“Ahora se pudre todo”: cuando Rucci preanunció la tragedia del peronismo por la candidatura de Cámpora a presidente

Fue en diciembre de 1972, después de que Perón eligiera a su delegado como candidato para las elecciones del 11 de marzo del año siguiente. El intento de Rucci de resistir la orden de Perón en el congreso partidario y por qué Antonio Cafiero, el favorito del gremialismo, cayó en desgracia cuando estaba a punto de ser bendecido por el General

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Uno de los candidatos de
Uno de los candidatos de Perón para la presidencia era Héctor Cámpora, quien carecía de apoyo en los gremios tradicionales pero tenía el respaldo de la izquierda del Movimiento, la Tendencia Revolucionaria Peronista (Getty Images)

El jueves 14 de diciembre de 1972, a las seis y media de la tarde, con un sol todavía intenso, vestido de traje y con anteojos negros, Juan Domingo Perón subía fatigosamente las escalinatas del avión que lo trasladaría a Paraguay. Desde el espigón del aeropuerto de Ezeiza lo saludaban más de 300 dirigentes peronistas. Perón terminaba su visita de veintisiete días en la Argentina, después de 17 años de exilio forzado.

Todavía se mantenía en secreto la elección de su candidato a la Presidencia de la Argentina en las elecciones para el 11 de marzo del año siguiente, que debía ser convalidada por el congreso partidario.

Perón era el único proscripto en las primeras elecciones “sin proscripciones” en los últimos veinte años. Una cláusula de residencia, que obligaba a los candidatos a permanecer en el país desde el 25 de agosto, decretada por el presidente de facto Alejandro Agustín Lanusse, lo había dejado fuera del tablero electoral.

A partir de entonces, Perón había mantenido en carrera a dos candidatos para liderar la boleta del Justicialismo. Uno era Antonio Cafiero. Su ex secretario de Comercio del segundo gobierno peronista era apoyado por el sindicalismo, y podía arrastrar el voto de los trabajadores y de la clase media moderada. Entre sus debilidades, se especulaba que podía dar imagen de candidato “acuerdista” con la dictadura de Lanusse.

A Perón no le resultaba confiable su autonomía política.

El otro potencial candidato era Héctor Cámpora. Perón imaginaba que sería leal y obsecuente a sus directivas, pero estas virtudes personales podían deteriorar la imagen de su autoridad política.

Cámpora carecía de apoyo en los gremios tradicionales —directamente lo rechazaban—, pero el respaldo que obtenía desde la izquierda del Movimiento, la Tendencia Revolucionaria Peronista, era unánime.

La Tendencia, en el último trimestre de 1972, tenía un peso casi determinante en la movilización y militancia del Movimiento Peronista. Incluso su diagnóstico de que el país marchaba hacia el “socialismo nacional”, quedaría inscripta en la plataforma electoral del PJ, apenas aprobada, que identificaba al Movimiento Justicialista de base “socialista nacional”, en cuanto “encarna la idiosincrasia propia y los valores intrínsecos de la comunidad a la que interpreta ideológica y políticamente”

En los apoyos de las dos candidaturas -la de Cafiero y la de Cámpora- ya se filtraba el enfrentamiento entre la ortodoxia peronista y la Tendencia, relacionada con Montoneros.

Perón había mantenido en carrera
Perón había mantenido en carrera a dos candidatos para liderar la boleta del Justicialismo. Uno era Antonio Cafiero. A Perón no le resultaba confiable su autonomía política (Gentileza del Instituto Nacional Juan Domingo Perón)

La candidatura de Cámpora implicaba que la Tendencia sería la protagonista en la campaña electoral y, eventualmente, en su probable gestión presidencial.

Perón entreveía esta posibilidad como un riesgo a futuro, pero confiaba en sublimarla balanceando las líneas internas del Movimiento. Creía que su aparente comunión con las “formaciones especiales” -un eufemismo de las organizaciones armadas peronistas- era una táctica útil y controlable frente a la elecciones del 11 de marzo de 1973.

Un gesto de Perón en favor de esa aparente comunión con las “formaciones especiales”, representó la designación como secretario general del Movimiento Justicialista de Juan Manuel Abal Medina, hermano de Fernando, caído en un enfrentamiento con la policía en la pizzería La Rueda de William Morris el 7 de septiembre de 1970.

La JP recordaba a Fernando Abal Medina en cada acto en que el nuevo secretario del PJ se presentaba: “Abal Medina, la sangre de tu hermano es fusil en la Argentina”.

Para Perón, Cámpora podría cumplir dos roles: llevar al peronismo a la victoria y expresar, todas las veces que fuese necesario, que su victoria le correspondía a él.

Sin embargo, en los meses previos, Perón había dado indicios de su inclinación por Cafiero, aunque su candidatura se desvaneció por una reunión que mantuvo con el general Lanusse en la residencia de Olivos, que trascendió en los diarios.

Lo recuerda Juan Manuel Abal Medina.

“El 4 de octubre de 1972 —indica—, Perón da una conferencia de prensa en Puerta de Hierro y lo hace levantar del sillón a López Rega y sienta a su lado a Antonio Cafiero. En el lenguaje del peronismo, ése era su candidato. Perón lo presentó como el hombre que estaba armando el nuevo gobierno justicialista. Ese día, Perón le dice a Cafiero: ‘Cuídese, no hable con Lanusse porque la relación con los militares ya la tengo encargada. Usted sabe a quién’. Era yo. El 8 de octubre es el cumpleaños de Perón en Madrid. Estaba Antonio. El General hizo pública mi designación como secretario del Movimiento Justicialista, y era ostensible que Antonio, presente en la sala junto a otras veinte personas (Cámpora no estaba), iba a ser candidato a presidente. Cuando volvemos a Buenos Aires, Antonio me dice que Lanusse le pidió verlo en forma reservada. ‘Quedaría como una fractura si no lo veo, es el presidente’, me explicó. Yo le aclaré que era ‘el dictador’, pero si era así de dramático el asunto, que fuera. Se lo anticipé al General desde la central telefónica de Maipú y avenida Corrientes. No era fácil la comunicación. Su teléfono estaba pinchado por todos los servicios del mundo, y le digo que ‘el amigo’ me dice que no tiene más remedio que ir a juntarse, que tiene que ir...

—¿Qué quería Lanusse de esa reunión con Cafiero?

Una explícita condena a la violencia y una transición de común acuerdo, con Cafiero como candidato. Lanusse quería evitar una retirada desastrosa de las Fuerzas Armadas. Yo luego le informé a Perón que Cafiero dijo que en la reunión no había ocurrido nada trascendente. Sin embargo, a Perón no le gustó el tema. Pero lo más trascendente ocurre después, cuando Lanusse, en una reunión con los altos mandos de las Fuerzas Armadas, dice que en su conversación con Cafiero mencionó, refiriéndose a Perón, que “ese cobarde no va a volver”, y Cafiero guardó silencio. Eso obviamente se filtró y se publicó en los diarios —continúa Abal Medina—. Es decir, lo liquidó. Antonio envió una carta, creo que a Clarín, y salió un recorte pequeño. No negó la reunión pero desmintió los trascendidos que se difundieron. A partir de ahí crece Cámpora. Cafiero ya no está como primera figura.

Cuando Juan Manuel Abal Medina
Cuando Juan Manuel Abal Medina le comunicó José Rucci que el candidato era Cámpora, preanunció como única respuesta: “Ahora se pudre todo…”

Un día antes de irse del país, el 13 de diciembre de 1972, Perón le anticipó a Abal Medina su inclinación por Cámpora. Y propuso que lo nominara, en su nombre, en el Congreso Justicialista que iniciaría sus sesiones dos días después.

La noticia impactó en el corazón gremial.

El jefe de la CGT, José Rucci, había conversado con Perón en Vicente López esa mañana del 13 de diciembre y percibió que se había decidido por Cafiero. “No es un mal candidato”, había acotado Perón. Sin embargo, Rucci se había retirado amargado de la reunión. “No quiero hablar de política”, dijo a la prensa.

Después se enteraría que el bendecido era Cámpora.

Rucci detestaba a Cámpora -recuerda Abal Medina-. Rucci era el colmo del sindicalista del viejo estilo. Y Cámpora era el colmo del político del viejo estilo. Y eso en el peronismo había sido el aceite y el vinagre. Cámpora era la quintaesencia del poder político de la ‘corte peronista’, y Rucci era mal hablado, prepotente, apretador, etcétera. Era imposible que funcionaran juntos. Era una relación imposible. Y después, la obsesión de Rucci con todo lo que tuviera que ver con Montoneros, que Cámpora iba arrastrar a Montoneros...”.

—¿Cómo se define Perón por Cámpora?

—Perón me llama y me dice que tenemos que ver lo de las candidaturas: “Doctor (Perón me decía doctor), he recibido comentarios, nada directos, pero me llegaron tres nombres... cuatro, porque también me pusieron a (Raúl) Matera”, y se rio. Eran (Jorge Alberto) Taiana, Cámpora y Cafiero. Los dijo en ese orden. “Pero como están las cosas, y como no puedo ser yo, el candidato es mi delegado. Si en estos días no pasa nada grave, maneje las cosas para que el Congreso (peronista) lo ponga a Cámpora. Adelánteselo hoy, porque mañana va a venir conmigo a Asunción”. Lo iba a acompañar Cámpora. La idea era mostrar que Cámpora era Perón en la Argentina. Y Cámpora jugó hábilmente a eso. Perón me instruyó que se lo comunicara al sindicalismo cuando él se hubiera ido, al día siguiente.

Abal Medina detrás de Héctor
Abal Medina detrás de Héctor J. Cámpora y Perón

El 14 de diciembre, con el avión carreteando rumbo a Paraguay, el portador del secreto, Juan Manuel Abal Medina, le comunicó José Rucci que el candidato era Cámpora. “Ahora se pudre todo…”, preanunció el jefe de la CGT, como toda respuesta.

La candidatura de Cámpora debía ser ratificada por el congreso justicialista previsto para el día siguiente en el hotel Crillón. Rucci decidió boicotearla.

Pocos sospecharon ese día que la lucha interna en el movimiento peronista, hasta entonces representada con acusaciones verbales o atentados aislados, conduciría a la etapa más desgarradora y sangrienta de su historia, que se iniciaría pocos meses más tarde.

En su intento de mantener al peronismo dentro de la misma nave, Perón no pudo mantener el equilibrio de las fuerzas propias.

Cualquiera fuera su preferencia, desataría una crisis interna.

Rucci y el jefe de la agrupación sindical “Las 62 Organizaciones”, Rogelio Coria, no aceptaron la derrota que implicaba la nominación de Cámpora. El día del congreso peronista irrumpieron en el subsuelo del hotel Crillón con sus bandas dispuestos “a romper todo”, para evitar que la instrucción de Perón recibiera el aval partidario. Propusieron que una delegación hablara “mano a mano” con Perón en Paraguay y pidieron a todas las ramas del Movimiento a renunciar a otra candidatura que no fuera la de Perón. “Viaje a Asunción y cuarto intermedio hasta el martes”, reclamaron.

Los congresales que querían nominar a Cámpora, con astucia, plantearon la consulta a Perón pero a través de un telex al hotel Guaraní, donde se hospedaba.

Coria se enfureció: “En estos momentos se están jugando instancias decisivas para el país y esto no se arregla con un telex de diez minutos sino con una larga conversación. Todos los políticos están mostrando la hilacha por el hambre que le tienen al queso”.

Rucci estaba a la cabeza del intento de impedir la nominación de Cámpora.

“Las posiciones se polarizaron entre los que decían que tenía que ir una delegación a Asunción para ratificar la candidatura de Perón, que era lo que querían Rucci, Rogelio Coria, Manuel de Anchorena, Victorio Calabró, y compañía, y los que decíamos que había que pedirle instrucciones a Perón vía télex a Paraguay —recuerda Abal Medina—. Antes de votar, entra el Petiso (Rucci) al hotel, entra con su banda, y me dice: “Vengo a romper todo”. Pido breve receso y le digo: “Esto es el congreso”. Fuimos a hablar a la esquina. Me dice: “Vamos a Asunción a hablar con el General”. “El General ya decidió”, lo disuadí. Y se fue; él no era congresal. Finalmente, se votó enviar un télex al hotel en Asunción (la moción del télex venció a la moción de la delegación a Paraguay por 92 a 55). Y fuimos con una delegación a Corrientes y Maipú y lo enviamos a su hotel”.

El telex indicaba:

“Es el deseo unánime de este congreso nacional que usted preside que no acepte, en nombre de la reconstrucción real del país, su declinación a la candidatura reiterándole que usted es y será el único candidato y presidente de los argentinos”.

Esperaron la respuesta de Perón durante más de una hora. Hasta que finalmente llegó:

“Ratifico total renunciamiento y reitero apoyo a Cámpora. Juan Manuel Abal Medina tiene instrucciones mías y debe prestársele la más absoluta colaboración para hacerla efectiva”.

No había nada más que agregar.

Pero en desafío a la instrucción del General, Coria y Rucci ordenaron a sus congresales retirarse del hotel. Rucci sólo quiso imponer la candidatura a gobernador de Buenos Aires del estanciero rosista Manuel de Anchorena. Era el único que había vetado Perón, en su armado electoral entregado a Abal Medina. El candidato elegido fue Oscar Bidegain. Cualquier reclamo resultaba ocioso. Perón ya no estaba en el país. Había vuelto a Madrid.

Finalmente, en el congreso justicialista, la moción por Cámpora obtuvo 143 votos sobre 188 congresales. Hubo cinco votos en blanco. A la una y media de la madrugada del 16 de diciembre de 1972, el delegado de Perón entró al salón victorioso. Lorenzo Miguel, de la UOM, era uno de los pocos jefes sindicales que aceptó su candidatura presidencial.

La inclinación por el Delegado demostraba que el sector político del PJ se “independizaba” del gremial, que había detentado la supremacía en el peronismo durante en 17 años, y también significaba una victoria de la JP y la izquierda peronista, sobre todo, una victoria de Montoneros.

Con el lema “Cámpora al Gobierno, Perón al poder”, ganaría las elecciones del 11 de marzo de 1973 con casi el 50% de los votos.

Marcelo Larraquy es periodista e historiador (UBA). Su último libro publicado es “Fuimos Soldados. Historia secreta de la contraofensiva montonera”. Ed. Sudamericana, noviembre de 2021

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