La semilla de una ciudad, las cartas de Hitler y el mito de la visita del Führer: el refugio nazi en las sierras cordobesas

El Hotel Edén se inauguró en 1890 cuando La Falda, el centro urbano ubicado a 70 kilómetros de la capital de Córdoba, se llamaba Estancia “La Zulema”. El fanatismo de sus dueños por el nazismo y el agradecimiento de Hitler por el apoyo económico que recibía. Auge, caída y redención de un hotel que dio origen a un pueblo

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Postal de la década del cuarenta: el Hotel Edén como máximo atractivo del Valle de Punilla
Postal de la década del cuarenta: el Hotel Edén como máximo atractivo del Valle de Punilla

Una carta escrita de puño y letra, y fechada el 13 de febrero de 1933, dice: “Querido señor Eichhorn: gracias por sus felicitaciones por mi elección como canciller. En este momento histórico, aprovecho para agradecerles su actuación en todos estos años en el movimiento. Los viejos amigos son los responsables como yo de esta victoria”. La firma, “con saludo alemán”, Adolf Hitler.

Los viejos amigos argentinos, tal vez los más cercanos del Führer en el epistolario Alemania-Argentina, eran Walter e Ida Eichhorn, dueños hasta 1947 del Hotel Edén y virtuales amos del pueblo de La Falda, en el bellísimo valle de Punilla, a menos de cien kilómetros de la ciudad de Córdoba. Eichhorn había nacido en 1877 y conoció a quien sería su esposa, cuatro años menor, en el barco que los traía a América. Deambularon por Bolivia y por Chile antes de llegar a la Argentina. Para mediados de mayo de 1912, después de un breve período por Buenos Aires, ya habían comprado el Edén, construido por otros alemanes en 1900 en una estancia de las sierras cordobesas, que en aquella época era un páramo montañoso virgen para los negociados europeos. En un viaje a Alemania, los Eichhorn conocieron a Hitler dando un discurso en Munich, se encantaron y a partir de allí se transformaron en fervorosos defensores del nacionalsocialismo.

Tal es así que, no contentos con su propia simpatía, extendieron la campaña de sostén a Hitler por todo Punilla, logrando un extensivo apoyo de los vecinos a la causa. En el valle de Punilla, hacia los ´50, se instalaron más de 1200 alemanes, entre ellos algunos criminales de guerra como Josef Schwammberger que se escondió en las sierras y fue detenido en Huerta Grande. Esta zona de Córdoba constituye, en el presente, una postal incómoda: las huellas del nazismo no han desaparecido en el diseño arquitectónico, en los íconos visuales y en la memoria de aquel popular apoyo, tanto como en los nombres -no casualmente, el Hotel se encuentra en la avenida y la villa de su mismo nombre-.

Familias aristocráticas en los balcones del hotel. Disponía de una piscina olímpica, un campo de golf de 18 hoyos donde se realizaban torneos internacionales, canchas de tenis y las singulares “cazas del zorro”
Familias aristocráticas en los balcones del hotel. Disponía de una piscina olímpica, un campo de golf de 18 hoyos donde se realizaban torneos internacionales, canchas de tenis y las singulares “cazas del zorro”

Carlos Panozzo es un historiador de La Falda que se dedicó especialmente a investigar los primeros años del Edén. Escribió: “Con Don Walter y Doña Ida llegaron también a a Argentina Bruno Eichhorn, el hermano de Walter, y su mujer, y los cuatro se encargaron de impulsar el negocio. Ida y Walter vivían en un chalet detrás del hotel. Fue su llegada la que movilizó todo esto. La Falda es, en buena medida, un subproducto de los Eichhorn y del Edén”.

En realidad todo había comenzado en 1890 cuando el terrateniente alemán Roberto Bahlcke adquirió 900 hectáreas de la Estancia “La Zulema” -por entonces, el nombre de La Falda-. Con un préstamo de Ernesto Tornquist, por entonces uno de los patricios con cabeza de financista de la Argentina preludio a convertirse en el granero del mundo, Bahlcke hizo construir un hotel para la aristocracia porteña y la nobleza europea. Como había ocurrido en otros grandes hoteles en los albores del país, este tipo de construcción, alejada de las incipientes urbes, eran autosuficientes en lo que consumían, suerte de pueblo dentro del pueblo y, además, supieron dar nacimiento a la fundación de la comarca en la que se encontraban. Sin ir más lejos, la primera usina eléctrica de La Falda funcionó en el Edén.

El Hotel Edén empezó a contar con huerta, panadería, carnicería, tambo, quesería, bodega, peluquería, talleres de carpintería, de herrería y de reparación y mantenimiento. Con el tiempo se creó un criadero de cerdos de raza y una fábrica de embutidos que abastecía a gran parte de la población del Valle de Punilla. En medio de la soledad entre los cerros, típico hotel de campo, contaba con instalaciones modernas para entretener a los huéspedes, tales como la única piscina olímpica, un campo de golf de 18 hoyos donde se realizaban torneos internacionales, canchas de tenis, caballerizas, las singulares “cazas del zorro” -muy poco usuales en el país-, una sala de correspondencia -era habitual que los visitantes extranjeros, que tenían un largo viaje en barco, permanecieran varios meses de estadía- y variados juegos de mesa. Y para las noches, los bailes de rigurosa etiqueta, animados por grandes orquestas y los shows de estrellas como Berta Singerman, Zully Moreno y Hugo del Carril.

También se organizaban cabalgatas guiadas hacia la estancia del hotel. El terrateniente alemán Roberto Bahlcke lo había construido pensando en la aristocracia porteña y la nobleza europea
También se organizaban cabalgatas guiadas hacia la estancia del hotel. El terrateniente alemán Roberto Bahlcke lo había construido pensando en la aristocracia porteña y la nobleza europea

Para alojar a los huéspedes contaba con un centenar de habitaciones, con una suite especial con vista a la sierra, un gran salón comedor para 250 personas -al que sólo se podía acceder con etiqueta y sin niños-, un comedor auxiliar para los infantes y el personal doméstico, que solía acompañar a sus acaudalados patrones. Los mismos que contaban hasta con una cava propia en el sótano de las instalaciones.

El Hotel se encontraba rodeado de un gran parque diseñado por Carlos Thays, con cincuenta especies traídas de Europa. A cierta distancia del edificio principal se construyeron “habitaciones para los hombres solteros”, quienes, por decoro, no debían dormir en proximidad de las jóvenes de “buena familia”. En 1904, acosado por las deudas, Roberto Bahlcke se presentó en quiebra. El inmueble fue a parar de una accionista del grupo Tornquinst, Maria Kräutner, quien lo convirtió en un hotel de lujo rentable y moderno. En 1912, en menos de diez años, ya saneado económicamente y con una imagen mejorada en la zona, lo vendió a los hermanos Bruno y Walter Eichhorn.

La correspondencia entre Adolf Hitler y los Eichhorn fue numerosa. Miembros destacados de la comunidad, los Eichhorn organizaron colectas y recaudaban fondos para ayudar a Hitler, que con ese dinero llegó a comprarse un pequeño avión que utilizaba para hacer su campaña en Alemania y un auto Mercedes-Benz. Se deducen al menos dos transferencias -una de 20.000 francos suizos, en 1931, y otra de 15.000 pesos argentinos en junio de 1932- y se infieren otras por los repetidos agradecimientos de Hitler: “Querido señor Eichhorn y querida señora: me permito otra vez en este momento agradecerles por la ayuda financiera que me otorgan y que me quita y alivia una parte importante de mis preocupaciones”.

El Hotel estaba ubicado entre los cerros, en un paraje idílico para el tratamiento de la tuberculosis
El Hotel estaba ubicado entre los cerros, en un paraje idílico para el tratamiento de la tuberculosis

El 15 de mayo de 1935, aconteció un suceso extraordinario: los Eichhorn fueron invitados a la Cancillería del Reich, en Berlín, donde fueron condecorados por el propio Führer y recibieron un diploma que decía: “Querido camarada Eichhorn: desde su ingreso en 1924 usted junto con su esposa ha apoyado al movimiento nacionalsocialista con enorme espíritu de sacrificio y acertada acción, y a mí personalmente, ya que fue su ayuda económica la que me permitió -en el verdadero significado de la palabra- seguir guiando la organización”. Poco tiempo después, como obsequio para las bodas de plata de los Eichhorn, le hicieron llegar a Argentina un retrato fotográfico de Hitler con unas palabras suyas como dedicatoria.

Algunas de las cartas se encuentran hoy en copias en las visitas guiadas al Hotel; las originales se hallan bajo siete llaves en la casa de los bisnietos de la familia Eichorn. Ellos no dan notas a la prensa -algunos pobladores hablan de que repudiaron tibiamente el apoyo de sus predecesores a Hitler y se han refugiado en el apoyo político de las intendencias cordobesas- y disfrutan del chalet familiar y la pileta olímpica, separadas del Hotel para que los antiguos visitantes puedan hacer un pequeño paseo en carruaje y de paso adquieran propiedades del entorno: el loteo de las 900 hectáreas -la mitad de lo que hoy es el pueblo de La Falda- constituía otro gancho económico en la prosperidad de los Eichorn, que por ese momento llegaron a decir: “La Falda es obra nuestra, una comarca nacionalsocialista” y “La Falda, un producto de la cultura alemana en Argentina”.

En la actualidad sólo un 1 por ciento de la propiedad total, 9 hectáreas, que es donde se emplaza el casco histórico del Hotel y su parquización a manos de Carlos Thays, pertenece al Patrimonio Histórico Municipal y Provincial. Los herederos guardan celosamente las cartas de Hitler y el libro de pasajeros, donde hay un escrito de Rubén Darío, otro ocasional visitante. Un 19 de enero de 1901 el poeta nicaragüense escribió poesía inédita: “A los firmantes del álbum respetuosamente dedica el autor/Este álbum recoge en sus páginas blancas/los nombres de ingenuos que hacen sonreír/y ostenta los versos de poetas que en ancas/de Pegaso al Olimpo pretenden partir/Los unos creen que con firma inocente pasarán de seguro a la posteridad/los otros confían que musa clemente no los mate al ver tanta barbaridad/aspiración de humanos es esta creencia lector si tu tienes también ambición, pon nombre y poesías, ten mucha paciencia/y te dirán tonto con mucha razón”.

La mayor atracción del recorrido es la zona de lavandería y de herrería, un sitio de energía espesa por el sufrimiento y dolor de los trabajadores, con jornadas de 16 horas y muertes por insalubridad
La mayor atracción del recorrido es la zona de lavandería y de herrería, un sitio de energía espesa por el sufrimiento y dolor de los trabajadores, con jornadas de 16 horas y muertes por insalubridad

Es un día de enero de 2022, las nubes espesas y negras amenazan el cielo veraniego y los intermitentes rayos solares que calientan el día no amedrentan las visitas guiadas al Hotel Edén, una especie de castillo condeal que fascina por su impecable fachada. Pese a las restricciones de la tercera ola de la pandemia, siendo Córdoba uno de los focos de mayor transmisión en el país, una gran cantidad de visitantes se forman en grupos tanto para las visitas en el día como las de la noche, promocionada con fotos de visitantes que registraron aparentes fantasmas y sucesos paranormales dentro del edificio. Uno de los puntos de promoción turística es la zona de lavandería y de herrería, donde se habla de que es un sitio de energía espesa por el sufrimiento y dolor de los trabajadores, con jornadas de 16 horas y muertes por insalubridad. Los empleados de la visita guiada visten remeras que dicen “Hotel Edén: el nacimiento de un pueblo”, con el signo de una águila que aclaran, todo el tiempo, que no es el águila nazi sino un águila imperial romana que había sido construida en placas de acero en la entrada al establecimiento, junto a un portón de rejas que hoy se mantiene intacto en el playón de estacionamiento.

Al entrar por las largas escalinatas, escoltadas a unos metros por dos leones y una fuente de mármol de Carrara originales, lo primero que se puede visitar es una muestra federal del Palais de Glace en el salón imperial. En sus instalaciones hay además un museo de trenes en miniatura y una cava de 1898 con degustaciones de quesos, salame de la colonia, vinos, alfajores regionales y una tienda de regalos artesanales y recuerdos del lugar. El rastro del nazismo, como sucede en el Hotel Viena de Miramar, también de Córdoba, se descubre al sesgo, aunque aquí la referencia a Hitler -motivo por el cual recibe tantas visitas- es notoriamente más explícito.

La visita guiada arranca con un extenso video donde se explica la típica historia de auge, caída y redención. El esplendor del sueño aristocrático, sus visitas escondidas en la sierra, su ocio extendido y el consejo de los médicos para ganar salud, recreación y descanso en uno de los mejores climas del mundo, aterrados por la tuberculosis; la amistad con Hitler y los altos mandos nazis, siendo un canal de financiación directo y caudaloso desde Argentina; la posterior debacle del Hotel con la derrota del nazismo en Alemania y estatización en manos del peronismo -que nombraron al Hotel Edén como “propiedad enemiga del Estado”-; el resurgimiento sin el brillo aristocrático, con la sombra de Juan Duarte en el directorio; el refugio de parte de la tripulación del Graf Spee, el acorazado que había sido hundido en el Río de la Plata en 1939; el abandono en medio de proyectos inconclusos -como la apertura de un casino que quedó en la mitad de su construcción-, el saqueo, la desidia.

En sus paredes quedaron las huellas de visitante ilustres: visitas de presidentes como Julio Argentino Roca, científicos como Albert Einstein y anécdotas con el Che Guevara como protagonista
En sus paredes quedaron las huellas de visitante ilustres: visitas de presidentes como Julio Argentino Roca, científicos como Albert Einstein y anécdotas con el Che Guevara como protagonista

Hasta que entonces llegó la salvación en manos de un empresario local, que remodeló la fachada, convirtió al lugar en un museo, con visitas guiadas, alquila hoy un salón para fiestas de quince y casamientos y quiere seguir restaurando el hotel, en la actualidad en un 60 por ciento de su uso. No casualmente, cada ciertas palabras, los guías dicen: “Acá estaba la vajilla, hasta que, adivinen que…fue robada” o “En esta zona, había un bronce en la manivela hasta que, adivinen que…”.

Es que, hace no muchos años, el hotel yacía como una mole abandonada que asomaba entre un bosque de pinos al fondo de la avenida principal. Ruinoso y decrépito, era un atractivo de la zona porque conservaba los reflejos de un viejo esplendor, rodeado de una vieja estación de ferrocarril para uso propio de los huéspedes del Hotel y cines, comercios y escuelas que nacieron al calor de dicha pujanza económica. En sus escaleras de mármol de Carrara todavía continúan las huellas de visitante ilustres: visitas de presidentes como Julio Argentino Roca, científicos como Albert Einstein. Y otras curiosidades históricas como las que contó Ernesto Guevara padre, que en su libro “Mi hijo el Che”, recordó que en los ´40 integraba un núcleo antifascista llamado Acción Argentina y que “nuestro grupo se enteró de que en el Hotel Edén de La Falda funcionaba por las noches una radio que pasaba mensajes cifrados a Berlín. Cuando llegamos tuvimos que aceptar que el hotel se encontraba bajo protección policial”.

Como si no bastara con las cartas de Hitler, prueba irrefutable del nexo directo del nazismo en Argentina, el enigma de una supuesta visita del Führer es la parte del guión que más maravilla a los turistas. Y el condimento de la intervención del FBI cobra tintes cinematográficos, porque todos, alguna vez, han visto esa película en las pantallas. La agencia de investigación norteamericana investigó una hipótesis sobre la huida del jefe nazi hacia La Falda, en sus famosas dudas de que Hitler hubiera muerto en el búnker alemán. Los documentos desclasificados del FBI evidenciaron que los Eichhorn eran fieles seguidores del nacionalsocialismo y sospecharon que éstos le dieron cobijo a Hitler como ocurrió en la zona con otros altos mandos del nazismo. La hipótesis, sin embargo, nunca pudo comprobarse.

Y por último se cita el testimonio de una ex empleada del Edén, Catalina Damero, que hasta sus últimos días dio abiertas entrevistas donde aseguró haber llevado comida al mismísimo Hitler, a quien vio hospedado en el tercer piso con peluca y escoltado con gran seguridad. En otra historia de la visita guiada que, como la de los fantasmas en las noches, es creer o reventar.

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