El sábado 1° de diciembre de 1973 en la tapa de La Opinión el matutino se preguntaba: “En las elecciones del 23 de septiembre último, el 90 por ciento del país se inclinó por los dos candidatos más votados, ¿eligió un programa de asesinato y expulsión de ejecutivos de compañías multinacionales, o un programa que determinara que esas compañías estuvieran al servicio de la Argentina?”.
“Otra pregunta: Al pueblo argentino, ¿le interesa o conviene que los ejecutivos de Ford abandonen el país, o que la Ford esté obligada a acatar planes argentinos de expansión de la industria automotriz y exporte automotores a Cuba sobre la base de una política de comercio exterior progresista y democrática?”.
Luego, la nota de tapa hacía hincapié que una semana antes “al salir de su casa en la Alta Córdoba, sucumbió John Albert Swint, gerente general de Transax, subsidiaria de la Ford: un comando de las FAP, emboscado en la vecindad, salió al cruce de su automóvil y lo ametralló. Swint, su chofer y uno de sus guardaespaldas murieron en el acto. Otro de los custodios quedó malherido.”
La larga nota a tres columnas finalizaba así: “Los balazos, la extorsión, las amenazas, violan la voluntad de la mayoría; es más, la agreden, porque el pueblo optó en marzo y en septiembre por el fin de todo desorden y por la realización de un programa progresista, un programa económico-social que se está implementando desde el 25 de mayo y que ayer recibió los elogios del Presidente Perón.”
Los interrogantes del diario de Jacobo Timerman no fueron lanzados al azar. El día anterior el Presidente había pronunciado un discurso que, además de anunciar un aumento a los jubilados del 30 por ciento, intentaba llevar calma a la sociedad luego de una importante reunión de empresarios extranjeros con el Ministro del Interior, Benito Llambí, tras la ola de violencia terrorista en la Argentina.
Horas más tarde, Perón se reuniría con jefes militares en la residencia de Olivos. En esa cumbre, Perón tras una mirada general, pidió que se le sirviera otro café y prendió el segundo Kent, y observándolo al general Carlos Dalla Tea, jefe de la Jefatura II Inteligencia del Estado Mayor General del Ejército, a quien conocía muy bien porque había sido Agregado Militar en Madrid durante su última etapa del exilio, le dijo: “Dalla Tea, a veces veo en los diarios que hay una organización que se autodenomina Fuerzas Armadas Peronistas. En concreto ¿me puede decir qué es eso y cómo siguen funcionando?”
Perón tenía esta cuestión en su mente porque las FAP habían asesinado al Secretario General de la CGT de la Regional Mar del Plata, y habían matado al empresario de la empresa Transak, John Swint y sus dos custodias en Córdoba.
Rápido de reflejos, Dalla Tea respondió: “Señor Presidente aquí le presento un trabajo que contiene la información que me pide”. “No, general, háganos una resumen de ese grupo… esa secta”, se corrigió.
Entonces el militar abrió una carpeta, tomó algunos datos que leyó y luego con una precisa improvisación expuso: “Su origen se produce como consecuencia de la infiltración de cuadros políticos militares marxistas, instruidos en Cuba entre 1966 y 1967. No existe legislación legal que la reprima como organización ilegal”.
Tratando de medir la atención que reflejaban sus palabras, lo miró a Perón y dijo: “La organización FAP profesa una ideología seudoperonista y marxista”.
”Nadie es seudoperonista, se es o no se es peronista, y he dicho muchas veces que el peronismo no es marxista”, comentó Perón.
”Mi Teniente General, es lo que ellos declaman”, respondió un tanto incómodo Dalla Tea y Perón, entonces, aprovechó para contar una anécdota: “Esto me hace acordar a cuando John William Cooke decía que en el peronismo ‘hay un poco de derecha y otro poco de izquierda y en el medio hay aire’. Es cierto, hay un poco de las dos cosas pero contenido en una doctrina… y el aire ¿qué es el aire? ¿El pueblo? Eso no es aire, es el pueblo, es la masa peronista”.
La respuesta a los interrogantes y prevenciones de los empresarios nacionales y extranjeros, a la búsqueda de la paz que intentaba dar el Presidente en sus encuentros con la dirigencia política, oficial y opositora, llegó en menos de una semana. El 6 de diciembre de 1973, un comando del Ejército Revolucionario del Pueblo secuestró al ejecutivo de la empresa norteamericana ESSO Víctor Samuelson en la ciudad de Campana.
El diario El Mundo, controlado por el ERP, publico la foto del secuestrado Samuelson, destacando que el rescate solicitado para la liberación del ejecutivo norteamericano trepaba a los diez mil millones de pesos viejos.
El mismo día, la esposa del secuestrado coronel Florencio Crespo, con más de un mes de cautiverio en manos del ERP, se ofrecía a interceder ante las autoridades militares para el canje que proponían los terroristas: dejar en libertad al militar por los detenidos en ocasión del ataque del mismo grupo al Comando de Sanidad en la ciudad de Buenos Aires.
En una carta que se dio a publicidad, el militar afirmaba que se encontraba dispuesto a aceptar el juicio revolucionario de la organización terrorista que lo mantenía secuestrado aceptando la legislación y usos de la guerra establecidas en la Convención de Ginebra del 12 de agosto de 1949. Se entendía que como contrapartida el PRT-ERP liberaría al militar después de la “condena” que recibiría, especulaba la prensa, pero no hubo ninguna reacción oficial al respecto. El reclamo del PRT-ERP, acogerse a la Convención de Guerra, fue una maniobra que no prosperó en ningún momento y quedó descartada de plano, aunque la organización guerrillera continuaría insistiendo en ese camino.
Según el relató que hizo el PRT-ERP, en su medio Estrella Roja, la brigada “Raúl” Oscar Tettamanti y Ricardo Silva de la organización había tomado prisionero a Samuelson para “someterlo a un juicio revolucionario”.
La inteligencia terrorista sabía que el empresario estadounidense almorzaba en el comedor de la empresa en Campana. Entonces, un grupo fue, copó el lugar, y lo secuestró. Todo el operativo fue dirigido por “El Tordo” Osvaldo Sigfrido De Benedetti y “El Cuervo” Carlos All, uno de los fundadores del ERP, fue el negociador.
Para ese entonces, la Inteligencia Militar le había redactado al presidente Perón un documento de “análisis” sobre el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP)”, en el que se destacaban los siguientes párrafos:
- “(…) Para la dirección del ERP la situación económica no tiene soluciones a corto ni mediano plazo, siendo del caso destacar los fundamentos aducidos para negar cualquier posibilidad de radicación de capitales extranjeros a largo plazo se centran en la inestabilidad político-social del país y en la perspectiva de que los ejecutivos de las empresas ‘vayan a parar a una cárcel del pueblo’”.
- “El PRT-ERP considera al gobierno constitucional un adversario potencial aunque espera valerse de las eventuales concesiones que el mismo haga para incrementar sus tareas de propaganda y captación”.
- “Se ha concretado un primer paso hacia la continentalización de la lucha armada mediante el apoyo mutuo, el intercambio y la creación de un comité conjunto permanente entre el MIR de Chile, el MLN-T (Tupamaros) de Uruguay, el PRTB-ELN de Bolivia y el PRT-ERP de Argentina”.
-“El accionar armado del ERP no sufrirá variantes sustanciales, siendo del caso esperar acciones en colaboración con agrupamientos subversivos extranjeros”.
- “La calificación de débil que otorga el ERP al gobierno constitucional alentará el accionar de la organización y sus simpatizantes”.
El trabajo del Ejército era claro, aunque Perón no quisiera abiertamente reconocerlo: la Argentina se había convertido en un “aguantadero”, al decir de Horacio Bustos, un cultor del lunfardo, un “lugar transitorio para ocultar delincuentes u objetos afanados”.
En 1972 la guerrilla uruguaya estaba casi derrotada. Su dirigencia principal, gran parte de los fundadores del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros (MLN-T), es detenida y encarcelada en penales donde se los rotaba.
Como declaró el terrorista Efraín Martínez Platero al periodista Alfonso Lessa, en La revolución imposible, para 1972 “había caído Raúl (Sendic), había caído el ‘Alemán’ Engler, había caído el ‘Pepe’ Mujica. Quedaba yo solo”. Fue en ese momento en que varios cientos de sus cuadros con experiencia militar y política abandonaron clandestinamente el Uruguay para quedarse en la Argentina o pasar a Chile, donde aún gobernaba Salvador Allende. Otros siguieron rumbo a Cuba para recibir instrucción militar.
“Domingo”, un integrante de la vieja guardia del MLN que se salvó milagrosamente en 1972, se refugió en la Argentina y fue el “responsable” del comité militar. Salió de Montevideo por el aeropuerto de Carrasco el 27 de septiembre de 1972, el mismo día que Efraín Martínez Platero. “Creo que con un vuelo de diferencia. Me acompañó una compañera ‘legal’ hasta Buenos Aires: la mujer de Luis Alemañy (a) ‘Luis Bolívar’. Yo venía de “El Abuso”, la fuga de Punta Carretas y estaba clandestino.”
“Domingo” cuenta cómo tras su paso por Buenos Aires en octubre de ese año sigue a Chile y luego viajó a una reunión con la dirección de la “orga” a Cuba. Luego vuelve a Chile para participar del simposio de Viña del Mar, en febrero de 1973, en el que participaron innumerables miembros de diferentes organizaciones armadas del Cono Sur y en el que el MLN adopta la línea marxista-leninista. Luego vuelve a Cuba por no más de quince días, retorna a Santiago de Chile y pasó a la Argentina. “Estoy en Buenos Aires a mediados de 1973, después ando por Corrientes, por Entre Ríos.”
-¿Contaban con el apoyo de las organizaciones armadas argentina?
-Sí, sí. Yo iba todas las semanas al ejecutivo del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT).
-¿Qué relaciones mantenían con Montoneros y FAR?
-Con los Montos nos juntábamos en los boliches, conversábamos. Con todos los compañeros conversábamos. Porque estaban la FAL (Fuerzas Argentinas de Liberación) en esa época, las FAR, los Montos, y otras chicas que se reabsorben en Montoneros. Pero la influencia política en el MLN es del PRT. Y del Negro (Mario Roberto) Santucho, además.
-¿Dónde obtenían los recursos para financiar tan frecuentes viajes de los dirigentes?
-De los secuestros. Yo tengo el record nacional. No tengo el sudamericano porque los Montoneros me hicieron el de 60 millones de dólares (secuestro de los hermanos Juan y Jorge Born, septiembre de 1974).
-¿Qué secuestros?
-En 1973, en la Argentina. Tres secuestros, 22 millones de dólares. Tengo uno de catorce millones, el de (Víctor) Samuelson.
-¿Fueron realizados con el ERP o con la Junta Coordinadora Revolucionaria?
-No, los hacíamos todos los de la Junta Coordinadora Revolucionaria: el ELN (Ejército de Liberación Nacional, de Bolivia), que no ponía gente, pero le dábamos guita; el MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria, de Chile), que no operaba en Argentina, pero le dábamos guita también, el PRT y el MLN. Con Samuelson sacamos 14.000.000 dólares. Cinco millones con el (secuestro) de Swissair. Firmaba la Junta. Se mando plata a Chile para el MIR, se mandó al ELN, nos quedamos nosotros, y el toco grande se lo quedó el PRT-ERP.
-En 1973 y 1974 ¿cuántas personas integraban el MLN de Argentina? ¿Mantenían su verdadera identidad o se hallaban clandestinos?
-Podrían ser entre 30 y 50 personas, no más. Estaban con documento falso. Y trabajamos en la Logística.
-¿Qué significa?
-Dónde estaban haciendo la “metra” en Buenos Aires? (se refiere a la fábrica de las ametralladoras JCR-1).
El líder histórico tupamaro Efraín Martínez Agüero años más tarde relató en Memorias de la insurgencia:
-¿Cuál fue el destino de los 22 millones de dólares obtenidos? (en la Argentina por los secuestros)
-El PRT-ERP quedó con la mayor parte para montar toda su infraestructura.
-¿En qué otras operaciones participó el MLN con la JCR?
-De finanzas y estudios operacionales con respecto a Tucumán. En Catamarca, en agosto de 1974, mueren dos tupamaros integrados al ERP, Hugo Cacciavillani y Rutilio Bentancour. En los años siguientes murieron en enfrentamientos o desaparecieron otros tupamaros integrados a organizaciones argentinas, en Buenos Aires, Monte Chingolo, Caseros, Tucumán. El 27 de agosto de 1973 yo estaba en Tucumán, en una reunión donde se estaba preparando toda la guerrilla.
Años más tarde en sus Memorias, Enrique Haroldo Gorriarán Merlo reconoció los secuestros del gerente de la compañía Swissair “por cuya libertad obtuvimos tres millones ochocientos mil dólares” y el secuestro de Víctor Samuelson, el gerente general de la empresa ESSO.
Según Gorriaran Merlo, la operación la realizó Osvaldo Sigfrido De Benedetti, (a) el “Tordo” (a) Alejandro, liberado de la cárcel de Devoto el 25 de mayo de 1973, donde se encontraba condenado a 12 años de prisión por el secuestro y asesinato del empresario italiano de la FIAT Oberdam Sallustro, y amnistiado por ley 25.508 del Congreso de la Nación dos días más tarde.
El “Tordo” también estaba señalado como uno de los causantes de la muerte del Teniente General Juan Carlos Sánchez, comandante del Cuerpo II. Murió en 1978. Su hermano Gabriel Francisco De Benedetti (a) “Tordito”, en el momento del secuestro de Samuelson, estaba preso por participar en el asalto al Comando de Sanidad, el 6 de septiembre de 1976, junto con 40 efectivos del PRT-ERP, entre los que se encontraban otros amnistiados en mayo de 1973.
Aunque con meros detalles dispares, Gorriarán reconoció que la negociación fue conducida por un jefe tupamaro con la colaboración de Carlos Emilio All, (a) “El Cuervo”, “Capitán Alejandro”, más tarde jefe de Inteligencia de la Compañía de Monte en Tucumán. También reconoció que el dinero entregado para el MIR no llegó a destino: “¡No podía creer que (al dinero) se lo hubieran robado!”. También aceptó la activa participación en el secuestro de Samuelson del cabecilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN) boliviano Osvaldo “Chato” Peredo, quien junto con sus hermanos integró la expedición de Ernesto “Che” Guevara a Bolivia, donde murió fusilado el 9 de octubre de 1967.
El empresario Víctor Samuelson atravesó durante su cautiverio, como los coroneles Jorge Roberto Ibarzábal y Argentino del Valle Larraburu, entre otros, un desgarrador sufrimiento, que fue motivo de burla y risas en la revista Militancia N° 34 de Eduardo Luis Duhalde: “Servidor eficiente de una de las más grandes empresas multinacionales, el mentado Mr. Samuelson no pudo festejar, como acostumbran los ejecutivos extranjeros, este happy new year”. Fue liberado en abril de 1974.
Para ese entonces Perón había tomado el toro por las astas. El ERP, en enero de 1974, había atacado la Guarnición de Azul. Primero le ofreció la jefatura de la Policía Federal al general retirado Ibérico Saint Jean (luego gobernador de Buenos Aires durante el gobierno de facto de Jorge Videla) y, al no aceptar, designó al Comisario Mayor Alberto “Tubo” Villar, un especialista en guerra antisubversiva.
Perón, en esos días de enero de 1974, ya estaba al tanto de lo que tenía que enfrentar, aunque no su verdadera dimensión. Ya había sido asesinado José Ignacio Rucci por Montoneros y el PRT-ERP había intentado copar el Comando de Sanidad (6 de septiembre de 1973). Por ese entonces no dejaba de decir que a la subversión la corría con la Policía.
Cuando se asesinó a José Ignacio Rucci se llegó a la certeza de que FAR y Montoneros habían retomado la acción armada y “Perón allí decide que va a terminar con esos sectores”, observó Juan Manuel Abal Medina en la revista Siete Días (8 de marzo de 1983). Julio Santucho, hermano del líder del PRT-ERP, diría en su libro Los últimos guevaristas que durante “el último año de su vida, más que gobernar, Perón lo dedicó a combatir a la izquierda. Para ello desplegó una estrategia basada en la utilización combinada de métodos legales e ilegales”.
El jefe operativo del secuestro de Samuelson, “El Tordo” Osvaldo Sigfrido De Benedetti, detenido en Tucumán en 1974 y preso hasta el 20 de julio de 1978 (gobierno Jorge Rafael Videla), en que se le aplicó la ley de fuga, en 1998 alguien cobró por “detenido o exiliado”, como si estuviera vivo, la suma de $12.376.059 y figura en el Parque de la Memoria. Su hermano Gabriel, asaltante del Comando de Sanidad, cobraría en julio 1999 (gobierno Menem), por Ley 24.043 $ 6.519.236 y en julio de 2006 (gobierno Néstor Kirchner), en virtud de la Ley 24.411 la suma de $ 22.724.917. Ambas indemnizaciones sumaron la friolera de $ 29.244.153.
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