El periodista, escritor y editor de libros Jorge Sigal fue declarado Personalidad Destacada en el Ámbito de la Cultura por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires. La ceremonia tuvo lugar el viernes 3 de diciembre en el salón Alfonsín del Palacio Legislativo. Y ese ilustre apellido de la política -el de Raúl Alfonsín-, fue repetido por el homenajeado con una anécdota que hizo sonreír a los presentes y se reproduce más adelante.
El diputado Guillermo Gonzalez Heredia fue el encargado de proponer esta distinción, que fue votada por la Legislatura. En la mesa principal se ubicaron él, Sigal y los flanquearon la diputada Marilú González Estevarena y el periodista y escritor (además de gran amigo del homenajeado) Jorge Fernández Díaz. Además, estuvieron presentes el exministro Hernán Lombardi, el conductor Fernando Bravo y el político radical Jesús Rodríguez, entre otros colegas, amigos y familiares.
Abrió el acto el diputado González Heredia, que dijo: “Quiero destacar algo que para y dada las circunstancias de nuestra sociedad toma un cariz especial la figura de Jorge. Al mismo tiempo que la sociedad argentina y mundial se volvió más tolerante ha integrado minorías étnicas y religiosas, es una sociedad mucho más humana y cambiante. Sobre todo la argentina. Por un lado es para destacar, pero no se si está tan bueno que seamos tan dinámicos, que cambiemos tanto, que seamos tan camaleónicos. Y acá la figura de Jorge toma otra dimensión. Yo tuve mentores y faros, ilusiones con mucha gente que con el tiempo me desilusionaron, se corrompieron, decidieron ser de otra forma. A mi me da una alegría inmensa saber que Jorge Sigal, con su integridad intelectual, su entereza, sea de esas pocas personas en la sociedad actual que fue, es y será el mismo”.
Luego tomó la palabra Fernández Díaz. Contó que se conoció con Sigal hace 30 años por intermedio de un amigo en común, el también periodista Alfredo Leuco. Y precisó que, en la actualidad, hablan “entre cuatro y cinco veces por semana” en las que “tratan de cuestionar los relatos del presente… y a veces le ladran a la luna”.
Además de elogiar el libro de Sigal “El día que maté a mi padre”, explicó por qué. Para eso debió repasar la vida del galardonado y se inspiró en el prólogo -escrito por él- de la reedición del mencionado libro. Comenzó con una advertencia de Voltaire: “cuando el fanatismo ha engangrenado el cerebro, la enfermedad es incurable. Jorge Sigal ha despertado poco antes de la gangrena, y curarse de aquel dulce pero letal sueño vuelto pesadilla. Toda su vida está signada por ese rescate a tiempo”. Se refiere, Fernández Díaz, a que Sigal era, cuando vivía en Turdera, “un chico de familia judía y marxista leninista que jugaba a ser soldadito soviético” y luego fue “despertando de ese dogma corriendo un enorme riesgo” para “al emerger de ese líquido amniótico de la militancia, darse cuenta con espanto de los errores, de los falsos supuestos del fanatismo”, para luego. “consagrar su vida a luchar contra las taras del progresismo vernáculo que heredó del Partido Comunista la superioridad moral, los relatos apócrifos, el snobismo y la compulsión autoritaria”.
En tercer lugar habló Santiago Kovadloff, quien también señaló que a Sigal le tomó un tiempo “hallar la senda de la fe democrática por la que hoy lo vemos marchar” y de las consecuencias que sufrió en lo afectivo por tal determinación. “Celebramos a Jorge Sigal con admiración y gratitud. Su trayectoria nos ha enriquecido. Admiración por la índole de su trabajo intelectual, orientado básicamente a la puesta en tela de juicio de los mitos más arraigados de nuestro tiempo. Gratitud por ser él como es y proceder como lo hace en todo lo que emprende, cálida y generosamente. Estamos ante un desvelado, a quien las preguntas pueden más que las respuestas. Por un lado, ante un aprendiz del desencanto, por otro, un empecinado cultor de la esperanza y el pensamiento crítico”.
Por último habló el propio periodista y escritor distinguido. Agradeció la “exagerada semblanza de dos queridos amigos” y expresó que “estoy acá empujado por mi mujer, Laura, mi socia con quien compartimos todo. Y tengo la representación más linda de la princesa Bruna y el príncipe Astor (sus hijos)”. Luego contó una anécdota para explicar que su modestia no es impostada: “Por una imprudencia de Hernán Lombardi fui secretario de estado de la República Argentina. Una vez alguien me dijo ‘son 53 los secretarios de Estado. Y me corrió frío por la espalda. Yo iba muchas veces a las reuniones de gabinete cuando Hernán viajaba. Y alguna vez me tocó ir al baño. Y qué pensaba yo: ‘Pensar que acá mearon Perón y Alfonsín, ¿qué hago yo en este lugar?’ (risas). Es una forma de sobrellevar estas cuestiones. Descubrí con el tiempo que todo lo que soy está resumido en dos o tres cuestiones. Y voy a cometer una infidencia. Tuve un intercambio de mensajes con Fernando Bravo hace poquito. Fernando me decía ‘vos exageras cuando decís todo lo que aprendiste de mi’. Yo me inicié en el periodismo tratando de imitar a Jorge Ezequiel Sánchez, a Martín Granovsky, a Norberto Suárez… los miraba. A lo largo de mi vida traté de hacer eso, mirar a quienes tienen el don de la palabra escrita. Luego tuve la suerte de contar con que muchos amigos, como el caso de Alfredo Leuco, me llevaran a grandes medios. Empecé en el Cronista, después en Somos, en Gente… Ahí conocí a Jorge Fernández Díaz, que se convirtió en un enorme amigo y maestro. Yo lo miraba a Jorge y trataba de ‘robarle melodías’. Creo que es así como uno lleva la vida cuando quiere aprender. Yo trabajé, otra vez gracias a Alfredo, en Radio Continental con Fernando, tratando de aprender de su sabiduría. La vida me dio amigos impresionantes, y esa es mi virtud. A Santiago Kovadloff lo conocí hace cinco años, no hace tanto, por medio de la gestión junto a Hernán Lombardi, y pasó de ser un amigo a ser una adicción. A tal punto que lo arrastré y le dije: ‘Santiago tengo un sueño, hacer un programa de radio con vos’. Yo sentía que estaba llevando a la ruina a un hombre con tanto prestigio (risas), pero aceptó y lo pasamos fenómeno haciendo radio”.
Y concluyó, antes de los aplausos: “Todo lo que hice tiene que ver con mi familia, mis amigos y los libros. Pero son mis amigos los que me llevaron y aprendí y ocupé los lugares. Y voy a hacer otra confesión: un premio que yo despreciaba un poquito. En la escuela 44 de Turdera me eligieron como mejor compañero. Sentía que me subestimaban como alumno… A lo largo de los años llegué a la conclusión que fue el premio más importante de mi vida”.
Fotos: Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires
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