El domingo 28 de diciembre de 1975 fue detenido el “Negro” Roberto Quieto. Junto con Mario Eduardo Firmenich, era uno de los jefes de la organización armada Montoneros más conocido.
Para uno de los oficiales que se desempeñó en la inteligencia militar en esos días “Quieto no dio ‘información táctica’”, la conducción de Montoneros no opinó lo mismo: en el juicio revolucionario que le hizo Montoneros (1976), cuando lo procesa por “delación”, se afirma que ya a mediados de 1971 violó normas de las FAR al mantener relaciones con una compañera (Carazo de Kurlat), ocultándolo a los integrantes de la organización (entre los cuales estaba Marcelo Daniel Kurlat, alias “Monra”, el esposo de ella). Al ser detenido, se conoce esta situación, y la “compañera” es “despromovida” en varios niveles pero “el causante” sólo fue criticado.
Como no fue sancionado, aún detenido por el gobierno militar de la época, mantuvo el nivel de líder en las FAR y en la fuga de Rawson (1972), es elegido entre los seis jefes de los grupos intervinientes, junto con Marcos Osatinsky, Mario Roberto Santucho, Enrique Gorriarán Merlo, Domingo Menna y Fernando Vaca Narvaja. Tras la fuga, se exilió en Cuba y posteriormente retorna al país, como N° 1 de las FAR.
El 12 de octubre de 1973, en Córdoba, la organización FAR se fusionó con Montoneros y adquiere presencia pública como integrando una pareja política con “Pepe” Mario Firmenich (la diarquía). En el plano personal, la relación con su esposa Alicia Beatriz Testai no se estabiliza, reaparecen situaciones conflictivas en 1973, hasta que decide la separación definitiva, hecho que es avalado por la organización por suponerlo cierto. Pero en la investigación que sucede a su caída se pone en evidencia que aún se mantenía.
Cuenta Firmenich: “Se dio un proceso de fusión en la medida que se manifestaba mayor afinidad política. El máximo referente de las FAR era Roberto Quieto. Por ser el número uno de la FAR aparecíamos bastante en público juntos porque hubo un proceso de integración política antes de la fusión en donde al no haber una organización unificada, la representación pública se hacía bicéfala, por decirlo así: cada uno representaba su propia posición. Pero Roberto Quieto tuvo una significación política importante en los años ’73/’74.”
En enero de 1974, Roberto Quieto -número dos de Montoneros, detrás de Firmenich y delante de Perdía-, comenzó a planificar con el “Pingulis” Hobert, quien después se desvinculó de la operación, el secuestro de los hermanos Jorge y Juan Born, herederos de una parte sustancial de las acciones del holding Bunge y Born, el grupo económico internacional más grande del hemisferio sur. Se la denominó “Operación Mellizas”. El Negro Quieto quedó al mando de la operación y eligió como segundo a Rodolfo Galimberti, importante miembro de la Columna Norte, y según fuentes de la época Felipe Enrique De Pedro, alias “Quique” Miranda, se encargó de la construcción de una “cárcel del pueblo”, de dos subsuelos, bajo una pinturería en Martínez, Buenos Aires.
Roberto Quieto entre agosto de 1974 y mayo de 1975, tomó a su cargo la vinculación con David Graiver. Se reunió varias veces con el banquero en una quinta de San Isidro. En uno de esos encuentros, el jefe montonero ofreció a Graiver entregarle como inversión 14 millones de dólares del total obtenido de Bunge y Born. El empresario aceptó de inmediato, ofertando una tasa del 9,5 % anual de interés. Desde mediados de agosto de 1975, Quieto y Firmenich van manifestando diferencias. Firmenich comienza a limitarlo. Es así como a fines de septiembre Quieto no es asignado para la planificación del ataque al Regimiento 29 de Formosa.
El sábado 4 de octubre de 1975, durante una reunión de la conducción nacional de Montoneros, Roberto Quieto solicitó alejarse de la organización por problemas políticos y personales. Se le negó la autorización y es bajado del nivel 2 al 3. Como una premonición, en esta reunión se aprueba el “Código de Justicia Revolucionaria” (redactado por ex oficiales navales). El 5 de octubre se realizó el ataque al Regimiento de Formosa. En diciembre, a despecho de estar iniciando una nueva relación de pareja dentro de la organización (con Cristina Lennie), Quieto estaba reconsiderando la posibilidad de volver a unirse con Alicia Testai. Ponía a los hijos como pretexto o justificación de su conducta.
El jueves 28 de diciembre de 1975, Roberto Quieto concurre a la playa “El Ancla” en Vicente López, Buenos Aires, con 13 miembros de su familia: la madre, los hermanos, la esposa y los hijos. “Alguien” lo reconoció y fue detenido en la playa. Al verse rodeado y apuntado por armas, Roberto Quieto exige delante de sus familiares, la identificación de los policías y ofrece identificarse él mismo (tenía documentos falsos). El diálogo se prolongó por varios minutos, durante los cuales Quieto no realiza ningún intento de resistencia, se mantiene calmo y tranquiliza a su esposa que intenta aprovechar la presencia de bastante público. Finalmente uno de los miembros del grupo se acredita como oficial de la Policía Federal, acercan un vehículo e introducen a Quieto en el mismo. Este sólo ofrece una resistencia pasiva aferrándose a un árbol. Eran las 19.30.
“Sixto” era en 1975 un suboficial de la Policía Federal que había trabajado en el ex DIPA (Departamento de Investigaciones Policiales Antidemocráticas), luego en el Departamento de Sumarios (1973) y más tarde Protección del Orden Constitucional (POC). Había conocido a Roberto Quieto en 1971 cuando le tocó hacer guardia en el “tubo” (pequeño calabozo) en el que se hallaba preso en el Departamento de Policía de Moreno 1417. En esos días, habían querido que descifrara una lista de seudónimos con los destinos de unas armas pero no pudieron. Recordaba en ese tiempo que El Negro había querido atraerlo durante los cortos diálogos que mantenían: “Nosotros somos nacionalistas, igual que vos”, le decía Quieto.
Más tarde, el jefe guerrillero fue juzgado por la Cámara Federal Penal de la Nación, mal llamada “el camarón”, y terminó en el Penal de Rawson de donde escapó a Chile en agosto de 1972. Luego vino el 25 de mayo de 1973 y meses más tarde su inclusión en la conducción de Montoneros. Quieto era una figura pública cuando en setiembre de 1974 la organización se sumerge en la clandestinidad para luchar contra el gobierno constitucional de Isabel Perón.
“Sixto” estaba en la vereda de enfrente. No olvidaba su cara, su obsesión era detenerlo. Sabía que a Quieto le gustaba ir a la playa “El Ancla” y fue a buscarlo varias veces.
El 28 de diciembre lo vio e inmediatamente llamó a la guardia de la Superintendencia de Seguridad Federal en Moreno y el oficial de guardia le envió a un grupo del Departamento de Asuntos Gremiales (6° piso). En el primer aviso no le creyeron. Insistió con una segunda comunicación y amenazó: “Si no vienen lo mato aquí mismo”. Al poco rato llegó un móvil con un chofer, un subinspector y un agente ametralladorista. Entre los cuatro lo detienen y lo llevan a Moreno.
El jefe del operativo, previendo que al poco rato iban a hacerse presentes un funcionario de la Justicia y los abogados de la “coordinadora” para presentar un habeas corpus, lo metió en una furgoneta Citroën que la estacionan en la calle San José entre Moreno y Alsina, al cuidado de un “imaginaria” vestido de civil hasta que llegara una delegación del Ejército. Al poco rato Roberto Quieto fue entregado al Ejército. Fue la última vez que “Sixto” vio a “El Negro” Quieto.
Varios años más tarde conversé con el general Albano Harguindeguy sobre la detención de El Negro Quieto y pude observar que había puntos que coincidían en ambos relatos. El ex jefe de la Policía Federal me dijo, el 28 de noviembre de 2010: “El que detuvo al Roberto Quieto fue un joven oficial del Ejército, que luego se hizo aviador militar. Lo reconoció en la playa de Vicente López y con sus subordinados lo detuvo. El oficial me vino a ver a la noche y lo escondimos para protegerlo, Inteligencia no podía creer lo que había sucedido. Luego le conseguimos plata y le dijimos que se fuera y que no volviera hasta marzo. Horas más tarde de ser detenido fue entregado al Ejército, luego de estar en la calle Moreno de la Policía Federal. Al día siguiente de caer Quieto fue allanado un importante depósito de armas de Montoneros”. Su explicación fue confusa y no certera.
Fuentes militares que solicitaron no ser identificadas, expresaron que Roberto Quieto acordó negociar información a cambio de la seguridad de su familia. “Al caer preso, lo primero que se le pidió fue una prueba de la sinceridad de su compromiso. Él era consciente de la situación en la que estaba. Así fue que cayó un importante arsenal de la organización en Villa Martelli. Su tarea posterior fue fundamental para ‘decodificar’ los movimientos de la organización.” De todas maneras, su esposa Alicia Beatriz Testai y la conducción de Montoneros lanzaron una campaña nacional e internacional especial de denuncia, declaraciones, pintadas y actos relámpago. A la campaña adhirieron Alain Touraine, Paco Ibáñez, Francois Mitterrand y Jean Paul Sartre, entre otros.
No pasaron 24 horas cuando todos tienen la certeza de que el “Negro” Quieto había claudicado. Montoneros concluye que lo hizo bajo tortura. Sin embargo, en ese corto tiempo, posiblemente es el primer terrorista del cual se conozca su disposición para entregar información en menos de un día. Esto hace que la conducción ordene detener la campaña de reivindicación y la transforme en denuncia contra la “represión”.
Al otro día, son allanados dos locales de Montoneros, un local de funcionamiento de la conducción nacional y un depósito de gran capacidad previsto también como cárcel del pueblo, en el Gran Buenos Aires, que no mantenía ningún prisionero, pero sí una importante cantidad de material logístico (armas, explosivos, municiones). Ambos locales eran conocidos por Quieto y estaban en uso, siendo de vital importancia para la “organización”. Entre los últimos días de diciembre y los primeros de enero, son allanados en Córdoba lugares que solo el “Negro” Quieto podía conocer.
Frente a los hechos, dijo Mario Firmenich: “Tuvimos evidencia de delaciones de él durante la tortura. Cayeron cosas conocidas por él. Y este fue un impacto político y emocional muy fuerte para nuestra fuerza”.
”Nuestra ideología tenía como un elemento significativo, importante, el tema del ‘hombre nuevo’. No era sólo una sociedad nueva, un cambio de estructura, un cambio de marco jurídico o un mero cambio de propiedad de los medios de producción. Una sociedad nueva también culturalmente, espiritualmente... de modo que la evidencia de un quiebre en la tortura de un cuadro de la jerarquía de Quieto ponía en crisis estos conceptos. Cómo era posible que aquel que tenía que ser el hombre nuevo pudiera cantar en la apertura. Este fue el problema. Nosotros establecimos a partir de ahí dos cosas: un juicio que, en ausencia de Quieto, tenía un valor realmente simbólico. Era un juicio que implicaba establecer jurisprudencia para la conducta ante la represión que se avecinaba.”
“Quieto fue condenado por delación. Esto tenía el efecto de decir no admitimos la delación, no nos parece razonable que alguien delate, aunque las torturas puedan ser muy tremendas. Porque la delación es el verdadero óxido que destruye una organización clandestina. Si no existiera la posibilidad de la delación, no sería posible destruir una organización clandestina. Entonces a raíz de ese proceso decidimos establecer que los medios de conducción no tenían que ofrecer el margen de la delación en la tortura, porque por más que todos aspirábamos a ser ‘hombres nuevos’ ¿Quién podía decir que no iba a ser Pedro para negar 3 veces? Y allí fue cuando se estableció para los miembros de la conducción la obligatoriedad de la pastilla de cianuro, para no entregarse vivo. ¿Para qué la pastilla de cianuro? Porque uno podía estar armado y combatir, pero eso no garantiza que no caigas vivo. Todos tenemos un ejemplo muy claro: el “Che” Guevara fue capturado vivo, y si el “Che” Guevara fue capturado vivo ¿Quién podía garantizar que no? De modo que establecimos la pastilla de cianuro. Y esto fue un gran debate dentro de la organización. La conducción recibió una crítica de la organización, dado que establecía un privilegio para los miembros de la conducción. Éstos teniendo pastillas de cianuro tenían el privilegio de no ir a la tortura y el resto de los militantes no tenían esos privilegios. Y allí fue entonces que se decidió generalizar la pastilla de cianuro para evitar la delación en la tortura.”
En febrero de 1976, durante un juicio revolucionario, en el que la veterana guevarista Lila Pastoriza (ex funcionaria de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación en 2011) hizo de “oficial instructora”, según la periodista Alejandra Vignollés, Montoneros condeno al “Negro” Roberto Quieto con degradación y muerte por su conducta liberal e individualista, deserción y delación. Hay infidencias y versiones sobre la conducta de Quieto en manos de sus enemigos. Sea cual fuere, y conociendo su peculiar personalidad, es seguro que negoció su vida a cambio de sus compañeros montoneros.
Según un telegrama de la embajada de los EEUU, Roberto Quieto estaba vivo un mes después, (26 de enero de 1976), y estaba siendo interrogado mientras las autoridades militares decidían que hacer con él. Se cree que el Ejército lo mantuvo con vida en Campo de Mayo hasta 1977/1978. “Es notable que la embajada de los EEUU tuviera noticias de su existencia un mes después”, comento su hermano Carlos Quieto.
Algunos estudiosos y ex jefes de Montoneros hablaron de unas reuniones de Albano Harguindeguy con Norberto Habegger y Roberto Perdía para negociar la suerte de Quieto. La situación política no cambio en nada con el secuestro de Quieto. Todo aparecía en un plano inclinado hacia la debacle del gobierno de Isabel Perón. Era “la agonía” de la que hablaba el matutino La Opinión. El año 1975 había comenzado con la “Operación Independencia” en Tucumán; el “Rodrigazo” económico a mitad de año; la asunción de Antonio Cafiero como nuevo Ministro de Economía; la inestabilidad del gabinete ministerial; la mala salud de la presidenta; el asalto al Regimiento de Monte 29, en Formosa, y la diaria violencia desatada. Terminaba en diciembre con el asesinato --en Entre Ríos-- del general Jorge Cáceres Monié y su esposa, en lo que Montoneros denominó “Operativo Cacerola”.
El día después del secuestro de Roberto Quieto, lunes 29 de diciembre de 1975, el vicario castrense, monseñor Servando Tortolo visitó a Isabel Perón. Conversaron a solas. En la ocasión “le habría transmitido a la señora de Perón la insistencia de los tres comandantes en jefe para que ella se alejara del poder. A su vez, ella indicó su voluntad de cambiar su gabinete, liberarse de su secretario privado Julio González y del dirigente del sindicalismo Lorenzo Miguel, pero insistió en que debía seguir al mando del ejecutivo sin ninguna condición restrictiva. Los tres comandantes generales replicaron a través de Tortolo que su propia remoción del poder era el único punto no negociable”. (Informe Nº 08456 de la embajada de los Estados Unidos).
El 31 de diciembre, reporteado por la agencia Saporiti, el dirigente radical Ricardo Balbín hizo pública una sugerencia al hablar de la presidente Perón: “Que descanse; que deje a otro para que alivie los primeros meses del 76”. Le estaba aconsejando otra licencia.
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