Malvinas, la reunión secreta: a 40 años del día que la Junta decidió “ocupar militarmente” las islas

El 5 de enero de 1982, mientras los argentinos comenzaban sus vacaciones, el presidente de facto Galtieri, el almirante Anaya y el brigadier Lami Dozo, se reunían en el Edificio Libertad para tratar en el mayor secreto la recuperación de las islas con un plan que había hecho la Armada meses antes en absoluta soledad

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Los argentinos estamos por cumplir 40 años de los dramáticos días de la guerra de las Malvinas. El conflicto no nació el 2 de abril de 1982 porque la planificación del hecho militar se remonta a varios meses antes y a las circunstancias políticas de esa época. En especial, según la visión militar de entonces, a realizar un acontecimiento de carácter nacional que consolidara a la dictadura frente a la sociedad.

El jueves 10 de diciembre de 1981, el almirante Jorge Anaya anunció la decisión de la Junta de remover al presidente de facto Roberto Eduardo Viola y pidió su renuncia lo más rápido posible: “Se han agotado los procedimientos y los tiempos para el tratamiento de la actual situación institucional”. Era un ultimátum. A su lado escuchaban el teniente general Leopoldo Fortunato Galtieri y el brigadier general Omar Rubens Graffigna. El militar depuesto no había durado un año en el poder.

En la mañana del 11, Viola se entrevistó con los tres miembros de la Junta en el edificio Libertador. La conversación no duró más de media hora porque insistió en no renunciar, entonces fue invitado a pasar a otro salón para esperar una decisión y después de unos minutos volvió a entrar para ser notificado de su relevo por “razones de Estado” (porque Viola no presentó su renuncia) y a las 17, el general Héctor Eduardo Iglesias, en nombre de la Junta Militar, informó que Galtieri asumiría la presidencia de la Nación, el martes 22 de diciembre en dependencias del Congreso de la Nación, asiento de la Junta Militar. Iba a ser presidente de la Nación de facto, reteniendo su cargo de comandante en Jefe del Ejército, para completar el período de Viola.

La Armada y el Ejército habían realizado un “golpe blanco”, sin ruido, como lo denominaron en el exterior.

Roberto Eduardo Viola
Roberto Eduardo Viola

“La última oportunidad” fue el título de una larga columna que firmó Álvaro Alsogaray, el 13 de diciembre en La Prensa, en la que clamó por un cambio de política económica y “una apertura política que lleve a la constitución de un congreso a partir de 1984″. Frente a los acontecimientos, el dirigente conservador Emilio Hardoy observo que era “difícil apreciar la pérdida en términos económicos. Pero también cuenta el desprestigio, en inseguridad, en incertidumbre, en expectativas nocivas. Esta situación ha creado un costoso escepticismo’”.

El martes 15 de diciembre de 1981, el almirante Anaya se desplazó a la Base Naval de Puerto Belgrano con el objeto de poner en funciones al nuevo comandante de Operaciones Navales, vicealmirante Juan José Lombardo. Después de la ceremonia se realizó una recepción en el casino de oficiales. A su término, Anaya le pidió al nuevo comandante que lo acompañara a la base aeronaval Almirante Espora pues quería hablarle a solas durante el trayecto. En no más de veinte minutos de viaje, Anaya le dijo a Lombardo: “Quiero que prepare un plan para capturar Malvinas”. Además le observo que lo proyectara en soledad.

Un par de días más tarde Lombardo viajó a Buenos Aires y se encontró en el piso 13 del edificio Libertad con el comandante en Jefe de la Armada. En esta ocasión, pidió autorización para informar y comprometer a sus subordinados inmediatos contralmirantes Gualter Allara (comandante de la Flota de Mar), Carlos Büser (comandante de la Infantería de Marina), Carlos García Boll (comandante de la Aviación Naval) y a su jefe de Estado Mayor. Según el contralmirante Eugenio Luis Bézzola, en ese tiempo director de Electrónica Naval, Anaya le aclaró: “Se debe planificar para ocupar las islas, vale decir, no para ocupar y mantener las islas, sino solo ocuparlas”.

Almirante Juan José Lombardo
Almirante Juan José Lombardo

El 16 de diciembre los dirigentes más importantes de la Multipartidaria se reunieron en la Casa Radical para firmar la declaración “Antes de que sea tarde”. Sus diecisiete carillas fueron rubricadas por Deolindo Bittel (PJ), Carlos Contín (UCR), Arturo Frondizi (MID), Oscar Alende (Intransigente) y Francisco Cerro (Demócrata Cristiano), y en ellas se realizó un fervoroso llamamiento “para encontrar el camino de la unión” y reclamó elecciones generales “sin proscripciones, gradualismos, ni condicionamientos de ninguna especie”.

Las crónicas de esos días no cuentan que el brigadier general Basilio Arturo Lami Dozo estuvo a punto de no integrarse a la Junta Militar, simplemente, porque asumiendo Galtieri como presidente de la Nación con retención de la comandancia en jefe del Ejército se tiraba por la borda años de discusiones sobre el papel de “el cuarto hombre” y el “Órgano Supremo del Estado”, que era la Junta Militar.

“Así no asumo”, le dijo al brigadier general Graffigna. Fue en esas horas que Graffigna lo hizo participar en una reunión de la Junta y Galtieri se comprometió a pasar a retiro en un tiempo “prudencial” (fines de 1982).

En esas horas los militares y civiles próximos al régimen militar trabajaron a destajo para imponer a sus hombres en el nuevo gabinete. Las condiciones para ser canciller las adelantó el secretario general del Ejército, Alfredo Saint Jean: “Deberá ser una persona que comparta ‘la firmeza’ de las Fuerzas Armadas sobre dos temas: el conflicto de límites con Chile y la recuperación de la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas, actualmente en poder de Inglaterra”.

Así llegaron sus definiciones al exterior, el 16 de diciembre de 1981, por la Agencia UPI. También las fuentes militares, no identificadas, adelantaron que se buscaría un mayor acercamiento con los Estados Unidos y “es muy probable que Argentina se retire del Movimiento de Países No Alineados que lidera Fidel Castro”.

El 17 de diciembre Basilio Lami Dozo asumió como comandante en Jefe de la Fuerza Aérea Argentina y al día siguiente la Junta Militar comenzó a deliberar sobre las “Las Pautas de la Junta Militar al P.E.N. para el Ejercicio de la Acción de Gobierno 1982-1984.” En el Área Internacional se indicó que “las prioridades para la integridad territorial y el ejercicio pleno de la soberanía deberían seguir en gran parte las Pautas para 1981-1984, con la revisión necesaria, en las siguientes directivas:

“-Contribuir a la solución del conflicto con CHILE desarrollando acciones fijadas por el COMITÉ MILITAR.

-Defender y controlar los intereses argentinos en el Cono Sur.

-Preservar nuestros derechos antárticos y desarrollar la presencia argentina en la Región.

-Intensificar todos los cursos de acción necesarios y oportunos para que se obtenga el reconocimiento de nuestra soberanía sobre las Islas MALVINAS, GEORGIAS DEL SUR Y SANDWICH DEL SUR.

Galtieri en la casa Rosada
Galtieri en la casa Rosada como presidente de facto (Víctor Buggé)

El 18 de diciembre de 1981 llegó a Buenos Aires el contralmirante (R) Luís Pedro Sánchez Moreno, el embajador argentino en Lima, Perú. Se tomaba una corta licencia porque venía a apadrinar la boda de su hija. Ya que estaba, como había una nueva Junta Militar, fue a visitar a cada uno de los comandantes. El viernes 19, fue a la audiencia que le fijo su compañero de la Promoción 75 y comandante de la Armada, Jorge Isaac Anaya. La entrevista se realizó en el despacho que el jefe naval tenía en el piso 13 del edificio Libertad. Se saludaron con afecto y Sánchez Moreno comenzó a hablar de la situación peruana. Poco rato después, Anaya lo interrumpió:

Anaya: El proceso se ha deteriorado mucho y tenemos que buscar un elemento que aglutine a la sociedad. Ese elemento es Malvinas.

Dicho esto se quedó mirando, esperando una respuesta.

Sánchez Moreno: He estudiado varios años en un colegio inglés. Conozco a los ingleses tanto como vos, Margaret Thatcher no se va a dejar llevar por delante por un gobierno militar. Los ingleses son como los “bull dog”, cuando muerden a la presa no la sueltan….

Inmediatamente, Anaya dio por terminada la reunión. Asumió su papel de Comandante y con un formal “es todo Sánchez Moreno” lo despidió. Sin embargo la cuestión no terminó ahí. El sábado 20, durante la fiesta de casamiento, el dueño de casa y el almirante Carlos Castro Madero –también compañero de Promoción de Anaya – intentaron disuadirlo al comandante en jefe de la Armada pero fue imposible.

El martes 22 de diciembre de 1981, Galtieri juró en el edificio del Congreso —sede de la Junta Militar— como presidente de la Nación. Luego fue hasta la Casa Rosada para juramentar a su gabinete. Los ministros más destacados eran: Nicanor Costa Méndez, en la Cancillería; Roberto Alemann, Economía; Cayetano Licciardo, Educación; Amadeo Frúgoli, Defensa; Jaime Lucas Lennon, Justicia; el general Alfredo Saint Jean en Interior y el general Héctor Iglesias, Secretario General de la Presidencia.

“El efímero gobierno de Viola dejó una herencia de dificultades económicas y prácticamente en el mismo lugar el proyecto de apertura política, no obstante los primeros esfuerzos concretos para colocarlo en sus carriles”, dijo O Globo de Brasil. También afirmó: “Los signos de agotamiento del régimen discrecional saltan a la vista”. Más contundente fue Jornal do Brasil al afirmar que el “ciclo de intervenciones militares se revela agotado”.

-Esto se derrumba, palabras más, palabras menos, dijo el embajador de carrera Gustavo Figueroa.

-No se preocupe, el jefe tiene un plan, respondió el coronel Norberto Ferrero, el hombre de íntima confianza de Galtieri, durante una cena a solas con Figueroa, el cónsul en Nueva York, en noviembre de 1981.

En realidad Galtieri no tenía un plan sobre las Malvinas porque el Ejército nunca lo trabajó como hipótesis de conflicto. La que sí tenía un plan que se actualizaba permanentemente era la Armada.

Encabezamiento de la orden del
Encabezamiento de la orden del almirante Vigo al almirante Lombardo

El 22 de diciembre, el mismo día que asumió Galtieri, el almirante Anaya le pasó a su jefe de Estado Mayor, vicealmirante Alberto Gabriel Vigo, una orden escrita a mano que contenía tres puntos, tal como se desprenden de su minúscula letra. Fue la primera orden del conflicto armado que se avecinaba:

“1. MALVINAS

1.1.- El CON (Comandante de Operaciones Navales) presentarme un plan actualizado.

1.2- Enviar personal seleccionado para reconocimiento.

1.3.- Plan después ocupación.

1.3.1.- Efectivos para permanecer en STANLEY.

1.3.2.- Apoyo a dichos efectivos.

1.3.3.– Logística para STANLEY.

1.3.4.– Defensa de STANLEY”.

Sobre la base de esa orden, al día siguiente, el vicealmirante Alberto Gabriel Vigo le envió el documento “Secreto” Nº 326/81 al vicealmirante Juan José Lombardo con la instrucción de que “deberá elaborar personalmente y entregarme a la mano, el Plan actualizado para la recuperación de Malvinas.”

El 23 de diciembre de 1981 a la noche, Galtieri apareció hablando por primera vez en cadena nacional al país como Presidente de la Nación. Pidió confianza a la población y reclamó austeridad a su gobierno. Ese mismo día jueves, la Confederación General del Trabajo, en una declaración que tituló “Por una Navidad en paz”, reclamó a Galtieri un gobierno de emergencia con la participación de “todos los sectores de la vida nacional”, al estimar “el fracaso total y absoluto de la pretendida gestión gubernamental del llamado Proceso”.

Faltaban apenas unos días para que la Argentina -y el Mundo- entrara en el año 1982. Una rápida mirada de los diarios que leían los argentinos nos enseña sus preocupaciones y desafíos. Clarín relata que el presidente Galtieri se había entrevistado con el decano del Cuerpo Diplomático, Monseñor Ubaldo Calabresi, y que se preparaba para recibir la semana siguiente a tres senadores del congreso americano muy importantes. Uno era el representante de Tennesse y líder del bloque de la mayoría del Senado, Howard Baker (pocos años más tarde Jefe de Gabinete de Ronald Reagan); otro era Paul Laxalt, republicano del Estado de Nevada, considerado el “Primer Amigo” de Reagan de quien fue jefe de su campaña electoral y el tercero fue Ernest Hollings de Carolina del Sur (ex precandidato presidencial Demócrata en 1984). En otra página se informaba que el almirante Anaya se había reunido con el Consejo de Almirantes, y también se informaba que el presidente de la Unión Cívica Radical, Carlos Contín, había insistido en que “este proceso está agotado” y que las revoluciones no pueden ser perpetuas pues “vienen para corregir un hecho anormal, pero solucionado el problema se debe volver a las instituciones”.

En La Nación el título de tapa del último ejemplar del año fue: “Aumentan tarifas y congelan las remuneraciones del sector público”. En la página 4 sobresalía una foto del Ministro de Economía, Roberto Alemann, siendo abrazado por José Alfredo Martínez de Hoz en ocasión de realizarse el acto de asunción de sus funcionarios. En ese mismo momento dijo que al nuevo ministro lo acompañaban sus “mejores muchachos”, un hecho que Joaquín Morales Sola lo reseñó de la siguiente manera el 3 de enero: “Nadie ignora que en el equipo de Alemann hay un buen caudal de hombres que estaban con el doctor Martínez de Hoz, pero ningún hombre político puede no saber que esa declaración era impolítica y que en nada benefició al nuevo jefe de la cartera económica”.

Leopoldo Galtieri y Nicanor Costa
Leopoldo Galtieri y Nicanor Costa Méndez

Para Nicanor Costa Méndez, volver a la jefatura de la Cancillería, el 22 de diciembre de 1981, fue su gran revancha. Lo sintió como una reivindicación personal. Había partido del Palacio San Martín en 1969, después de la crisis del “cordobazo”, en pleno gobierno de facto del teniente general Juan Carlos Onganía. Nunca se explicó bien por qué Onganía lo relevó, porque estaba claro que los manifestantes durante los “incendios” en la Docta no pedían personalmente su cabeza. En todo caso, exigían el fin del gobierno militar o, cuanto menos, la inmediata salida de Adalbert Krieger Vasena, el titular de Economía.

“Canoro” Costa Méndez nunca se alejó del mundillo diplomático y su simpatía personal lo mantuvo cerca de los ambientes de poder. También se dedicó a escribir sobre cuestiones internacionales, en la que puso su pluma para afirmar cosas que después no supo o no pudo concretar. Como editorialista, en el mensuario Carta Política, se convirtió en el más duro crítico de algunas posiciones de la política internacional argentina del régimen de facto. Por casos, las relaciones con Cuba y la pertenencia argentina, como miembro pleno, al bloque de Países No Alineados.

Formar su equipo de colaboradores no fue problemático, se puede decir que el nuevo Ministro introdujo muy pocos cambios en las embajadas. Su amigo Eduardo Roca fue a Naciones Unidas, respetando un acuerdo previo: si Roca era canciller Costa Méndez iba a Naciones Unidas y la misma variante si la situación se daba al revés. El embajador Juan Carlos Beltramino de Naciones Unidas paso a Austria. Carlos Ortiz de Rozas, que estaba de embajador en Londres, fue designado, al mismo tiempo, jefe de la delegación argentina ante la mediación del papa Juan Pablo II en el conflicto del Beagle, en Roma, en reemplazo del jurista Guillermo Moncayo.

El sábado 2 de enero de 1982 la ciudad de Buenos Aires se mostraba silenciosa. Los porteños, despreocupados, habían partido de vacaciones; otros, los más, aún reparaban sus cuerpos de la fiesta de Año Nuevo. Hasta ese día habían entrado en Mar del Plata 50.000 personas por la angosta y peligrosa Ruta 2. En general, la gente no hablaba en esas horas de economía, aunque los diarios de ese día se preguntaban: “¿Se logrará en 1982 desindexar la economía?”, mientras se dejaba trascender desde el Palacio de Hacienda la preocupación por “el costo político de la nueva etapa” que se iniciaba.

¿Nueva etapa? En realidad, era un capítulo más de un régimen que había nacido el 24 de marzo de 1976 y que todavía no había logrado el despegue económico que había prometido. La gestión anterior había terminado semanas antes en medio de un desorden financiero mayúsculo, con un golpe de palacio que obligó al teniente general Roberto Eduardo Viola a abandonar la residencia presidencial de Olivos y enclaustrarse en su departamento de la calle Juncal. Como queriendo dar un mensaje diferente, el nuevo presidente Leopoldo Fortunato Galtieri se hizo fotografiar cuando firmó su declaración de bienes en la Casa Rosada ante el escribano de gobierno José María Allende y el auditor general de las Fuerzas Armadas, general de justicia Carlos H. Cerdá. Al mismo tiempo se informaba que tanto los militares en actividad como aquellos en situación de retiro deberían renunciar a sus cargos en empresas del Estado para ser reemplazados por civiles.

La economía estaba en emergencia, la gente lo sabía. Una comisión debía dictaminar en diez días la reducción de los salarios del personal de los canales de televisión y las radios en manos del Estado. Y el subsecretario de Seguridad Social, Santiago de Estrada, tuvo que anunciar que el reclamado aumento a los jubilados y pensionados había quedado postergado.

Las secciones internacionales de los matutinos focalizaban su atención en el mensaje que había dado Juan Pablo II en la Plaza San Pedro el día anterior, a favor del movimiento sindical independiente polaco, e informaban la llegada a Nueva York del peruano Javier Pérez de Cuéllar, el nuevo secretario general de las Naciones Unidas.

Oscar Camilión (NA)
Oscar Camilión (NA)

El 1º de enero los diarios no habían trabajado, pero la embajada británica en Buenos Aires no dejó de enviar a lord Carrington, Ministro de Asuntos Exteriores del Reino Unido, un largo y benévolo informe del año con un balance del gobierno de Roberto Viola. El embajador Anthony Williams, entre los conceptos más destacados, señalaba: “1981 fue, para la Argentina, el año del presidente Viola. La Junta Militar confirmó su designación como presidente justo antes de que comenzara el año; Viola asumió su cargo a fines de marzo y fue apartado ‘por razones de Estado’ a mediados de diciembre. Aunque ni el año ni el presidente fueron tan desastrosos como alegó, con poca empatía, la prensa europea, ambos fueron bastante decepcionantes y se caracterizaron por la incapacidad para lidiar con los problemas de base de este país tan innecesariamente insatisfactorio”.

“En 1981 la Argentina no fue una dictadura militar en sentido estricto ni estuvo en un estado de colapso económico. Pasó todo el año en una efervescencia positiva de debate político, en la que las críticas honestas se hicieron oír fácilmente con más fuerza que las ideas constructivas. Mientras tanto, retuvo su posición como uno de los cuatro o cinco principales exportadores de alimentos, logró ser prácticamente autosuficiente en cuanto a los requerimientos energéticos, y se mantuvo como uno de los países con mayor ingreso per cápita de América Latina. Pero la calificación final sigue siendo, sin lugar a dudas, ‘No se esfuerza lo suficiente’”.

“Un grado considerable de responsabilidad por este mal desempeño recae, con razón, sobre el general Viola. Preparado y presentado como el político más sagaz que los militares fueron capaces de producir para acercar la transición a un gobierno civil, demostró ser poco elocuente, indeciso e incapaz de lograr algún tipo de coherencia en la conducción de gobierno del surtido desparejo de ministros que reunió con una lentitud paralizante durante la primera parte de este año.”

“En la conducción de las relaciones exteriores, el doctor Oscar Camilión —el civil un tanto pretencioso, aunque no incompetente, a quien Viola designó ministro de Relaciones Exteriores— fue particular víctima de esas sospechas frustrantes. Sus esfuerzos (bastante exitosos) para que las relaciones entre la Argentina y los Estados Unidos regresen, bajo la presidencia de Reagan, a un nivel más alto de respeto y cooperación mutuos; su intento de compensar cualquier incomodidad que pueda surgir de esto o de los vínculos comerciales vergonzosamente exclusivos con la Unión Soviética, enfatizando la posición de la Argentina entre los No Alineados; sus maniobras de dilación para debilitar la disputa con Chile, en la que la mediación papal sobre el canal de Beagle había generado propuestas muy difíciles de aceptar para la Argentina; en estas y muchas otras cuestiones, Camilión se vio desautorizado o eclipsado una y otra vez por miembros de la Junta que procedían sin consulta o advertencia”.

“En ese punto, el peor de todos fue, sin lugar a dudas, el teniente general Galtieri, comandante del Ejército, que ahora asumirá como presidente, al tiempo que conservará su comando durante 1982. Es evidente que 1982 será su año, al igual que 1981 fue el de Viola. Eligió un buen gabinete de ministros civilizados, de pensamiento liberal, pero decididos y respetados. En lo que hace a todos estos adjetivos, muestran una gran mejoría respecto de sus predecesores. Sin dudas, harán un mejor trabajo, siempre y cuando el contexto se los permita.”

Encabezado de la nota de
Encabezado de la nota de Williams a Lord Carrington

“Al mismo tiempo, no fue un año fácil para el Reino Unido en cuanto a sus relaciones con la República Argentina, tanto en lo político como en la promoción de exportaciones. En el primer punto, con respecto a las Malvinas, tuvimos que caminar como Agag (personaje bíblico que termino descuartizado) todo el año para evitar herir la sensibilidad tanto de los argentinos como de los malvinenses y del lobby Falklands […] Logramos superar este periodo sin llegar a un enfrentamiento, pero con los argentinos y los malvinenses definitivamente más irritados que el año pasado. Mientras tanto, el giro de Reagan hacia una promoción efusiva del régimen argentino actual hace que nuestra comparativa frialdad (a pesar de ser menos asertiva que la de algunos colegas de Europa Occidental) llame más la atención. Nos gustaría incrementar el comercio con la Argentina y (pese a la nube de ignorancia en la que trabajamos como consecuencia de la huelga del Servicio Civil del Reino Unido) esperamos al menos haber retenido nuestra cuota de un mercado que este año fue muy difícil. Pero la publicidad que la prensa británica no tarda en ofrecerle a cualquier historia sobre la ineptitud, el colapso inminente o la estupidez arrogante de la Argentina fue fomentada, lamentablemente, por el gobierno del presidente Viola en repetidas ocasiones este año. Solo aquellos que saben que la mayoría de las historias acerca del fin de la Argentina tienden a ser exageradas tienen el coraje de sembrar ahora para cosechar después”.

Aprovechando el período de duro invierno y el receso parlamentario en Washington, entre el martes 5 y el viernes 8 de enero, cuatro legisladores de los Estados Unidos visitaron Buenos Aires. Los que más se destacaban eran el ex gobernador y senador por Tennessee Howard Baker y Paul Laxalt del estado de Nevada. En conversaciones con Roberto Alemann y Costa Méndez, los influyentes parlamentarios pudieron conocer en detalle los planes que tenía el equipo económico en el corto plazo.

En el Palacio San Martín, el canciller le habló del Beagle y las Malvinas. También Baker pudo escuchar el pensamiento político del gobierno: “Según la versión, los legisladores habrían oído que entre 1983 y 1984, los principales partidos políticos argentinos deberán convenir con el gobierno, una negociación abierta y pública, un candidato de compromiso para la presidencia del período que se iniciará en 1984. Todo parecía una expresión de deseos, la Multipartidaria ya había proclamado que el gobierno militar estaba extenuado y hasta el ex presidente de facto, teniente general Juan Carlos Onganía (1966-1970) había declarado que ‘el Proceso está agotado’ y que la Junta Militar está tratando de eludir toda responsabilidad de los desastres del país”.

Los diarios del martes 5 de enero de 1982 informaron que los tres comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas se reunirían para analizar distintas cuestiones. Entre otras, “la recomposición del cuadro de gobernadores” que secundarían la gestión de Galtieri, los nombramientos de algunos embajadores políticos, la situación de algunos oficiales de las Fuerzas Armadas que ejercían la presidencia en empresas estatales y a los que se les había solicitado la renuncia y algunas líneas generales del plan de austeridad, en particular los gastos de publicidad del Estado.

Informe de la Junta Militar
Informe de la Junta Militar no considerado por la Comisión Rattenbach

La reunión se llevó a cabo en el edificio Libertador, sede del Ejército, a partir de las 9 de la mañana. En esa reunión, en el mayor secreto, se analizó la cuestión Malvinas en el contexto de la política exterior y se concluyó que debía adoptarse una política “agresiva”.

Entonces, como surge de la documentación expuesta, la fecha determinante fue el 5 de enero de 1982. Ese día se consideró dar un paso militar en el caso de no progresar la vía diplomática. La decisión fue tomada con la participaron formal de los tres comandantes en jefe. Sin embargo, la cuestión había sido analizada y planificada por la Armada, primero, y tratada entre Anaya y Galtieri después. Luego el jefe del Ejército se la dijo a Lami Dozo, como al pasar, en un pasillo del tercer piso del edificio Libertador, antes del inicio formal de la reunión: “‘Negro’ (así lo llamaba Galtieri a veces al jefe aeronáutico) quiero hablar con vos sobre Malvinas. La cosa no anda bien” (confesión del jefe aeronáutico al autor). Y ya se observaban las próximas reuniones de fines de febrero en Nueva York. Tras numerosos y largos argumentos que acentuaban la importancia de las islas y el desasosiego argentino por los años de negociaciones, se decidió encargar un estudio de Estado Mayor “abreviado” con la participación de un representante por cada fuerza armada (que fueron designados en la siguiente reunión de la Junta, en el Edificio Libertador, el 12 de enero de 1982).

La Junta Militar lo recordó así: “Se conversó además, en dicha ocasión, que no solamente había que obtener una reestructuración de las negociaciones con GRAN BRETAÑA con miras a la nueva ronda de negociaciones, sino que se deberían comenzar los estudios para analizar la factibilidad y conveniencia de una ocupación de las islas. Esta decisión se tomó considerando la rigidez y emotividad que había evidenciado el tema en GRAN BRETAÑA durante el año 1981. Tras otros considerandos, los detalles para analizar tanto la reactivación máxima de las negociaciones por la soberanía de las islas MALVINAS, GEORGIAS DEL SUR Y SANDWICH DEL SUR, como la previsión del empleo del poder militar en caso de fracasar la primera alternativa, se concretarían en la reunión más próxima de la JUNTA MILITAR.

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“Sentimos la presencia de los