“Me parecía imposible que haya justicia. Hubo muchas trabas, me demoré mucho en decirlo, por muchos años no pensé en hacer un juicio y ahora saber que hay una sentencia es un alivio”, rescata, con voz serena, pausada y segura V, la joven de 23 años que por primera vez, decidió hablar con un medio de comunicación, después de escuchar la sentencia a su abusador por videoconferencia, desde otro país, en el que reside y ejerce como profesional.
Ella logró que sentenciaran a 13 años de prisión al médico Walter Zambón, que la abusó cuando ella tenía solo 10 años. En ese entonces él vivía con ella en el rol de padrastro, en una casa dominada con relaciones autoritarias y violencia de género económica a través del dinero y los contactos sociales. El médico ya está preso y todavía tiene que enfrentar otras causas por denuncias de violación de una sobrina y una niñera.
Ella se animó a denunciar a su padrastro por abuso sexual, a pesar del encubrimiento de su mamá, y logró un fallo que sienta un precedente en la lucha contra la violencia sexual en Argentina porque considera un agravante la violencia de género, el uso del poder por contactos sociales y recursos económicos y también sanciona los artilugios de la defensa a través de falsos testimonios y pericias psicológicas truchas para hacer caer el testimonio de la víctima.
“El juico es difícil porque implica revivir todo, escuchar los testimonios de mis amigas y mi familia, y verlos llorando por mí y diciendo lo que ellos habían visto. Es complicado y triste”, relata, por primera vez, a Infobae, aún con reserva de su identidad, pero con la sabiduría de que su valentía puede hacer eco en otras víctimas del mismo abusador y en otras chicas que hoy soportan convivir con quien las ultraja.
V. se presenta con su inicial para desarrollar su vida laboral y personal sin el estigma del abuso. Ella tiene 23 años. Una década después de ser ultrajada por el hombre que debía protegerla logró justicia. Primero no se animaba a hablar, después empezó a googlear abogados, le contó a su papá y juntos buscaron el asesoramiento de Juan Pablo Gallego. Su valentía, el acompañamiento paterno y el cambio de paradigma frente al abuso sexual que generó la denuncia de Thelma Fardin la alentaron a animarse a enfrentar la justicia.
El médico Walter Raúl Zambón, de 55 años (32 años más que V.), y quien ocupaba el lugar de padrastro durante su infancia y adolescencia, fue condenado a 13 años de prisión. La sentencia, dictada por la jueza Julieta Makintach, del Tribunal Oral Criminal N°2 de San Isidro, sienta un importante antecedente en los casos de abuso sexual infantil porque marca que el contexto de violencia de género es un agravante.
La acusación de la fiscal Bibiana Santella fue por “abuso sexual de menor de trece años, agravado por resultar gravemente ultrajante para la víctima, por la convivencia preexistente con la misma y por estar encargado de la guarda”. Ella pedía 15 años de prisión y la sentencia fue por 13. Él está detenido desde el 21 de marzo del 2019, aunque logró mejorar sus condiciones carcelarias, y enfrenta otros procesos por denuncias de una niñera y una sobrina. Había pedido ser liberado por la pandemia, pero no le fue concedido ese permiso.
La defensa de Zambón, un médico con alto poder adquisitivo de San Fernando, estuvo a cargo del abogado Fabián Améndola, del estudio de Fernando Burlando. La estrategia de la defensa fue presentarlo como víctima de un boicot y alegar que las acusaciones eran falsas. Pero el tribunal lo consideró culpable y consideró a los abusos “gravemente ultrajantes”.
La sentencia del Tribunal Oral Criminal N°2 de San Isidro no solo lo condenó, sino que también objetó a la defensa del condenado: “No se produjo a lo largo de todo el debate una sola prueba que convalide alguna de las coartadas de Zambón. El propio Zambón explicó que faltaban cuatro mucamas que declaraban online, pero ninguna declaró. Ni siquiera la huérfana versión de Zambón coincide con la de su pareja L., ambas difieren entre sí y ninguna tiene sustento en ningún hecho real”.
El abogado querellante Juan Pablo Gallego apuntó: “Ha sido salvaje la estrategia defensista del condenado Zambón, no vacilando en el marco de tamaña asimetría de poder y de opresión económica en atacar a la víctima por los medios más denigrantes y con multiplicidad de testimonios falsos e inverosímiles, por los que deberán responder sus responsables”.
El tribunal no solo sentenció al abusador Walter Zambón a 13 años de prisión por el abuso sexual gravemente ultrajante de su hijastra agravado por desarrollarse en un contexto de violencia de género y sometimiento. La Jueza Julieta Makintash también apuntó contra las estrategias de la defensa. Y remitió al Tribunal de Disciplina a dos peritas psicólogas contratadas por el condenado que llegó a compararse con James Bond. No era Bond, era un violador.
En ese sentido, el encubrimiento –incluso de la mamá de la víctima- no quedó impune. Otro de los rasgos más sobresalientes de la decisión del tribunal es que la mamá de la víctima –L.- nunca apoyó a su hija. Pero además, la atacó. En el juicio declaró a favor de su ex pareja. Pero el tribunal castigó esa actitud y le abrió una causa por falso testimonio y encubrimiento para perjudicar a V.
La sentencia considera un agravante del abuso sexual el contexto de violencia de género. La justicia devela un modelo autoritario de relación familiar. Y muestra a la madre frágil y dependiente. En muchos casos las madres no saben cómo ayudar a sus hijas o cómo enfrentar a los agresores. En esos casos, se considera que ellas también son víctimas del contexto de violencia de género.
En esta causa, sin embargo, el encubrimiento llegó hasta la última instancia y por eso se le inicia una causa por falso testimonio. El abogado Juan Pablo Gallego, contextualiza: “El caso de esta madre encubridora es poco común. En la mayoría de los casos en los que me tocó intervenir han sido las madres protectoras las artífices de estos difíciles procesos. En este fallo queda claro que esta mamá, que fue sancionada, tenía una dependencia emocional imposible de quebrar con su pareja, el macho abusador”.
“Es terrible el daño que el abusador llega a provocar en el grupo familiar. Walter Zambón provocó una verdadera catástrofe comenzando con estos abusos salvajes perpetrados en perjuicio de una niña de 10 años”, resalta Gallego. Gastón Pérez, el padre de la víctima, destaca: “La madre quedo imputada por falso testimonio y encubrimiento agravado contra su propia hija. Si hay una madre encubridora los chicos están a la deriva”.
La joven V. no solo tuvo que padecer los abusos, sino volver a escuchar cómo le negaban la confianza y la verdad en el juicio. Ella cuenta ese dolor inimaginable: “Ver a mis abuelos y a mi mamá apoyando a la persona que yo estaba denunciando es doloroso. Era una situación de la que me había alejado y fue revivirlo, y volver a estar frente a personas de las que había elegido separarme”.
V. logró desarrollarse personal y profesionalmente. Pero, en el 2008, tenía solo 10 años y vivía en el barrio privado Tres Horquetas, de San Fernando, con su mamá y su pareja (Zambón). Fue abusada, sin poder defenderse, durante más de dos años. Ella le contó a su mamá de los abusos y no solo no le creyó, sino que la obligó a pedirle disculpas a su pareja. Le dijo que se iban a quedar en la calle, que no iba a poder estudiar, ni conocer Europa. Cuando se separó, en el 2018, culpó a su hija de la ruptura.
“Estoy contenta y aliviada de no tener que pensar nada más relacionado con el tema, ni en él, ni en mi mamá, ni en las cosas que pasaron y saber que se van a encargar por todo lo que le paso también a mi hermanita”, subraya la joven. Y enmarca: “Empezar el juicio fue difícil, con miedo de enfrentar a la familia, de ir en contra de la corriente de mi mamá. Por suerte lo tuve a mi papá que fue el que me ayudó para que pudiera hacer la denuncia. Él me alivió el peso porque se encargaba de todo”.
“Tengo un alivio total”, dice Gastón Pérez, el padre de la niña que fue abusada y que hoy es una joven que puede despegar en su propia vida con un pasado que no queda impune y un futuro en el que ella construye su destino. Gastón se enteró en mayo del 2018 que su hija había sido abusada por la pareja de su ex esposa. Fueron cuatro años de motorizar el juicio. “Mi hija sufrió esto a los 10 años y se lo contó a la madre a los 15. Pero ella no hizo nada y lo ocultó”, relata.
“Mi hija tuvo que esperar hasta los 19 años y ser mayor de edad para poder hacer la denuncia”, enmarca. Y valoriza: “Llegar a este fallo fue muy bueno. Es una condena ejemplar”. El padre también reivindica la fortaleza de su hija: “Fue duro todo el proceso para mi hija: tener que declarar, las pericias y revivir todo y que la defensa estuviera a cargo del estudio de Fernando Burlando. Pero tuvo la fortaleza de aguantárselo por 4 años y padecerlo durante 13 años. Finalmente logramos el objetivo”.
“En el abuso infantil siempre te ponen escollos para no llegar a una condena fuerte como la que se logró porque generalmente la familia quiere que quede como algo privado, porque da vergüenza, porque el adulto no abusador minimiza la situación, porque trae problemas económicos”, describe Gastón Pérez. Y alienta: “Estoy muy feliz porque fue muy difícil y ojalá que todas las víctimas de abuso infantil se animen y denuncien”, apunta.
El perito psiquiatra Enrique Stola dejó asentado que la víctima es creíble y que “aún mantiene un trastorno del estado de ánimo leve de tristeza”, además de “angustia que se percibe en su cuerpo” y que “presenta estrés post traumático”. Aunque destaca que alejarse de su casa familiar la benefició y que posee mucha fuerza de voluntad.
El abogado Juan Pablo Gallego, que logró la sentencia contra el cura Julio César Grassi, considera que el fallo sienta un antecedente importante en la jurisprudencia contra el abuso sexual infantil. “La sentencia emitida por la Jueza Julieta Makintach consta de 178 páginas, y sienta la relevancia del testimonio de la víctima como eje de la valoración probatoria en esta clase de delitos”.
Zambón tiene otras causas en donde la víctima es su sobrina y que se abrió a partir del testimonio en el juicio iniciado por V. y de una niñera que denunció intento de abuso. En la clínica Beccar, de la que fue director, aparecieron pintadas que lo marcan como el “Doctor Violín”. Juan Pablo Gallego analiza: “El fallo es impecable y pocas veces queda claro que los que arman, encubren, mienten y difaman son los que atacan a una víctima indefensa para quebrarla y lograr impunidad”.
Los abusos sexuales suceden en todas las clases sociales, pero cuando los abusadores son más ricos la impunidad y el encubrimiento se agravan. La magistrada Julieta Makintach asienta: “La relación de predominio se pone en evidencia desde el poderío económico ostentado por Zambón quien utilizaba sus ingresos y sus contactos sociales, para ejercer dentro del contexto familiar una autoridad ilimitada y no puesta en duda por nadie”.
La jueza es tajante sobre el abuso del dinero para legitimar el abuso sexual: “V. fue sometida a violencia de género de tipo económico a lo largo de toda su vida para callar su verdad”. Pero la verdad no fue callada. Y, por una vez, la justicia tampoco.
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