El dolor de una familia que perdió a un hijo en el ARA San Juan: “Lo seguimos esperando”

En Salta, como cada día 15 del mes, la familia Nolasco recuerda a Luis, uno de los 44 tripulantes del submarino desaparecido en 2017. Desde ese momento, cuentan, llevan una vida de incertidumbre y destrato. El reclamo de justicia y la búsqueda de paz

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Luis Nolasco, uno de los 44 tripulantes del ARA San Juan
Luis Nolasco, uno de los 44 tripulantes del ARA San Juan

Luciana, su hermana, volvía de correr en el cerro San Bernardo cuando recibió el llamado de despedida. Fue la primera de la familia a la que le sonó el celular. Alicia, su madre, imagina que Luis realizó los llamados desde el agua, cuando todavía el submarino no se había sumergido y aún tenía señal. Alicia guarda aquel recuerdo con precisión y nitidez:

—Fue el 8 (de noviembre) cuando salieron de Ushuaia. No me olvido más el horario, eran las 12.23 y yo estaba en el centro y me suena el celular. Era él para despedirse:

—Mamá, ya estamos saliendo.

—¿Está todo bien, hijito?

—Sí, está todo bien, mamá. Todo bien, quedate tranquila. ¿Y el papá?

—Está trabajando.

—Bueno, lo voy a llamar al papá.

—Bueno, hijio. Llamalo… —su voz se quiebra.

Alicia reconstruye el diálogo y las últimas palabras se traban a la altura de la garganta. Su voz se apaga de repente y el nudo de la pena hasta se puede ver dentro de su pecho. Tal vez pocas cosas angustian más que palpar el dolor de una madre. Tal vez ese sentimiento solo sea superado por el propio dolor que genera perder a un hijo o una hija. Alicia López lo vive en carne propia, pero también Miguel, a quien Luis llamó minutos después:

—Hola hijito, ¿cómo estás?

—Bien, papá. Estoy bien. Ya estamos por salir.

—Bueno, hijito. Que te vaya bien. Rezá, persignate, hijito.

—Sí, papá.

—Dios quiera que te vaya bien, hijito. Cuidate mucho y cuidense mucho todos.

—Bueno, papá.

—Y bueno, esa fue la última vez que… —Miguel hace una pausa.

—...Escuchamos su voz —dice Alicia.

—Sí, fue la última vez que escuchamos su voz.

Miguel Nolasco y Alicia López, padre y madre de Luis
Miguel Nolasco y Alicia López, padre y madre de Luis

Aquel 8 de noviembre de 2017, el ARA San Juan partió desde Ushuaia. Luis (30), técnico electricista a bordo, no alcanzó a llamar a su hermano Nicolás pero él tiene un último recuerdo imborrable:

—No, a mi no me llamó pero sí me llamó cuando llegó a Ushuaia el 4. La última vez que lo vi fue en mayo, en una exposición de la Armada en el puerto de Buenos Aires. Los compañeros me decían que era un excelente suboficial y él nos hizo entrar al submarino. Yo estaba con mi hijo, que es su ahijado. Nos hizo conocerlo por dentro: me mostraba el comando, el telescopio. Fue un guía particular. Mi hijo se subía y tocaba el submarino. Nos mostró dónde dormía él. Era un lugar en el que se metían y entraban justito y se quedaban quietos. Después, pasando unas puertas tenían unas compuertas en el piso, que era el lugar en el que guardaban cajones de comida. Había un comedor con un televisor en una esquina. La mesa estaba en el medio y era redonda y tenía todas las cosas alrededor. Después nos fuimos para la zona de torpedos, que eran así de inmensos; y al final nos llevó a la zona de baterías y el motor, que era enorme y hacía un ruido insoportable. Él era electricista, así que tenía que estar ahí todo el tiempo. Después se quedó en mi casa y lo despedí cuando tomó el tren: ahí le di un último abrazo fuerte y un beso.

Los banners en el comedor de la familia Nolasco, en Salta
Los banners en el comedor de la familia Nolasco, en Salta

Luis residía en Mar del Plata desde 2011. Estaba casado y tenía dos hijas, de 4 y 8 años en 2017. Aquel 15 de noviembre, el ARA San Juan registró su último contacto con la base a las 7:30 y una ubicación a la altura de Puerto Madryn, aproximadamente a 300 kilómetros mar adentro. Ahora, a más de dos mil kilómetros de ese punto y en la casa que dejó en 2007 para ingresar a la Armada, su familia lo recuerda. Alrededor de una mesa, Alicia, Nicolás (que es gendarme), y Miguel, hablan del joven que está presente en ese comedor a través de fotografías y banners colgados en la pared. Sobre el aparador, un retrato de Luis es custodiado por otros dos de sus hijas. Los tres sonríen.

—En la noche del 15 estábamos por cenar con mi señora en Buenos Aires y ella ve, creo que en Infobae, que se había extraviado un submarino de la Armada, que había perdido comunicación. Sabía que Luis estaba en el submarino pero no sabíamos cuál era este —dice Nicolás.

—Él (por Nicolás) me llama y me dice ‘no sé qué pasó con el submarino. Perdió comunicación’, pero para nosotros era como perder contacto un rato y retomar después. Esa noche ya no pudimos dormir —cuenta Alicia.

—Un amigo de Luis, también de la Armada, me había dicho esa noche que era el ARA San Juan, pero que un buque ya lo estaba remolcando hacia la costa. Después nada que ver, era mentira —recuerda Nicolás.

—En ese momento la llamé a Vanesa, la mujer, y le pregunté si sabía algo, si desde la base le habían dicho algo. Ella no sabía y creo que se enteró también por nosotros. No sé por qué no nos avisaron rápido a los familiares y nos tuvimos que enterar por los medios. Todo mal manejado, mal informado todo —recuerda Alicia.

Un retrato de Luis que guarda la familia
Un retrato de Luis que guarda la familia

Aquel 15 de noviembre también empezó una vida de incertidumbre, además de desconfianza y destrato por parte de las autoridades hacia los familiares, según cuentan los Nolasco.

—Te sentís impotente porque no podés hacer nada. No podés pegar un grito o salir disparando porque no sabés a dónde ir. Económicamente no teníamos cómo viajar. Teníamos que ir con Ivancito, nosotros a él no lo podíamos dejar —cuenta Miguel sobre el hermano de Luis, diagnosticado con parálisis cerebral.

—Todo lo manejaron mal, con mentiras. Todos los informes que nos daban en Mar del Plata eran siempre lo mismo. Un día me enojé y le dije al que daba la información: ‘Disculpe, don. ¿Usted nos está diciendo la verdad o nos está mintiendo? Porque todos los días es lo mismo. No hay ningún avance. No sé si están buscando o nos están mintiendo’. Me apartaron y me preguntaron en un costado por qué había dicho eso. Después, mirá, dicho y hecho: todos los días nos mentían. Qué pasó es la pregunta que nos hacemos y hasta hoy no hay una respuesta —dice Alicia.

—Hay una responsabilidad del gobierno anterior (se refiere al de Cristina Fernández) y del de Mauricio Macri también. Si él es el jefe de las Fuerzas Armadas, tiene que saber cómo manejar eso. (Oscar) Aguad también, son tipos que ocupan cargos que no entienden. No es una vida la que quitaron, fueron 44 y esa es la bronca que nos da, que no tienen cara. Gozan de libertad y de sus sueldos. Ellos tienen a toda su familia con ellos, pero nosotros no tenemos dónde poner una velita o una flor a nuestro hijo —reclama Miguel.

Todos los 15 de cada mes, la familia Nolasco junto a otros familiares del ARA San Juan solían marchar en la Plaza 9 de Julio, en el centro de Salta Capital. Realizaban dos vueltas mientras mencionaban los nombres de los 44 tripulantes y cantaban el himno. Pero la pandemia canceló ese acto de memoria a través del cual buscaban verdad y justicia.

—Queremos justicia y verdad. Que se sepa la verdad de una vez porque va avanzando el tiempo y los papás nos vamos poniendo cada vez más viejos y ya murieron dos creo. No podemos vivir con esta incertidumbre de no saber qué pasó y hasta pensamos que quizá están secuestrados en otros países —dice Alicia.

—Muchos dicen que no nos hagamos la cabeza con eso, pero el pensamiento de un padre que está así como nosotros nos da a pensar. ¿Qué más podemos pensar de nuestro hijo? ¿que está muerto? Y suponete que un día nosotros aceptamos eso y después se nos presenta, ¿cómo le explicamos? —dice Miguel.

El ARA San Juan está intacto, descansa dentro de una caja de vidrio y está rodeado por los cerros. La escultura es una obra a escala que se puede encontrar en la plaza ARA San Juan, en el barrio Limache ubicado en la zona sur de la capital salteña. El lugar está justo frente a la casa de la familia Nolasco y es una suerte de memorial levantado por ellos.

El memorial en la Plaza ARA San Juan, frente a la casa de la familia Nolasco, con los nombres de los 44 tripulantes
El memorial en la Plaza ARA San Juan, frente a la casa de la familia Nolasco, con los nombres de los 44 tripulantes

—Tengo un compañero que me dice: ‘Miguel, ¿por qué no aceptas que tu hijo ya está muerto?’ Le digo, ‘¿Cómo voy a aceptar? Quizá vos tenes una familia y si se te ha muerto un hijo, vos sabés dónde está: está en el cementerio. ¿En cambio yo y mi familia? ¿A dónde vamos con eso? Nosotros acá le hacemos un homenaje, pero no tenemos una placa o un monolito que diga “en paz descanse”. No, nosotros solo le hacemos un recordatorio.

—Uno de los padres no aceptaba eso. No aceptaba que en la placa escribamos el nombre de su hijo, porque no acepta que su hijo esté muerto. Nosotros tampoco aceptamos que nuestro hijo esté muerto, pero es sólo poner el nombre de los siete salteños y es sólo aceptar eso —dice Alicia.

Miguel, Iván y Alicia, en la parte trasera del memorial que recuerda a Luis y a los restantes tripulantes del ARA San Juan
Miguel, Iván y Alicia, en la parte trasera del memorial que recuerda a Luis y a los restantes tripulantes del ARA San Juan

—¿Qué es lo que tendría que suceder en este escenario para que ustedes encuentren paz como padres?

—Que se haga justicia y se conozca la verdad, porque qué más podemos esperar nosotros ya. Pienso que eso es lo que nos calmaría a nosotros. Si alguien tiene que ir en cana, que vaya porque de hecho deberían ir algunos.

—Yo siempre tengo algo en mi mente y siempre se lo digo a la abogada (Valeria Carreras) y a las familias: que pidamos que contraten algún aparato para bajar. Si al submarino no se lo puede sacar de ahí, entonces que bajen cámaras y aparatos para hacer bien las fotos. Y si se puede dentro del submarino también, para ver qué hay, que se ve, si ellos están ahí. Hasta de eso nosotros tenemos pensamientos. Se nos mete en la cabeza que por ahí a ellos los sacaron de otros países que por ahí vinieron con tanta tecnología como China, por ejemplo. Que los sacaron y los tienen prisioneros. Todo eso se nos mete en la cabeza y somos varios los familiares que creemos eso. Y después hicieron explotar el submarino para decirle a la gente que están todos muertos. Entonces yo digo que a lo mejor ellos no están o están y a lo mejor hasta pueden lograr sacar el día de mañana al submarino para que nos entreguen algo de ellos. Entonces ahí recién nosotros estaríamos tranquilos para decir bueno, ya está. Si alguien de alto poder tiene que ir preso, que vaya. Pero sería lindo y bueno que si están ahí adentro, que nos entreguen algo de ellos aunque sea una ropita o algo que nos permita decir bueno ya está, ellos descansan en paz. Porque nosotros no estamos en paz. Nosotros estamos todos los días… —Alicia habla entre lágrimas, con un hilo de voz— Ahora para las fiestas lo esperaba a mi hijo yo. Miro a la plaza y digo… quizá yo no comento nada de esto con él (Miguel), pero yo como mamá a Luis lo sigo esperando.

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