En el mundo del espionaje un solo individuo puede poner en alto riesgo una operación “enemiga” o hacerla fracasar rotundamente. Entre otras historias, lo enseña la vida del egipcio Ashraf Marwan, yerno del presidente Gamal Abdel Nasser, quien llevó a Israel a triunfar en la guerra del Yom Kippur, adelantándose a los egipcios y sirios en octubre de 1973. Gracias a las informaciones que proveyó “El Ángel” al Mossad, Israel ocupo el Sinaí y los Altos del Golán.
La vida de “El Oso” Jesús Ranier es similar en los resultados pero bien distinta en su origen. El tucumano Ranier no era diplomático ni contaba con el refinamiento cultural de Marwan. Era un peronista de la “resistencia” y no trabajo para ninguna fuerza extranjera. Había pertenecido a la Central de Operaciones de la Resistencia (COR), cuyo jefe era el general (RE) Miguel Iñiguez (uno de los jefes de la Policía Federal de Perón en 1973-1974), y militado en las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) contra la dictadura de la Revolución Argentina (1966-1973). Tras el regreso definitivo de Juan Domingo Perón a la Argentina entendió, como otros tantos, que no se podía continuar la lucha. Sin embargo, era de la idea de que el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y su Ejército Revolucionario de los Trabajadores (ERP), sí continuarían la guerra contra el nuevo gobierno constitucional. Como era “peronista” se comprometió a luchar contra el “marxismo-leninismo” que lideraba Mario Roberto Santucho.
Tal simple razonamiento –hoy difícil de entender—lo llevó en esos tiempos de convulsiones, por indicación de Iñiguez, a trabajar para la inteligencia militar. Como era conocido en el “ambiente” de las organizaciones armadas tuvo un ofrecimiento para incorporarse al ERP y lo aceptó. Según el historiador Daniel De Santis entró a la organización entre octubre-noviembre de 1974. Tras infiltrarse en el ERP, casi simultáneamente apareció Carlos Españadero, el “mayor Peirano”, su “responsable” del Batallón 601. El mismo De Santis sostiene que a “El Oso” “el enemigo lo había ganado con argumentos anticomunistas”. En otras palabras, “el enemigo” (es decir, las fuerzas constitucionales que comandaba Perón) lo incorporaba a la pelea con una monserga “anticomunista”. ¿Qué banderas levantaba el PRT-ERP si no eran otras que las del comunismo? Basta leer sus comunicados, sus medios de comunicación y las opiniones de sus jefes para no entender otra cosa. Y si hay alguna duda, bien lo expresó Luis Mattini el sucesor de Santucho, luego de julio de 1976: “No nos chupemos el dedo (…) ahora hay una cantidad de compañeros que se hacen los blanditos. La historia es la historia y hay que hacerla con la verdad. Pero la verdad es que nosotros nunca pensamos en la democracia. Nosotros pensábamos en la democracia en términos de Lenín, como un paso, un instrumento para el socialismo, teníamos toda la concepción leninista más dura. Para nosotros la sociedad socialista tenía una etapa previa que era la dictadura del proletariado; y en eso que no se hagan los desentendidos.” Mario Firmenich, líder de Montoneros, luego de un viaje a Moscú en agosto de 1974 realizó una conferencia de prensa para las agencias TASS, Prensa Latina, EFE y el diario “Le Monde”, en la que se proclamó “marxista-leninista”. No era el primero ni sería el último que reconocería la adscripción de la guerrilla al marxismo-leninismo y “la guerra popular prolongada”.
Jesús Ranier comenzó a operar para la organización armada en tareas relacionadas con la logística, cuando el plan de atacar en Monte Chingolo se encontraba avanzado. Como dijimos, el domingo 7 de diciembre de 1975, en un sincronizado operativo, que algún día merecería conocerse con exactitud, un comando del Servicio de Inteligencia del Ejército (SIE) capturó al “comandante Pedro” Juan Eliseo Ledesma, jefe del estado mayor del ERP y organizador del gran ataque que la organización terrorista planeaba realizar al Batallón Depósito de Arsenales 601 “Domingo Viejobueno”, ubicado en la zona Sur de la provincia de Buenos Aires. Junto con “Pedro” también cayeron los miembros más importantes del aparato logístico.
Ledesma, fue llevado a un centro de detención y ferozmente torturado pero no habló. Antes de morir, se permitió una licencia: una tarde, un alto oficial que no era operativo ni de inteligencia, quiso conversar con él. El oficial, medio “mandaparte”, todo lo que sabía de la lucha contra el PRT-ERP era de oído o por simples lecturas. Cuando lo llevan ante Ledesma, lo primero que atina a gritar fue “a ver, vos, canta, ¿adónde está el ‘gorrión’ Merlo?” (por Enrique Gorriarán Merlo). Desde su débil situación, solo atinó a decir a sus carceleros: “Miren muchachos, hagan lo que quieran, fusílenme, pero saquen a este pelotudo de aquí”. Juan Eliseo Ledesma fue remplazado por “Mariano” Benito Urteaga.
También se conoció que el lunes 8 de diciembre de 1975, cayeron detenidos los cuatro hijos de “Roby” Santucho, el jefe máximo del PRT-ERP, junto con Ofelia Ruiz, esposa de Oscar Asdrúbal “Chicho” Santucho (muerto en Tucumán el 8 de octubre de 1975), y sus cuatro hijos, más un hijo del “Turco” Elías Abdón, alias “Teniente Martín”. Abdón había caído en las mismas horas que “Pedro” Ledesma. Era el responsable de la logística del Estado Mayor del ERP para el ataque en Monte Chingolo. Junto con él fueron detenidos otros integrantes del comando (en total 19).
En esos días Antonio Cafiero realizaba un viaje al exterior. Un destino era Jamaica, donde se realizaría la reunión anual del Fondo Monetario Internacional y el otro era Caracas para firmar un convenio con el presidente Carlos Andrés Pérez. Observando el panorama nacional, Cafiero decidió no estar tanto tiempo ausente de la Argentina. El viernes 12 de diciembre, antes de partir declaró: “El libro de pases interministeriales está cerrado y ya se está jugando el campeonato.”
En la capital venezolana firmó tratados comerciales, pero no logró colocar bonos externos de la República Argentina. El lunes 15, al emprender vuelo a Buenos Aires, tomo conciencia que su pronóstico había fallado: durante el trayecto, el capitán de Aerolíneas Argentinas se acercó al ministro y le informó que Isabel Perón terminaba de solicitar la renuncia de todo el gabinete, exceptuando las de cuatro ministros. Siguieron en sus cargos: Antonio Cafiero (Economía), Carlos Ruckauf (Trabajo), Aníbal Demarco (Bienestar Social) y Pedro Arrighi (Educación).
El miércoles 17 de diciembre, un grupo de la Columna Norte de Montoneros, comandado por Rodolfo Galimberti, asesinó a Alberto Manuel Campos, Intendente de San Martín, a un funcionario municipal y a su chofer. El veterano peronista Campos y Galimberti habían polemizado ante Perón en Puerta de Hierro, en abril de 1973, y eso le costó el desplazamiento de su cargo en la conducción justicialista. Con el tiempo se tomo su venganza, así era como se resolvían las cuestiones internas en esa época.
El jueves 18 de diciembre, a las 7 y 20 de la mañana, el comandante general de la Fuerza Aérea, brigadier Héctor Luis Fautario, fue detenido en el Aeroparque Metropolitano en momentos de salir de viaje a Córdoba. Los vuelos comerciales fueron suspendidos y la zona acordonada por efectivos de la fuerza. El centro de la rebelión estaba en la base de Morón, asiento de la Séptima Brigada Aérea, donde el jefe sublevado, brigadier Jesús Orlando Capellini, había constituido el Comando Cóndor Azul en Operaciones. Con las horas, lo que parecía ser un problema interno en la aeronáutica pasó a convertirse en un movimiento contra el gobierno.
Aviones de guerra, horas más tarde, sobrevolaron la Casa Rosada arrojando volantes cuyos textos resolvían dar por “totalmente agotado el actual proceso político que ha devastado al país y desconocer a las autoridades que detentan al gobierno nacional.” La sublevación fue poco después aplacada pero Fautario fue reemplazado por el brigadier Orlando Ramón Agosti. Un comunicado aeronáutico expresó: “Requerir que el comandante general del Ejército asuma en nombre de las Fuerzas Armadas la conducción del gobierno nacional como un deber ineludible con la patria.” El general Jorge Rafael Videla, que se encontraba en esas horas en Venezuela, respondió poco antes de retornar a Buenos Aires: “la esperanza del Ejército es que el pueblo argentino, mediante consultas electorales, resuelva sus problemas.”
El 19, durante un enfrentamiento armado cayó muerto Jorge Omar Arreche, alias “Emilio”, responsable de la Compañía Juan de Olivera del ERP que se preparaba para atacar en Monte Chingolo. Su lugar fue ocupado por el “capitán Miguel” Abigail Attademo, un ex rugbier de La Plata.
Mientras la población seguía por los medios lo que ocurría en el país y se encontraba afligida por el alto nivel de violencia, “El Oso” Jesús Ranier observada y anotaba todo lo que veía adentro de la organización armada.
Algunos informes escritos que formaron parte del “Caso Jesús” (“secreto” militar nunca revelado), relatan que Ranier trabajó activamente con informes escritos y fotos para abortar el ataque en Monte Chingolo. Por ejemplos, el martes 9 de diciembre de 1975: Relató pormenores de desplazamientos de armas y el guerrillero “Gabriel” le cuenta que “son para un operativo en Buenos Aires”. Ese día, Ranier evaluó que eran “para ser empleados en una cadena de atentados simultáneos, con un ataque a un cuartel, una unidad militar o policial”.
El jueves 18 de diciembre de 1975, entregó un informe con las cantidades de fusiles FAL y FAP, con sus numeraciones, que había trasladado de una casa operativa a otra. El domingo 21 de diciembre de 1975, “El Oso” es llevado “tabicado” a una quinta donde se reúnen efectivos venidos del interior. En dicho informe, Ranier “aprecia” el ataque al Batallón Depósito de Arsenales 601 “Domingo Viejobueno”. El escrito informa sobre lugares de reunión, efectivos, cómplices (soldados del cuartel a atacar) y el papel de contención que cumpliría la organización Montoneros.
Todo el operativo respondía a un por qué: En el año 1977 (después de Monte Chingolo) fue secuestrado un documento sin fecha donde el “Departamento América” del Partido Comunista de Cuba impartía una directiva logística al ERP identificada por la sigla MDAME , que quería decir “Motorización-Dinero-Armas-Municiones-Explosivos”.
La directiva fijaba que el objetivo primario de la guerrilla era “la destrucción de las fuerzas enemigas y la obtención de armamento y equipos”… y agregaba que “el accionar ofensivo irá gestando, centralizando y creciendo la base tan deseada, la cual permitirá la instalación y desarrollo del apoyo logístico”. El ataque al Batallón de Arsenales coincidía con ese documento por cuanto se debía dar un salto estratégico para generalizar la guerra revolucionaria a fin de formar una unidad de combate regular y mayor, reforzar a la guerrilla en Tucumán y demostrar públicamente que estaba en condiciones de desafiar al Ejército y frenar un posible golpe de Estado. En este sentido el Batallón de Arsenales guardaba en sus depósitos un enorme caudal de armamento y el ERP aspiraba a “recuperar” (robar) unas 20 toneladas del mismo.
El martes 23, el PRT-ERP atacó el Batallón Depósito de Arsenales 601 “Domingo Viejobueno”, a 30 kilómetros de la Casa Rosada. Los jefes del comando táctico se instalaron lejos del campo de batalla, en Perú y Cochabamba, pleno corazón de San Telmo. Según Gustavo Plis-Sterenberg intervino el Batallón José de San Martín, integrado por efectivos de las compañías Héroes de Trelew, Juan de Olivera, José Luis Castrogiovanni, Guillermo Pérez y elementos movilizados desde Córdoba y Tucumán. Miembros de Montoneros colaboraron en tareas de distracción y contención. Intervinieron en el ataque cerca de 180 combatientes, aunque si se cuentan los efectivos que dieron apoyo se llega a más de 250. En Monte Chingolo, las fuerzas del Ejército y Seguridad tuvieron: 2 oficiales, 1 suboficial, 3 soldados y un marinero de la Armada muertos y 17 heridos (8 de la Policía Federal y 9 de la Policía de Buenos Aires). El terrorismo dejó en el campo de batalla y sus alrededores 62 muertos y 25 heridos. Se desconocen los desaparecidos.
El resultado de la acción es por todos conocidos. Un par de semanas más tarde, Estrella Roja concluía: “el ejemplo de moral que recibimos y el apoyo masivo de la población hizo que nuestra confianza en el triunfo de la revolución y la decisión de seguir adelante fueran más fuertes que nunca. Compañeros: ésta no fue una derrota, los Héroes de Monte Chingolo vencieron y vencerán porque junto a todos los caídos son el alma de la Revolución”. En delirante síntesis “un triunfo político y una derrota militar”. Sin embargo, Montoneros fue categórico en su evaluación: “Equivocarse lleva a la derrota. Fue una grave derrota para el campo popular, en el aspecto político permitió el afianzamiento del enemigo, pero fundamentalmente resintió la confianza de las masas y de los aliados de la clase trabajadora.”
Tras la catástrofe en Monte Chingolo, Santucho ordenó a “Mariano” Benito Urteaga que se investigara la posibilidad de que existieran infiltraciones en el PRT-ERP. Se comenzó la investigación aprovechando el criterio de “tabicamiento” que empleaba el terrorismo. En cada caso, permitía saber quiénes conocían una determinada actividad. Esto, aplicado a los casos en que había sido golpeado por “sus enemigos”, permitió encontrar que, coincidentemente, en casi todas ellas, una persona conocía esa actividad. Era “El Oso”.
Llegado a esa conclusión, se lo secuestró junto con otro militante. En realidad ‘Coco’ era un “falso infiltrado” que se lo empleó para incitar a “El Oso” a franquearse cuando estuvieran solos. Posteriormente lo interrogaron durante toda una noche y al otro día procedieron a asesinarlo. No lo mataron con un tiro.
El ex rugbier marplatense Eduardo Pedro Palá “capitán Manolo” o “Médico Loco”, médico de la “Compañía de Monte Ramón Rosa Jiménez”, le aplicó dos inyecciones de veneno y dejaron abandonado su cadáver en un terreno del Gran Buenos Aires. Fue el martes 13 de enero de 1976. Tenía 30 años.
Los diarios de las horas siguientes trataron extensamente los detalles del enfrentamiento en Monte Chingolo y sus aledaños. El ex vicepresidente de la Nación y senador nacional radical Carlos Perette dijo: “Los hechos producidos en Monte Chingolo demuestran hasta qué grado la guerrilla pretende atacar las bases esenciales de la paz interna de la República.”
La ayuda prestada al Ejército por todos los organismos del gobierno de la provincia de Buenos Aires, mereció del teniente general Jorge Videla el envío de una carta de agradecimiento a Victorio Calabró por su colaboración. El gesto desbarató las presiones de Lorenzo Miguel y los sectores ultraverticalistas en pro de la intervención a la provincia: A las 13.45 del miércoles 24 de diciembre de 1975, envió el siguiente radiograma al gobernador bonaerense: “Sean mis primeras palabras... para manifestarle la profunda satisfacción del Ejército argentino por la valerosa y eficiente acción desarrollada por la Policía de la Provincia y por la presteza y diligencia de todos los organismo provinciales que intervinieron en el hecho.” Para el radical Antonio Tróccoli “…la República ha entrado en un plano inclinado…todo está peor que el 25 de mayo de 1973 ¡Grave emergencia nacional!”.
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