El ventanal del departamento da hacía el pulmón de la cuadra y la luz de la mañana entra con plenitud. En esos pocos metros cuadrados, Cecilia Bona le da vida a un complejo mundo creativo: su casa es en sí una suerte de estudio de grabación multimedia y multiplataforma. Y mientras ella le da la bienvenida a Infobae y ofrece su mermelada casera para el desayuno, más de un millón de reproducciones en audiolibros de Spotify y visitas en YouTube flotan en el aire. Es el ambiente desde el cual genera los más diversos contenidos para alcanzar un único objetivo: promover la lectura.
Habla con soltura sobre las presiones y exigencias por las que pasa un creador en internet. Mantiene una buena relación con YouTube Argentina, pero eso no la limita a ser crítica cuando de salud mental se trata. Y mientras habla en la mañana, tal vez algunas de sus reseñas influyen en la compra de un libro del otro lado del mundo. Hace poco, un escritor independiente le ofreció plata desde México para hablar sobre su publicación, pero ella no aceptó: no vende su espacio. “Si lo hago, pierdo cualquier tipo de credibilidad”, dice.
Cecilia Bona es una de las principales booktubers de Argentina, pero sobre todo una mujer común: la acompañan en la aventura su familia, su novio, Troya (su gata) y el fiel compañero mate. Tiene tres tipos de yerba para ofrecer y todos los paquetes están casi vacíos. Cecilia es una vecina de a pie, periodista, productora y editora que decidió dejar todo para impulsar Por qué leer, la multiplataforma que promueve el placer por la lectura.
“El llanto está mal valorado en el mundo laboral, te vuelve débil”
En la línea de tiempo de su vida, la lectura es un hilo conductor, aunque también lo es la generación de contenidos y la radio. La experiencia en los medios la llevó a poder identificar el maltrato laboral y actualmente fomenta una red de alianzas con otras mujeres del ambiente.
—La radio siempre estuvo presente en mi casa. Cuando nos levantábamos para ir al colegio, mi mamá ponía Mitre. Y radio Panda marcó un antes y un después en mi vida, la escuchaba todas la tardes porque estaba hecha por chicos. Empecé a hacer mis propios programas, también de TV en la terraza. A los once ya me había hecho mi carpeta de producción. De esa época tengo esa carpeta, el casete de mis grabaciones y el micrófono de cartón. Son mis tres recuerdos de niña periodista.
—Ahora sos como esa pequeña pero capitalizando las herramientas de internet.
—Total. Mi práctica empezó ahí. Eso es un orgullo. Tenía un deseo, un interés. Miraba mucho cómo se hacían los programas, quería ser conductora pero no había una carrera para eso, entonces me dije “el periodismo me lleva a la comunicación”. Fui a TEA, tuve la formación del oficio y en tercer año, cuando tuvimos radio y televisión, me di cuenta de que producir era un flash, una locura, un poder. Después conseguí trabajo como productora y ahí empecé a hacer experiencia.
—¿Primero trabajaste en Mitre y después en Vorterix?
—Primero entré a una radio comunitaria y no voy a decir cuál es para no darle crédito porque me hizo mierda. Ahí tengo muy malas experiencias, me destruyeron. El conductor con el que trabajaba fue muy misógino, machista, cometió abusos laborales violentos. Pero después entré a Mitre…
—¿De qué se trató ese maltrato laboral que pudiste dejar atrás?
—El maltrato era sistemático. No lloraba dos veces por semana, lloraba cinco. A mí me gritaban y me bardeaban delante de todos mis compañeros. También al aire en los programas, delante de los oyentes o me ninguneaba.
—¿Cómo fue que dijiste basta?
—Me enfermé. Me agarraron problemas digestivos. En una reunión me puse a llorar… El llanto está mal valorado en el mundo laboral, te vuelve débil. A mi las emociones me hacen llorar, entonces siempre lloraba. Me suspendieron de la cooperativa y después renuncié.
—¿Notaste alguna cuestión de género de fondo?
—Sí, hubo una cuestión de género. Si bien el chabón maltrataba a todos, conmigo en particular fue ensañamiento. Una vez hice un comentario de fútbol al aire y él me preguntó si lo había leído en algún lado o si lo había inventado. Yo amo el fútbol y puedo decir un montón de cosas de fútbol. Te puedo decir la formación de Banfield del 2000, ¿entendés?
“Laburar en redes no es tener siempre una carita feliz”
Cecilia no se ve como un producto y a partir de Por qué leer ahora le surgen otros trabajos y propuestas. Una vez llenó un vagón del subte con lectores para leer en el trayecto hacia Plaza de Mayo y también escribió un libro: Lectura y tecnología: cómo invitar a leer a nativos digitales. Allá por 2017, estando en Malditos Nerds (Vorterix), comenzó a tener un espacio semanal para recomendar libros. Fue la génesis de su multiplataforma.
—Ahí me puse en contacto con editoriales y me empezaron a mandar un montón de libros. Agarré un ejercicio de lectura estructurada. Empecé a entender un poco sobre cómo trabajaba el mercado editorial, leía uno o dos libros por semana religiosamente y tenía mi estructura. Ahí fue cuando empecé a entender cómo era trabajar de leer.
—¿Es correcto decir que sos una de las principales booktubers del país?
—Este año YouTube hizo una lista de booktubers de Argentina y yo estaba tercera sobre diez. Una cosa es el laburo que tiene todo esto tan aspiracional de la lectura y del otro lado está la rigidez y el rigor de las redes sociales porque ¿qué te hace booktuber o qué te hace el mejor booktuber: tus buenos videos y la calidad?, ¿tus visitas o cantidad de suscriptores?, ¿tus likes? Es muy hostil el ámbito de las redes para el creador. Requiere una psiquis muy fuerte y así y todo un sostén. Para mí lo que le falta a las redes, y a quienes creamos contenido ahí, es una red de contención emocional para nosotros.
—¿De qué manera planteás lo de la contención?
—No lo tengo muy claro. De hecho YouTube tiene sus políticas y tiene algo así como una academia virtual en la que te dicen que estés atenta a diferentes cosas. Pero sigue siendo eso lo que ellos miran. En esta lista de booktubers del año, yo estaba tercera porque tenía 23 mil seguidores y el que estaba arriba, suponete, tenía 23.200. Cuando me mandan la lista, yo ya tenía 23.300 o sea que estaba segunda. Entonces, les escribí y les dije que yo tendría que estar segunda. Me sentía horrible escribiéndoles eso, ¿pero yo era mejor porque tenía 100 seguidores más? Es súper hostil. Yo hago talleres en los que cuento estas cosas a la gente que se quiere dedicar a esto para que sepa qué mirar y qué no mirar para no sufrir en lo que hace a las estadísticas.
—¿Te genera presión el tema de la productividad en la generación de contenidos?
—Hay presión, porque en algún momento se tienen que generar el ingreso. En este momento, casi exclusivamente, mis ingresos los genera Por qué leer. Y yo soy Por qué leer. No lo hace otra persona. Entonces, la presión no sólo llega por parte de la productividad sino porque también es el ingreso. El año pasado, por la pandemia, me fue muy bien porque la gente empezó a quedarse más tiempo en su casa y miraba mucho YouTube. Las estadísticas del canal empezaron a subir muchísimo y los seguidores se triplicaron. YouTube es una plataforma que me encanta pero es muy difícil de posicionarse y de sostenerse. Siento presión, pero la mayoría de los días la puedo controlar.
—¿Cuánto lees por día?
—Leo todas las horas que sean posibles. Mi trabajo siempre estuvo relacionado a cosas que yo amo, es muy difícil separarlo del tiempo libre. Estoy leyendo un libro y si hay una frase espectacular, la quiero subir a Instagram. El tema es que después quiero entrar a ver cuánta gente lo vio y ahí sí estoy trabajando.
—¿La gente lee más o menos en estos tiempos?
—Gracias a las redes sociales, lee más. Lee y se siente tentada a leer y mi objetivo también es que se pierda el respeto por el objeto libro, que la gente lo quiera agarrar.
—Comentabas que te fue bien durante la primera parte de la pandemia…
—Tuve un 2020 muy positivo en lo laboral. Fue un año muy bueno. Renuncié a mi trabajo (Malditos Nerds, en Vorterix) con el objetivo de independizarme. Me acuerdo que una amiga me había dicho que iban a pasar dos años hasta que pudiera monetizar la cuenta después de abrirla. Efectivamente a los dos años empezaron a caer laburos y formas de generar ingresos: gente que me invita a presentar libros o un taller que doy o un libro que escribí el año pasado, un club de lectura o lo que sea. Pero ni bien vos detenés una de esas piezas de la rueda, se re pica. Empezás a ver cómo la guita no aparece. Te destruye el ingreso.
—También solés romper con la idea de “felicidad en internet” y contás cuando no te sentís bien.
—Sin entrar en detalles, digo: hoy estoy mal o tengo un problema familiar. Es que soy una persona. A veces lo hago porque lo necesito y a veces lo hago adrede. Pero en general, desde que entendí que laburar en redes no es tener siempre una carita feliz, me di cuenta que era necesario hacer hincapié en lo que te está pasando a raíz de las redes justamente. No sé, si perdí 20 seguidores por ahí me bajonea.
—¿Cómo se da eso?
—Cuando vos tenes números, no podes no competir porque el sistema te obliga a hacerlo. Lo que hicieron las redes fue poner números y ahora YouTube se dio cuenta y lo está cambiando: sacaron los “no me gustan”. Te llenás de toxinas por mirar la competencia. Esto de la frase “a mi la competencia con el otro me mejor” yo no sé si es tan real. No lo sé manejar. Prefiero no mirar cómo le va a los demás en los números. Sí miro los contenidos, porque me interesa. Se lo dije a muchas de mis colegas: dejé de ver las historias de los demás porque si hacían algo que yo no, me generaban un problema. Sentía como una deuda.
—¿A vos cómo te va en lo estadístico?
—Este año estuve 300 días entre los 100 más escuchados de Argentina y de Colombia. Eso habla más de la gente que de mí, porque la gente está necesitando de alguien que le lea. Subo un cuento cada semana y estoy por llegar a las 1.700.000 de reproducciones de 280 episodios que hay. Una vez alguien desde afuera me contó que estaba aprendiendo español gracias a mis cuentos. Esas cosas uno las tendría que escribir en la pared para cuando estás mal porqué te dejaron de seguir 20 o 15. Eso no puede ser lo importante, porque vos le estás dando un servicio a una persona.
—¿En algún punto te sentís un producto?
—No me siento un producto, me siento una marca. Yo represento a esa marca todo el tiempo. Al producto siento que alguien lo está controlando, pero yo no me siento así. Yo me siento una marca y que la visión, la misión y los valores de esa marca los tengo que defender.
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