Cuando hablamos coloquialmente de algo inquisitorial o de inquisición lo que nos viene a la mente son monjes de luengos hábitos que torturan personas o queman brujas por el solo hecho de sostener pensamientos de libertad que iban en contra de los dictámenes de eclesiásticos, sobre todo de la Iglesia católica, la que es presentada como oscurantista y contraria a cualquier paso a favor de la cultura o las ciencias. Ese imaginario colectivo es totalmente falso.
Contrariamente a ese mundo oscurantista y retrogrado que se presentan a las iglesias, surgidas de la reforma, como lugares de suma libertad, de amplia capacidad de disenso, de búsqueda absoluta de la verdad y del libre pensamiento. Comunidades eclesiales donde la ciencia y el saber imperan. Eso también es totalmente falso.
Las iglesias reformadas y sus líderes, ¿eran grupos donde la libertad y la tolerancia reinaban? No. También en las iglesias de la reforma hubo tribunales inquisitoriales, de los cuales poco se sabe. En nuestra América tenemos un ejemplo en Salem, donde inocentes fueron asesinados por ser “brujas y brujos” y no se toma ese hecho como un acto inquisitorial de los puritanos, sino como algo que “lamentablemente ocurrió”.
Así nos lo han vendido en la historia, sobre todo Hollywood, y fue Arthur Miller con su obra “Las brujas de Salem” donde plasma, en parte, lo que aconteció.
Antes de continuar, se debe dejar bien en claro que todos los actos que el ser humano realiza lo hace bajo los parámetros culturales e históricos en los cuales vive. Emitir un juicio sobre eventos acaecidos hace 500 años, teniendo en cuenta los valores que la humanidad posee en el S. XXI, no es procedente. Aunque muy común en la actualidad.
La terrible fama de la inquisición que abarcaba a todos los países católicos de Europa e Hispanoamérica, como contrapartida de la absoluta libertad de pensamiento y la tolerancia que ofrecían los países que adherían a los nuevos movimientos religiosos reformados, forman parte de la leyenda negra divulgada como fake news por los partidarios políticos de la reforma. Como siempre digo, este escrito es solo un artículo divulgativo, no un tratado ni una tesis doctoral, por tanto insto a que aquellos que les interese el tema, busquen e indaguen con más profundidad.
La denominación “inquisición” nace del término inquirir: “Tratar de llegar al conocimiento de una cosa, especialmente a través de preguntas”. En realidad, el nombre de este tribunal no es de ‘La Santa Inquisición’ sino ‘Tribunal del Santo Oficio”.
Vale la pena aclarar que los primeros cristianos como Tertuliano, Ambrosio de Milán o Martín de Tours sostuvieron que la religión y la violencia son incompatibles. Eran más partidarios de corregir con paciencia a quien yerra o se desvía de la fe que ser castigado por esa actitud. La represión violenta de la herejía es consecuencia de una íntima y compleja relación que se trabó entre el poder civil y la Iglesia en la Edad Media. El disenso pasó a ser un delito comparable al de quien atenta contra la vida del rey, es decir, de lesa majestad, castigado con la muerte.
Y como la Iglesia y el Estado eran uno, daba lo mismo disentir contra el rey o contra la fe. Había que mantener los reinos unificados en un todo: un solo pensamiento, un solo rey, una sola religión. Lo mismo que ocurría durante el antiguo imperio romano, en el que el culto y el emperador eran uno solo y los primeros cristianos, al no rendir culto al emperador, estaban en contra del Estado y por lo tanto, murieron por subvertir las leyes y no por cuestiones teologías.
En el sur de Francia y norte de Italia, a principios del siglo XIII aparecieron dos herejías: la albigense y la valdense, movimientos que pusieron en discusión el statu quo de la sociedad de entonces. Comenzaron a cuestionar algunos pilares de la moral cristiana y la organización social de la época. Al principio se recomendó a sus seguidores que abandonaran la heterodoxia a través de la predicación pacífica. Pero como para los poderes civiles estas largas prédicas y concilios eran muy prolongados y se perdía mucho tiempo y dinero, se procuró su desaparición mediante una violenta cruzada. Entonces, el primer país donde aparece la Inquisición es Francia. Aunque el imaginario colectivo lo ubica solo en el reino de España.
Los primeros tribunales en España se crearon a partir del concilio provincial de Tarragona, celebrado en 1242, y dependían del obispo de la diócesis de moderada actuación. Con la llegada de los reyes católicos al poder, el santo oficio mutó de forma notable. Isabel y Fernando consideraron que la unidad religiosa debía ser un factor clave en la unidad territorial de sus reinos. Ser español y ser católico era una sola unidad. España y la Iglesia católica era un todo en sí mismo. En 1478, los Reyes Católicos consiguen del Papa Sixto IV que emita una bula “Exigit sincerae devotionis”, la que otorga una serie de privilegios como el nombramiento del inquisidor general por la monarquía y el control económico del santo oficio. El fin era combatir las prácticas judaizantes de los judeoconversos de Sevilla. Los reyes católicos no sentían animadversión personal contra los hebreos, de hecho, el propio rey Fernando tenía sangre judía por parte de su madre y en su corte se hallaban financieros, consejeros, médicos y artesanos hebreos, pero el deseo de un reino unido sobre todo por una única fe, llevó a la expulsión de los judíos españoles. La alternativa era recibir el bautismo o abandonar el reino. Entonces surgió el cripto-judaísmo, contra el cual, como ya dijimos, actuará el santo oficio.
Tras una nueva bula emitida en 1483, la Inquisición se extendió a los reinos de la corona de Aragón, incluyendo Sicilia y Cerdeña, y a los territorios de América. Hubo tribunales de la Inquisición en México, Lima y Cartagena de Indias. Respecto a los llamados “moros”, la política fue similar. Se intentó de modo más o menos adecuado su conversión tras la toma de Granada, pero al comprobar que su asimilación no era satisfactoria se procedió a la expulsión de los no conversos. Durante el siglo XVII aparece con fuerza el fenómeno social de la limpieza de sangre: para acceder a determinados cargos u oficios era necesario ser cristiano viejo: no tener sangre judía o morisca en los antepasados recientes. Por ejemplo, la santa Teresa de Jesús era nieta de un judío y no le fue fácil ingresar al monasterio de la Encarnación de Ávila, dado que no poseía “patente de cristiano viejo”.
Pero mientras la Inquisición católica actuaba en los países de su órbita, ¿qué ocurría en los que habían abrazado la reforma luego de 1517? Las normas y directrices emitidas por los líderes reformados fueron igual de intolerantes que las de la Iglesia católica, aunque no tan conocidas a nivel popular.
En estas regiones se implantó la asistencia obligatoria a los sermones protestantes bajo pena de castigo y escarnio público, toda enseñanza y práctica religiosa que se desviara de las regulaciones prescritas, se castigaban con azotes, prisión o con la confiscación de los bienes. A los sacerdotes católicos no se les permitía oficiar misa ni que los feligreses fuesen al lugar. Fue prohibido bajo pena de confiscación de todos los bienes quien tuviera imágenes y esculturas religiosas aún dentro de las casas, sobre todo en las regiones calvinistas.
Cientos de miles de retablos, esculturas, textos, textiles, bronces, monumentos, obras de arte de incalculable valor fueron destruidas sin miramientos en nombre de la “verdadera y única doctrina” que imponían las regiones. Aquella persona que, públicamente defendiera alguna doctrina no reformada, se le daba un plazo de ocho días para salir de los límites de la ciudad. Como dato curioso podemos observar al día de hoy en Ámsterdam la capilla de “Ons’ Lieve Heer op Solder” (Nuestro Señor en la buhardilla), dado que desde 1578 el culto católico fue prohibido en los Países Bajos donde, supuestamente a raíz de la Reforma, reinaba la libertad absoluta de conciencia y de religión.
Los católicos, para poder celebrar sus oficios a escondidas, unieron varias buhardillas y crearon una iglesia. La cuestión política intervino y tuvo mucho que ver con estas persecuciones. Los gobernantes alemanes, los monarcas escandinavos y Enrique VIII de Inglaterra tomaron amplia ventaja del rompimiento con el tutelaje papal, apropiándose tanto de la riqueza como del control de la respectivas iglesias y, sobre todo, de sus bienes, así como en los reinos católicos, en los países de la Reforma, debería haber un solo rey y una sola religión. Por tanto, también se perseguiría a los que opinaban de manera diversa.
En Inglaterra, varios monjes cartujos y de otras órdenes fueron colgados. El obispo de Rochester, san Juan Fisher, fue decapitado y a Tomas Moro, amigo y consejero de Enrique VIII, que murió decapitado por no ceder en su fe y conciencia. En mayo y junio de 1535, muchos fieles que se mantuvieron firmes en su fe católica fueron desollados en vida, ahogados y descuartizados por negar que Enrique VIII fuera la cabeza suprema de la nueva Iglesia de Inglaterra. Cuando Enrique VIII comenzó su persecución había unos mil monjes en Irlanda, solo un puñado sobrevivió a escondidas. Su hija, Isabel I, tampoco se quedó atrás. Aparece la época isabelina como un tiempo de progreso intelectual y de admirables creaciones; y es cierto, pero también lo es que el disenso religioso se pagaba con la muerte. En un acta firmada por los comisionados del parlamento de Inglaterra, decretaron que cada “sacerdote romano” debería ser colgado, decapitado, descuartizado, sacarle las entrañas y quemarlas, así como colocar su cabeza sobre un poste en un lugar público. Al final, fueron escasísimos los sacerdotes católicos que quedaron en la isla.
Fueron más de doscientos los ajusticiados entre 1535 y el 1 de julio de 1681: Oliver Plunkett, arzobispo de Armagh, con ocasión de la disputa teológica y política de los reyes de Inglaterra y Gales con el papado.
Los opositores en Irlanda también soportaron horribles sufrimientos por ser fieles a la “Satánica doctrina papal”.
En Escocia, la persecución fue feroz contra el catolicismo. En 1560, el Parlamento escocés aprobó el “Acta de Reforma”, por medio de la cual se repudiaba la autoridad del papa, se prohibía la celebración de la misa y se adoptaba una confesión de fe protestante. Eran apenas 1.750 apenas en Escocia, solo 10 sacerdotes católicos, clandestinos y perseguidos. Y 16.500 fieles. En 1793 se permitió oficialmente la libertad de culto a los católicos en Escocia; oficialmente solo quedaban 500.
La ejecución de Miguel Servet, médico español que había adherido al movimiento reformado, será una de las más resonantes y controvertidas llevadas a cabo en nombre de la reforma a la que él adhería. El mismo Calvino escribió una carta el 13 de febrero de 1547 en que cual declara que: “Si Servet viene a Ginebra, prevalecerá mi autoridad y no permitiré que vuelva a casa con vida…” El 13 de agosto de 1553 Servet arribó a Ginebra y fue detectado casi en el momento. Fue llevado a prisión. El 26 de octubre, el Consejo ordenó quemar vivo a Servet al día siguiente.
Como ya mencionamos, el caso de la inquisición puritana en el pueblo de Salem, actual Massachusetts, en Estados Unidos de América, el fanatismo que profesaban e intereses sobre las tierras y posesiones, fueron condenados a muerte a 19 personas acusadas de brujería, catorce mujeres y cinco hombres, y se encarceló a un número mucho mayor. Se estima que los acusados por brujería en pudo fluctuar entre 200 y 300.
En referencia a este tema, Fermín Mayorga, estudioso y escritor de varios libros sobre la Inquisición aclara que: “…la persecución, incluyendo la pena de muerte por herejía, no es una exclusiva falta del catolicismo. Con claridad comprobamos, que es también un error de los protestantes y un punto ciego de la Edad Media y Moderna, donde lo que primaba no era tanto la fe o el creer en Dios, sino utilizar a éste para dominar y controlar en su nombre a determinados territorios y con ello asegurarse el poder y el control social”.
Hoy sabemos que es injusto aplicar la pena capital por motivos religiosos. Los católicos de fin del siglo XX conocemos la doctrina del Concilio Vaticano II sobre la libertad religiosa, que coincide, en sus planteamientos básicos, con la de muchos teólogos cristianos de los cuatro primeros siglos de nuestra era. Por este motivo, el Papa Juan Pablo II dijo en su carta apostólica “Tertio Milenio Adveniente” ha subrayado la necesidad de revisar algunos pasajes oscuros de la historia de la Iglesia para reconocer ante el mundo los errores cometidos, teniendo en cuenta la unión espiritual que nos vincula con los miembros de la Iglesia de todos los tiempos.
Si bien es cierto que en occidente hemos avanzado mucho sobre el establecimiento de la libertad de pensamiento y de culto, hay que estar atentos. Están surgiendo grupos fundamentalistas que persiguen y condenan a cualquier persona que no profese el cristianismo. No se debe permitir que se condene a otra persona por no profesar la fe de un grupo o sector y tildarlo como “satánico”, por el solo hecho de pensar, creer o profesar una fe diferente.
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