El reloj no llega a las 12 del mediodía del primer sábado del año y Miguel Britos ya va por su segundo rescate del día en las playas del norte de Pinamar. Una camioneta Toyota Hilux quedó atascada en la arena blanda al lado de un parador ubicado en el comienzo de la zona conocida como La Frontera. Tras intentar varias veces sin éxito, el conductor acudió a los servicios del remolcador, que entonces se acercó con su Jeep Gladiator modelo 64 y extendió la linga. “Le expliqué: ‘Te voy a intentar sacar así, pero si no puedo te pongo el malacate y te corrijo la trompa’. Sé que se tuercen los chasis, pero la posición era muy mala, en caída contra el parador”, reveló Miguel. Al final, la segunda opción no fue necesaria y en el segundo tirón, la 4x4 se desencajó. El trabajo costó $3.000.
Britos tiene 53 años y hace más de 30 que se dedica a dar este servicio indispensable en la playa. Es un histórico de cada verano en la zona a tal punto que lo bautizan “rey de los médanos”. Todos los días estaciona en la altura de una duna y marca presencia desde las 6 de la mañana con su vehículo de ruedas gigantes y motor Ford 188. Después espera a que suceda lo de siempre: que los autos, camionetas y demás coches se encajen por, básicamente, “la falta de experiencia de manejo en la arena y el exceso de confianza”, apunta el remolcador. Su jornada laboral dura “hasta que se apague la luz”.
Oriundo de General Madariaga, el primer trabajo de Britos en Pinamar fue en una fábrica de gaseosas. Allí conoció “a un tipo que se dedicaba a hacer remolques” y que lo invitó a realizar la actividad. Le gustó y empezó a dividir sus jornadas entre los remolques durante el día y el trabajo en la fábrica en el turno noche. Al tercer año se compró un Jeep y desde entonces se dedicó exclusivamente a su actividad en la arena.
“Hay días que hacés dos o tres remolques, hay días que hacés cinco, hay días que nada”, explica Britos. Cobra entre $3.000 y $5.000, “dependiendo del encajado y de la complejidad que tenga el trabajo”. Con su experiencia de experto, detalla que los que representan mayor dificultad son aquellos “al lado del agua chupada, que tenés que palear y tenés que usar malacates”. Recuerda que en esa condición tuvo que rescatar, por ejemplo, “camionetas Porsche, RAM o un Mini Cooper integral”.
Si bien tuvo varias situaciones dificultosas, asegura que todas resultaron de la mejor forma: “En mi vida he podido sacar todo. Incluso no hay un colectivo que se me haya resistido”. Para casos de vehículos de mayor porte, cuenta con “un camión Ford 600 hecho 4x4, pero con malacate cardánico de 100 mil kilos de arranque”, que está estacionado en la rotonda de Avenida Bunge. “Estoy armado para esto”, subraya.
Britos trabaja solo y su área de cobertura son las playas del norte pinamarense. Únicamente se mueve a otra localidad en caso de ser requerido por un cliente conocido (varios contrataron sus servicios en diferentes veranos). Asegura que tuvo que asistir a personas famosas y políticos, pero prefiere no revelar sus nombres. En la parte trasera de su vehículo transporta un cuatriciclo Yamaha 150 cc que utiliza para ingresar a los bosques en caso de la aparición de humo. “Voy a ver qué pasó y si hay un accidente o un incendio, llamo a policías y bomberos”, explica.
En el resto del año tiene varias ocupaciones: hace remolques en las competencias de rally que se organizan en distintas ciudades de la Costa Atlántica como Villa Gesell, Mar de Ajó, San Clemente o Necochea y también da clases de manejo en la arena. “Especializo a bomberos que vienen desde Buenos Aires, a gente de emergencias. Les enseño también a calibrar las ruedas”. Señala que lo básico para no tener grandes problemas al conducir en los médanos es seguir las huellas que dejan los otros vehículos y no acelerar demasiado, aunque lo fundamental, según indica, es “conocer los colores de la arena, saber leer cómo está y dónde pisar”.
Mientras Britos habla, un cuatriciclo pasa a menos de un metro y por fuera del corredor seguro donde tienen permitidos circular los vehículos. Lo conduce un joven que no lleva puesto casco e ingresa al corredor casi sobre el filo de un médano. “Si llega a venir una camioneta de frente se lo lleva puesto”, observa el remolcador.
La Frontera limita con el Partido de la Costa y se extiende a lo largo de más de siete kilómetros. Se trata de una zona de médanos con pocos paradores, donde suelen repetirse incidentes con cuatriciclos y UTV. Este verano perdieron la vida allí una turista de 34 años que volcó con su rodado y un hombre de 32 años que viajaba en un cuatriciclo que chocó contra un UTV. En el lugar el control público es limitado y en una recorrida se pueden observar distintas irregularidades, maniobras riesgosas y decisiones de mayores sumamente peligrosas, como por ejemplo darle el volante a menores de edad o conducir sosteniendo a un bebé con un brazo.
“Si tenemos dos dedos de frente y nos queremos, esto no sucede. Darle un UTV a un chico es como darle un revólver”, manifiesta con enojo Britos, y revela que estas situaciones lo inducen al retiro: “Ya tuve dos infartos y esto me hace mucha mala sangre. Me lastima la injusticia y que la gente sea tan ignorante. Por eso me parece que ya es el último año que trabajo acá. Ya estoy cansado, me quiero dedicar a mi hijo, disfrutar mi vida”.
En caso de concretarse eso, Britos sostiene que se dedicará sólo a las clases de manejo. “Y tengo ganas de poner como un mini parador de 4x4 en la parte privada”, finaliza.
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