Daniel Sielecky, un empresario argentino que vive en Punta del Este, busca comprar el águila del buque Graf Spee, el histórico navío de guerra nazi que terminó hundido en una batalla hace más de 70 años en el Río de la Plata, mientras se desencadenaba la Segunda Guerra Mundial. Su deseo no tiene que ver con el afán coleccionista o para el ejercicio de la memoria de las víctimas del genocidio: quiere destruirla.
“Una vez que la tenga en mi poder, de inmediato, la haré volar en mil pedazos. Cada trozo que resulte de la explosión será pulverizado”, dijo en una entrevista en el Correo de Punta del Este, un medio local uruguayo. Y destacó: “No quedará nada”.
Sielecky es un nombre conocido en el balneario turístico. Propietario de veleros, es vicecomodoro del Yacht Club Punta del Este.
La pieza con el águila y el telémetro -un equipo de 27 toneladas para medir distancias- habían sido recuperada en 2006 desde el fondo acuático en la bahía de Montevideo por los hermanos Alfredo y Felipe Etchegaray, junto al buzo Héctor Bado. El interés del empresario de Sielecky surgió luego de que la Justicia uruguaya condenara al Estado del país vecino a pagarle a quienes la rescataron.
Según la resolución judicial dictada en 2019, en segunda instancia, el Estado deberá someter a remate público los objetos o realizar un llamado a precios de acuerdo con el TOCAF (Texto Ordenado de Contabilidad y Administración Financiera), la que rige los procesos de compras y contrataciones estatales.
Los rescatistas venían desde hace muchos años litigando, luego de obtener los permisos correspondientes para la búsqueda y la recuperación de los elementos. Los hermanos habían firmado un contrato en 2004 con el Estado uruguayo que, una vez logrado el trabajo, luego incumplió.
En ese contexto, Sielecky es una de las personas interesadas en adquirir los objetos recuperados. La idea de que cualquier persona pudiera comprarlos desató la controversia. El empresario argentino compartía la opinión de aquellos que no quieren que el águila sea un objeto de culto para los seguidores del nazismo.
Ante las declaraciones de Sielecky, el empresario Alfredo Etchegaray propuso por el mismo medio uruguayo que el destino final del águila no sea la destrucción, sino que sea parte de un homenaje a los judíos que fueron masacrados durante el Holocausto. Antes, Etchegaray ya había ofrecido la pieza a los directivos del Museo del Holocausto, conocido como Yad Vashem, pero la iniciativa fue rechazada.
Lo cierto es que habrá que esperar hasta el 31 de enero si, culminada la feria judicial en Uruguay, los abogados del Estado interponen un recurso contra el fallo en segunda instancia. La venta podría demorarse buena parte del año en caso que ello suceda.
En cualquier caso, el Ministro de Defensa de Uruguay, Javier García, declaró a la agencia EFE que sea cual sea el destino final de las piezas, el Estado uruguayo va a garantizar que ese símbolo “no sirva para publicidad ni culto nazi”.
El águila y el telémetro del acorazado Admiral Graf Spee tienen un valor histórico. El hundimiento fue parte de la primera batalla de mar en la segunda guerra mundial, además de ser el único conflicto bélico. El imponente buque fue derrotado ante la flota británica en la Batalla del Río de la Plata, que tuvo lugar en Punta del Este el 13 de diciembre de 1939.
Tras ese desenlace, el capitán Hans Langsdorff, a cargo del navío, intentó dirigirse al puerto montevideano para reparar los daños sufridos y enterrar a sus caídos en combate. Sin embargo, las autoridades uruguayas ordenaron al buque alemán que abandonara las costas. Finalmente, Langsdorff tomó la decisión de hacer explotar el 17 de diciembre el barco para impedir que cayera en manos enemigas.
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