El letrero luminoso anuncia: “Papá Noel está acá”. Y es verdad, aunque para saludarlo hay que pasar por un pasillo largo decorado con luces de colores y seguir las indicaciones de los elfos. La música al estilo jingle anticipa lo que sucederá. Todo el trayecto genera expectativa, al fin y al cabo se conocerá al protagonista de la Navidad en Rovaniemi, su ciudad natal.
Los locales se enorgullecen al repetir que la capital de Laponia, a 800 kilómetros al norte de Helsinki, es la ciudad más grande de Europa. Ocupa un área de más de 8.000 kilómetros cuadrados, casi cinco veces el tamaño de Londres.
En medio de la Segunda Guerra Mundial, Rovaniemi fue completamente destruida por el ejército alemán y la reconstrucción recién comenzó a finales de los años 40. El arquitecto finlandés Alvar Aalto, hizo un plan curioso: las calles del centro de la ciudad dibujan la silueta de la cabeza de un reno, con cornamenta incluida.
A ocho kilómetros del aeropuerto se construyó la pintoresca aldea donde nació Papá Noel, que reúne casitas de estilo nórdico, juegos y tiendas temáticas. No sólo eso, está justo por donde pasa la línea del Círculo Polar Ártico. Esa es la razón por la cual en verano hay sol de medianoche, y en invierno las noches duran casi 24 horas.
Conocer a Santa Claus en su aldea es todo un acontecimiento. Miles de turistas (500.000 según el sitio oficial) viajan para vivir la experiencia. Carolina Valdez (37) es una argentina nacida en Mar del Plata, ahora residente del país ártico, y tuvo el privilegio de experimentar la Navidad allí en dos ocasiones. “En Rovaniemi la Navidad dura 365 días. Vine en septiembre y se sentía la magia, pero cuando después regresé el 22 de diciembre, el espíritu festivo era aún mayor”, le cuenta a Infobae desde Helsinki, donde vive y se desarrolla en el área de sistemas de una empresa de delivery.
En su sitio web oficial, el pueblo se vende como “un oasis urbano en medio del inhóspito Ártico, donde confluyen la cultura, las actividades en plena naturaleza y los cuentos de hadas”. Se trata de un destino que básicamente se mantiene por la actividad turística y que por los efectos de las restricción por la pandemia, cayó notablemente.
El hogar original de Santa Claus se ubica en la misteriosa localidad de Korvatunturi (“Ear Fell”). Eso sí, la dirección exacta es secreta. “Tiene sus oficinas en la aldea donde trabajan los elfos, además de la juguetería en la que se hacen los regalos que luego distribuyen alrededor del planeta”, comenta.
El 24 de diciembre es la fecha que se sale a trabajar. “Es el único día que no se lo puede ir a saludar. En Finlandia las reuniones familiares festivas transcurren horas antes de Nochebuena, los obsequios se entregan al mediodía porque Papá Noel es finlandés y llega antes”, confía.
Desde 1985, Santa Claus ha recibido 18 millones de cartas procedentes de 199 países, lo que convierte a la Oficina de Correos Central en otra parada obligada. Los “elfos carteros” están felices de atender a los visitantes durante todo el año en su oficina. Todas las cartas enviadas desde aquí llevan el sello del Círculo Polar Ártico, que no está disponible en ningún otro lugar.
Además de la visita gratuita a Santa Claus, también se puede combinar con otras actividades, como las excursiones en moto de nieve o trineos acarreados por huskies, así como visitar los iglús. “Acostumbrada a celebrar los 24, y 25 en la playa con calor, estas tres Navidades blancas lejos de casa fueron muy diferentes. Es un poco lo que uno mira en las películas de la infancia como ‘Mi Pobre Angelito’”, agrega Carolina.
Instalada en Helsinki, disfrutará de las Fiestas junto a la familia directa de su amigo finlandés, Marcus. “Ya les avisé que voy a llevar algún postre o bebida, pero me dijo que no ese acostumbra. Pero le pedí que me respete“. En cuanto al menú, se come arroz con leche, dulce o salado. También es habitual probar galletas de canela acompañadas de un vino caliente y dulzón llamado glöggi. “No se brinda, eso es raro, aunque alguna copa voy a chocar”.
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