La decisión de poner un freno a la rutina la tomó cuando dejó de verle sentido a dar clases de la manera en que las estaba dando. Nicolás Santángelo es profesor de geografía en siete escuelas secundarias de La Plata y debido a los cambios que sufrió la enseñanza a causa de la pandemia sintió que era el momento de dejar las aulas y dar un giro completo a su vida.
“Quiero enseñar geografía argentina con los paisajes in situ, conociendo a su gente, entender sus costumbres y aprender más allá de lo que dicen los libros”, asegura el docente de 27 años que busca otra manera de aportar a la educación.
“En los últimos dos años las clases cambiaron completamente: fueron virtuales en 2020 y este año hubo que alternar entre lo virtual y lo presencial; entonces tocaba dar clases una semana a un grupo y la siguiente a otro. Eso hizo que llegara al punto de no poder organizar bien la materia, más allá de que había que dar los contenidos propuestos y me estresé. Entonces me dije: ‘Bueno, hasta aquí llegué. Me voy de viaje, intento hacer algo que me guste con esta materia aunque no esté dentro del aula’”.
Decido, preparó a “Richard Parker” (su bicicleta, bautizada así por el tigre de la novela “La vida de Pi” del canadiense Yann Martel) y el 14 de septiembre dejó su ciudad y a fuerza de pedaleos emprendió viaje con destino a Mendoza, desde donde tomó la Ruta 40. Espera llegar a La Quiaca a finales de enero.
“Ayer llovió un poco y ahora está más fresco. Debe hacer menos de 30°”, le cuenta a Infobae y a los segundos lo interrumpe una mujer: “¿Quiere comprar una porción de locro?”, lo indaga. Está recién llegado a Hualfin (un pueblo pequeño rodeado de viñedos en medio de los valles de Catamarca, sobre la Ruta 40 y al límite con Tucumán).
Cuenta que en los casi tres meses de viaje, lo que más lo maravilló fue encontrarse cara a cara con la Copa América en un pueblo de San Juan, casi por sorpresa, y destaca la generosidad de las personas que lo ayudaron en el recorrido. “No estamos acostumbrados a tanta amabilidad”, admite.
Convencido de que la educación actual no puede obviar lo tecnológico, decidió compartir sus vivencias en las redes en una cuenta de Instagram y en el canal de Youtube “Pedaleando Territorios” en el que, a modo de clase, explica todo lo que lo rodea.
La historia
Sin más preparación física que la de ser un ciclista urbano, Nicolás tomó un mapa, trazó el recorrido en rojo y partió a su “cicloviaje”, como denomina esta aventura.
“Solo hice unas pruebas para que la bici no me sorprendiera con nada raro en el camino, pero para este tipo de viaje no hace falta tener mucha preparación física porque no tengo un tiempo determinado para andar ni para llegar a algún destino. Voy a mi ritmo, tranquilo”, explica el profesor desde hace cinco años que hace un promedio de 80 kilómetros diarios en su rodado 26.
Cuando llegó a Mendoza tomó camino a la ciudad de San Carlos, donde conoció a un grupo de vecinos que reclamaban por el agua pura que lo impactó, y desde allí inició el recorrido por la Ruta 40 “por lo significativo que esta ruta es”, asegura. Subió por San Juan, La Rioja y Catamarca. Pronto seguirá por Tucumán, Salta y Jujuy donde pretende arribar a fines de enero a La Quiaca.
La vuelta, espera lograrlo, será con la ayuda de los camioneros que durante este verano lo llevaron cuando salió a dedo desde Mar del Plata hasta Villa La Angostura. “No quiero pensar en la posibilidad de tener que costear un pasaje, sé que están muy caros, pero no quiero ni mirar”, dice un poco en broma y otro mucho temiendo por el fin de su sustento, sus ahorros.
—¿Cómo surge la idea de crear el canal de Youtube?
—Como buen cicloviajero registré todo lo que iba viendo y sentí que como profe sería una buena idea comenzar a hacer videos con ese material y subirlos a las redes. La idea es contar todo aquello que veo en el camino, analizar el paisaje desde el punto de vista geográfico, entendiendo también las actividades económicas, las formaciones de los cerros, las cuestiones culturales de cada lugar. Mis videos tienen que ver con mi cotidianidad como viajero y con lo que la gente hace en sus lugares: qué hacen donde viven, cuál es la experiencia de los pequeños productores, cómo es la defensa del agua en algunos pueblos, cómo trabajan en las bodegas familiares, por ejemplo.
—¿Qué diferencias nota entre dar clases guiándose por los libros a hacerlo de esta manera?
—Cuando se sale del aula, de la academia, y se está en los lugares se aprende mucho más. Estuve en pueblos pensando que tal cosa era como la había estudiado y la gente me demostró que no y me mostraron cómo es. Ahí se complementa la experiencia, lo empírico con la teoría.
—Además de lo geográfico en sí, ¿el contacto con la realidad de un lugar hizo que comprendiera de otra manera lo estudiado?
—En geografía humana estudiamos lo que tiene que ver con las problemáticas ambientales que están sucediendo en el país, por ejemplo. Y al viajar vi las movilizaciones, las pintadas en las paredes en los pueblos donde hay agua contaminada a causa de las minería y esas paredes muestran aquello que defienden. Estuve en un corte de ruta en San Juan que reclamaba contra una minera que también contamina… Creo que siendo profe de geografía es más fácil entender la problemática y lo que está pasando. Ese es el corazón del proyecto de mi canal: reflejar lo cotidiano en los diferentes pueblos, sus realidades. Hoy, lo educativo tampoco puede prescindir de lo audiovisual. Obviamente con videos educativos y de otras índoles pero que colaboren para mostrar los lugares.
—¿Hasta ahora qué fue lo más gratificante que te pasó luego de compartir esos videos?
—Los comentarios de mis alumnos y que otros profes usen ese material en sus clases, que lo vean y opinen; lo que se da con ellos porque busco colegas en cada lugar al que llego a fin de intercambiar o establecer una conexión. Ojalá lo que estoy haciendo pueda servir para la enseñanza de la geografía. También di talleres de Cartografía Orientada para las escuelas y de manera libre, sin cobrar sino por amor a la docencia. Esa fue una experiencia enriquecedora porque me sirvió para aprender sobre los lugares, sobre las referencias cartográficas y, sobre todo, de la gente. Ellos aprenden de mí y yo aprendo de ellos, es recíproco.
—¿Qué fue lo más asombroso que viste en este tiempo?
—No sé si fue casualidad o no, pero cuando llegué a Jáchal, en San Juan, la gente de la Secretaría de Deportes estaba paseando la Copa América, la última que ganó la Selección, para promocionar el partido Argentina- Brasil. Conocí a los representantes de la AFA y los de la secretaría, nos hicimos amigos y me invitaron a sacarme una foto con la Copa. Les pregunté si podía subir el tráiler con la bici y me dijeron que no, pero se ve que les generé cierta lástima porque la bajaron donde estaban parando para que pudiera hacerme la foto con la bicicleta. ¡La tuve en mis manos! La Copa estaba posada en el manubrio de mi bicicleta… ¡La misma Copa América que levantó Messi! ¡Fue un privilegio enorme!
—¡Privilegios de nadie más, no de pocos! ¿Y en cuánto a los paisajes, qué fue lo más impresionante?
—Muchísimos rincones que no están explotados por el turismo como las cascadas y diques de La Rioja, lugares chicos y sumamente agradables donde se pasa todo un día tranquilo. Pero lo más gratificante y que aún me maravilla es la hospitalidad de la gente. Llegué a quedarme una semana en la casa de algún vecino. No estamos acostumbrados a ese tipo de hospitalidad, pero esto de andar en bici lo genera y al principio sorprende.
—¿Cómo seguirá tu vida después de llegar a La Quiaca?
—En febrero tengo que regresar a trabajar en las escuelas donde sigo teniendo cargo. Haré base por un tiempo, juntaré dinero y ojalá pueda hacer un recorrido mayor: quiero llegar a Estados Unidos en bici ya que la traje de allá. Hace unos años visité a mi madrina, que vive en una zona donde tiran de todo, ella juntó unas bicis casi nuevas y me traje esta. Desde entonces fue mi medio de transporte y deseo encontrar a su dueño original para mostrársela. Después veré. Quizás comience una vida nómade. Aún no lo sé.
Nicolás descansará lo que resta del día y con el amanecer pedaleará hasta llegar a Tucumán. Ya no tiene rutinas. Cuando tiene hambre busca dónde parar para comer o saca alguna fruta seca o bolsa de semilla de su mochila. A lo sumo, armará la cocina de acampar para preparar unos fideos o arroz. Antes de que caiga el sola armará la carpa o aceptará la invitación de ir a alguna casa. Por ahora, su objetivo es el norte del país y dejar que la vida lo siga maravillando.
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