No hay cartel de bienvenida y la poca señalización indica la llegada al destino del momento. La pista más clara del arribo a Chapadmalal la dan los imponentes acantilados que asoman entre la frondosa arboleda que envuelve a la Ruta 11 hacia el sur.
Veinte minutos atrás quedó Mar del Plata. El nombre del lugar significa “entre arroyos” en araucano. Era un paraje campestre de estilo rústico que tuvo varias temporadas de popularidad a lo largo de su historia, y que desde irrupción de la pandemia se postula como una suerte de Punta del Este argentina.
“Antes no podían ni sabían ni pronunciar su nombre, hoy es una parada obligatoria del verano”, le cuenta Infobae Esteban Bidondo, vecino y dueño, junto a su hermano Ignacio, de Las Cuevas, una de las primeras cervecerías artesanales con menú vegano y kombucha (un té de origen chino) tirada.
Durante décadas este lugar no cambió: llegaban los mismos veraneantes de “toda la vida”, en su mayoría de la zona sur de la provincia de Buenos Aires, y otros tantos de Mar del Plata que visitaban sus playas el fin de semana. “En 2016 empezamos fabricando cerveza, recién en 2018 decidimos abrir este espacio con servicio de gastronomía. Antes era impensado porque solo nos visitaban unos pocos muy ligados a la vida deportiva del surf”, destaca. “Desde la pandemia en adelante se ven nuevas caras”.
Lo mismo dice Eugenia, creadora de la marca local GyspyCho. Ella solía veranear en Chapa hasta que en 2017 decidió instalarse de forma permanente por su tranquilidad y entorno natural. “Siempre fue buscado como lugar de vacaciones familiares, pero ahora se le sumó el público que dejó de ir a Punta del Este”, revela.
Chapa toma su nombre de lo que era la Estancia Chapadmalal, un gigantesco campo de 20.000 hectáreas que pertenecía a la familia Martínez de Hoz. En la zona veraneaban familias con prosapia como los Zorraquín o los Bullrich, y así se construyó el único country, el golf Marayui, por donde pasaron hasta mandatarios nacionales e internacionales.
Un tiempo después, con la llegada del peronismo y a finales de los ‘40, la postal fue otra. Desembarcó el turismo social -chicos que veían el mar por primera vez- y los gremios. Hasta que la zona fue descubierta por los amantes de surf por sus playas vírgenes. Hoy tiene un Centro Cultural dedicado a esa práctica.
Fernando Aguerre, impulsor olímpico de la disciplina, instaló Ala Moana, una boutique museo en la calle principal: Las Caracolas. “Restauramos la casa y la adaptamos para que tenga una onda un poco como las hawaiianas y otro poco como las californianas. Está lleno de tablas históricas, únicas, como una firmada por los 40 primeros surfistas olímpicos. Y hay muchas fotos contando este largo siglo de surf. Tiene también un jardín con árboles y una enorme palmera, con un escenario en el fondo para tertulias surferas, películas o charlas, como el que realizamos estos días con Donald (el mítico cantante de “Tiritando”) y Fernando Ruiz Díaz (líder de Catupecu Machu y Vanthra). Es un lugar ideal para tomarte un té o un café, luego de ir a surfear”.
Uno de los atractivos es que no hay una gran urbanización, pero tiene todo lo que hace falta: restaurantes, cabañas, hosterías, cabañas, almacenes y locales de surf. Y sigue creciendo de la mano del segmento de lujo.
Un ejemplo es Casa Pampa Beach, que acaba de desembarcar, con una propuesta disruptiva que anticipa el concepto que se viene. No se trata de un balneario con carpas, sino de un parador con servicio de sombra, a partir de las palapas, camastros y la zona del deck, que permite transitar la naturaleza. Los afterbeachs son uno de sus atractivos. Calamar Loco está a cargo de la cocina, con un menú playero gourmet: pinchos de langostinos con ananá, rabas y chipirones rellenos de morcilla. El valor promedio del cubierto es de $1000.
La gastronomía es uno de los sectores con mayor potencial de expansión. Un ejemplo es Cachalote instalado en la Hostel Geko, uno de los primeros de la zona, de la mano de el matrimonio de Dolores Lanusse y Agustín Da Foronda, que tuvo su paso por la Huella de Punta del Este. Según describen en sus redes, tienen “las mejores pizzas del condado”. Su permanencia y crecimiento dan cuenta de eso.
Otro es Chapita Road, la gran novedad de este 2022, el el único parque de Foodtrucks junto al mar con vistas increíbles de los acantilados para disfrutar del fin de tarde, donde Pan Finito y Tmt Burger presentan sus propuestas gastronómicas. Analía Labatut, presidente de la cámara marplatense de Foodtrucks, es la impulsora del proyecto. “Un concepto novedoso que se integra al paisaje natural, el gran valor de Chapa”, le explica a Infobae.
El fenómeno Chapa
El efecto pandemia fue el gran impulsor, y tuvo como clave el deseo de alejarse del caos de la ciudad y también la imposibilidad de viajar al exterior. “Logró que mucha gente redescubriera este lugar. A partir del surf, y la vida natural surgieron emprendimientos de todo tipo. Desde una bodega oceánica, nuevos paradores y gastronomía de primer nivel. A su vez se jerarquizaron los alojamientos. Todo acompaña el fenómeno”, le dice a Infobae, Bernando Martin, presidente del EmTUR.
En este proceso, Chapa ganó vecinos, que promedian los 35 a 45 años y se alinean con el concepto de “pueblo de mar”. “Llegan a visitar las playas, las distintas ofertas y se enamoran, incluso se animaron a comprar terrenos”, agrega Martin.
Florencia Miconi, Vicepresidente Cámara de Desarrolladores Inmobiliarios, explica que hubo “un aumento notorio en la venta de los lotes en toda la zona. En los alrededores todavía se encuentran lotes de 800 metros cuadrados rondando los u$s20.000″, detalla. “Es una inversión a futuro”.
“Hay una consolidación del privado Barrio San Benito y de los viñedos Casa y Pampa. Actualmente desde la constructora Imasa estamos estudiando un proyecto de casas ahí, y está previsto el desarrollo de un ecobarrio libre de agroquímicos y con baja densidad en un predio arbolado de ensueño”.
Ella traza un paralelismo con lo que ocurrió con la Barra o José Ignacio en Punta del Este, un antiguo pueblo de pescadores que hoy recibe a celebridades, personalidades y turismo internacional.
La conservación de la identidad del lugar es un punto que preocupa a sus habitantes como los hermanos Bidondo, que una década atrás se dedicaban a vender leña por la falta de gas natural. “Nos encanta que vengan nuevos vecinos, que impulsen el crecimiento con progreso y oportunidades para todos, pero no hay que relegar el cuidado del medioambiente ni nuestro ritmo tranquilo… Eso es lo que hace mágico este lugar”.
Fotos: Mey Romero
SEGUIR LEYENDO: