Miguel Cantilo, de la protesta de los ‘70 a las letras más tangueras del rock

Cuando la la grieta entre el rock y la música complaciente se hizo más ancha hicieron su aparición las canciones de protesta. Uno de sus referentes fue el compositor de La Marcha de la Bronca, Yo vivo en una ciudad y ¿Dónde va la gente cuando llueve? de la mano de Pedro y Pablo y, en el inicio de los 80, con la new wave de Punch

Miguel Cantilo, uno de los pocos músicos que atravesaron con vigencia todas las décadas del rock nacional

La primer grieta de nuestra vida, generacionalmente hablando, tenía que ver con esa dicotomía que generaba las posiciones encontradas artísticamente hablando entre la música progresiva y la música complaciente.

Visto a la distancia no deja de ser una estupidez de grueso calibre, pero en su momento eran foros de discusión al respecto en cuanta mesa de club, confitería, reuniones de los grupos de acción católica o fogones de plaza existieran.

De desacuerdos semejantes vivió la revista Pelo unas cuantas décadas, fogoneando desde sus páginas, dándole argumentos a la monada para exacerbar los ánimos.

Así es como alababan a cualquier pelandrún con una guitarra colgada y menos oído que una pelota en desmedro de tipos como Vinicius de Moraes o el Gato Barbieri, que por no querer darles una nota se ganaban el mote para la revista de timoratos caretas pasados de moda.

Al respecto de esas publicaciones, siempre entendí esa canción maravillosa de Gil Scott Heron “Home is where the hatred is” ( Mi casa está donde está lo que odio). No teníamos más opción que leer esas revistas de música porque eran las únicas donde podías encontrar algo acerca de T Rex o New York Dolls, aunque sea una foto, pero sabíamos que los que la hacían eran unos cabeza de termo que privilegiaban su miserable multikiosco editorial a la búsqueda artística genuina.

¿Dónde va la gente cuando llueve? un clásico de Pedro y Pablo

Lo de siempre. Así crecimos los rockers en este pintoresco lugar al sur extremo del mundo.

En otro orden de cosas y para decir certezas, sucedía que los crecidos en los 70´s fuimos los primeros para los que la fusión fue la pureza.

Crecíamos en el rock, a todo llegábamos desde el rock, era nuestra cultura juvenil, lo que nos universalizaba. Pasa que el rock no es una música genuina, de pureza, como el tango o el folklore, es una fusión de otras músicas como el blues, el country y el jazz, algo que ya se ha charlado infinidad de veces.

El rock como el country es enérgico y bailable, como el blues es testimonial y fácilmente comprensible, como el jazz es sofisticado y absorbente.

Vale decir que el rock creció culturalmente adaptando cantidad de armonías, melodías y conceptos básicos de otros estilos adaptándolos a sus propios usos y costumbres.

Los cabezones que desmenuzan todo concienzudamente en prestigiosas casas de estudios como universidades e institutos especiales caen en la cuenta que la cultura rock dio comienzo en el hemisferio norte, principalmente en USA y en Inglaterra, extendiéndose luego a la parte sur del globo terráqueo, principalmente, dicen, en lugares como Australia y Sudamérica.

En cada uno de esos puntos el rock se conjugaba con vertientes musicales autóctonas.

En Australia el rock y el pop tomaron de los Maoríes algunas tonadas y del norte del continente el uso del Didgeridoo, instrumento monocromático de viento muy incómodo para viajar con él pero de un sonido extrañamente hermoso y particular. Sino me creen pueden preguntarle a Jay K de Jamiroquai que adora tocarlo. Del continente australiano salieron Bee Gees, INXS y AC/DC por ejemplo.

En Sudamérica los rockers se nutrían de folklores, tangos y sambas.

Y en Buenos Aires, sobre todo, sumaron boleros y cumbias a la exquisita melange, dotando al rock de popularidad y empatías varias.

Miguel Cantilo y Jorge Durietz, Pedro y Pablo. Desde la década del '60, amigos y coequipers de un dúo que siempre vuelve

El rock¨n roll, verdadero germen del rock aquí, arrancó con fuerza en los años 50´s, de la mano de algunos músicos clásicos y del jazz que vieron en el nuevo ritmo juvenil el filón que les daría continuidad y eventualmente algo de dinero.

El primero fue Mr. Roll y sus Rocks, una elemental copia de Bill Halley & The Comets, pergeñada por el trombonista Eddie Pequenino que tenía ya su big band propia después de tocar con Lalo Schiffrin, con Buby Lavecchia en el piano. Llegaron ambas bandas a compartir el escenario en la visita de Halley a Buenos Aires en 1958. Ahí mismo empezaron los programas de radio dedicados al rock´n roll, más tarde la televisión les daría lugar a esos revoltosos adolescentes con programas muy populares como “El Club del Clan” y llegaron esos jóvenes rockers iniciáticos al cine de la mano de Eber Lobato y el mismísimo Eddie Pequenino en “Venga a bailar el rock”, un film que hasta hoy resiste mirada atenta con el debut en banda original de sonido nada menos que de Lalo Schiffrin, que unos años después y ya en Hollywood creara la inovidable “Impossible Mission” que versionaran miles, hasta U2 mismo.

Estudiando la grieta de la que hablaba antes, estudiosos determinaron que la llamada música complaciente, tan despreciada por los primeros rockers que la acusaban de una banalidad poco comprometida con la problemática social imperante, se debía a que en sus letras literalmente se hablaban de idioteces juveniles varias, como la aceptación de un noviazgo de parte de los padres del protagonista, o bien de lo genial que sería verse en el baile el sábado.

Dicen los que saben que esto en parte sucedía por la ausencia de conflictos verdaderamente graves que en esos años los jóvenes no tenían. Se suponía que vivían en un país de paz y prosperidad económica, sin inflación, ni deudas externas e internas kilométricas o déspotas ignorantes en los gobiernos.

Cosas que si empezarían a suceder unos años más tarde.

No voy a meterme en historiador, pero con un breve repaso a los hechos y calamidades pergeñadas desde la Plaza de Mayo hacia el resto del país un lustro después me ahorro de dar explicaciones.

Adonde quiera que voy, con Punch

Es así como la segunda generación de músicos de rock aquí, que ya habían escuchado a Presley y que sumaban a los Beatles, a los Rolling Stones y a Bob Dylan entre sus influencias, eran algo más contestatarios. Sus canciones a menudo tocaban temáticas socialmente más de barricadas políticas o domésticas. El mensaje empezaba a tomar la misma dimensión que la música.

Ahora había que aprovechar la masividad para cambiar el mundo.

En todos lados empezaban a televisarse los conflictos, el patetismo de las guerras ya se podía visualizar, el horror del hambre en los países más postergados tenía imagen y la manipulación de los poco instruidos empezaba a notarse tímidamente.

Nuestros jóvenes héroes tenían ya tarea asignada, serían la voz de los oprimidos, los ojos de los ocultos además de ser el look de los frívolos que preferían esquivar el bulto.

Obviamente que si miramos el asunto con el diario de 50 años después casi nos parecerían una generación de ingenuos, pero el mundo además de ser distinto es injusto con las memorias.

Porque si componemos tiempo y espacio se juntan en la pantalla la nave Apollo 11 alunizando, el Mayo Francés, Viet Nam, la España franquista, por acá teníamos el Cordobazo ya consumado y los montoneros, el ERP y la puta costumbre de soportar dictadores militares en marcado crecimiento hacia el peor final. De manera que los chicos algo de razón tenían protestando entre canciones vestidos de hippies, más que nada porque llevar el pelo largo irritaba a la autoridad.

Y esos empoderados salvajes irritados eran locos de temer.

El look de los 80. Después de la protesta, en sus letras afloró la esperanza con La gente del futuro

1970 nos encontró tambaleando pero tranquilos.

Musicalmente hablando el beat y el rock no estaban separados, Almendra y Los Gatos compartían escenarios con Los Náufragos y Pintura Fresca, Sandro empezaba a destacarse del resto, cuando llegó la canción de protesta. Músicos que hacían sus versos haciéndose eco de los reclamos sociales que empezaban a modificar las realidades populares. Piero, Facundo Cabral y los más reconocidos Pedro y Pablo.

Pedro y Pablo, en parte por la Biblia, en parte por Los Picapiedras, eran Miguel Cantilo y Jorge Durietz.

Corría 1967 y debutan con otro nombre, se van haciendo cada vez mas conocidos hasta 1970, cuando graban su primer disco “Yo vivo en esta ciudad” donde estaba “La Marcha de la bronca” que era el manifiesto hippie contra el establishment no se si mas representativo, pero sí el más famoso.

Pedro y Pablo, la Marcha de la Bronca

La poesía de Cantilo era demoledora, plagada de imágenes demasiado reconocibles para toda la tribu. Siempre se caracterizó por sus composiciones, únicas y brillantes.

En ese debut discográfico además de “La Marcha de la bronca” estaba “¿Dónde va la gente cuando llueve?” así, con signo de interrogación, poesía pura.

Aún hoy suena en las radios y merece siempre un comentario de alguien, al aire o no. Inmortal, indeleble, el paso del tiempo sólo la mejora. Como todos los temas de Miguel, rock obviamente, con una lírica más cercana al tango que al folklore, que sin embargo un poco se huele en algunos acordes, y definitivamente abolerada, romántica sin ser pegajosa, prescindiendo de esos relatos empalagosos a los que se rinden los cantantes de boleros.

“Una lluvia cae lentamente

Y te lloran las mejillas al reír.

Dentro del oscuro al mediodía

Moretones amplios hunden el sol

Árboles en llanto lavan el alquitrán

¿Dónde van los hombres?

Corren sin ver

Buscan una casa donde secar su piel.

¿Dónde va la gente cuando llueve?

Siempre hay un lugar donde parar

Tierna mujercita sumergida

En las aguas de mi brazo torrencial

Beso mucha lluvia en tu sonrisa

Hay un arco iris tierno y precoz,

En el abanico de tu pestaña gris

Ves aquellos hombres?

Corren sin ver

Buscan una casa donde cambiar su piel.

Me cuenta Miguel con cadencia de sabio

“... debajo de las recovas de Paseo Colón, yo estaba un día guareciéndome de la lluvia. Llovía muchísimo, se veía caer el agua sobre el empedrado del bajo, y mirar el agua cayendo sobre las piedras, repiqueteando sobre los adoquines, me hicieron pensar en toda esa cantidad de gente que en ese momento estaba buscando como yo ponerse a reparo de la lluvia... y también miré como todos corrían escapándose de una lluvia torrencial que cayó de repente. Todo eso me llevó a pensar en lo que dice esa canción, de ahí me surgió la imagen. También está un poco relacionada con aquel bolero que cantaba Armando Manzanero, que decía ‘esta tarde vi llover, vi gente correr, y no estabas tú...’ O sea es esa imagen igual, la gente que corre en la lluvia... y después desarrollé ahí la idea de los que no tienen un lugar donde guarecerse realmente, donde parar, y bueno pensaba adónde irá toda esa gente, los que no tienen una casa, ninguna terraza, igual tienen que parar en algún lado no? Para protegerse de la lluvia. De ahí surgió Donde va la gente cuando llueve”.-

Miguel Cantilo y Punch, la banda New wave con la que volvió después de su exilio en España

“¿Dónde va la gente cuando llueve?

¿Dónde están los que no tienen lugar?

¿Dónde van? ¿Dónde van?

¿Dónde la señora de arpillera?

¿Dónde el chico del harapo y arrabal?

¿Dónde los profetas de botella?

Una chimenea fuma su paz

Sobre la terraza que ellos jamás podrán

Vamos a la lluvia niña de sol

Ves que todos corren pero no todos van

¿Dónde va la gente cuando llueve?

¿Dónde van aquellos que no van?

¿Dónde van? Dónde van?”

Cantilo junto a su guitarra, incansable trovador del rock nacional

Miguel Cantilo es uno de esos encantadores tipos que han vivido una vida con muchas vidas adentro. Siempre detrás de sus discos. Quiero decir, siempre aparecía un disco, el disco, y después atrás se asoma Miguel, siempre sonriendo despeinado. Atrás de “Conesa” de Pedro y Pablo aparecía Miguel Cantilo, cuando lo corrieron los dictadores de turno emigrándolo a España, y tiempo después aparecía en las discotecas de las radios FM “Punch”, brillante obra con lo mejor de la New wave tan en boga y letras ácidas bajo el nombre de ese grupo desconocido apareció Miguel de saco y corbata angosta, hace unas noches puse en mi programa musical nocturno “¿Dónde va la gente cuando llueve?” en una versión más power y cuando mi operador Chango me preguntó quién la había hecho le contesté,

-Miguel Cantilo Chango...

Y juraría que en el vidrio del estudio vi la imagen de Miguel sonriendo.

Anda por Buenos Aires presentando su nueva obra. Unos días antes de Navidad estará mostrando en un pub de Palermo su flamante disco/libro.

Incansable, inoxidable e inagotable Miguel siempre vuelve a presentarse en Buenos Aires.

Graciadió.

SEGUIR LEYENDO: