“Toda mi vida fui gastronómico y cuando empezó la pandemia me quedé sin trabajo, sin dinero y no tenía dónde vivir. Se me juntó todo… Terminé en un parador, primero en Retiro y, por suerte, al poco tiempo me trasladaron a un hogar de adultos. Le puse garra, me ayudaron y acá estoy”, dice Pablo Ifran.
Tiene 52 años y en febrero de 2020 había cumplido más de tres décadas como como gastronómico. Venía de hacer temporada de verano en un restaurante de Villa Carlos Paz con el entusiasmo de quien disfruta de una buena racha y la esperanza detener un año fructífero. De golpe, la pandemia.
“En marzo cerró todo, sobreviví un tiempo con mis ahorros hasta que un día no tuve para pagar el alquiler y me quedé en la calle. No se lo deseo a nadie. ¡A nadie! Sentí mucho dolor, bronca, impotencia porque uno nunca se imagina terminar así”, lamenta el inicio de su etapa más triste en la que también se separó de su mujer, aunque ahora volvieron a estar juntos.
Luego de un año y medio de sinsabores, el 16 de septiembre de 2021 pudo resurgir. Volver a caminar seguro y acompañado por la fe que nunca perdió. “Ese día comencé el primer curso para ser agente de Prevención. Hace poco mas de un mes trabajo en una zona de escuelas del barrio de Colegiales. No puedo ser más feliz”, agrega.
La historia
“Me daba vergüenza pedir ayuda, tocar timbre a mis conocidos y contarles la situación en la que estaba. Por suerte llegué al parador y al poco tiempo al Hogar Siempre es Hoy, de Villa Soldati”, señala. Allí, cuenta lo ayudaron a armar un currículum, a buscar trabajo y lo impulsaron a postularse para ser agente de Prevención.
“No me tenía fe, hacía más de 30 años que no estudiaba, pero me alentaron tanto que me anoté igual ¡y me llamaron!”, revela. Llegó el momento de presentarse para realizar el psicotécnico, lo pasó; inició los cursos, y rindió los exámenes e ingresó al cuerpo que, admite, le cambió la vida.
“Ser agente de Prevención es una experiencia hermosa, sobre todo porque se interactúa mucho con los vecinos y con los nenitos de las escuelas y sus mamás, ellos nos ven con el uniforme y parece que algo les genera porque siempre nos saludan”, dice. Entre sus funciones, explica, están las de concientizar y mantener el orden público, ofrecer orientación sobre prevención y dar aviso al área que corresponda ante una situación de emergencia.
Él es una de las treinta y tres nuevas incorporaciones para desarrollar tareas en el orden público que se suman al cuerpo de Agentes en Calle del Sistema Integral de Seguridad Pública de la Ciudad dentro de las 15 comunas porteñas y fue preparado en el Instituto Superior de Seguridad Pública (ISSP), donde se lo instruyó sobre convivencia y orden público, políticas de seguridad y técnicas de reanimación cardiopulmonar (RCP).
“Si hace seis meses alguien me decía que iba a estar hoy con un uniforme, trabajando y en esta situación no lo hubiera creído”, reconoce el oriundo de la localidad de Ciudad Evita, La Matanza, en su momento de descanso en una casa de Villa Luro que por estos días cuida junto a su mujer.
Pablo dice que quiere dejar un mensaje de aliento a quienes puedan estar pasando una situación similar: “A mi me dieron una mano increíble cuando acepté ayuda, hay que saber pedir ayuda. Desde abril a julio de 2020 estuve en la calle, sin saber a dónde ir ni qué hacer hasta que llegué al hogar Siempre es Hoy. Allí pude tener un espacio donde vivir, tener una cama para dormir todas las noches, pude comer todos los días e higienizarme y, sobre todo, volver a sentirme persona porque ahí están encima de las personas en cuanto a su salud, te cuidan”.
Pasada la ansiedad de los primeros días de trabajo, dice que se siente seguro en su puesto que cubre de lunes a viernes de 12.30 a 18.30 y que pronto tendrá otra zona de trabajo porque termina el ciclo lectivo.
Su incorporación se realizó en un acto en la Plaza Matheu de La Boca que fue encabezado por el ministro de Justicia y Seguridad, Marcelo D’Alessandro, y el subsecretario de Participación Ciudadana en Seguridad, Juan Pablo Arenaza.
El cuerpo de Agentes de Prevención que hoy integra tiene 724 efectivos y fue creado en 2017 por el Ministerio de Justicia y Seguridad porteño. Son los que llevan uniformes celestes y negros, no portan armas y se desplazan a pie o en bicicleta.
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