A Sonia De Francisco (74) le encantaba ser la anfitriona de encuentros literarios y acompañar las charlas sobre arte con una tibia taza de té. Lo hacía a menudo; recibía a sus amigos y también a vecinos. El lugar de encuentro era su casa, hoy conocida como la Cabaña del Bosque, un espacio mágico escondido entre los pinos y eucaliptos del Bosque Peralta Ramos, en Mar del Plata.
“Empezó como empiezan todos los proyectos, casi por casualidad”, le dice a Infobae Sonia. Una vez alguien le preguntó “¿por qué no ponés una casa de té?” y, desde entonces, ya pasaron más de tres décadas. No lo hizo sola, las convenció a su hermana, Griselda y a su sobrina Maria Silvina para que fueran parte de este proyecto cultural.
Las mismas manos que prepararon las tortas, scons, budines y agasajaron a los invitados, fueron las que acondicionaron el espacio construído por su marido, Coco Moran, médico cirujano. Una edificación “de estilo indescriptible porque si bien responde a las características de una cabaña tiene ventanas grandes, techos altos, y la vegetación está presente en cada recoveco”, detalla.
El hechizo empieza minutos antes de descubrir la cabaña. Ubicada en la intersección de Don Arturo y Los Cedros, los eucaliptos de gran tamaño indican la entrada. Se cruza el portón para recorrer los senderos que revelan el estanque con peces, grandes follajes y especies exóticas plantadas por sus creadoras.
Hay lista de espera para ingresar y también hay cola en la puerta para poder conseguir mesa. “Si la gente piensa que los vamos a atender rapidísimo este no es el lugar. La idea es cambiar el ritmo de la ciudad y vivir una experiencia placentera”, revela Sonia.
Una vez adentro, las mesas ya están puestas de una forma particular, con vajillas variadas, candelabros de plata, cubiertos de diseño. Mucho pertenecen a la colección familiar, y otro fue donado por vecinos de la zona.
Sentados, el clima gira en torno al ritual té. En La cabaña se sirve caliente, helado, con azúcar negra, con limón, fruta, cítricos del mediterráneo, verde, negro y se presenta en distintos tipos de vasos y recipientes, al punto de que en algunas ocasiones se parece más a un cocktail que a lo que el común entendería por “un té”.
La Cabaña tiene su propio blend con una preparación a base de rooibos nativos de Sudáfrica, vainilla, rosa, lavanda y bayas de saúco. Rico en antioxidantes, calcio y vitaminas C & D. “Hay mucho amor y vida detrás de cada taza”, dice Sonia. Un menú que incluye tortas e infusiones promedia $1200 por persona.
“El silencio de estos dos largos años de pandemia marcó un acentuado movimiento de visitantes”, reconoce la dueña del lugar. “Padres que vinieron durante su infancia, y ahora regresan con sus hijos en busca de lo mismo: tranquilidad”.
Este 2022 en la planta baja, esa que alguna vez fue un garage, se expone un pequeña colección textil -carteras, bolsos, vestidos- realizada por artesanas locales con géneros de Gambia, África. También se puede comprar té en hebras.
El propósito de las hermanas es claro: aportar calidad de vida a quienes pasen por la cabaña, eso se logra a través de las deliciosas infusiones, el arte y el entorno natural. “Hay que ver más allá de lo de siempre, de lo cotidiano”.
SEGUIR LEYENDO: