Los hombres llegaban en sulky, vestidos con traje y la infaltable galera. Las mujeres iban con vestidos largos y capelinas. Pero eso sí: al pisar la playa tenían que separarse. Había un reglamento de baño, firmado en 1888, que prohibía el acercamiento entre géneros.
Hoy todo es diferente en Playa Varese: las sombrillas de colores invaden la arena. Los chicos saltan las olas calmas en la orilla. Otros prefieren el peloteo en las canchas de voley y fútbol. Hay mate, pirulines, garapiñada, pochoclo y churros a toda hora. Las bikinis son cada vez más cavadas, los shorts de baño se acortaron, el panorama es diametralmente opuesto al de aquellas épocas en la mítica Playa Varese.
Esa no fue la única metamorfosis del lugar, que mucho antes de adoptar la forma de bahía curva que la caracteriza se llamó la Playa de los Ingleses. “Durante varios años, el paisaje atrajo a británicos que arriban a la Costa Atlántica para trabajar en los ferrocarriles”, le explica a Infobae Victoria Gazzaneo, guía turística.
También responde al recuerdo de un grupo de marineros ingleses parte de la expedición Speedwell que desembarcaron en el l Cabo Corrientes. Dos fueron muertos por los aborígenes, otros dos fueron tomados como cautivos y cuatro terminaron prisioneros de los españoles.
Al poco tiempo el balneario se convirtió además en un destino elegido por la alta sociedad argentina. La popularidad hizo que grandes construcciones se levantaran para alojar a sus visitantes: Old Boys, Centenario, Bella Vista y Scafidi.
El nombre Playa de los Ingleses desapareció a causa de la guerra de Malvinas, cuando fue cambiado por el actual. “Se hizo en homenaje a Luigi Varese, que en 1930, había levantado el Hotel Centenario, que sobrevivió hasta 1970″, agrega Gazzaneo.
Se supo que al llegar al país, Luis trabajó como electricista y luego pasó a ser empleado del “Confortable Hotel”, hasta que se dedicó al rubro gastronómico y hotelero. El complejo rodeado por la belleza natural llegó a tener 120 habitaciones, siendo uno de los más elegidos por la burguesía.
“En la época militar se demolieron todos los hoteles de la bahía. El único que sigue en pie es el que pertenece a la Entidad Mutual de Bien Público sin fines de lucro, A.M.E.M.O.P. Tiene una ubicación privilegiada, a una cuadra de distancia de la arena”, dice Goyo Marigal (70), propietario de Bahía Cabo, el único parador con vista al mar construido sobre la barranca.
Esas edificaciones de lujo fueron derribadas, ya no quedan de pie. Tampoco se puede ver al público inglés. “Fuera de temporada esta es la playa elegida por los locales. Ya durante el verano ponen en alquiler sus viviendas para dejar lugar a los turistas que arriban desde la provincia de Buenos Aires con sus familias”, agrega Goyo.
Vinieron más transformaciones significativas. En la década del ‘80 se comenzó la construcción de escolleras tipo T que le dieron el aspecto tan llamativo de esta playa. En uno de los extremos está el único balneario, Bahía Varese, con carpas, sombrillas y una pileta abierta. Después le sigue el acceso público que atrae a las familias.
“Varese tiene magia”, no se cansa de repetir Alberto Gonzalez (54), guardavida de Cabo Corrientes. Hace tres décadas que vigila las playas, y los últimos 12 en esta zona. “La energía de la gente que la elige es especial. Vengo a trabajar con compromiso y mucho disfrute porque como marplatense este es sitio más lindo de la ciudad”, le cuenta a Infobae.
En la Bahía hay para divertirse en el agua. Hay distintas escuelas de SUP (sus siglas en inglés stand up paddle) para los que quieren aprender esta disciplina. Los que buscan otro tipo de adrenalina están los paseo náuticos en la tradicional Banana, el gomón Kamikaze y los Jumpers. También salen recorridos diarios en embarcaciones como Anamora para descubrir los secretos que no se llegan a contemplar desde el mar.
El kiosko de pesca, Todo Pesca, es la cita obligada para los fanáticos de la caña, otra opción convocante en la escollera de Varese. El atardecer es el horario ideal para esta práctica.
No todo ocurre en la arena. Fuera del agua, en lo alto de la barranca, hay corredores para realizar actividades físicas, al igual que gimnasio con vista a uno de los sitios más reconocibles de La Feliz: Varese.
Fotos: Mey Romero
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