas soviéticas habían liberado a los prisioneros del campo de concentración y exterminio nazi de Auschwitz-Birkenau. A efectos de esa gesta, la asamblea general de las Naciones Unidas proclamó oficialmente el primero de noviembre de 2005 honrarle tributo a la memoria de las víctimas del Holocausto cada 27 de enero.
Pero, ¿cómo comenzó todo? En nuestra retina tenemos grabados las puestas en escena de los actos nazis, los discursos de Adolf Hitler y las atrocidades del nazismo, pero poco se habla de su génesis, de cómo se creó el partido y de cómo obtuvo el poder y de cómo, lentamente, desencadenó el horror.
¿Cómo pudo suceder ese genocidio? De a poco, muy despacio, casi imperceptible, con pequeñas escamaruzas aquí o allá. No advirtiendo las señales emitidas por los nazis. El establishment político no los tomaba en cuenta. Se mofaban de los nazis: “no llegarán a nada”, así decían. Y así comenzó.
Adolf Hitler estuvo buscando qué hacer de su vida en varios lugares. Al finalizar la Primera Guerra Mundial, permaneció en el ejército donde fue asignado a una unidad especial, el “departamento de educación y propaganda del ejército de Baviera”. En julio de 1919, Hitler fue asignado a espiar un pequeño grupo: el “partido de los obreros alemanes” bajo sospecha de ser marxista. Hitler se impresionó con la visión nacionalista y antisemita de Anton Drexler, fundador del grupo: Hitler cambiará su rol y en lugar de ser espía, sería un miembro pleno de este movimiento. Este movimiento político, poseía una rama esotérica: “la sociedad Thule”.
El principal interés de la sociedad Thule fue una reivindicación sobre los orígenes de la raza aria y esta rama del partido exigía que todos los posibles miembros jurasen que por sus venas o las de sus esposas no corría sangre judía, ni negra, ni gitana. Creían en la llegada inminente de un “mesías germánico” el cual, según este grupo, era “el que todos esperan pero que aún no han visto”. Una vez que Hitler estudió las teorías esotéricas del partido, concluyó que él era la persona que llevaría a los germanos a destino de grandeza, y en un asamblea de dicho partido él mismo se propone ser nombrado jefe del partido de los obreros alemanes reemplazando a Drexler con poderes ilimitados o presentaría su renuncia. Si bien los miembros fundadores de este partido reconocían su gran oratoria, lo encontraban ególatra, egoísta y con una visión única. Hitler solicitó que se celebrara una asamblea para clarificar su propuesta. La asamblea se realizó y su propuesta aprobada por 543 votos a favor y uno en contra. Propondrá el cambio del nombre y de ahora en más de llamará: “Partido nacional socialista obrero Alemán”. Y allí será reconocido como “Führer”, que significa: líder, conductor, caudillo.
Hitler despreciaba a la democracia e insultada constantemente a todos los políticos que no pensaran como él; que eran la gran mayoría de los políticos de Alemania. A Hitler y a su partido, los políticos no lo tenían en cuenta por lo estrafalario de su presencia del cual decían que era un payaso con ideas pasajeras dado la intransigencia e intolerancia de sus propuestas, sus insultos constantes a sus adversarios, sus discursos enardecidos con gritos, sus puestas en escena y el gran desprecio a la democracia; más tarde se arrepentirían de no darse cuenta de lo que se estaba gestando frente a ellos.
Los principales creadores de esta nueva corriente política y seguidores de Hitler serán: Walter Darré, Dietrich Eckart, Hans Frank, Rudolf Hess, Heinrich Himmler, Robert Ley, Julius Streicher, Alfred Rosenberg. Estos eran fieles seguidores de la doctrina esotérica del “mesías germánico” y con su apoyo absoluto, Hitler se convirtió en una copia de los reyes absolutistas. Si para estos reyes absolutistas “L’État, c’est moi” para los seguidos de Hitler “él era el partido”. Estos veían a Hitler como a un dios. Y podemos leer que decían sobre él: “Si el pueblo tiene confianza, y si la verdadera dirección popular está presente, el Führer será capaz de renovar la nación... la gente le obedecerá ciegamente y ciegamente lo seguirán. El Führer siempre tiene la razón. Cada uno y hasta el último ciudadano debe decirlo (...) Sí, ustedes que nos llamaban sin dios, hemos encontrado nuestra fe en Adolf Hitler y a través de él hemos encontrado a dios una vez más. Esa es la grandeza de nuestro día. Y esa es nuestra buena fortuna”.
El período de la historia alemana donde se instalará el partido de Hitler es conocido como: “la República de Weimar”. La denominación procede de la ciudad alemana de Weimar, donde se reunió la asamblea nacional constituyente y se proclamó la nueva constitución, que fue aprobada el 31 de julio y entró en vigor el 11 de agosto de 1919. Aunque el país siempre conservó su nombre de “Deutsches Reich” (”Imperio Alemán”).
Convencido de su papel y de que era el único que podría salvar a Alemania de la decadencia socio-política en la que había caído, y alentado por sus seguidores el 8 de noviembre de 1923, Adolf Hitler junto a Hermann Göering, Alfred Rosenberg y Rudolff Hess irrumpieron en la cervecería Bürgerbräukeller de Múnich, un lugar muy concurrido en ese momento, donde el primer ministro de Baviera Gustav von Kahr estaba pronunciando un discurso. Hitler ingresó junto a sus secuaces y pidieron cerveza. En medio del discurso del primer ministro, Hitler rompió contra el suelo la jarra y desenfundó su pistola, se subió a una silla y entre disparos y jarras de cerveza hechas añicos, declaró el comienzo “la revolución nacional”. Al mismo tiempo que ocurría este hecho, miembros de su partido ocuparon los cuarteles de la Reichswehr que era el ejército de la República de Weimar y los de la policía, Hitler y algunos de sus seguidores tomaron como rehenes a Gustav von Kahr, y a sus dos hombres de confianza. Por la mañana del 9 de noviembre, Heinrich Himmler, siguiendo órdenes de Hitler ocupó el Ministerio de Defensa y se enfrentó con las fuerzas gubernamentales. El movimiento golpista fue creciendo y marchando por las calles hasta que se encontraron cara a cara los golpistas con las fuerzas del orden. Allí comenzó el caos.
Adolf Hitler logró escapar y esconderse por tres días hasta que fue detenido y encarcelado: le comunicaron que sería juzgado por alta traición. El 1 de abril de 1924, fue condenado a cinco años de prisión. Cualquiera pensaría que era el fin de este movimiento, pero no. Hitler escribió el que sería considerado su línea de pensamiento político el libro “Mein Kampf” (Mi lucha). En prisión poseía un trato especial y la pena fue conmutada: el 20 de diciembre de 1924 salió en libertad.
La fama de Hitler con su oratoria, sus diatribas contra un gobierno, según él, corrupto y decadente, y sus constantes insultos calaron cada vez más en una sociedad cansada de los malos manejos de los gobiernos y de sus políticos, de la sociedad que se desmoronaba bajos sus pies. La visión renovadora que proporcionaba el Nacional Socialismo de dar una vuelta copernicana a la política y a la economía alemana encantó a más de uno y fue así como en las elecciones legislativas de en las elecciones de 1928 el partido consiguió 12 escaños (2,6% de los votos) en el Reichstag. Así consiguió el partido Nacional Socialista ingresar al congreso de Alemania.
Y así, poco a poco, comenzaron a escalar en la sociedad de la época. Alguno percibió que esto no era una cuestión de un grupo de intolerantes que no llegarían a nada; sino que era algo mucho más oscuro y terrible y lograron escapar antes del horror. Otros, los más, no lo vieron venir: observaban a Hitler y a sus diputados y partidarios con desprecio y solo como unos emergentes sin importancia.
Lo que ocurrió después todos lo sabemos. Arbeitsdorf, Bergen-Belsen, Buchenwald, Dachau, Dora-Mittelbau, Flossenbürg, Neuengamme, Ravensbrück, Sachsenhausen, en Alemania; en Polonia Auschwitz/Birkenau, Belzec, Chelmno, Gross-Rosen, Majdanek, Plaszow, Sobibor, Stutthof, Treblinka. Los Países Bajos, Francia, Estonia, Letonia, Lituania, la República Checa; fueron lugares donde la maquinaria nazi creó campos de concentración y exterminio.
El 27 de enero recordamos el horror del Holocausto. No obstante vale la pena acordarse que el siglo XX estuvo teñido de constantes crímenes contra la humanidad. La persecución contra los armenios, la gran hambruna de 1932-1933 en Ucrania (Holodomor), los gulag soviéticos, la revolución cultural China, el genocidio camboyano de Pol pot, el lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki y muchas mascares más que demuestra cuán profundo puede caer el ser humano.
El 27 de enero recordamos el horror del Holocausto. ¿Hemos aprendido algo los humanos de esa masacre? Hoy nuevos movimientos fundamentalistas están apareciendo en todo el mundo con los mismos pensamientos pero camuflando el discurso de odio con novedades. Estos movimientos se alimentan de la decepción de la gente y su bronca, al igual que lo hizo el Adolf Hitler, quien capitalizó el desencanto del pueblo germano. En todo el mundo ocurre lo mismo: movimientos que buscan culpables de los desastres económicos o sociales de cada país para marcarlos. Las marcas las tienen los inmigrantes, los políticos corruptos, los latinoamericanos, los negros, los asiáticos, los musulmanes, etc…
El 27 de enero recordamos el Holocausto. Estemos atentos para que nunca más vuelva a ocurrir. Citando a Carl Marx podríamos decir: “La historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa”.
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