Desde el barrio de Chacarita proponen que el acordeón sea el símbolo universal de la paz

Donde estuvo la fábrica argentina de acordeones y se abrió un museo, ahora aprenden a tocarlo alumnos de todas las edades. Los secretos de un fenómeno arrollador que salta las fronteras. De Piazzolla a Pipo Pescador y Julieta Venegas y Martynas Levickis, el joven ganador de Got Talent, la magia de un instrumento que es suceso en el mundo

Guardar
Algunos de los alumnos de la Escuela de Acordeones ensayan con el maestro César Pavón

El acordeón es un suceso en todo el mundo. El público joven lo ha redescubierto y lo incluyen conjuntos de todos los géneros: cumbia, chamamé, merengue, musette, tango, ranchera, cuarteto, klezmer y también clásica.

Y su sonido vigoroso se impone en todos los escenarios, con un brillo que supera el tradicional protagonismo de la guitarra.

Por eso ya desde la esquina de Maure, cuando voy llegando a la puerta de Guevara 490, en el barrio de Chacarita, se escucha fuerte la música. Es que adentro están tocando no uno sino varios acordeones y me pregunto si alguien oirá el menudo eco del timbre.

Pero pronto se despejan mis dudas y la sonrisa de Aída Anconetani ilumina el marco de la puerta. Es la nieta de Giovanni Anconetani, aquel italiano que en 1918 se instaló en esta misma casa, en la que funcionó su famosa fábrica de acordeones:

-Él había nacido en Loreto, provincia de Ancona. Trabajaba como viajante por Sudamérica de la empresa de Paolo Soprani, el de los famosos acordeones italianos. Venía seguido a la Argentina y un día decidió quedarse.

El Museo Anconetani del Acordeón
El Museo Anconetani del Acordeón funciona donde estuvo la famosa fábrica de acordeones fundada por Giovanni en 1918

El relato de Aída enhebra un amoroso recorrido por la vida de la familia y también nos guía por la amplia geografía de esta clásica casa chorizo:

-Muchos de nosotros nacimos aquí. Nos criamos, después criamos a nuestros hijos ¡Yo ya tengo bisnietos Julio!

La asombrosa vitalidad de Aída desmiente el detalle biográfico de su edad, porque a los 78 años está a cargo del complejo cultural en el que se ha transformado aquella fábrica. Los cuartos en los que ella y sus hermanos jugaron de chicos hoy albergan instrumentos, libros, imágenes y documentos que son valiosos testimonios de nuestra música popular. También se conservan las herramientas con las que el abuelo Giovanni y sus hijos fabricaron durante décadas los acordeones argentinos. En las paredes, docenas de fotos y dedicatorias de los más grandes intérpretes simbolizan la gratitud de esos usuarios:

-Más que clientes, todos fueron grandes amigos nuestros. Venían aquí para reparar los acordeones, para afinarlos. Pero muchísimas veces lo hacían para conversar, para tomar mate o quedarse a comer.

Es que la palabra Anconetani es como un santo y seña, una palabra mágica que a través de los años y de las diferentes corrientes musicales han compartido figuras estelares:

-Mirá, ahí están… Feliciano Brunelli, Ernesto Montiel, Julio Erman Gasparín, los dos Tarragó Ros… Fijate, el cuadro grande, el querido Raúl Barboza. Y nuestro amigo de tantas horas, el Chango Spasiuk.

Aída Anconetani es nieta de
Aída Anconetani es nieta de Giovanni, el fundador de la dinastía, y está al frente del Museo y de la Escuela

El cronista está escuchando música de acordeones. ¿Es el sonido que viene del amplio espacio en el que están los alumnos de la Escuela, con los profesores César Pavón y Emilio Bertrand? ¿O será que las paredes y las vitrinas están vivas y comunican una energía que se mantiene intacta?

En un rincón hay un pequeño acordeón colorido, decorado con arabescos. Y al lado, una foto de Pipo Pescador. Entonces Aída me dice:

-Cuando se fue a vivir a Alemania, Pipo Pescador nos regalo su famoso acordeón “Cirila”, pintado por Martiniano Arce. Siempre estamos en contacto con él, con Enrique.

Una agradable sensación invade el ambiente. Al menos a mí me parece que flota la melodía: “…en el auto de papá, nos iremos a pasear…” Y también el ímpetu vigoroso de Kilometro 11 que comparten Raulito y el Chango.

Pipo Pescador fue amigo y
Pipo Pescador fue amigo y cliente de los Anconetani. Y les donó su recordado acordeón Cirila

¿O será Julieta Venegas que canta desde algún rincón de esta casa “El presente es lo único que tenemos, el presente es lo único que hay” ? Aída Anconetani la menciona con afecto:

-Las fotos de uno de sus discos se las sacó aquí, en el patio y junto a la parra. Trajo ropa mexicana muy bonita.

Tomo muy en cuenta la sugerencia de la talentosa californiana, dejo de lado la fantasía y vuelvo al presente.

A pocos metros están los alumnos que llegaron a la Escuela esta calurosa mañana de noviembre. Cada uno tiene su acordeón y escucha atentamente las indicaciones del profesor César Pavón, cuya presencia tocando en los vagones del subterráneo fue muy familiar durante años. César -que ahora dirige su propia orquesta de acordeones- utiliza también los recursos digitales para comunicarse con los estudiantes:

-Recién terminé una clase por zoom con Helena, que tiene 11 años y vive en Santa Fe. No nos conocemos personalmente, sólo nos comunicamos on line. Pero probablemente en el verano nos veamos en la costa y ella pueda participar de un espectáculo de acordeones que vamos a dar con todos los chicos.

Cristina Mendoza tiene 70 años
Cristina Mendoza tiene 70 años y es narradora de cuentos. Desde hace dos meses estudia acordeón

Entre “los chicos” está Cristina Mendoza. Tiene resplandecientes 70 años, es narradora de cuentos y me contó por qué se decidió a estudiar acordeón:

-Nunca me había dedicado a la música, jamás toqué un instrumento. De chica tenía una vecina que tocaba el acordeón y eso me fascinaba. Pero mi madre me dijo que si quería tocar un instrumento que tocara el piano, pero a mí el piano no me gustaba. Y el año pasado, hablando con mi nuera, me dijo: “¿Y por qué no ahora?”. Y aquí estoy, empecé hace dos meses. Yo no tenía la menor idea de nada, ni tenía acordeón. Ahora practico en casa… ¡Y supongo que torturo a todos los vecinos, ja ja!

Con buen humor, Cristina se compromete a tocar en los cumpleaños de esos mismos vecinos, cuando alcance la pericia suficiente:

-Sí, seguro. Lo mismo que para las fiestas de fin de año en el colegio de mis nietos, a donde por ahora sólo voy a contar cuentos.

La diversidad de edades y de actividades es una prueba de la versatilidad del acordeón y también del misterioso magnetismo que tiene su sonido. Lo ratifica Facundo, que nació en Lincoln, provincia de Buenos Aires:

-Vine a Buenos Aires a estudiar y me recibí de abogado. En la facultad tenía un amigo músico que un día me hizo escuchar el acordeón... ¡Y ahí me enamoró el sonido! Literalmente, me enamoró. Y a la otra semana le dije: “Prestame un acordeón, conseguime uno para ver cómo se toca”. Desde entonces, no lo dejé.

Helena tiene 11 años, vive
Helena tiene 11 años, vive en Santa Fe y toma sus clases por zoom

Algo parecido le ocurrió a Ale. Es decir, Alejandra Roiitman:

-Yo soy de Mendoza. Una vez fui a ver una obra de teatro en la que en una escena uno de los protagonistas toca el acordeón. Me llegó de tal manera que salí diciendo: “Amé ese instrumento, quiero saber qué es, quiero tocar…”. Y bueno, hace cuatro años vine a Buenos Aires y aquí fue más fácil. Y todos los caminos me trajeron acá, a esta escuela de la familia Anconetani.

A Oscar -otro de los alumnos- lo que le interesa es aprender para tocar frente a los nietos:

-Siempre me gustó el sonido del acordeón. Pero no sabía nada, arranqué de cero. Tengo un poco de oído y acá con César se aprende fácil ¡El problema es que los nietos me piden cosas que yo todavía no sé!

A ninguno de todos ellos le interesa llegar a la fama. No sueñan en convertirse en un nuevo Germán Fratarcángelli, la nueva estrella del acordeón en la Argentina. Tampoco pretenden tocar el ballenato como los colombianos Egidio Cuadrado o Dolcey Gutiérrez ni interpretar el merengue como la dominicana Fefita La Grande. Nada de eso. Lo que quieren es descubrir un nuevo mundo de sonoridades y tocar con otras personas con las que se hermanan a través de la música.

Lo dice Montserrat, con una simpatía contagiosa:

-Soy chilena y vengo a esta escuela porque me encanta tocar el acordeón con tanta gente diferente.

Cerca de ella, lo confirma Clarisa:

-No soy música, para nada… ¡Soy ingeniera química y docente, dicto matemática, física y química! Me encanta tocar el acordeón. Es como un lenguaje compartido que nos iguala.

El Museo conserva las herramientas
El Museo conserva las herramientas de la legendaria fábrica Anconetani

Es probable que eso mismo haya sentido el famoso acordeonista francés Richard Galliano cuando disfrutó de la amistad de Astor Piazzolla:

-Astor fue mi amigo y mentor, él me enseñó a cruzar las fronteras musicales.

Galliano cumple ese requisito al pie de la letra, porque se ha consagrado como un gran intérprete de jazz, pero también de tango y en la última década de música clásica. Sus grabaciones para la Deutsche Grammophon de obras de Bach y Vivaldi son un ejemplo fenomenal.

Sin dudas, Richard Galliano es una figura que simboliza el acordeón en el mundo. Es francés, nacido en Cannes, hijo de padre italiano.

Exactamente igual que otro acordeonista, que fue un número uno del espectáculo en la Argentina y que muchísimas veces estuvo en esta casa de los Anconetani: Feliciano Brunelli.

Había nacido en Marsella, hijo de italianos. La familia llegó a la Argentina en 1908 y se radicó en la provincia de Santa Fe. Luego Feliciano se trasladó a Buenos Aires, donde formó un conjunto en el que estaban nada menos que Aníbal Troilo y Elvino Vardaro. Pero pronto definió un estilo personalísimo, que se llamó “música característica” y sus actuaciones congregaban multitudes. A lo largo de 40 años grabó 763 temas en la RCA Victor, empresa que lo consideró uno de los diez músicos que más dinero recaudó en su historia.

Feliciano Brunelli -cuya foto es una de las más grandes que cuelga en las paredes del Museo Anconetani- incluía en su repertorio tarantelas, fox-trox, tangos, pasodobles, valses, rancheras y música campera.

Es decir que se anticipó a la fusión de culturas que hoy encarna el acordeonista búlgaro Martín Lubenov con su provocador estilo “jasta prast”, seguido por miles de jóvenes en toda Europa.

Martynas Levickis, Got Talent, Lituania

Es que la presencia del acordeón en los escenarios y en los medios es incontenible.

En el Got Talent de la televisión de Lituania ganó un joven acordeonista llamado Martynas Levickis y el tema que le dio el triunfo fue Oblivión, de Astor Piazzolla. Y en el mismo concurso, pero de Polonia, el triunfador fue otro acordeonista: Lukas Gogol, de apenas 15 años.

Los comentaristas se sorprenden y dicen que estos acordeonistas “han roto los estereotipos asociados al acordeón expandiendo los límites del repertorio clásico con sus sorprendentes versiones de otros géneros musicales”

Mucho de todo esto lo sabe y lo ha escrito el famoso Gorka Hermosa, un español que se considera a sí mismo “acordeonista universal”. Cuando se lo comento a César, me sorprendo con su respuesta:

-¿El del País Vasco? Sí, estuvo acá.

Y Aída lo confirma:

-Sí, vino a esta casa, estuvo acá dando clases.

Gorka Hermosa, solo de acordeón en homenaje a Paco de Lucía

César Pavón se entusiasma y me da una prueba de la importancia que tiene el nombre Anconetani en el ambiente mundial del acordeón:

-Lo invitamos a hacer una master class, fue algo inolvidable. Todo la gente que pasa por Buenos Aires y que son acordeonistas enseguida, apenas pisan Argentina, de alguna manera hacen contacto y vienen. Armamos acá una clase para todos los alumnos y gente del barrio que vienen. Gorka nos dejó maravillados con el concierto que dio con su tremendo acordeón. No tuvo problemas en venir, se pasó toda una tarde acá.

No es el único dato que demuestra la trascendencia que esta casa chorizo del barrio de Chacarita tiene internacionalmente. Con lógico orgullo, Aída Anconetani me revela un dato desconocido:

-En el más famoso museo del mundo dedicado al acordeón, en Castelfilardo, en Ancona, Italia, hay un acordeón hecho por mi abuelo, un acordeón de doble teclado a piano, que él hizo aquí en su fábrica.

Diferentes edades, diversas nacionalidades y
Diferentes edades, diversas nacionalidades y un mismo entusiasmo por el acordeón

A todo esto, los alumnos siguen ensayando. Alguien toca un vals, otro arranca con una cumbia. También aquí el acordeón sirve para todos los géneros. César aporta una definición:

-Yo estoy cada vez más convencido de que la música es una sola. Por eso me aburro cuando toco un solo estilo. Siempre quiero irlandés, cumbia, música klemer, canzonetas napolitanas, tango… ¡Y chamamés y chacareras!

Mientras tanto, YouTube se puebla con las versiones de los acordeonistas Sergei Telesev, Vladislav Solotarev o Marcela Kysová, que desafían los prejuicios y tocan música clásica. Con este mismo instrumento que desde hace un siglo es el símbolo de de una casa que fue fábrica, se convirtió en museo y ahora es escuela.

Aquí donde hace un siglo nació la ilusión de un inmigrante que echó raíces en la Argentina.

Y entre los acordes que se mezclan, pensamos que hoy en el mundo hay 90 millones de refugiados. Personas que -a diferencia de Giovanni Anconetani- han perdido su casa, que quizás pertenezcan a países que han desaparecido. Viven en los campamentos de ACNUR, bajo la tutela de las Naciones Unidas. Atrás han quedado la historia familiar, los olores, los sabores, el idioma compartido.

Debe ser mi imaginación, pero siento que el rotundo sonido de los acordeones de Cristiana y de Facundo y de Alejandra despierta la complicidad de Brunelli y de Gasparín. Y convoca a Julieta Venegas, que diría que sí. Y a Pipo Pescador, que también estaría de acuerdo en plantear esta pregunta: ¿Podrá el acordeón suscitar las mejores emociones de quienes guardan su identidad en una melodía que jamás volvieron a escuchar? Un vals, una polca, una danza tzigane.

Me parece ver la escena: en un campamento de refugiados, en ese espacio que queda libre delante de las carpas, un grupo de acordeonistas empieza a tocar. Sin el límite de los géneros, honrando la fusión que permite la libertad sonora del acordeón.

Ilusión o realidad, en la casa chorizo del barrio de Chacarita acaba de nacer la idea: un recital solidario de acordeones en cualquiera de los campamentos de refugiados de las Naciones Unidas.

En medio de tanto dolor y de tanta injusticia, el acordeón podría ser el símbolo universal de la paz.

SEGUIR LEYENDO:

Guardar