Los apuntes secretos de De la Rúa sobre su caída: “Un golpe con el apoyo del PJ y la complicidad radical”

El expresidente, fallecido en 2019, hizo una minuciosa reconstrucción de su punto de vista sobre las circunstancias que lo empujaron a renunciar el 20 de diciembre de 2001. El rol que le adjudicó a Eduardo Duhalde y Raúl Alfonsín. Y los intentos infructuosos por lograr un mayor apoyo de los Estados Unidos. Documentos exclusivos

“Ante la violencia y la falta de apoyo renuncié. Mi renunciamiento sirvió para restablecer el orden gravemente alterado en una zona del Obelisco. Me retiré en helicóptero a Olivos de donde volví al día siguiente."

A dos décadas de su renuncia, el ex presidente constitucional Fernando de la Rúa sigue mereciendo el mismo respeto personal de siempre. Su renuncia, tal como recuerda la historia, transita por el mismo camino de las aciagas horas del 20 de diciembre de 2001. El relato de ese momento es casi el mismo, solo cambia ante nuevas revelaciones y documentos de cómo la Argentina, nuevamente, transitó otro fracaso. Para unos su alejamiento del gobierno se debió a la presión de aquellos que buscaron terminar con el cinturón de acero de la convertibilidad. Para otros fue una sumatoria de malas decisiones de parte de un hombre que no se encontraba con la capacidad física que se corresponde para el cargo de Presidente de la Nación. Entre una u otra visión, como veremos, De la Rúa siempre sostuvo que lo derrumbó un “golpe de Estado”, tejido por un sector del radicalismo de Raúl Ricardo Alfonsín y el dirigente justicialista Eduardo Alberto Duhalde.

En “Un día de Domingo” el semanario “La Primera” del 9 de septiembre de 2000, daba a conocer a sus lectores que seis días antes el ex presidente Carlos Menem había visitado sigilosamente a Fernando de la Rúa en la residencia de Olivos. Ninguno de los dos reconoció públicamente el encuentro pero los muy informados aseguraban que sí se había concretado y que Menem le aseguró que lo ayudaría en su gestión y le dijo al despedirse: “Fernando, cuidate de Chacho”.

Ya sobre la hora de las definiciones categóricas, Mariano Grondona opinó que “el problema de la Alianza es que no se puede tener una fórmula presidencial con dos personas que representan a distintos partidos políticos”. Y bueno está agregar que el hombre fuerte del partido mayoritario, del primer mandatario, no estaba en la Casa Rosada sino en su departamento de la avenida Santa Fe. Estamos hablando de Raúl Ricardo Alfonsín.

De la Rúa apuntó a Raúl Alfonsín y Eduardo Duhalde como los artífices de su caída

Para muchos la crisis que lo eyectaría de la Casa de Gobierno comenzó en octubre de 2000, cuando el vicepresidente Carlos “Chacho” Álvarez renunció tras cabalgar una denuncia de corrupción en el Senado para aprobar una ley. Esperando encabezar una suerte de 17 de octubre dejó intempestivamente su cargo, se envolvió en la bandera de la honestidad, pero unos meses más tarde intentaría volver al mismo gobierno. Luego volvió a la función pública con el kirchnerismo. Tiempo después, en un clima adverso, el Tribunal nunca pudo probar nada, a pesar de que De la Rúa nunca falto a las sesiones orales y varios de los acusadores terminaron investigados por falsos testimonios, lo mismo que la oficina anticorrupción condenada a pagar costas, por abuso entre otras razones.

El 5 de marzo de 2001, José Luís Machinea abandonó el Ministerio de Economía, al no poder encontrar soluciones al desbarajuste que intentaba contener. Lo reemplazó Ricardo López Murphy que solo duró dos semanas. A diferencia de su antecesor, el nuevo ministro aseguró que su plan “es un programa que por primera vez no aumenta impuestos, no reduce salarios ni jubilaciones, ni afecta al bolsillo del ciudadano común”, mientras su principal asesor aseguraba que el no ponía su mirada en las PYMES porque no se ocupaba de “los corralones”. El 20 de marzo de 2001, tras la partida de López Murphy, llegó al Ministerio el padre de la convertibilidad, Domingo Felipe Cavallo. Algunos dirán que estaba pensado como jefe de gabinete, sin embargo otros observarán que la idea del futuro Ministro era asumir su viejo cargo con la presencia de Carlos “Chacho” Álvarez en la jefatura de Gabinete, con el fin de sumar masa crítica de apoyo a su gestión. Como bien observa Darío Lopérfido, en ese momento secretario de Cultura, en medio de un encuentro entre el Presidente y Cavallo, en Olivos, se presentó Álvarez acompañado por Darío Dalessandro y Aníbal Ibarra. El postulante no llegó a entrar en la oficina donde se desarrollaba la cumbre y el presidente, ante la propuesta que le transmitían solo llegó a responder: “La propuesta es un mamarracho. ¿Me provocó la crisis y ahora quiere volver?”. Como jefe de gabinete continuó Chrystian Colombo, un funcionario cercano a Enrique “Coti” Nosiglia, a quien se lo pensaba como Ministro del Interior. En esos momentos, en Olivos, antes de asumir, Cavallo explica su plan ante algunos dirigentes radicales con los que mantiene una agria discusión. Como resultado de ese examen, en especial por un cruce de palabras con Raúl Alconada Sempé, el candidato estuvo a punto de no asumir y se sinceró: “En estas condiciones no asumo”.

Domingo F. Cavallo y el presidente Fernando de la Rúa

Como dice Ceferino Reato en su libro Doce noches ya en julio de 2001 “la situación financiera se agravó drásticamente” y Domingo Felipe Cavallo --que había entrado al gabinete meses antes imaginando que sería un salvador de la Patria-- no encontraba la salida del atolladero.

En el libro “El palacio y la calle” de Miguel Bonasso se cuenta que en agosto el Presidente recibió la siguiente información: durante una cena celebrada por “Inter-American Dialogue” en Washington, Duhalde había comentado que “sería presidente de la Argentina”, como consecuencia de una catástrofe institucional. El embajador argentino Guillermo González, allí presente pero en otra ubicación, negó haber escuchado tal las afirmación de Duhalde (ante el juez Oyharbide). La fuente del relato había sido una persona que vivía en Washington y estaba “subvencionado” por 25 de Mayo 11. Inexplicable.

Entre los apuntes cronológicos que guardó De la Rúa de aquellos días, se observa que el 1° de octubre de 2001, dos semanas antes de las elecciones legislativas, Federico Storani (ex Ministro del Interior hasta la caída de López Murphy y en ese momento presidente del radicalismo bonaerense) declaró: “La UCR no puede seguir dándole un cheque en blanco al Gobierno” (figura que la Junta Militar blandió en 1970 para echarlo a Juan Carlos Onganía), mientras Leopoldo Moreau clamaba: “El partido debe declarar su independencia si no hay cambios. Cavallo y su equipo tienen que irse.”

El 2 de octubre, durante una reunión en el Hotel Bauen, Eduardo Duhalde, candidato a senador, en una suerte de coordinación temática, dijo: “Ni Cavallo ni Mandrake sacarán a la Argentina de esta situación”. De persistirse en la misma dirección “el logro futuro va a ser el caos y la anarquía si no toman las riendas y se deciden a ponerse en la vereda del pueblo.” Ante este punto, De la Rúa anotó a mano: “la mayor parte de las referencias que se hacen nunca fueron desmentidas o refutadas por nadie”.

En un párrafo de su escrito, el ex Presidente señala: “reconocidos activistas reconocieron y reivindicaron, cada año, ese golpe fundado en su violencia con el apoyo del PJ y la complicidad radical. Por qué Marcelo Stubrin dijo “y no daba para más”. Son los que se erigen en jueces de la vida nacional.”

Con la meticulosidad de un especialista en Derecho Administrativo, De la Rúa tomó en cuenta que, el 3 de octubre, Duhalde afirmó en La Nación que una devaluación “sólo servirá para destrozar a la gente de trabajo” y que el Presidente y su gabinete sufren una situación de “extremo nerviosismo y stress constante”. En coincidencia con Duhalde, el titular de la Unión Industrial Argentina, José Ignacio de Mendiguren, en una breve charla con el funcionario Darío Lopérfido, tras un acto sobre la industria cinematográfica, llegó a decirle que “o devalúan o se van”. El comentario, el funcionario, lo transmitió a Colombo quien sin perder la calma respondió: “antes de devaluar dolarizo”.

El 10 de octubre, en plena campaña electoral legislativa, Duhalde le dirá a la Agencia DyN que De la Rúa “no tiene apoyo, ni lo va a tener, porque la mayoría no apoya su política”. No estuvo desacertado y primó el “voto bronca”. El Partido Justicialista, con 5.499.343 votos tomó el control de ambas cámaras de la legislatura, con una mayoría absoluta de 42 senadores y una mayoría simple en la Cámara de Diputados con 118 bancas. La “Alianza para el Trabajo, la Justicia y la Educación” obtuvo 3.244.891 votos y quedó primera sólo en 6 distritos. Hubo un alto nivel de votos en blanco o anulados (23,99%) y una alta abstención (24,53).

Cronología de su gestión que guardaba De la Rúa

En las horas siguientes, un grupo de dirigentes afines y otros que habían acompañado a “Chacho” Álvarez emitieron una declaración condicionante de apoyo al Presidente, en la que afirman “que se acompañará al gobierno en el cambio de rumbo económico y social que reclamó la sociedad en las elecciones del pasado 14 de octubre”. Entre otros, firman Alfonsín, Dario Alessandro, Ángel Rozas, Rodolfo Rodil, Solari Yrigoyen, Nosiglia, Hermes Binner, Graciela Fernández Meijide, Diana Conti y Martín Sabatella. En simultáneo, Duhalde consideró ante DyN que el Presidente “no garantiza” la gobernabilidad del país. Se ha diluido el poder y hoy ha quedado aislado. Al mismo tiempo, aconseja, “reconstruir el poder”. El mismo día, para La Nación, opina: “Seremos más responsables que la Alianza porque sabemos y podemos gobernar”. Y el PJ le advierte que escuche “antes de que sea tarde”.

Tras severas admoniciones de la dirigencia política, el 25 de octubre, el sindicalista Luis Barrionuevo, consideró que “De la Rúa tiene que renunciar…y que al país empiece a conducirlo alguien con liderazgo político. No hay ninguna posibilidad de que el gobierno reaccione así lo traigan a Bin Laden de aliado. El peronismo es el que va a sacar a la Argentina de la crisis”. Tres días más tarde, De la Rúa anotó en sus apuntes privados: “un sector del peronismo busca una salida institucional para adelantar las elecciones presidenciales sólo si la crisis político-económica no se supera antes del 10 de diciembre”.

El viernes 9 de noviembre de 2001, presidente Fernando de la Rúa llegó a Nueva York con el objetivo de tomar contacto con distintos líderes políticos y ejecutivos de empresas estadounidenses. Dejaba a sus espaldas un país que comenzaba a transitar una crisis sin límites. Se lo veía tranquilo, casi indiferente. Llevaba en su maletín diferentes cuestiones pero el tema principal era lograr “comprensión” para su programa de reestructuración de deuda pública que alivie la situación económica argentina, atenazada por “un ataque especulativo” como explicó a los embajadores del G-7 el canciller Adalberto Rodríguez Giavarini.

Fernando De la Rúa con George W. Bush en Nueva York

El domingo 11 a la mañana, después del “brunch”, se encontró con George Bush, el presidente de los EE.UU., en una suite del emblemático Hotel Waldorf Astoria, en Park Avenue. Todos los anticipos periodísticos no hablaban de otra cosa que de la situación económica y de un eventual apoyo norteamericano al gobierno argentino. El Secretario de Estado, el general Colin Powell, le mandó una carta a su colega argentino deseándole lo mejor. El embajador argentino en Washington, Guillermo González, llegó a declarar al periodismo que “aquí nadie nos bajó el dedo” y que “los norteamericanos tienen la mejor disposición para acompañar”. Tras el encuentro presidencial, De la Rúa dijo que Bush le “comentó la importancia de la vigencia de la democracia y la estabilidad institucional y me dijo que acompañaba nuestros esfuerzos y que Estados Unidos apoyará a Argentina en todas sus tareas”. También afirmó que su par estadounidense “está de acuerdo en que no debe haber ni moratoria ni devaluación, que Argentina debe evitarlos y que todos tienen que trabajar para lograr el apoyo de los organismos internacionales”.

Mientras cientos de millones de dólares se fugaban de la Argentina, el primer mandatario trataba de convencer en el “Council of Americas” de apoyar su gestión y el presidente del Banco Central, Roque Maccarone, sostenía que “el sistema financiero está fuerte y es el dique de contención para la actual crisis económica… los ahorristas tienen que estar seguros con sus depósitos porque los bancos están fuertes y firmes”. No podía ni imaginar que semanas más tarde la gente golpearía las puertas de los bancos con cacerolas y palos.

De la Rúa volvió a Buenos Aires hablando de la “buena” reunión con Bush pero su preocupación era cómo entenderse con los mandatarios provinciales justicialistas, que reclamaban un auxilio monetario del Estado Nacional. Mientras, en simultáneo, Antonio Cafiero retrató a la Agencia DyN la endeblez gubernamental: “si hubiera en el país un destacamento de bomberos con alguna fuerza se caería el gobierno constitucional, no sé si me explico”. No había ni bomberos ni FFAA dispuestas a derrumbar el gobierno, pero “un sector del peronismo, con apoyo de algunos gobernadores, insiste en presidir el Senado. El misionero Ramón Perta es el candidato y Duhalde quiere que uno de sus hombres de confianza, el diputado Eduardo Camaño, presida la Cámara de Diputados”, anotó De la Rúa en su cronología.

Con la firma de Ángel Rozas, el 29 de noviembre de 2001, la UCR

Otro sector del peronismo formula gestiones para mantener el orden institucional. Hacia fines de noviembre, el senador entrerriano Augusto “Choclo” Alasino logra entrar a la Casa de Gobierno por un lugar no habitual y entrevistarse con el Presidente y “el Vikingo” Colombo, y sugiere convocar a la Iglesia para que se evite la disgregación del oficialismo. Además, en esas horas, Carlos Menem le advirtió privadamente de una maniobra en desarrollo de Alfonsín y Duhalde. También, mientras la crisis escalaba, Alasino se va a ver con Raúl Alfonsín en la casa del dirigente César Jaroslavsky, cerca del zoológico. Tras escuchar sus razonamientos, el ex presidente constitucional le dijo: “Choclo, es imposible, De la Rúa es muy desconfiado, no se deja ayudar y, además, es muy tarde.”

El 3 de diciembre de 2001 el gobierno anunció el “corralito”, una decisión “transitoria” que limitaba la libre disposición de dinero en efectivo de cuentas corrientes, cajas de ahorros y plazos fijos. El límite eran 250 pesos semanales. Como explicación el Ministro de Economía sostuvo que era para combatir a los “fondos buitres” que buscaban la devaluación y el default. Lo real era que los bancos se habían quedado sin liquidez y los dólares huían el sistema, mientras los cuentapropistas y los trabajadores en negro no podían cobrar sus “changas” por falta de efectivo. Con el paso de las horas la situación se fue haciendo ingobernable. Primero comenzaron las manifestaciones callejeras, más tarde se iniciaron los saqueos a negocios en Mendoza, luego en el Gran Buenos Aires, como sostenían algunos radicales, apantallados por el peronismo. El gobernador bonaerense Carlos Ruckauf en la intimidad opinaba que su territorio era “un polvorín”, pero su Secretario General de la Gobernación, Esteban Caselli, apuntaba la responsabilidad de los saqueos al aparato político del peronismo. Que es lo mismo que decir Eduardo Duhalde. Casi 20 años más tarde, el propio Duhalde dirá que “puede ser cierto que tenga que ver con la caída de De la Rúa porque los políticos argentinos teníamos la costumbre de ponernos en contra del gobierno”.

En esos días un conocido columnista sentenció: “Los argentinos descubrieron que detrás del respetable tribuno se encontraba un hombre inseguro, quien, por lo tanto, desconfía de medio mundo, manejado por un curioso entorno integrado por muchachos que le reclaman dureza para ejercer su autoridad y familiares que lo impulsan a ver enemigos por todas partes.” Por su parte, con la simpleza de su estilo, el ex presidente Carlos Menem dijo: “No hay liderazgo y por más que se enoje mi amigo De la Rúa cuando no hay liderazgo no hay gobernabilidad.”

Alfonsín y De la Rúa en la Casa de Gobierno

El 13 de diciembre, el sindicalista Hugo Moyano se reúne con los senadores justicialistas y De la Rúa anotó: “Junto con la evaluación del paro, enfatizó la necesidad de una devaluación, tema que contrariamente un mes atrás nadie le rebate.” Como respondiéndole al Presidente, el 16 de diciembre, el radicalismo “debatirá cómo salir de la convertibilidad […] Los dirigentes Ángel Rozas, Alfonsín, Horacio Parnasetti, Carlos Maestro y los gobernadores de la Alianza discutirán un programa para superar la crisis económica. Algunos proponen una devaluación acotada”.

Casi en las horas finales de su gestión, Fernando de la Rúa se permitió decir y anotar que “No hubo ninguna expresión de apoyo de Alfonsín. Difícil saber qué le pasó a Alfonsín para apoyar el golpe civil, qué compromisos lo movieron, qué ideas lo cruzaron para quedar él, en nombre de la República, señalado con participación en el golpe que para peor iba contra su correligionario y amigo, presidente por la Alianza que juntos formamos; y unirse a Duhalde que motorizaba gente al centro de la ciudad con graves consecuencias”.

Está claro que el Presidente nunca leyó “Técnica de un golpe de Estado”, del italiano Curzio Malaparte. Tampoco Duhalde, aunque lo intuía. El escritor de Prato de Toscana, en su historia de la revolución bolchevique, enseñaba que “la insurrección es una máquina, dice Trotsky; se necesitan técnicos para ponerla en movimiento, y únicamente unos técnicos pueden pararla. La puesta en movimiento de esa máquina no depende de las condiciones políticas, sociales y económicas del país. La insurrección no se hace con las masas, sino con un puñado de hombres dispuestos a todo […] tengo el desorden de mi parte, es mejor que una huelga general”.

“Mientras en la provincia de Buenos Aires se multiplicaban asaltos y desmanes (como en 1989 para precipitar la salida de Alfonsín), ninguna voz se alzó para condenarlos pese a la evidencia de provenir del propio gobierno peronista.”

En un párrafo de su escrito, el ex Presidente señala: “reconocidos activistas reconocieron y reivindicaron, cada año, ese golpe fundado en su violencia con el apoyo del PJ y la complicidad radical. Por qué Marcelo Stubrin dijo “y no daba para más”. Son los que se erigen en jueces de la vida nacional.”

El martes 18 al mediodía, De la Rúa y Alfonsín conversaron durante un fugaz encuentro en la Casa de Gobierno. Además de ellos, estuvieron presentes, entre otros, Nicolás Gallo, Secretario General de la Presidencia y Raúl Alconada Sempé. En un momento, Alfonsín alcanzó a decirle: “Fernando, no nos puede volver a pasar lo mismo que en 1989″.

Fernando de la Rúa junto a Nicolás Gallo, Secretario General de la Presidencia

Mientras crecían los desmanes, la SIDE mandó a la Casa de Gobierno las directivas que se distribuían en las villas de CABA invitando a las distribuciones de bolsos de comida en los Supermercados, con fecha y hora. Ante la posibilidad de un desborde incontrolable, Carlos Ruckauf, gobernador bonaerense, el 19 de diciembre le declara a la Agencia DyN que él “va a acompañar al Gobierno en la decisión de establecer el estado de sitio”, mientras que Duhalde dice en Canal 7 (19.11 horas), el mismo día, que “sin un gobierno de orden y justicia no hay salida y creo que este Gobierno no está capacitado para lograrlo.” Al día siguiente, en vivo, diría: “El Presidente cambia o debemos cambiar al Presidente… a De la Rúa le queda muy poca cuerda en el carretel”.

El miércoles 19 de diciembre de 2001, a las 06.30 de la mañana de Washington, el embajador Guillermo González atendió un llamado directo del Presidente. Durante la conversación, De la Rúa le dice que ha mandado el proyecto de Presupuesto al Congreso de la Nación “y no me lo votan”. A renglón seguido le pregunta si tiene algunos senadores amigos para que escriban a los legisladores argentinos a que voten el Presupuesto. Horas más tarde, el Presidente volvió a llamar con una voz que denotaba fastidio, esta vez para preguntar cómo se podía hacer para que el gobierno de los EE.UU. diera un comunicado de apoyo a su gobierno.

De la Rúa, cuando declaró el Estado de Sitio

Ese mismo día, cerca del mediodía, De la Rúa recorrió en auto blindado las dos cuadras que separan a la Casa Rosada de la sede de Caritas donde se iba a realizar una Asamblea de la Civilidad, a la que el Presidente consideraba “la Asamblea de la devaluación”. La cumbre terminó en la nada –”ese no es mi proyecto” dijo el Presidente cuando se le propuso salir de la convertibilidad-- y a la salida los manifestantes agraviaron al Primer Mandatario y otros asistentes. “En la Asamblea los ‘amigos’ hablaron en contra y no hubo solidaridad ante la maniobra, al contrario”, escribió De la Rúa.

Nicolás Gallo, le explicaría años más tarde a la periodista Eleonora Cole, el interés político de importantes empresarios para que se produjera el alejamiento de De la Rúa. “Había muchos empresarios que estaban endeudados en dólares, en una economía donde reinaba la convertibilidad. Exigían la quiebra del sistema para que, luego de terminar con la convertibilidad y devaluar de semejante manera, su deuda se termine licuando”.

El 19 a la noche declaró el Estado de Sitio “en todo el territorio nacional”, durante un discurso escrito que leyó por teleprónter y que no fue aceptado por la ciudadanía que salió a la calle en abierto desafío hacia la Plaza de Mayo, lo mismo que al edificio donde vivía el Ministro de Economía.

En la capital de los Estados Unidos, el viernes 20 de diciembre, cumpliendo la instrucción del Presidente, el embajador González se entrevistó con un alto funcionario del Nacional Security Council (Consejo Nacional de Seguridad que en ese momento lo presidía Condoleeza Rice). Tras la cita, hacia el mediodía lo llaman de la Casa Blanca, con un tono poco amistoso, para decirle que al mediodía la vocera expresará su preocupación por los sucesos que se desarrollaban en la Argentina. Antes de cortar, y a manera de “farewell”, el interlocutor le expresa al embajador: “Este es un regalo de despedida”. Con esta información, González llamó al Presidente y no lo encontró. A renglón seguido se comunicó con un alto funcionario de su gobierno, quien. Como toda respuesta le dijo: “Guillermo, has ido más allá de lo que se puede pedir. Esto está jugado.”

El helicóptero despega de Olivos. De la Rúa se va del gobierno después de 740 días

El 20, mientras se desarrollaban lamentables incidentes entre la Policía y los manifestantes, frente a la Casa de Gobierno, “el senador Carlos Maestro salió del domicilio de Alfonsín con la recomendación de mi renuncia ese jueves a las 17 horas. Era la respuesta de mi partido al llamado a la unidad (un gobierno de coalición) que acababa de formular, igual al del PJ por medio del diputado Humberto Roggero” se explicó De la Rúa.

“Ante la violencia y la falta de apoyo renuncié. Mi renunciamiento sirvió para restablecer el orden gravemente alterado en una zona del Obelisco. Me retiré en helicóptero a Olivos de donde volví al día siguiente”. Nicolás Gallo hablo de “la tormenta perfecta” y acompañó a De la Rúa, junto con Adalberto Rodríguez Giavarini, a tomar el helicóptero en la terraza de la Casa de Gobierno, dejando una imagen que será imborrable en la historia argentina. Según Gallo se fue en helicóptero por razones de “seguridad” y siguiendo el consejo del jefe de la Casa Militar. El 21, “recibí a Felipe González y derogue el Estado de Sitio.” Durante ese encuentro el dirigente español, ante el panorama que se vivía, aconsejó al ex Presidente: “No permitan que las plazas se conviertan en ámbito de discusión política”. Se refería a las asambleas barriales que se constituyeron en esas horas, como síntoma de rechazo a la dirigencia política.

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