Miles de peces muertos y una población de tortugas acuáticas diezmada es el panorama que se observa en lagunas internas en el humedal del Delta del Paraná, frente a Rosario, por la bajante del río, la sequía y la ola de calor.
Pablo Cantador, de la organización ambientalista El Paraná No se Toca, explicó que “miles de peces muertos flotan por estas horas en lagunas internas del humedal y la población de tortugas acuáticas prácticamente ha desparecido por la bajante del rio, sequía, ola de calor y extremas temperaturas” y agregó que el panorama que se observa en el humedal, frente a Rosario “es idéntico” a lo que sucede en Laguna Paiva, donde el espejo de agua desapareció; y en la laguna Garay, en la localidad de Santo Tomé, que también se está secando. En esta última, por ejemplo, ambientalistas de la zona rescataron en los últimos días a cientos de tortugas acuáticas que habían quedado enterradas en el barro.
“Acá, en las islas frente a Rosario, la mortandad de tortugas fue una muerte silenciosa, que pasó desapercibida para el común de la gente”, indicó Cantador y destacó que las islas dentro del humedal, “en las pocas lagunas que han quedado y que tienen todavía algo de agua, hay miles de peces muertos flotando. En el caso de las tortugas, la mortandad ya viene desde el año pasado”.
“Pero ahora, al secarse los últimos espejos de agua, por la falta de lluvia, bajante del río, y las altas temperaturas, murieron todas las tortugas. Los lugareños, describen a la situación como alarmante”, comentó el ecologista rosarino a Télam.
Es de destacar que el río Paraná sigue en bajante con niveles que no se registraban desde 1944 y continúa descendiendo en varios puertos de Entre Ríos, donde la bajante histórica que comenzó en marzo del 2021 provocó cambios en la vida ambiental, económica, productiva y social de ciudades que están a la vera del agua.
En Paraná, la capital provincial, el río descendió este miércoles a -44 centímetros (por debajo del nivel del mar), superando las marcas de 1971 (0,50 metros), de 2020 y 1970 (0 metros). Por eso, hay que remontarse a 1944 para registrar una situación peor que la actual, cuando el río marcó -1,40 metros frente a Paraná, al igual que en Diamante (-1,38), Victoria (-41) y en La Paz (-1,11). De esa manera continúa muy por debajo de su nivel de aguas bajas (2,30 metros) y de su altura promedio para enero (3,23 metros) en la capital entrerriana.
Además, el Instituto Nacional del Agua indicó que estos niveles tan bajos se mantendrán hasta marzo inclusive, prevaleciendo una “tendencia desfavorable”.
La situación “no permite esperar un rápido retorno a la normalidad, con probabilidad de extenderse durante el próximo otoño”, dijo el organismo.
En el noroeste entrerriano, en La Paz, el río Paraná bajó a sólo 26 centímetros, lejos de los 3,20 metros de límite de aguas bajas y de los 4,27 que la Prefectura Naval Argentina registró como promedio entre 1996 y 2020 para este mes.
En el puerto de Diamante, más al sur de la costa entrerriana, el río mantiene un descenso desde mediados de noviembre y aún permanece con -26 centímetros, por debajo de los 2,40 metros del límite de aguas bajas.
También en Victoria baja desde noviembre y se mantiene con 86 centímetros, por debajo de aguas bajas (2,60), de sus 3,71 registrados como promedio este mes en los últimos 25 años.
La bajante afectó la fauna íctica al dejar seco el valle de inundación (donde los peces se refugian, alimentan, reproducen y crecen); produjo inconvenientes en el riego de cultivos y complicó las producciones industriales que necesitan captar agua. También acrecentó los problemas de incendios en las islas y los de contaminación del agua, ya que se redujo la capacidad del río de dilución de los afluentes crudos o industriales.
El secretario de Agricultura y Ganadería de Entre Ríos, Lucio Amavet, aseveró que la bajante “impactó fuertemente en acopiadores, fileteadores, transportistas y más de 3.000 familias de pescadores”. Por eso, el Gobierno provincial decidió extender por al menos tres meses más las restricciones -que rigen hace 18 meses- en los cupos de extracción y acopio comercial, y de exportación del pescado de río.
Las barcazas comerciales “tuvieron que adecuarse a transportar mucha menor cantidad”, lo que ralentizó la navegación y “ha encarecido enormemente el transporte fluvial”, agregó Amavet.
“Es una situación histórica particular que nos enfrentó a una situación compleja desde lo ambiental que seguirá hasta 2025, se puso en crisis la producción, tuvimos serios problemas con incendios y destruyendo el hábitat de la fauna”, dijo a la agencia de noticias la secretaria de Ambiente de Entre Ríos, Daniela García.
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