El pequeño Louis tenía cerca de tres años y su padre Simón-René lo dejaba que jugase con sus herramientas de talabartero. El niño simulaba que lo ayudaba y que trabajaba a la par. En cierta oportunidad -la fecha nunca se precisó- se dañó severamente uno de sus ojos con un punzón. La infección no demoró en afectar al otro ojo sano y en cuestión de meses había quedado completamente ciego.
Esto ocurrió en Coupvray, un pueblo ubicado unos cuarenta kilómetros al norte de París. El infortunado niño se llamaba Louis Braille y era el menor de cuatro hermanos. Había nacido el 4 de enero de 1809.
Cuando tuvo la edad, sus padres, que sabían leer y escribir, lo enviaron a la escuela del pueblo. A pesar de su discapacidad, demostró ser un alumno aventajado, tal como recordaba su maestro Antoine Bécheret, que recientemente había sido contratado. Se asombraba de la inteligencia del muchacho.
La vida de Louis se repartía entre la escuela y el trabajo en el taller del padre, en el armado de arneses.
Luego de gestiones de D’Orvilliers, el alcalde del pueblo y de cartas que escribió su padre, cuando Louis contaba con 10 años, gracias a una beca ingresó al Real Instituto Nacional para Jóvenes Ciegos de París, que entonces era una de las primeras escuelas del mundo en enfocarse en la educación de niños no videntes. Hacía poco la habían separado del hospicio de ancianos, donde funcionaba y le encontraron lugar en un viejo edificio donde había funcionado un seminario. Hasta la aparición de esta institución, los no videntes eran directamente recluidos en hospicios, y no se les daba ninguna oportunidad de reinsertarse en la sociedad.
El Real Instituto había sido creado antes de la Revolución Francesa por Valentín Haüy, un pionero en trabajar en la integración de los chicos ciegos en la sociedad. En 1771, le dolió sobremanera la forma en que la gente se burlaba de un grupo de niños ciegos que representaban una obra de teatro en la Plaza Luis XV (más delante de la Concordia) y decidió hacer algo.
Bajo una severa disciplina y estrictas normas de comportamiento, en ese instituto, que dirigía el doctor Guillé -autor en 1817 de un ensayo sobre la enseñanza de ciegos- al centenar de chicos se les enseñaba en forma oral, y su escolarización era entre 5 y 6 años. Asistían a talleres de imprenta, encuadernación e hilandería, entre otros, para prepararlos para un oficio para que pudiesen ganarse la vida.
Haüy ideó un sistema de lectura, que consistió en imprimir textos con las letras en relieve, para facilitar la lectura con solo apoyar la yema de los dedos. Si bien podían identificar las letras, a los niños se les dificultaba reproducirlas. Además, por el tamaño de las letras, los libros eran inusitadamente voluminosos.
Braille ya tenía en mente que debía haber otros procesos que economizasen el número de palabras.
En 1821 visitó el instituto Charles Barbier de la Serre, un oficial del ejército de 54 años, fanático de los lenguajes encriptados y que años atrás había editado un libro para escribir tan rápido como el habla. Ahora había concebido un método que llamó “Escritura nocturna”, una forma de comunicación entre oficiales en las trincheras que permitía enviar mensajes en silencio a fin de no delatar la posición al enemigo. Lo llamó “Sonography”, y consistía en una superficie plana rectangular se distribuían 12 puntos en relieve los que, al combinarse, representaban sonidos diferentes.
Este sistema maravilló a Louis y enseguida se percató que podía mejorarlo. Se dio cuenta que tenía demasiados puntos, faltas de ortografía, no estaba contemplada la puntuación ni los acentos, y no era aplicable a matemática y a música. Luego de horas de estudio temprano por la mañana y en altas horas de la noche, en un proceso en el que hizo intervenir a sus compañeros, al fin puso a punto un método de seis puntos de relieve capaces de reproducir la fonética. Y fue más allá: desarrolló códigos específicos para la enseñanza de la matemática y de la música.
Cada letra y cada signo de puntuación poseía una cara, distribuidos en dos columnas de tres puntos, superficie ideal para ser cubierta por la yema del dedo índice.
Proyectó un código de 63 caracteres, formado por un rectángulo de 6 puntos que forman signos. De esta manera es posible leer letras y números, signos de puntuación y acentuación, y algunas de las contracciones más usadas.
Si bien con el tiempo De la Serre admitió que el de Braille era un buen método, no aceptó incluir sus sugerencias. Louis debió enfrentar también la resistencia al cambio de los docentes del instituto; algunos pusieron reparos y otros directamente lo rechazaron.
Pero las pruebas hablaban por sí solas: hasta entonces fueron muy pocos los alumnos que habían aprendido a leer con el sistema de Huëy, y los que practicaban música lo habían hecho de oído. Lo que las autoridades y los docentes ignoraban eran que los propios alumnos estudiaban a escondidas el método de Braille.
El invento de Braille se dio a conocer en 1829 y su modelo más completo, el que sigue empleando, es de 1837. Y no hubo marcha atrás.
Louis aún era un adolescente cuando, por su inteligencia y dedicación, tuvo en el instituto mayores responsabilidades. En 1828 fue designado “tutor” y más adelante, “maestro”. Deleitaba a sus alumnos con sus clases de gramática, aritmética, geometría, historia, además de piano y violonchelo. En su método, transcribió un tratado de gramática y el “Método de escritura de letras, música y canto llano mediante puntos, para uso de ciegos y arreglos para ellos”. Se ocupó, además, de explorar distintos caminos que acercase la comunicación de los ciegos con los videntes.
El lugar que ocupaba la escuela no era el mejor. Además de que había sido escenario de una matanza de monjes el 3 de septiembre de 1792, era húmedo, con poco aire, casi sin luz, y sin calefacción. Sumado al hacinamiento, pudieron haber sido las causas de que Braille haya contraído tuberculosis. La primera manifestación de la enfermedad la tuvo en 1835.
Paulatinamente debió dejar algunas de sus ocupaciones, que incluía la ejecución del órgano en iglesias de París, como lo hacía en San Nicolás de los Campos, donde desde 1834 era el organista principal.
La noche del 4 al 5 de diciembre de 1851 sufrió una violenta hemorragia y debió guardar cama. Falleció el 6 de enero de 1852 y cuatro días después fue enterrado en el cementerio de Coupvray.
No pudo ver cuando dos años después su sistema fue oficialmente aceptado y en 1878 se transformó en el sistema universalista de enseñanza para no videntes. En 1892, el inventor y ensayista norteamericano Frank Haven Hall dio a conocer la primera máquina de escribir Braille.
En 1952, en el centenario de su muerte, sus restos fueron trasladados al Panteón de París, donde están enterrados destacadas personalidades francesas. Fue depositado en la cripta, donde también descansan figuras de la talla de Voltaire, Juan Jacobo Russeau, Víctor Hugo, Marie Curie, Jean Monet y Alejandro Dumas, entre tantos otros.
En Coupvray, donde había nacido, quisieron quedarse con sus manos, que fueron depositadas en el cementerio de la iglesia. Y en 1999 un asteroide fue bautizado con su nombre. Merecidos honores para ese niño que supo ver más que muchos en la oscuridad.
SEGUIR LEYENDO: