Extraño derrotero el de los hermanos Mateos en este pintoresco paraje llamado argentina.
Siendo adolescente jugaba al futbol en las canchitas que había al costado de la General Paz, la avenida que divide la provincia de Buenos Aires con la Capital Federal. Hablo de la zona donde se separan San Martin y Florida de Villa Pueyrredon y Saavedra digamos. Yo jugaba para los de un lado y para los del otro equipo jugaba un tal Alejandro Mateos.
Con el tiempo volvimos a cruzarnos, Alejandro habiendo consumado su destino de baterista de rock convirtiéndose con el tiempo en uno de los mas reconocidos por público y crítica. Ya trabajando en la radio me entero que estaba tocando en la banda de su hermano Miguel. Eran los que habían teloneado los 3 shows de Queen en Vélez en 1981.
Fue sorpresa para todos que el opening act del grupo más exitoso del mundo en su debut porteño fuese una banda absolutamente desconocida.
Fueron noches inolvidables para todos las de los shows de Queen que sobre todas las cosas bendecirían el promisorio futuro que sospechábamos para Zas.
No es habitual debutar ante 25,000 personas saliendo airosos del compromiso.
Sobre todo teniendo en cuenta que todavía no tenían disco y hasta esas noches sus shows eran para 40 personas en distintos pubs de la ciudad.
La verdad que no se me ocurre ninguna alegoría al respecto.
Cuando hablé con ambos, en distintos momentos, de sus sensaciones de los shows, Mateos brothers coincidían en la intransferibilidad de las emociones.
Hay hechos que son imposibles de referir con precisión cuando se mezclan tantas sensaciones.
Solo llegas a imaginarte a una banda de rock de barrio que de una semana para otra es convocada para abrir los shows de la banda de rock más importante del mundo en esos días.
La historia es ciertamente incierta, solo que al productor argentino del show, Alfredo Capalbo -que era productor de programas en radio El Mundo además de encargarse de las presentaciones de Julio Iglesias y Joan Manuel Serrat por acá-, le llegan unos cassettes grabado con canciones de Zas, le gustaron y ahi nomás cerró el line up.
Tan simple como eso.
Demás está decir que en adelante Zas integró la camada de buenísimas bandas argentinas que marcaron el rock latinoamericano de los 80´s hasta hoy.
Fue Raúl Porchetto quien los presentó a Oscar López, otro legendario manager del rock, para conseguir su primer contrato de grabación.
Es asi como en 1982 aparece el primer álbum de Zas con una docena de canciones originales compuestas en su totalidad por Miguel Mateos, de las que destaca “Va por vos, para vos” convirtiéndose en un auténtico hit radial empujado por los programas de Capalbo, de Julio Moyano, de Beillard, de Badía y del negro Edgardo Suarez entre otros. No podías no escucharlo en algún momento del día.
Musicalmente hablando, era un tiempo de entretiempo. La nueva década traía vientos de cambio para la cultura joven.
En pocas palabras, la música disco estaba muriendo inexorablemente.
El cáncer de la disco music fueron las discotecas mismas.
Todos sabíamos que no se le podía pedir el mismo nivel de glam a Sylvester que al dueño de Pinar de Rocha vamos, pero en realidad lo que determinó el final de la cultura disco fue el concepto, bien discotekero de segunda selección, llamado Sector VIP. Nada mas encontrado con el concepto iniciático de las discotecas que un sector privilegiado. ¿Pero como chango? ¿No es qué aca éramos todos lo mismo? ¿Mick Jagger, Maria Kodama, Yuyito González y yo acá en la pista y alrededores no eramos iguales? . Bueno, esto fue acabando con la diversión desmesurada nocturna regada por ritmos de bajos marcados y percusión avasallante.
El rock sinfónico tan en boga la década pasada ya se había disparado demasiado arriba. Para escuchar el último disco de la Premiata Forneria Marconi tenían que prepararte anímicamente. Para encontrarle la gracia a un vinilo triple de Yes como “Tales from topographic oceans” debías cursar por lo menos 2 años en Berkley; bueno, acá los chicos no podían.
En cuanto al punk rock que había venido a acabar con todo, murió con la última puñalada sobre Nancy Spungen una infausta noche en el Hotel Chelsea de NYC. Se la haya dado Sid Vicious, Rocket Redglare o cualquier junkie de la periferia. Quedó estipulado que el punk era ante todo breve, y los chicos de alfileres de gancho en las orejas y camperas cruzadas de cuero no la estaban pasando tan mal, asi que el sistema y esas cosas no debe ser tan deprimente. Miraban a los Stones o a The Cure mismo y decían “Eso es lo nuestro”.
En este pintoresco país empezados los 80´s teníamos otras preocupaciones.
Lo que nos unía al resto del planeta era la cultura joven, el rock sobre todo.
A pesar de la dictadura horrible y la marginalidad terrícola, acá el rock era lo único que crecía con fundamento, porque era donde todos los jóvenes estábamos de acuerdo.
Particularmente 1982 fue un año catastrófico socialmente hablando. Los militares boqueaban como un pez convirtiéndose en el pescado de la proa de un pesquero, el mundial de España fue un fracaso, la guerra de Malvinas dolía todos los días mostrándonos la peor cara de los que mandaban y los que anoticiaban al pueblo. La televisión, los teatros, los cines todos censurados, sumado a que por el conflicto con Gran Bretaña las radios se negaban a pasar canciones en inglés, de tal manera empezaban a sonar todo el tiempo rockers nacionales.
Apenas acabado el mal momento, aparece el segundo álbum de Zas, llamado muy oportunamente “Huevos”. Asomaba la democracia y la canción de moda decía, en los shows obviamente no en el vinilo...
-” Huevos, en la argentina hacen falta huevos...”- en el disco decía casi humorísticamente " En la cocina hacen falta huevos...”
Asi crecíamos.
Pero una canción de ese brillante disco era por demás demostrativa, precisa, comprensible por toda la pendejada, muy de código para la tribu. “Un gato en la ciudad”, una de esas historias mínimas que marca una época, un pequeño relato demasiado preciso de un pibe naufragando por Buenos Aires de noche, para quienes conocen, un distrito único, en todo sentido. Mas en ese año.
”Camino solo con la noche detrás
Es buena hora para andar.
Gente en los flippers, más gente en el pool
Sin saber a qué jugar.
Un gato en la ciudad
Un gato en la ciudad.
Hay dos amantes contra un cartel
Para elegir hay que saber.
Y pasa alguien silbando una canción
Un tanto vieja
Prohibida su difusión”
Zas era en ese disco Miguel Mateos, su hermano Alejandro, Pablo Guyot -antes de Charly Garcia y GIT- en guitarras y Fernando Lupano -antes de La Torre y García- bajista. Una banda que sonaba como un sueño de rock.
Me cuenta Miguel.
“Un gato en la ciudad fue escrita y grabada en 1982, en circunstancias de destrucción política, social, si nos remontamos a ese año recordamos su complejidad, el país totalmente convulsionado ya en las postrimerías de la dictadura militar. La guerra de Malvinas... todo eso, recuerdo haber participado de una gran marcha en marzo de ese año. Todavía era estudiante de ciencias económicas y estudiaba también en el Conservatorio Municipal San Martin, en el teatro Gral. San Martín. Una marcha multitudinaria en la que también se pedía el final de esa maldita dictadura mas allá de la recuperación de todos nuestros derechos . Estaba unida gran parte de la ciudadanía, sindicalistas, estudiantes, distintos partidos políticos. Eso es lo que refleja la letra. Ahí están el miedo de salir a la calle, con documentos, sin documentos, no importaba. Las noches eran una suerte de clandestinidad, a la que apelábamos para no ser vistos, no ser reconocidos por la autoridad. También refleja esa clandestinidad de los artistas tocando en sótanos canciones contestatarias. La música tiene que ver con esa célula que toca el piano. La toqué en un piano vertical que tenía en casa y era de mi vieja. Ella me lo cedió. Vivía en Liniers, en una especie de casa/sala de ensayo para muchos, especialmente para Zas. Toda la metaforía de Un gato en la ciudad, toda esa cosa cinematográfica, las imágenes cinemáticas tienen que ver con ese momento...”
” hay muchos como yo
Gatos sin dirección
Y después preguntan por qué
la juventud ama solo el rock´n roll
¡Sólo el rock´n roll!
La noche está más peligrosa que ayer
No quiero desaparecer
La patrulla descansando en el bar
Y en las calles alguien quiere vagar.
Un gato en la ciudad
Un gato en la ciudad
Como vos y como yo.”
Sigue Miguel Mateos contando
“Algo singular de esta canción, desde su forma musical es que el verso está hecho en tonos mayores, y el estribillo está hecho en tonos menores, que es lo opuesto a lo que musicalmente, como formato musical digamos se dictamina. No solo desde el rock o desde el pop. Generalmente el verso es lo que se compone en tonos menores y el estribillo va en mayores porque es obviamente donde explota el tema, porque el tono mayor tiene una cosa más exaltada, mientras que los tonos menores son mas tristes, mas lánguidos. La mayoría de los tangos argentinos están escritos en tonos menores. Asi que esa es una particularidad que se destaca en la canción. El verso es explosivo y el estribillo es nostalgioso, tremendamente triste. Como el blues. Es una canción bluseada. Esa es una particularidad significativa de “Un gato en la ciudad...”-
He trabajado bastante en Latinoamérica, con lo que he comprobado in situ que muchas veces lo que nosotros creemos que sucede no es tan cierto.
Miguel Mateos, con Zas o solista es bien reconocido en muchos países, Mexico, Colombia, Chile, Venezuela. He escuchado historias de sus shows multitudinarios en el extranjero, algo se puede vislumbrar en ciertos archivos, pero me costaría expresar el cariño con el que me han hablado de él mas allá de nuestras fronteras. Otro caso de quién no es tan profeta en su tierra como afuera.
No se porqué pasan estas cosas a veces, pero estoy seguro plenamente que cuando las generaciones futuras lean nuestro tiempo desde las músicas, las canciones de Miguel Mateos serán un interesante capítulo.
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