Un argentino en el corazón de las tinieblas: rescata migrantes en la Ruta de la Muerte del Mediterráneo

Juan Matías Gil es el jefe de la misión de un buque de Médicos sin Fronteras que salva las vidas de africanos que intentan entrar a Europa desde Libia. Hace 15 años trabaja en zonas de conflicto: desde Yemen a Irak. Historia de una vida en el infierno del mundo

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Juan Matías Gil es el jefe de misión del buque Geo Barents que durante 2021 navegó entre Libia e Italia y salvó la vida de 1.903 personas en operaciones de socorro (Médicos sin Fronteras)
Juan Matías Gil es el jefe de misión del buque Geo Barents que durante 2021 navegó entre Libia e Italia y salvó la vida de 1.903 personas en operaciones de socorro (Médicos sin Fronteras)

Hubo un tiempo en que Juan Matías Gil vivía en Yemen y la primera pregunta de cada mañana, bajo el techo de un búnker construido especialmente para soportar explosiones, era siempre la misma: “¿A cuánto habrá caído la bomba más cercana esta vez?” Algunas veces era a 5.000 metros pero muchas, o quizás la mayoría, detonaban bastante más cerca: a siete, seis o cinco cuadras.

Hay un enemigo más peligroso que la muerte para las personas como Gil, argentino, 41 años, economista y líder dentro de la organización internacional Médicos sin Fronteras. Ese enemigo es el cinismo. (Sobre)vivir en el infierno y naturalizarlo suele ser una herramienta tan útil como arriesgada para personas como Juan Matías, que habita zonas de conflicto internacional desde los 27 años con un solo afán: ayudar a las víctimas, curarlas, generar contextos para que las personas que están en la línea de fuego -metafórica o literal- puedan salir de allí vivas y con una nueva oportunidad.

“Las tristes protagonistas de estas historias”, sintetiza el propio Juan Matías con cierto pudor, desde su casa en Roma, en una pausa de la vertiginosa última década y media de su vida que lo llevó de Yemen a Congo, de India a Bosnia-Herzegovina, de Jordania a Sudán del Sur, a Irak, a Siria, a Colombia y, en el último tiempo, lo tuvo -lo tiene- sobre las aguas del Mediterráneo, el teatro de operaciones de la Ruta de la Muerte, donde Médicos sin Fronteras interviene para rescatar a migrantes africanos que intentan entrar a Europa desde Libia hacinados en botes, desbordados, lastimados, hambrientos y rechazados en ambas costas.

Gil y el equipo de Médicos sin Fronteras operan desde 2015 en la zona. En todo ese tiempo rescataron 82 mil personas. Durante 2021 el buque Geo Barents navegó las aguas entre Libia y Malta e Italia y salvó la vida de 1.903 personas en operaciones de socorro. “Hoy rescatamos a 87 personas de un gomón”, comenta Gil en la charla con Infobae, con una aclaración que da magnitud de la complejidad: “Normalmente ese gomón es muy peligroso con 10 personas a bordo”.

Esas personas son hombres, mujeres (algunas embarazadas) e incluso niños que han atravesado los siete niveles del infierno antes de llegar a las puertas de Europa en la costa de Libia. En la organización estiman que de cada grupo de 100 personas hay 20 nacionalidades. Las que más se repiten son Siria, Etiopía, Bangladés, Eritrea, Sudán del Norte, Mali, Guinea, Nigeria, Costa de Marfil o Somalia.

Juan Matías Gil nació en Tigre hace 41 años, es economista egresado de la UBA
Juan Matías Gil nació en Tigre hace 41 años, es economista egresado de la UBA

Gil es jefe de misión del Geo Barents, que busca estos botes lanzados al mar por traficantes de personas. “Entendemos de dónde pueden salir y hacemos patrones de búsqueda intentando encontrarlos”, explica. La situación empezó a complicarse en 2014, con la muerte del líder libio Muammar Khadafi. Las rutas migratorias se concentraron allí como punto de partida hacia Europa para miles de toda África y se sumaron a la situación de los sirios que llegan desde Turquía y cruzan a Grecia más el histórico “puente” entre Marruecos y España.

“La política de la Unión Europea (UE) fue alejar las fronteras lo más posible. Externalizar el manejo de sus fronteras. Alejar el problema. Hicieron acuerdos Italia con Libia, Marruecos con España y la UE con Turquía. El acuerdo es pagar a estos gobiernos para que contengan al flujo migratorio (hablamos de migrantes económicos, refugiados y los solicitantes de asilo). Pero en Libia encontraron el mecanismo para salir mediante traficantes y entrar a Europa”, explica Gil.

El terrible problema de los migrantes que cruzan el Sahara y llegan a Libia es que en ese país abundan las violaciones a los derechos humanos, los abusos sexuales, las torturas, los secuestros extorsivos e incluso la venta de personas.

“Europa pagó y creó la guardia costera de Libia para interceptar personas que huyen, para que las devuelvan a la tierra libia entrando en un círculo de violencia permanente. Sufren maltratos en centros de detención hasta que logran pagar y salir y encontrar un traficante que los pone en una embarcación precaria para volver al círculo”, explica Gil, casi avergonzado.

Esta foto fue tomada el 16 de noviembre de 2021 durante el rescate por el equipo que comanda Gil de 99 personas cerca de las costas de Libia: cuando bajaron los sobrevivientes descubrieron diez muertos en el suelo del bote
Esta foto fue tomada el 16 de noviembre de 2021 durante el rescate por el equipo que comanda Gil de 99 personas cerca de las costas de Libia: cuando bajaron los sobrevivientes descubrieron diez muertos en el suelo del bote

El argentino ríe irónicamente cuando repite lo que dicen en Europa, que la política es eficaz: “Claro, para mantenerlos lejos de Europa sí”. Según sus cálculos son más de 30 mil migrantes interceptados en el mar y devueltos y 1.500 los muertos, aunque aclara que es un número subestimado. “Es la cantidad de gente que murió en el Titanic un siglo atrás, no puede ser que esto pase”, comenta.

El equipo de trabajo de Gil no tiene acuerdos con Malta ni con Italia. Con suerte, en Italia les atienden el teléfono cuando rescatan un barco y avisan que hay que cumplir con la ley marítima internacional, que indica que hay que llevar a los rescatados a un puerto seguro. “Italia, no con pocas trabas y negociaciones, nos termina asignando un puerto para desembarcar”, aclara.

Los migrantes se suben a gomones tubulares que ponen los traficantes en la puerta de salida de Libia. Cada bote tiene una brújula para no perder el rumbo y un teléfono satelital que en caso de emergencia emite una alerta verde que intercepta el Geo Barents y sale al rescate. Esto ocurre si se quedan sin combustible, si se rompe un motor o se pincha uno de los tubos.

Al llegar a un puerto el Geo Barents desembarca a los migrantes y los médicos identifican los casos vulnerables: los que están con emergencias médicas, los menores de edad, las mujeres embarazadas o quienes padecen una afectación psicológica aguda.

Varias de las personas rescatadas suben al buque de Médicos sin Fronteras con lesiones físicas visiblemente recientes, muchas de estas, fracturas de huesos. Se trata de lesiones que requieren un tratamiento urgente para el dolor. La mayor parte de los migrantes lastimados cuenta que las heridas se produjeron antes de salir de Libia o justo en ese momento. Otros relatan que fueron hechas por los guardias de los centros de detención o por hombres armados en los lugares donde estaban recluidos. También hay testimonios de personas que acusan a la guardia costera libia por lesiones en las interceptaciones en el mar.

Un grupo de sobrevivientes a bordo del Geo Barents
Un grupo de sobrevivientes a bordo del Geo Barents

“Sufrí mucho en Libia”, cuenta Aissatou, una mujer de 21 años de Camerún. “Cuando llegué allí, no tenía ninguna cicatriz. Ahora, tengo por todo el cuerpo”. Ella tiene una gran cicatriz en el pecho, consecuencia de un apuñalamiento que sufrió al intentar escapar de una prisión en Libia: Era una cárcel de mujeres, así que los guardias siempre violaban a las chicas. No nos alimentaban bien. No teníamos ropa; vivíamos en la suciedad. Cuando intentábamos escapar, llamaban a las bandas para que vinieran a azotarnos. Nos golpeaban con sus kalashnikovs”.

Un día, varias mujeres, entre ellas Aissatou, salieron corriendo de la prisión. “Cuando los guardias vieron que las chicas se escapaban, sacaron todo lo que pudieron, barras de hierro, armas, para dañarnos. Fue entonces cuando un guardia me apuñaló en el pecho. Me apuñaló con un tubo de metal”, cuenta y relata: “Muchas chicas resultaron heridas, pero corrimos de todos modos. Mi ropa estaba empapada de sangre. Le pedí a gente en la calle que me escondiera”.

Varias personas rescatadas por el Geo Barents en diciembre de 2021 relataron haber sufrido o presenciado violencia sexual, tanto en Libia como en sus países de origen, incluido sexo transaccional, prostitución forzada, violación, matrimonio forzado, trata y mutilación genital femenina. Muchas de ellas habían sufrido este abuso durante un largo período de tiempo.

Aissatou fue una de ellas durante el tiempo que los traficantes la retuvieron en grandes almacenes cerca del mar, antes de subir a los barcos que salen de Libia: “Los traficantes nos violan en los almacenes. Si te negás, te amenazan con un cuchillo. No hay otra opción”.

"Es indignante lo que hacen los gobierno europeos con los migrantes", dice Gil, en la foto, a bordo del Geo Barents
"Es indignante lo que hacen los gobierno europeos con los migrantes", dice Gil, en la foto, a bordo del Geo Barents

“Me genera indignación, rabia y vergüenza. Estas cosas, las muertes, podrían ser evitables. Si los gobiernos europeos en lugar de gastar dinero en tecnología militar para interceptar personas usaran estos recursos para un mecanismo de rescate con la misión de salvar vidas no estaríamos lamentando estas situaciones y no estaríamos acá. Son rutas de muerte. Es indignante que gobiernos europeos devuelvan personas al lugar de donde están huyendo. Es nuestra reacción y es nuestro motor luchar contra eso y empujar”, dice el argentino.

Juan Matías Gil vio demasiadas cosas durante su vida en el corazón de las tinieblas. Viajaba por India, 14 años atrás, cuando se cruzó con una misión de Médicos sin Fronteras. Quedó enganchado para siempre con la idea de una vida de solidaridad, aventura y riesgo alrededor del mundo. Estaba cansado de trabajar en la actividad privada. Quería meterse en un lugar donde existiera “el impacto en las otras personas”.

Al volver a Tigre, su ciudad natal, este economista de la UBA con posgrado en Servicios Públicos, autopercibido como un “viajero empedernido”, aplicó para un puesto en la organización y entró. Al mes estaba en Barcelona y semanas más tardes de vuelta en India pero ya como integrante del equipo.

- ¿Qué característica es esencial para tu trabajo?

- Como coordinador de un proyecto tenés que entender dónde estás parado. Estudiar el contexto político, social, las necesidades de las poblaciones viendo dónde podés actuar. A partir de entonces tenés que generar la red de contacto para acceder a esas zonas. Nos guiamos por el principio de neutralidad. Vamos a un conflicto y no tomamos parte. No significa no hablar con nadie sino hablar con todos. Y explicar que estamos guiados por la necesidad de las personas, las más agudas. No hay buenos y malos, es mucho más complejo que eso.

Juan Matías Gil, durante un rescate cerca de las costas de España
Juan Matías Gil, durante un rescate cerca de las costas de España

- ¿Y cómo se convive ante la certeza de que el peligro que corre tu vida es permanente?

- Me ha tocado caminar mucho en el este de Congo, en toda la selva, donde los conflictos armados desde los ‘60 no cesaron y desde los ‘90 son muy intensos y estuve caminado por zonas donde estaban peleando y luchando tratando de dar servicio con clínicas móviles, y hay que entender cuándo es el momento de partir. Cuando vemos que la población agarra y se lleva sus cabras, es el momento de agarrar las valijas. Lamentablemente se vive al límite en estos contextos. No quisiera dar detalles pero nos hemos encontrado muchas veces en la situación de tener que negociar con grupos armados nuestra entrada o salida y no son siempre las situaciones más agradables. Y trabajamos en zonas donde el riesgo de secuestro es muy alto y gestionar eso es de las peores cosas. Nos entrenamos. Tenemos formación y entrenamiento de actualización que son muy prácticos.

Así todo, el riesgo es real y permanente. En junio del año pasado, tres cooperantes de Médicos sin Fronteras fueron asesinados en Etiopía. Vestían ropa que los identificaba como trabajadores de MSF y viajaban en un vehículo de la organización claramente identificado. Habían estado trabajando en la zona desde febrero de 2021, y se dedicaban exclusivamente a actividades médicas y humanitarias, conforme al derecho internacional humanitario, y en diálogo y bajo la aceptación de todas las partes del conflicto. Ese peligro existe siempre. Podría haberle tocado a Juan Matías.

Gil pasó la rompiente de los 40 pero no considera que la edad sea una cuestión determinante para la vida en constante tensión que lleva alguien que hace su trabajo. No es la edad, es el tiempo transcurrido. “Hay un momento que se necesita decir ‘basta’ porque vivimos en un mundo distinto, no es la realidad de lo que viven las personas. Cuando empezamos a creer que esto que nos pasa es el único mundo real es mejor tomar distancia y perspectiva. Depende del desgaste emocional porque uno se involucra mucho. Y las situaciones son límites. Tenemos que reconocer en nosotros cuál es el momento de sobreestrés”.

Gil con un niño palestino en sus brazos durante un rescate en el buque Dignity, de Médicos sin Fronteras
Gil con un niño palestino en sus brazos durante un rescate en el buque Dignity, de Médicos sin Fronteras

El cinismo puede hacerte perder el equilibrio. El cinismo desemboca en la muerte del miedo. Para Juan Matías Gil, perder el miedo es lo más riesgoso en esta instancia. Lo ejemplifica así: “Imaginate que sos corresponsal de guerra y cubrís el conflicto armado en Libia y te ves en una moto dentro de un fuego cruzado y escuchás los tiros y no reaccionás, porque ya te parece la música de tus auriculares y no te pone nervioso. Eso puede ser un error fatal”.

En un momento, Juan Matías Gil decidió dar un paso al costado de la zona de conflicto porque se dio cuenta que estaba perdiendo el miedo. “El miedo te da sentido de la realidad. Cuando no tenés esa percepción podés equivocarte. Estamos expuestos a riesgos y hay que saber identificarlos. Perder el miedo es perder el instinto de supervivencia. Es una alerta que hay que saber escuchar”.

Dejó atrás a sus padres, a sus hermanos y se metió de lleno en la homérica tarea de la ayuda humanitaria. Sin fecha de regreso y con la incertidumbre de no saber qué se puede hacer después de semejante entrega.

“Siempre tuve la sensibilidad para estos temas. Desde el momento que empecé esta actividad era una dedicación exclusiva. Vivimos para eso ahora. Es un motor. Y es difícil disfrutar de cosas mundanas. En muchos lugares donde vivimos estamos encerrados o vamos del hospital a nuestras casas y es difícil compartir con la comunidad”, dice Gil. La bondad también se paga.

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