Después de varios días de inestabilidad en el ámbito militar, el teniente general José Segundo Dante Caridi presentó su retiro el 21 de diciembre de 1988, y el día 26 de diciembre el general Francisco Gassino asumió como jefe del Estado Mayor del Ejército durante una ceremonia realizada en la sede del Primer Cuerpo. “
El “Colorado” Gassino, apodo así por el color de su cabellera, venía de ser Director de Institutos Militares con sede en Campo de Mayo y en su foja de servicios figuraba que había sido Agregado Militar en Bolivia y jefe de Inteligencia del Ejército durante la democracia. Por lo tanto, nada de lo que ocurría en la Argentina le era indiferente. Le tocó enfrentar, el lunes 23 de enero de 1989, durante casi cuarenta y ocho horas, el ataque al Regimiento de Infantería Mecanizada 3 (RIM3) y al Escuadrón de Exploración de Caballería Blindada, ambos localizados en La Tablada, provincia de Buenos Aires. El asalto fue realizado por un grupo de terroristas dirigidos por el jefe de una rama del PRT-ERP, Enrique Gorriarán Merlo, amparados en una organización de fachada conocida como “Movimiento Todos Por la Patria” (MTP).
En un libro de memorias, escrito por sus asesores y ex ministros pero que firmó Raúl Ricardo Alfonsín, el ex presidente constitucional afirma que el hecho fue “un trágico episodio que transformó la frágil relación de fuerzas entre los sectores más recalcitrantes y retardatarios de la sociedad y el gobierno democrático”. Es más, reconoce que “asestó un golpe devastador a mi gestión, que debilitó considerablemente y que, como contrapartida, alentó a grupos de poder que –aunque todavía activos—carecían de argumentos y bases de sustentación.”
Es dable poner sobre la mesa que el ex presidente fue muy indulgente con su trayectoria. En enero de 1989, el país vivía bajo el fervor de una campaña presidencial que debía terminar el 14 de mayo de 1989. Los que no vivieron intensamente ese largo trayecto deben saber que varios meses antes Carlos Saúl Menem había ganado su candidatura presidencial en la última gran interna que realizó el partido justicialista. Además, el candidato del oficialismo radical era el gobernador Eduardo César Angeloz, que poco tenía de “alfonsinista”, por lo que tuvo que sumergirse en una interna que no le daba respiro. Solo hay que recordar cuando el canciller alfonsinista, Dante Mario Caputo, quiso disputarle la candidatura a pesar de que “El Pocho” Angeloz ya era el candidato. Caputo no estuvo solo, en ese momento fue acompañado de Ricardo Barrios Arrechea, ex gobernador de Misiones y Ministro de Salud y Acción Social de Alfonsín. Tras la desaparición del alto funcionario, la tradición progresista la heredó su hijo Ignacio, actual titular del Ente Binacional Yaciretá, propuesto por la vicepresidente Cristina Kirchner.
Uno de los tantos informes previos a la embestida terrorista
En ese verano de 1989, la candidatura del gobernador cordobés era insuficiente para revertir el fracaso de la gestión radical, nacida el 10 de diciembre de 1983. No hay más que fijar la mirada en el texto Alfonsín, mitos y verdades del padre de la democracia, escrito por el radical Oscar Muiño, en el que Juan Vital Sourruille, en ese momento Ministro de Economía, le cuenta que “estábamos con una inflación del quince por ciento mensual”; y el economista Daniel Marx reconoce que “se notaba extremadamente la caída de las reservas” y las corridas cambiarias. Además los cotidianos cortes de luz y agua generaron una insatisfacción general difícil de esconder con avisos electorales. El Plan Austral se deshizo y Angeloz pidió públicamente la renuncia de Sourruille. Y como consecuencia de la victoria de Menem y otros desbarajustes, “el padre” de la democracia tuvo que irse seis meses antes de la finalización de su mandato.
En medio del drama que se vivía, para desgastar al candidato opositor, a algunos funcionarios de la Casa Rosada no se les ocurrió mejor idea que apantallar al MTP para denostarlo a Menem, afirmando que estaba urdiendo un golpe de Estado con el coronel Mohamed Alí Seineldin y el sindicalista metalúrgico Lorenzo Miguel. Era cuestión de seguir atentamente las actividades del Movimiento Todos por la Patria (MTP) los días previos y analizar -por lo menos ligeramente- la feroz campaña que realizaban contra Menem.
El periodista Américo Rial habrá de contar que unos días antes del ataque una alta autoridad del vespertino La Razón le ordenó: “Ubique al doctor Jorge Baños y mande un cronista y un fotógrafo. Va a hacer unas denuncias. Es un pedido del Gobierno.”
Horas más tarde Jorge Baños realizó una denuncia sobre una conspiración para derrocar a Alfonsín encabezada por el complot de “los tres turcos”: Menem, Seineldín y Lorenzo Miguel. Las declaraciones a todos los medios se extendieron entre el 12 y 16 de enero. Como dirían días más tarde los abogados del candidato peronista, las denuncias alcanzaron “un alto voltaje de verdadero escándalo o, siendo precisos, una grave y claramente situación comprometedora de la tranquilidad pública. Una elemental sensatez indica que colocar todos los medios de información pública en manos de quien se sabe que está directamente ligado a la subversión armada equivale a otorgarle coche oficial, con chofer y guardia.”
En pocas palabras, el MTP era una asociación que nucleaba a viejos terroristas del Ejército Revolucionario del Pueblo y otras variantes de la subversión, “progresistas” como Eduardo Luis Duhalde (ex abogado del PRT-ERP), miembros del Partido Intransigente (mascarón de proa del PRT-ERP) y algunos religiosos del Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo. Todo bajo la batuta de un sector del Frente Sandinista de Liberación Nacional que gobernaba Nicaragua, especialmente el Ministro del Interior, comandante Tomás Borge, y con el conocimiento de La Habana. Esto no era un secreto para nadie: el 26 de junio de 1986 se escribió en el diario La Prensa. El 15 de mayo de 1987, Clarín publicó una solicitada del MTP, firmada por veteranos perretistas y montoneros convocando a la creación de “milicias populares”.
También hay que tener en cuenta un informe de la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE) dirigida por el dirigente radical Facundo Suárez que fue filtrado en el que se le advertía al presidente Raúl Ricardo Alfonsín sobre las actividades de la organización Todos por la Patria (MTP).
“En la actualidad -dice el informe- el MTP está conformado por elementos que integraron las filas de la organización subversiva Ejército Revolucionario del Pueblo y en menor medida por otros que se desempeñaron o colaboraron con la organización Montoneros”. El informe era de mediados de 1987 -es decir, más de un año antes del ataque a La Tablada-, advertía que había sido creado el 5 de mayo de 1986 por elementos radicalizados de ultraizquierda nucleados alrededor de la revista Entre Todos y muchos de ellos fueron entrenados en la Nicaragua sandinista con dinero del Estado y el narcotráfico.
En su entrenamiento y planificación se señala al cubano-nicaragüense Renán Montero, jefe de la Quinta División de la Inteligencia Sandinista. El coronel Andrés López Barahona, alias “Renán Montero Corrales” o “Iván” o “Monleón”, miembro del Departamento América (subordinado de Manuel “Barbarroja” Piñeiro), en 1967 tenía como misión en Bolivia servir de enlace entre la guerrilla del “Che” Guevara y los grupos urbanos. A poco de llegar Ernesto Guevara a Bolivia “Renán-Iván” desapareció. Volvió a La Habana y apareció en París como Agregado de las FAR, dejando a la guerrilla sin contacto con la ciudad y La Habana. En los años 70, desde Costa Rica, “Renán” va a coordinar la guerrilla del Frente Sandinista de Liberación. Luego se incorpora a la Brigada Internacionalista, y en 1979 se hace nicaragüense y junto a los comandantes Tomás Borge y Lenín Cerna reestructura la Dirección Quinta (Operativa) de la Inteligencia nicaragüense. Murió en 2009.
Según Gorriarán Merlo, la decisión de atacar La Tablada se tomó alrededor del 19 de enero de 1989, luego de un largo trabajo de inteligencia. Para realizar la Operación Tapir contaban con dinero porque días antes compraron escopetas de 12,70mm en armerías de Buenos Aires y pistolas ametralladoras Ingram. También utilizaron granadas, lanzagranadas y fusiles FAL que pertenecían a la organización y se veían arrumbadas tras un largo período de depósito; lanzacohetes RPG-2 y RPG-7 traídos de contrabando de Nicaragua o Cuba. Por cierto los atacantes contaban con equipos de comunicación.
El asalto al RIM3, comenzó a las 06.50 de la mañana con el mismo método con que el PRT-ERP había realizado el ataque en Monte Chingolo a fines de diciembre de 1975. Un camión de Coca-Cola embistió la entrada al Regimiento de Infantería 3 General Belgrano matando al soldado Roberto Taddía, mientras se arrojaban panfletos simulando ser seguidores del coronel Seineldín. En ese momento comenzó la batalla, que duraría hasta bien entrada la noche.
Menem se enteraría cerca de las 9 y le costó creer que la gente de Seineldin atacaba el regimiento. Casi a la misma hora que Menem se enteraba de lo que estaba ocurriendo, Gassino le dice al general Alfredo Arrillaga: “Vasco, hacete cargo y hacelos mierda”. Hasta ese momento, Arrillaga era el Inspector General del Ejército. Tenía que enfrentase con “El Pelado” Gorriarán Merlo, nicoleño como él, a quien conocía de su juventud.
Según contó Gassino a Julio Ruarte, autor de La Tablada, un ataque para recordar, a las 10.30 del mismo 23 de enero recibió una llamada del Edecán presidencial:
-General, le va a hablar el Presidente de la Nación.
Con su inconfundible voz, Alfonsín tras saludarlo, le dice si le puede informar cuál es la situación.
Gassino: -Mire, Señor Presidente, el Regimiento 3 de Infantería Mecanizado ha sido tomado por elementos subversivos, hay enfrentamientos muy serios, hay muertos y estamos tratando de recuperar el cuartel.
Alfonsín: -¿Usted qué opina? ¿De dónde son esos grupos, de derecha o de izquierda?
Gassino: -Por la forma de actuar no hay ninguna duda que es un grupo subversivo de izquierda.
Alfonsín: -No general, no se equivoque. Esos son grupos de derecha. Yo tengo que sacar un comunicado, tengo la obligación de informar al pueblo y no puedo decir nada hasta no tener la seguridad de dónde son.
Gassino: -Mire Señor Presidente, si usted no quiere decir que son de izquierda, tampoco diga que son de derecha porque se va a equivocar.
Alfonsín: -Bueno general, yo voy a redactar un comunicado y dentro de un rato lo voy a llamar para leérselo, a ver si usted está de acuerdo.
Gassino: -Bueno, le agradezco mucho Señor Presidente pero yo no tengo por qué aprobar lo que usted va a decir.
Alfonsín: -Yo quiero que usted lo sepa.
El relato grabado por Gassino revela que una media hora más tarde recibió un llamado directo de Alfonsín, sin la intervención de su Edecán, que fue atendido por el propio jefe del Estado Mayor del Ejército: “Hola, le habla el doctor Alfonsín. Le voy a leer el mensaje para ver si está de acuerdo”. Tras la lectura, el jefe militar no agregó nada. Más tarde diría que el Presidente “no dijo nada que eran de izquierda ni que eran de derecha”. El poder político todavía no tenía nada para decir respecto a quiénes estaban asaltando La Tablada y matando oficiales, soldados y miembros de la policía bonaerense.
¿Cómo podía el Presidente, a esa hora del día, ignorar lo que realmente estaba sucediendo dentro de la unidad militar? ¿Quién lo informaba? ¿Qué tenía para decir la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE)? Ignoraba el Presidente los informes que la Secretaría había elaborado con bastante anticipación sobre el Movimiento Todos por la Patria y que fueron publicados por la prensa?
Trabajosamente, el Ejército recuperó la guarnición a sangre y fuego. Según la edición de Clarín, murieron 27 terroristas y las fuerzas legales tuvieron 11 muertos y 53 heridos. En medio del fragor también murieron 2 civiles.
Hoy, nada queda del Regimiento de La Tablada porque está en ruinas y la unidad fue trasladada al interior de la provincia. Sus infraestructuras se encuentran en absoluta decadencia y la maleza ha ido cubriendo no solo lo que era una cuidada unidad castrense y sus calles interiores. También ha ido cubriendo la memoria de lo que allí aconteció.
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