Fue en diciembre de 2016, Paula Martínez tenía 18 años y trabajaba en una concesionaria de autos. Sus dos hijos eran chiquitos y al día siguiente tenía que madrugar, por eso cuando la invitaron a la fiesta dijo que no. Pero desde la casa de enfrente insistieron, no una sino varias veces.
“Esa chica que insistió tanto, a la que ella conocía bien, fue claramente la entregadora”. Quien habla con Infobae, rota y a pocas horas de haberse enterado de la muerte de Paula, es Noelia Quiroga, la amiga que estuvo pegada a ella durante los últimos cinco años: los años en los que Paula pidió justicia y protección hasta que se hartó.
“Paula fue confiada a la fiesta porque los conocía a todos. De hecho, la que la invitó fue la sobrina de la que había sido su niñera”, sigue. “La chica insistió muchísimo, incluso el mismo día de la fiesta fue a buscarla tres veces”.
Según lo que Paula le contó y repitió varias veces ante la justicia, un joven le convidó un Dr. Lemon “y ella enseguida empezó a sentirse mal, muy mareada. Cuando lo dijo, otro de ellos, que también estuvo prófugo, le dijo ‘tranquila que yo te llevo a tu casa’. Ella les creyó pero la subieron a una Traffic, la llevaron a dos cuadras y ahí pasó todo”.
Ya arriba de la camioneta, “Paula se agarró del brazo del tipo que le había dicho ‘yo te llevo a tu casa’ y le dijo ‘yo estoy con vos’ pero el tipo le contestó: ‘No, vos ya estás acá’. Pararon en la casa de un guardia comunal, la llevaron a la habitación y empezaron a pasar de a uno”, relata su amiga.
“Dijo que en un momento empezaron a pasar de a dos para hacer más rápido, que algunos repetían, y que ella no podía sostener su cabeza de lo mal que se sentía. Paula siempre contaba que en ese momento ella no entendía por qué estaba así si ni siquiera había terminado el Dr. Lemon”. Nunca supo durante cuánto tiempo la habían abusado, sólo que cuando la dejaron en la calle ya había amanecido.
“Pasaron un buen rato con ella, de hecho la filmaron pero nunca se secuestraron los celulares”, cuenta. Confundida y todavía drogada, a Paula “la tiraron en la esquina de su casa”. Después se cambió y se fue a la parada del colectivo porque a las 8 de la mañana entraba a “Autos del Sur”, la concesionaria en la que trabajaba. Pero el encargado le dijo que no la veía bien, que mejor se volviera a su casa.
“Recién ahí ella empieza a caer, cuando vio que tenía fluidos en el pelo y estaba toda sucia”. No huyó sino que se paró en la casa a la que había sido invitada y empezó a gritar: “¡Acá me violaron!, ¡acá me violaron!”, eso le repetía a su tío, el hombre que aquel día pasó vendiendo pan casero y ayer la encontró muerta. “De adentro le respondían ‘dale, si te re cabió’. A partir de ese día su vida fue un infierno”.
Antes de que pudiera ponerlo en palabras, Sandra Zapata, su mamá, “la había visto rara, por eso había guardado la ropa en una bolsa. La madre entregó esa ropa a la justicia pero la bolsa estuvo mucho tiempo desaparecida, ahí estaba el ADN de todos”. En su denuncia Paula declaró que conocía a 5 de los violadores pero que “había por lo menos 20 personas”.
El impacto había sido bestial, por eso Paula fue reaccionando con el correr de las horas y fue al Cuerpo Médico recién al día siguiente. “Pero no la hisoparon para tomar las muestras de semen, tampoco le tomaron muestras de sangre para ver con qué la habían drogado. Sólo le dieron la pastilla del día después. Había sido violada, no podía ni abrir las piernas para que la revisaran y se las abrieron con fuerza y le dijeron ‘dale, abrí, es para ver si sos virgen”. Esto lo relató ella misma hace poco, cuando empezó a contar su historia en los medios.
Como los conocía -“algunos habían sido compañeros de colegio”- los denunció con nombres y apellidos. “Pero nadie allanó la casa que ella señaló, no les secuestraron los celulares, nada. A ella la hicieron declarar como 50 veces a ver si se equivocaba en algo o cambiaba su versión, pero cuando fue a hacer la denuncia se encontró con que los violadores estaban tomando mate con la policía. Desde ahí violaron la perimetral mil veces, le tirotearon la casa, la golpearon las mujeres de la familia. Nunca más tuvo vida, a Paula la mataron ese día”.
Aunque la justicia está investigando las causas de muerte, lo más probable es que haya sido un suicidio. “Ella no se mató sola, la llevaron a matarse”. Dice Noelia que hay un video “que la justicia hizo perder” y señala que el nivel de revictimización fue descomunal: “Hubo tres fiscales: el primero le preguntó si alguna vez había participado en tríos o en orgías para ver si el sexo grupal era habitual en ella. Por eso fue removido”.
Muerta en vida
Paula se quedó sin trabajo. “También su mamá, que era gestora, ahora está en la ruina total. Tenían tanto miedo de salir que quedaron en la calle, no tenían ni para comer”. La propia Paula había contado que su papá, que trabajaba en la UOCRA (Unión Obrera de la Construcción de la República Argentina) había perdido su trabajo porque no se animaba a irse de la casa y dejar a las mujeres y a los chicos solos.
Habían quedado acorralados: “Ella se despertaba de noche y uno de los violadores se estaba masturbando mientras la miraba desde el balcón de la casa lindera. Le tiroteaban la casa, no podía llevar a los chicos al colegio porque la veían y la cagaban a trompadas”.
Había tenido, en el último tiempo, otra hija con el mismo hombre que había tenido a los otros dos. “Cuando nació la nena la llamaron para decirle que era muy linda y que si no se dejaba de joder se la iban a coger también”.
Dice Noelia que ya no sabían qué hacer. “Fuimos a la Procuración General y no nos dieron bola, fuimos al ministerio de Desarrollo Social y lo único que le dieron fue un plan ‘Ellas hacen’, algo de plata para que comieran los chicos, pero con este nuevo gobierno se lo sacaron”.
Nadie la protegió porque siguió viviendo siempre en el mismo lugar. “Necesitaba que le cambiaran el nombre, que la llevaran a otra provincia, nunca tuvo contención”, se indigna Noelia. “Vivía con terror, incluso cuando le tirotearon la casa le pusieron un patrullero en la puerta y ella veía cómo el policía charlaba con el hermano de uno de los violadores”.
Paula había hecho más de 30 denuncias por hostigamiento y amenazas de muerte. El estrés postraumático, mientras, seguía acumulando barro para formar un alud:
“Empezó a tener brotes psicóticos, soñaba que los hijos eran los violadores y empezó a pegarles, y tuvieron que llevárselos. Era un estrés postraumático gravísimo, con ataques de pánico y delirios de persecución. Fue un abandono total, sino explicame cómo vive alguien viendo a su violador hacerse una paja en el balcón de al lado. Decime cómo llevás a tus hijos al colegio cuando te están diciendo que te los van a violar”.
Su hijo también empezó a tener ataques de pánico, por eso lo llevaron a vivir con el abuelo de Paula. Los dos menores fueron a vivir con su papá. “La última vez que hablé con ella, que fue el otro día, me dijo ‘dejame morir, Noe. Llevate a mi mamá y dejame que me mate, no puedo vivir más así, ya ni siquiera les sirvo a mis hijos’”, se quiebra su amiga.
Como había tenido varios intentos de suicidio, “lo único que hicieron fue encerrarla en el psiquiátrico de Melchor Romero, lleno de personas que la querían agredir o abusar. Ella necesitaba un refugio, contención, no un psiquiátrico. Todavía no entienden lo que significa una violación para una persona”.
En febrero de 2019, la madre de Paula publicó un video en el que se la ve desesperada: “La quiero viva”, dice ahí. “No voy a esperar a que ella muera. Hoy lo quiero todo. Todos los que tendrían que haber estado que estén. Si Paula se muere, no hay trato con nadie. La van a pagar todos. Que caigan todos. Quiero que este video recorra el mundo. Nos abandonaron completamente”.
De acuerdo con los medios locales, tres hombres, de 29, 30 y 40 fueron detenidos poco después mientras que otros dos fueron capturados por la Policía recién en 2019. La novedad, ahora, es que había una nueva fiscal y se esperaba que el juicio comenzara en marzo.
“Pero a ella ya no le interesaba el juicio, si ya ni siquiera tenía plata para mantener a sus hijos. Ya era tarde”, asegura Noelia. “Le dijeron que el juicio iba a ser en partes. Primero iban a juzgar a dos hermanos, después iban a juzgar a otros dos tipos, por lo que Paula iba a tener que sentarse frente a los violadores un montón de veces”.
Fue ayer, mientras estaba en su casa de la calle Guardia Nacional al 1500, en Florencio Varela, que encontraron su cuerpo. Su tío, que estaba en el fondo, entró a decirle algo y se topó con la joven de 23 años colgada del ventilador. Abajo quedó armado el arbolito de Navidad y los regalos que Sandra, su mamá, había comprado para los chicos.
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