Estas son épocas que re-nombran lo de siempre y visibilizan lo que el pasado negaba. Las mujeres y la violencia doméstica, escolar, laboral, social; las violaciones de todas las épocas eran invisibilizadas por el comportamiento machista y falo-céntrico de la cultura social en general; la mujer, desconsiderada en sus derechos.
Hoy la mujer es visible y los delitos contra ella, también. 251 femicidios por año en Argentina entre el 1° de enero y el 31 de diciembre de 2020, según el informe de la Oficina de la Mujer de la Corte Suprema de Justicia de la Nación sobre femicidios en la Argentina.
El caso de Nadia Arrieta, 31 años, asesinada el 1° de marzo del 2018, en Villa Tesei (Hurlingham), dentro de su negocio de venta de regalos, mientras estaba trabajando, es otro testimonio de femicidio que, en voz de su madre, Beatriz, compartimos para que sea visible que, una vez más, esta muerte podría haberse evitado, si no fuera que se privilegia al criminal reincidente con relatos vacíos de sentido, pero llenos de intencionalidad ideológica.
Nadia fue encontrada reducida, asesinada -por un corte de arma blanco en su garganta- en un intento de violación de su acosador, al que no conocía y de cuya existencia tampoco tenía noticias. Pero lo que sí sabemos, y también sabía la Justicia, es que su asesino ya había atacado a puñaladas a cuatro personas y violado a una jovencita.
Condenado a 18 años de prisión en 2004, dos jueces anticiparon su libertad con 10 años de pena cumplida porque según ellos ya estaba apto para su reinserción social.
“Apto para reinserción social”, repite Beatriz, con la perplejidad de quien se pregunta si de verdad debe escuchar eso.
Los criterios de “reinserción” no están estandarizados en la actualidad y son evaluados en órbitas abolicionistas que al cumplimiento de condena le aplican el criterio de que “cuanto menor, mejor”.
Y, como dice Beatriz Flores, la muerte de Nadia significó “empezar a luchar por obtener algo de justicia” …
Esta víctima sobreviviente del femicidio de su hija, y su familia toda, en el reino del revés que nos toca vivir, son los sujetos reales de un dolor (in)curable.
Sabemos los nombres de los jueces: los padres de Nadia piden su juicio político, pero lo importante de este texto no es su escrache, sino resaltar la evidencia de un fallo cuanto menos liviano de dos magistrados, basado sólo en definiciones teóricas o por órdenes extra muros que ignoran los patrones de conducta que la Salud Mental describe claramente sobre la violencia y la perversión.
Así, se trepan a la potestad que los agranda para dictaminar que la vida de un psicópata asocial, probablemente irrecuperable, fue más valiosa que la de Nadia que tenía todo por delante, valores y sueños, o que todas las Nadias, esas vidas que a la sociedad le son necesarias.
Otra vez una muerte evitable, otra vez los jueces incompletos, incapaces, que no se representan las posibles terribles consecuencias de fallos tan livianos.
“Muerta en vida… pero cada mañana me levanto porque le prometí a Nadia buscar justicia y por mi familia, mi hijo, que al morir Nadia tenía 21 años”, dice Beatriz Flores, desde su sobrio dolor, pero con esperanza de seguir tras las instancias que habiliten el juicio político de Sus Señorías.
El asesino fue sentenciado a 50 años de prisión, “con condena ejemplar”, por homicidio e intento de ataque sexual, muriendo la víctima, por defenderse, lo que lo convierte en femicidio.
¿Condena ejemplar? ¡Tarde señores jueces! La condena ejemplar es inútil por la liberación anticipada que se cobra la vida de Nadia. ¿Ejemplo para quien?
La Reinserción Social es una falacia: los patrones de conducta describen a un criminal que intentó serlo cuatro veces antes, solo que falló hasta que logró con éxito su cometido con Nadia.
El violador de una jovencita condenado, ¿puede cambiar el destino de sus impulsos ante las mujeres? Fue lo que buscó con Nadia y lo logró otra vez.
En plena pandemia, los padres de Nadia fueron llamados a Tribunales por los jueces responsables de la liberación anticipada que les presentaron sus condolencias. Uno de ellos dijo que cada noche antes de dormir se cuestiona el fallo y que confiesa que esto le arruinó un poco la vida. ¿Tendríamos que estar agradecidos?
Beatriz hace que se sienta su dolor y no sé si las palabras alcanzan; pero hizo de él una causa para encontrar sentido a lo que no lo tiene: trabaja en un Centro de Asistencia a Víctimas en su zona y para que las palabras alcancen, mejor las de ella misma: “Para que no vuelva a suceder, esto debe ser un antes y un después. Antes de matar a Nadia, esta persona (así nombra al asesino) apuñaló a una familia y violó a una jovencita, que se salvó gracias a Dios, una suerte que no tuvo mi hija. ¿Cuántas Nadia tiene que haber para que esto pare?”
Que respondan los jueces.
Beatriz Flores es Miembro de Usina de Justicia.
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