La denuncia de un “acuerdo” entre un torturador y un jefe de la Triple A para trabajar en el gobierno de Alfonsín

La denuncia la hizo Aníbal Gordon -uno de los jefes de la Triple A-, quien acusó a Raúl Guglielminetti, que había integrado los grupos de tareas represivos del gobierno militar, de hablar con él en nombre de Raúl Alfonsín para que integrara la SIDE. En qué terminó la investigación y las declaraciones de los involucrados

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Raúl Guglielminetti armó en "Grupo
Raúl Guglielminetti armó en "Grupo Alem" en el inicio de la Democracia. Una SIDE paralela con mano de obra desocupada que había actuado en la Escuela de Mecánica de la Armada, el Batallón de Inteligencia 601 y el centro de detención Orletti (NA)

Cuando Raúl Alfonsín asumió la presidencia de la Nación, el 10 de diciembre de 1983, se encontró con parcelas del Estado que eran consideradas oscuras por la dirigencia política. La Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE y actual AFI) era una de ellas. Para poner un poco de luz a esa zona considerada una suerte de “dimensión desconocida”, en la que primaban años y años de dependencia militar, nombró a Roberto Penna, un abogado laboralista, ex diputado nacional, con cuarenta años de militancia radical en Avellaneda, cercano a los dirigentes Edison Otero, Adolfo Gass y “Cachi” Casella. El propio Penna se sintió sorprendido cuando el nuevo presidente le habló de “la Casa” (así llamaban algunos al organismo, como “el Centro” era en su momento la KGB soviética).

Penna soñaba con comandar el PAMI pero tuvo que dedicarse a limpiar “la Casa”, copada por cientos de ex militares retirados, familiares y señoritas afines. No fue un trabajo fácil pero como buen laboralista conocía la palabra “despido”. Con esa función tan poco grata, Penna -y sus escasos socios de la Casa Rosada- con el paso de los meses, tomó conciencia de que no tenía mucha información para brindarle al presidente, a quien solía ver una vez por semana.

Ahora bien, si el jefe de la SIDE carecía de “data”, en la Casa Rosada se encontraban a ciegas y ahí saltó un nuevo personaje: Dante Giadone, subsecretario general de la Presidencia, a quien Jorge Asís en su libro “Partes de Inteligencia”, llamará “Gianella”. El citado “Gianella” dependía a su vez del Secretario General de la Presidencia Germán López, alias “Gervasio”.

Asís era un habitué del grupo del café Florida Garden, un zoológico integrado por personajes de todo tipo, que siempre se sentaban en la columna del reloj y eran atendidos por César, el mozo. Por lo general, “Vitaca” (Asís) pedía “agua de pobre”, es decir de la canilla, porque eran tiempos de presupuestos flacos. Tantas suspicacias generaba el grupo que, una vez, un organismo de Inteligencia disfrazó de turista a uno de sus miembros y lo mando a sacar fotos de los concurrentes. Suena a chascarrillo pero fue cierto. El otro chiste real, con mayor envergadura que lo siguió fue cuando dentro de la SIDE se filtró la directiva 1.056 que ordenaba considerar la información de las “debilidades humanas” de varios miembros de la dirigencia política, especialmente de la oposición. Esas “debilidades”, entre otras, eran si tenían amantes y sus necesidades poco ortodoxas. Fue tapa de “Somos”, un escándalo.

Tapa de la revista Gente
Tapa de la revista Gente donde se develó la fotografía que muestra a Raúl Guglielminetti muy cerca de Raúl Alfonsín

Dante Giadone, un ex suboficial retirado y luego integrante del estudio “Costa y Alfonsín”, no tuvo mejor idea que integrar un grupo de inteligencia para “asesorar” a Germán López. La idea fue tan loca como cuando aconsejó –según la frondosa imaginación de Joaquín Morales Solá—que los Granaderos hicieran guardia de civil en la Casa de Gobierno. Mientras Penna estudiaba los legajos, otros, en medio de la algarada, armaron lo que se dio en llamar el “Grupo Alem”, comandado por un señor al que, en las sombras, llamaban el “Mayor Guastavino”, y que públicamente sería conocido como Raúl Antonio Guglielminetti, un miembro de la custodia presidencial, llevado por un alto oficial que había integrado la “Operación Charli”, aquella que durante el régimen castrense peleaba junto a “los contras” para derrocar al régimen sandinista de Daniel Ortega en Nicaragua.

Con el paso de las semanas el “Grupo Alem” funcionaba al compás de Guglielminetti y sus muchachos, “mano de obra desocupada” como la llamaba Antonio Tróccoli cuando tuvo que explicar lo inexplicable. Con información del propio Ejército y algo de la SIDE, un grupo de “la Casa” entro en Alem 218, bajo el argumento de que eran empleados de ENTEL y fue muy mal recibido y maltratado. Ahí saltó el escándalo cuando se conocieron los nombres de la banda y la sociedad se enteró que todos habían integrado distintos estamentos de la represión del gobierno militar. Desde la Escuela de Mecánica de la Armada, el Batallón de Inteligencia 601 y el centro de detención Orletti, cuya sola mención generaba escalofríos.

Mientras su nombre saltaba a la tapa de los medios, Raúl Guglialminetti se esfumó. No se sabe si lo hizo con la aquiescencia de un sector del gobierno radical, una duda que obsesionaba a Guillermo Patricio Kelly y su abogada Ana María Cucurullo, de quien el beneficiado decía: “yo sé que no sabe mucho de Derecho pero es leal”.

Con el conocimiento público del “Mayor Guastavino” apareció en escena Kelly y su secuestro del año anterior en manos del grupo comandado por Aníbal Gordon (detenido en 1984), a quien en las sombras llamaban “el Viejo, Jovato o el Coronel”, apuntado como uno de los jefes de las Tres A, y señalado como secuestrador, entre tantos, del ex diputado Julio Bárbaro, el periodista Mariano Grondona y el propio Kelly.

Foto de Anibal Gordon en
Foto de Anibal Gordon en el expediente judicial

Si bien a Guglielminetti no se lo encontraba, el prófugo no ignoraba que ya había caído bajo la lupa del juez Federal Fernando Archimbal, el que comandaba e investigaba, en la Causa 6.511, todo sobre las Tres A. El titular del Juzgado Nacional de 1ª Instancia en lo Criminal y Correccional N° 5, “Ferchu” como lo conocen sus amigos era tenaz y no tenía un gran sentido del humor. Por lo menos no lo expresaba.

A mitad de 1985, la Inteligencia española hizo llegar la información de que “Guastavino” se encontraba en algún lugar en las cercanías de Marbella. Hacía allí partieron “el ingeniero Aldo Stiles”, más tarde conocido como Stiuso, y el comisario Mario Naldi. Se tomaron su tiempo pero al final dieron con él. La policía local lo detuvo y tras un pedido de extradición Raúl Antonio Guglialminetti llegó a Buenos Aires. Ahora había caído en las manos de “Ferchu” y comenzaban a revelarse otros secretos no menos dramáticos. Uno de los más desconocidos fue el supuesto arreglo de Aníbal Gordon con un sector del gobierno radical. Así esta relatado en el folio 4902 del cuerpo XXV de la causa: En la audiencia del 3 de julio de 1985, Gordon contó que conocía a Guglialminetti/“Guastavino” desde hacía 15 años y que “lo consideraba un buen oficial de inteligencia y desde siempre se ha desempeñado como tal en las áreas de de la Presidencia de la Nación”. Mientras Archimbal y el secretario Mario Filozof casi ni respiraban frente a lo que oían, Gordon comenzó a relatar que en marzo de 1984 “Guastavino” lo fue a visitar por orden de Alfonsín y Germán López.

Copia de una parte del
Copia de una parte del relato de Gordon

Durante el encuentro, Guglielminetti le propuso:1°) Que considerando que era el jefe de una organización de ultraderecha frenara un posible golpe en gestación; 2°) A cambio se lo pondría en libertad y “se le ofrecía un puesto de asesor de inteligencia en la SIDE de la actual Administración; 3°) “Que si no aceptaba estas condiciones se utilizaría políticamente con lo que se denomina “chivo expiatorio o pato de la boda” pues consideraban que el dicente podría cargar sobre sus espaldas todo lo actuado en contra de la subversión”. A continuación, Gordon, para darle mayor similitud a lo que afirmaba, reveló que sabía que la entrevista se realizaba con el conocimiento de Penna y Héctor Miguel Rossi, Director del Servicio Penitenciario Federal, y que además de Guglielminetti participaron “seis o siete personas cuya identidad desconoce”.

A continuación, “el Jovato” (Gordon) dijo ante la delegación “que no aceptaba bajo ningún punto de vista trabajar para un servicio de inteligencia en las condiciones que se le exigían pues en ese momento consideraba que estaba dirigido por personas que no eran afines a su ideología; que con referencia su libertad dudaba de que se le pudiese otorgar dado la gran difusión masiva, publicitaria tanto oral como escrita, donde lo sindicaban como jefe de una organización de ultraderecha; que con relación a ser utilizado como “chivo expiatorio” parece que se cumplió la promesa toda vez que fue trasladado a Neuquén afirmando los periódicos que él estaba gestando un golpe”.

Archimbal dispone que se le
Archimbal dispone que se le entreguen las pruebas del encuentro

En cuanto al golpe, Gordon dijo que “en la Argentina de hoy no existe espacio político para ningún tipo de movimiento militar, pero que consideraba que nos dirigíamos hacia un abismo, o un baño de sangre pues las condiciones políticas y sociales y la injusticia social sería utilizada por activistas de ultraizquierda para tratar de desencadenar contra el gobierno de Alfonsín un estallido social de magnitudes nunca vistas en la República Argentina” y que sería utilizado por servicios de inteligencia foráneos afines a los activistas de ultraizquierda.

También negó que fuera amigo de Guglialminetti y que cuando lo vino a visitar portaba “una credencial de cuero extendida por la Casa Militar de la Presidencia de la Nación y que consideraba que se desempeñaba en dos servicios de inteligencia del Estado” pero no dijo cuáles.

Ante lo que había escuchado, Archimbal solicitó el libro de entrada de visitas a la Unidad 1 y, como toda respuesta, a fojas 4972, Daniel Enrique del Valle, subprefecto del Servicio Penitenciario Federal, el 22 de julio de 1985, expuso que “no tuvo conocimiento durante ese período de la visita de Raúl Guglielminetti a Aníbal Gordon.” Y a continuación, al mejor estilo del cómico Fidel Pintos, explicó cómo era el sistema de visitas a la cárcel. Como diría el analista político chileno Fernando Villegas, fue una exposición de palabras que en conjunto manifestaban una “cantinfleada”, una serie de palabras sin sentido plagada de obviedades y Archimbal dio “por terminado el acto”. Frente a las elecciones legislativas del 3 de noviembre de 1985, el declamado golpe contra Alfonsín quedó diferido hasta octubre y fue acompañado por la declaración de “estado de sitio”, con detenciones de supuestos cómplices, periodistas, algún que otro militar y parientes de militares. Todo quedo en la nada, con alguna que otra bomba en lugares elegidos, como el Florida Garden. Era todo tan poco cierto que varios de los implicados le hicieron juicio al Estado. Con lo ganado, uno de los damnificados se compró un departamento en Punta del Este.

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