José Luis Santa María (64) tiene una única exigencia: empezar el día con una caminata por la arena, seguido de un chapuzón en el mar y luego mate endulzado con miel. Ese ritual sagrado lo repite desde el 2000 cuando instaló su puesto de mates artesanales en el semáforo de la ruta 11, en la rotonda Alfar, camino a las playas del sur de Mar del Plata.
Llega a su trabajo a las diez de la mañana, estaciona su auto, y descalzo va rumbo a la orilla. Unas brazadas entre las olas lo revitalizan. “A veces no puedo creer lo afortunado que soy, trabajar de lo que amo con vista al mar”, le cuenta a Infobae. De la simpleza hizo un estilo de vida.
El traje de baño colorido, una camisa estampada con tres botones desabrochados y ojotas en los pies forman parte de su uniforme. En su mano derecha sostiene una calabaza de boca ancha forrada en cuero aunque ya perdió el aluminio que la recubre. “Es el mate del Diegol”, percibe el asombro, y aclara. “De Diego Maradona, para mí es Diegol. Cuando venía a Mar del Plata durante el 2010 paraba con su auto y le convidaba. Él me lo pedía: ‘me das un mate rico’”, recuerda. “Compartimos un par, e intercambiamos charlas sencillas, me preguntaba por las ventas, me comentaba algo del clima …y mucho de fútbol porque soy hincha de Boca. Un tipo encantador”.
Al poco tiempo, Maradona se convirtió en cliente de José Luis. “Mandaba a gente de su entorno a comprarme de todo, bombillas, equipos. En una oportunidad vino y eligió un modelo que lo llevó a Sinaloa, México, en su época de director técnico: una pezuña de vaca”.
“No fue el único que me revolucionó el stand, son veintidós años en le mismo lugar vi de todo”, admite José. En el 2009 y 10 el empresario y artista Ricardo Fort desembarcó en el balneario acaparando toda la atención. “Estaba sentado cuando me doy vuelta y veo ese espectacular Rolls Royce negro, era la primera vez que veía uno. Se bajaron sus custodios creo que eran Dani La Muerte y Tito Esperanza se llevaron cuatro modelos. Al rato pasó Ricardo a saludar. Toda la temporada estuvo de la mano de Virginia Gallardo…era algo increíble lo que sucedía a su alrededor”.
José nació en Diamante aunque se crió en Paraná, Entre Ríos.. Es un auténtico “panza verde”, como les dicen a los entrerrianos por su tradición matera. “Para nosotros el mate es sagrado, se toma a toda hora, hoy lo consumo menos porque a cierta edad el cuerpo ya no lo tolera, vivo con acidez”. Se casó, tuvo tres hijas mujeres, hoy es nieto de seis, pero después de catorce años el matrimonio se rompió. ”En paralelo mi almacén cayó en ventas y al poco tiempo lo tuve que cerrar”, recuerda con cierto pesar. “Caí en cierta depresión. No fue sencillo lo que vino”.
Divorciado y sin trabajo, decidió dejar Entre Ríos y comenzar de cero. “Elegí Mar del Plata porque necesitaba estar cerca del agua. Entre lágrimas hice más de 800 kilómetros en mi Renault 9 viejo, era lo único que tenía”, relata.
Recién llegado a la ciudad balneario -totalmente desconocida para él-, con cierta audacia se puso a hacer mates de forma artesanal cerca del Parque Camet, al norte de La Feliz. “Siempre disfruté hacer objetos con la mano, así que compré un par de calabazas, y le di forma. Quedaron bien. El problema fue venderlas porque no tenía el permiso para hacerlo en la calle”.
Más de una vez en los operativos de control le secuestraron todo su material. “Me acercaba al Municipio, reclamaba y cuando tenía suerte me las devolvían. Lo único que quería era trabajar”. Con insistencia le otorgaron un habilitación para hacer su actividad a partir de la calle Juan B. Justo, bastante alejado del centro, en ese entonces era una zona aún poco desarrollada. “Era un monte frondoso con poco movimiento, pensé, ¿quién me va a comprar acá?”.
Sin opción, eligió el semáforo como su locación fija. “Puse la mesa, toda la mercadería y me senté a esperar. Ese mismo día llegué a juntar casi $76, una cifra alta para el 2000. Nunca más me mudé”.
Es famoso en Mar del Plata. Lo conocen como el matero más antiguo. “Me dicen ‘matero’” salvo Guillermo Coppola que me bautizo como ‘El Mateico’”. Saben que compartió momentos con celebridades internacionales, “una saludo al pasar de Antonio Banderas” y leyendas del Rock Nacional. “Se solían hacer grandes espectáculos en estas arenas. Mientras esperaban, intercambié charlas con Pappo, Luis Alberto Spinetta, Gustavo Cerati y Adrián Otero. Todos ellos partieron, yo sigo acá”.
Durante la temporada alta de verano, los fines de semana largos y las vacaciones de invierno es cuando más recauda. “Viene gente de todo el país, se valora la mano artesanal. Los turistas se llevan el equipo completo para disfrutar en la playa, los extranjeros miran con extrañeza y después se entusiasman”.
Si bien vive de las venta callejera, dice que no tiene un registro exacto. “El más económico de sus mates cuesta $800 y el más caro $1800. Ahora no sé cuánto me llevo a casa, solo sé que tengo todo lo que necesito, y soy muy feliz”.
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