“El Pato”, Oscar Jesús Garavaglia, cerró su mochila y se la puso al hombro, tomó su caja de pescar y su caña, se despidió de su madre y salió sin hacer ruido de la casa adonde vivía con sus padres y hermanos, en la tranquila ciudad de San Rafael, 240 kilómetros al sur de la ciudad de Mendoza, capital de la provincia del mismo nombre.
Era el jueves 5 de enero de 1979, alrededor de las cinco de la mañana. Estaba clareando un lindo día y Nieves, su madre, se quedó mirando cómo se alejaba.
Caminó unas pocas cuadras hasta donde ya lo esperaban sus amigos: Julio Pérez Sierra, su “mejor amigo”, Horacio Nardoni, Alejandro Vidalled y Alfredo Alonso Decarre. De allí, fueron todos juntos en dos autos hasta la terminal de ómnibus de San Rafael y tomaron un micro hasta El Nihuil, un pequeño pueblo veraniego, a orillas del embalse del río Atuel, a sesenta kilómetros de San Rafael por la ruta provincial 173; hora y media de viaje.
El grupo de amigos, todos de entre 17 o 18 años, se iba de campamento al Club de Pescadores de El Nihuil, a orillas del lago artificial del embalse del río Atuel, y aprovecharían esos días para hacer vida al aire libre e ir a cazar piches, o quirquinchos, en la zona.
Atanasio Pérez Confetti, el padre de Julio Pérez Sierra, les serviría de apoyo desde su casa de fin de semana en cercanías del lago, pero, además, cuando se decidieran a ir a cazar con su camioneta Rastrojero los llevaría unos 70 kilómetros más al sur hasta las primeras estribaciones del Cerro Nevado, en una zona conocida como Trintrica adonde abundan los piches.
En total, iban a estar de campamento alrededor de una semana, o diez días, dependiendo del tiempo.
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Los primeros días de la excursión fueron tranquilos y soleados y los amigos aprovecharon para divertirse en el embalse. Oscar se comunicó con su casa por teléfono, y también a través de conocidos que fueron desde El Nihuil a San Rafael, avisando que estaba bien, que estaban provistos de todo, que no tenían problemas.
El martes 10 de enero, a cinco días de haber llegado, Alfredo Alonso Decarre abandona el grupo y se vuelve a San Rafael. Había tenido un accidente; se había golpeado jugando con una “maroma”, un juego “de campo” que consiste en esquivar una cuerda gruesa de cáñamo que se hace girar con fuerza y velocidad, y decidió volverse ya que su lesión en la mandíbula había sido, al parecer, bastante grave y había comprometido varios dientes. Mas tarde contaría que Oscar quiso acompañarlo de vuelta a San Rafael y que entre todos los amigos, lo disuadieron.
Dos días después, el 12 a la mañana, en la versión que se conoció, Garavaglia, Nardoni, Vidalled y los Pérez, padre e hijo, decidieron, finalmente, salir al campo a cazar.
Se trasladarían en la Rastrojero de Pérez Confetti, por la ruta provincial 180, de tierra y ripio, entonces y ahora, hacia el sur. Irían en dirección al Cerro Nevado y, a la altura del Cerro Trintrica a unos cincuenta kilómetros del campamento en el Embalse Nihuil, dedicarían varias horas a la caza de piches. ¿De qué manera?
La camioneta sería el punto de referencia, sobre la ruta, y los amigos se dividirían en dos “equipos” de dos, a izquierda y derecha del camino: Oscar Garavaglia y Alejandro Vidalled al oeste, del lado del Trintrica y Horacio Nardoni y Julio Pérez Sierra, al este, del lado del Nevado.
Ya en el lugar, cada uno avanzaría solo, buscando su presa, y después de que la pudiera capturar y matar debía acercarse hasta la camioneta y dejar el animal en la caja del vehículo, para volver a la caza. La Rastrojero iba a menor velocidad que “a paso de hombre” hacia el sur, al ritmo de marcha de los cazadores y, por supuesto, la competencia consistía en ver quien cazaba más, con el arbitraje de Pérez Confetti.
Así sucedió durante algunas horas, siempre según la versión de los amigos de Garavaglia. Se habían puesto de acuerdo en que, a las ocho de la noche y todavía con luz natural, “cortaban” y se volvían al Nihuil.
A esa hora fueron volviendo todos, menos Oscar. Alejandro Vidalled, dijo que lo había visto irse detrás de un animal y que, cuando volvió a mirar, ya no vio más, pero que no se preocupó porque, pensó, que en un rato volvía a la camioneta. Pero eso no pasó.
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Según contaron Vidalled, Nardoni, y los Pérez, padre e hijo, lo esperaron en la camioneta, gritaron su nombre mucho tiempo y preocupados por su desaparición, decidieron volver al campamento y dar aviso, no a la policía del destacamento del Nihuil, sino a la familia.
“Oscar salió al campo con los demás chicos y no volvió. Lo estamos buscando por todas partes...” – le dijo por teléfono Atanasio Pérez Confetti a Nieves Garavaglia que estaba en su casa en San Rafael, cuando llamó por teléfono a la familia.
Oscar, padre, y Nieves apenas se enteraron salieron para El Nihuil, con Susana, la más grande de las hijas, quien años después contaría: “De inmediato salimos para allá con mis padres y llegamos dos horas más tarde, a las doce de la noche, en una noche con luna llena, de mucho frío a pesar que era enero y en la que, realmente no se veía nada.”
A partir de ese momento, y en los días sucesivos, se llevó adelante una búsqueda como nadie recuerda otra igual en San Rafael en la zona adonde, supuestamente, se había extraviado Oscar.
Y simultáneamente también, comenzaron las acusaciones de la familia contra “el grupo”, cómo empezaron a denominar a los cuatro que habían estado hasta el último minuto con Oscar vivo: Alejandro Vidalled, Horacio Nardoni, Julio Pérez Sierra y su padre, Atanasio Pérez Confetti.
La exploración en la zona del Trintrica fue muy exhaustiva por tierra y por aire y llegaron a ser más de 400 las personas comprometidas en ella: amigos de la familia, vecinos de San Rafael, baqueanos, puesteros de la zona, la Gendarmería, la policía local, un helicóptero de la Fuerza Aérea que durante veinte días rastrilló la zona y un avión del aeroclub de San Rafael… No se encontró nada.
Los Garavaglia nunca perdonarían que los amigos de Oscar, “el grupo” … “a los tres días se volvieron a San Rafael”.
La intensidad y magnitud de la búsqueda, con el correr de los días sin resultados, fue disminuyendo. Jamás encontraron nada, ni el más mínimo indicio que los guiara para dar con el paradero de Oscar, vivo o muerto.
Y entonces comenzó el tiempo de la acusación judicial contra los integrantes de “el grupo”.
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A la inocultable circunstancia de que fueron los últimos en ver con vida a Oscar se fueron sumando evidencias que, para la familia, acentuaban las sospechas.
“Oscar era un gran maratonista en el colegio, tenía una gran resistencia física y se había criado en una finca, sabía de campo, sabía orientarse, sabía cuál era el Cerro Nevado, adonde estaba, o sea, no se podía perder… Era un chico inteligente, despierto, vivaz…”, sostenía, y sostiene, su hermana Susana y agrega que, por las características del lugar adonde dicen que se perdió y con luz del día, no se entiende que “lo hayan perdido de vista”: la zona es absolutamente plana y la vegetación no supera nunca el medio metro.
El episodio que, al principio, sembró más dudas fue que a Hada Lucía Navarro Carrasco de Nardoni, madre de Horacio Nardoni, en los primeros días de la búsqueda en el campo, se le encontró colgada una cruz con una cadenita que pertenecía a Oscar. Eso desató un escándalo en el lugar y ella se defendió diciendo que se la había dado otra de las hermanas de Oscar, quién lo negaría rotundamente horas después.
Y también, en esos caóticos y agitados días, se enterarían que la señora poseía los documentos de Oscar, lo que pretendió justificar diciendo que ella ayudó a su hijo y sus amigos a recoger las pertenencias de “El Pato” en el campamento del Club de Pescadores de El Nihuil, cuando este ya se había “perdido”. Todo arrancaba mal.
El matrimonio Garavaglia hizo la denuncia en la comisaría de El Nihuil al día siguiente de la desaparición de Oscar, pero sus amigos recién irían a aportar datos dos días más tarde “con un mismo abogado y con declaraciones calcadas”, explicaron las hermanas de Garavaglia.
La policía dio intervención a la justicia y esta no la hizo. La justicia no hizo justicia.
El primer Juez de la causa fue el Dr. Carlos Bernaldo de Quiroz.
La sucesión de innumerables omisiones e impericias cometidas a lo largo de casi dos décadas fue de tal magnitud que, además de materializar la denegación de justicia para la familia de Garavaglia, convirtió al caso en uno de los más renombrados y estudiados en los ámbitos jurídicos de la provincia y, aún, del país, en lo referente a la demora en los procesos judiciales penales.
Una tesis doctoral presentada como trabajo final de graduación en la carrera de Abogacía de la Universidad Siglo 21, titulada “La responsabilidad civil del Estado en la dilación indebida de los procesos judiciales penales” nos detalla, año a año, lo sucedido con la Causa N° 94.643, caratulada: “F. p/Averiguación desaparición de Oscar Ramón Jesús Garavaglia”.
Abril de 1979: después de cuatro meses de la desaparición y recabadas algunas pruebas testimoniales, surgieron varias contradicciones entre los jóvenes que estuvieron con Oscar momentos antes de su desaparición, lo cual suponía la existencia de un delito. No se realizó ninguna imputación. No se impuso ninguna prisión preventiva y no se adoptó ninguna medida cautelar.
Octubre de 1979: ante la inactividad del Juez de Quiroz, el padre de Oscar realizó sin frutos múltiples reclamos ante la justicia, razón por la cual la familia del joven desaparecido, decidió recusarlo “por actuar de manera negligente, incurriendo en parcialidad y cometiendo demoras injustificadas”.
Agosto de 1980: recién diez meses después del pedido de recusación, el fiscal de instrucción recepcionó algunas declaraciones testimoniales que no habían sido tomadas antes, pero de esos testimonios no se obtuvo ningún indicio de nada.
Año 1983: durante este año, el Juez de Quiroz que mantenía la caratula de “Averiguación de Paradero” y el secreto de sumario, seguía sin lograr ningún avance significativo en la causa.
Una de las medidas que sí tomo el magistrado - la gota que colmó el vaso de la paciencia de la familia - fue la contratación del parapsicólogo “experto en ovnis”, Fabio Zerpa, ya que se manejó la hipótesis de que el joven hubiera sido abducido por un objeto volador no identificado.
De Quiroz fue apartado de la causa luego de cinco años de iniciada a fines de 1983 y lo reemplazó el Dr. Domingo Mauricio.
1986: Recién en 1986, once años y cuatro meses después de la desaparición de Oscar, se llevó adelante la “reconstrucción del hecho” y sobre el final de ese año, recién se imputó a quienes acompañaban a Oscar el último día, a los que se sumó la madre de Horacio Nardoni. Todos fueron citados a prestar declaración indagatoria.
Pero nada se pudo averiguar sobre el o los culpables de la desaparición y tampoco sobre el destino del cuerpo. Todos siguieron procesados y la causa bajo secreto de sumario.
1989: Se hace cargo de la causa el Juez José Luis Martino y fallece Horacio Nardoni, uno de los amigos de Oscar, durante un asalto que sufre en su vivienda en San Luis.
1992: Fallece otro de los imputados, Anastasio Pérez Confetti, padre de Julio Pérez Sierra, a causa de un infarto y la causa sigue sin novedades. Antes, en enero de ese año, el Juez Martino había ordenado “levantarle” el patio de la casa, buscando encontrar el cuerpo de Garavaglia, porque se enteró que habían hecho movimientos de tierra en la vivienda. Nada se encontró.
1993: En agosto, Oscar Garavaglia, padre, solicitó a la Justicia que se levante el secreto de sumario y se autorice el préstamo del expediente a su abogado. Su petición fue rechazada. Habían transcurrido catorce años desde la desaparición de Oscar.
1994: En octubre reitera la petición de préstamo del expediente que sigue en “secreto de sumario” y vuelven a rechazar su pedido.
1997: En abril de este año, finalmente y luego de dieciocho años y tres meses de ausencia de Oscar Jesús Garavaglia, se levantó el secreto de sumario.
1998: En marzo de 1998, Oscar Raúl Garavaglia y Marta Nieves Santos, su mujer, inician demanda por daños y perjuicios contra el Estado provincial.
A mediados de abril de 1998, el Juez Martino ordena la detención de Julio Pérez Sierra y Daniel Vidalled, por el delito de homicidio, y de Hada de Nardoni por el de encubrimiento.
Aquellas detenciones conmocionaron San Rafael. “Después de 19 años, 3 detenidos por el caso Garavaglia” titularon los diarios. Sin embargo, nada pasó. Los acusados estuvieron detenidos, pero no se les pudo comprobar ninguna participación. Los tres se aferraron a lo que habían dicho en 1979 y quedaron libres.
1999: En este año se dicta, en San Rafael, el sobreseimiento definitivo de los imputados. La Justicia no pudo, en veinte años, determinar quien o quiénes eran los responsables de la desaparición de Oscar Garavaglia.
El viernes 19 de marzo de 2004, otra noticia convulsionó a San Rafael. A 25 años de la desaparición de Oscar, una mujer de nombre Carmen -quien creía que estaba a punto de morir- le dijo a su hija que un puestero de la zona del Cerro Nevado llamado Nolasco González le había confesado que Garavaglia había sido asesinado y enterrado. La hija de Carmen dio a conocer la versión de su madre y el comentario llegó a la policía.
Durante días se excavó en la zona donde estaría el cuerpo, pero otra vez no hubo buenas noticias para los Garavaglia. Los huesos allí, en el medio del campo, pertenecían a “indígenas”, se anunció.
Esa fue, quizás, la última luz de esperanza que se apagó para la familia de Oscar. Después que la Justicia investigó muy mal y durante dos décadas, el caso estaba definitivamente cerrado y los acusados, algunos ya fallecidos, todos sobreseídos.
El abogado de la familia Garavaglia, Gustavo Guarino, sostuvo que la causa había tenido un sinnúmero de vicios procesales que, terminaron conformando una real denegación de justicia, fruto de una verdadera dejadez para investigar el hecho.
El letrado señaló que el peor vicio del procedimiento fue que a partir de noviembre de 1986, cuando los sospechosos fueron imputados, nunca se dispusieron órdenes de detención ni la indagatoria; y se tardó siete años para dictar las imputaciones, pese a que había elementos para hacerlo antes.
El interés lesionado de la parte actora, que eran los padres de Oscar, consistió en la incertidumbre de no saber si su hijo está vivo o muerto, ni los motivos o responsabilidades de su desaparición. El interés lesionado de los imputados, “el grupo”, consistió en la vulneración del derecho a obtener un pronunciamiento en un lapso prudencial de tiempo, lo que los mantuvo en situación de recelo y en calidad de procesados por más de veinte años, y su consecuente eternización al sometimiento de sospechas que recayeron sobre ellos. Y que continúan.
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La familia Garavaglia, desde el primer día y hasta hoy, afirma en forma unánime que los responsables de la desaparición de Oscar son las cuatro personas que estuvieron con él hasta el último día.
Así lo hicieron, y hacen, saber en cada aniversario del hecho. Si se escribe “Garavaglia + desaparecido” en el buscador de Google, se ofrecen más de cien artículos periodísticos, a lo largo de todos estos años, de medios locales, regionales y nacionales adonde esta certeza familiar es inalterable.
Para Susana, hermana mayor de Oscar, “en el camping nunca encontramos sangre porque a mi hermano lo mataron adentro de la carpa. Se lo llevaron el día anterior a decirnos que se había perdido, envuelto en la carpa y con sus pertenencias”.
Ella, su madre y sus hermanos -el papá murió en 2018- están convencidos de que Oscar tuvo un enfrentamiento con uno de los amigos, lo mataron y descartaron su cuerpo envuelto en una carpa.
“Es una seguridad que nosotros tenemos: que lo mataron. Que lo mataron el día antes, inclusive porque hay testigos que los ven cargar combustible el día doce y mi hermano no iba en el Rastrojero. Y personas que lo identificaban muy bien. Y por otro lado mi hermano no tenía ningún motivo, ningún motivo, para escaparse de San Rafael”.
Tal es el convencimiento familiar que, en el Facebook de Susana hoy puede leerse:
“Hace 42 años que asesinaron a mi hermano, Oscar J. Garavaglia, con el alegato que se había perdido en la ruta del cerro Trintica al pie del Nevado. Sí, lo asesinaron, pudimos saberlo después de una larga y tortuosa investigación. Lo cierto es que a mi hermano lo sacan el día anterior del club de pescadores de El Nihuil, envuelto en la carpa que habían alquilado para pasar una semana de camping, según la madre de uno de los imputados que llevaba la cadena y cruz de mi hermano, la Sra. de Nardoni. Ella había desarmado la carpa, que a ciencia ciertas nunca supimos dónde estaba ubicada, lo envolvieron, con su mochila, su caja de pesca, su caña de pescar, su bolsa de dormir y enseres personales (…) Es por ello, que jamás encontramos pruebas de sangre. A quien le alquilo la carpa a la familia Nardoni jamás se la devolvieron y se presentaba a declarar este hecho y el Juez Actuante no le tomaba la declaración. Al día de hoy queda uno sólo vivo de los 5 integrantes del grupo (Alejandro Vidalled) (…) Solo quiero velar y enterrar a mi hermano en su última morada. Ruego a Dios no morir sin saber la verdad. También deseo que todo San Rafael pida justicia por este crimen a viva voz…”.
Pero, poco tiempo después, alguien descubre algo distinto de lo que piensa la familia: no habrían sido los amigos los responsables de la desaparición de Oscar.
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En diciembre de 1984, casi seis años después de la desaparición de Garavaglia, el gobierno de Raúl Alfonsín da a conocer el Informe CONADEP (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas) o “Nunca Más”, en donde Oscar Jesús Ramón Garavaglia no está incluido; no está registrado entre los “desaparecidos por la represión ilegal del Estado”.
Diez años después del “Nunca Más”, el 28 de diciembre de 1994, Carlos Menem promulga la “ley reparatoria” Nro. 24.411, que dispone el pago de una indemnización varias veces millonarias a los causahabientes de las personas “víctimas de la represión ilegal”, desaparecidas o muertas. Del alcance de las “leyes reparatorias” se habla en la Introducción del libro.
Al año de que la justicia mendocina diera por concluida la investigación sobre el paradero de Garavaglia sin haber podido hallar a los culpables, en 2000, alguien inicia un expediente, ante la Subsecretaría de Derechos Humanos en Buenos Aires, para percibir la indemnización de la Ley Nro. 24.411 por el joven de San Rafael, como si a éste lo hubieran hecho desaparecer agentes estatales. El expediente recibe el Nro. 125572/00 y permanece varios años sin resolverse.
En marzo de 2006, durante el gobierno de Néstor Kirchner, ya con Eduardo Luis Duhalde en la Secretaría de Derechos Humanos, se publicaría un nuevo listado de “víctimas de la represión ilegal del Estado” afirmando, en su presentación, que es el producto de haber “revisado, corregido, ampliado y actualizado” el listado de la CONADEP de 1984. Oscar Jesús Ramón Garavaglia Santos es incluido, oficial y públicamente, como un “desaparecido, víctima de la represión ilegal del Estado”.
En este Informe público elaborado por la Secretaría de Derechos Humanos, se enlistan siete mil noventa y ocho (7.098) personas víctimas de “DESAPARICIÓN FORZADA” que es como manda llamar la ley 24.321 “cuando se hubiere privado a alguien de su libertad personal y el hecho fuese seguido por la desaparición de la víctima, o si ésta hubiera sido alojada en lugares clandestinos de detención o privada, bajo cualquier otra forma, del derecho a la jurisdicción.” La nueva denominación se estableció para diferenciarla de la “ausencia con presunción de fallecimiento” contemplada en nuestra normativa.
Pero, llama mucho la atención que, en este informe del año 2006, hay una veintena de esos casos en los que solo se consigna “DESAPARICIÓN”, como es en el caso de Garavaglia.
El expediente de Oscar Garavaglia estuvo demorado 9 años hasta que, súbitamente, se aceleró su trámite y fue resuelto favorablemente durante la gestión de Eduardo Luis Duhalde en la Secretaría de Derechos Humanos y Julio Alak en el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos. El 25 de septiembre de 2009 se resolvió, ordenando el pago de la indemnización por Oscar Garavaglia.
Duhalde falleció en 2012 y Alak es, al día de la publicación de este libro, el ministro de Justicia y Derechos Humanos de la provincia de Buenos Aires.
Por la “desaparición” de este joven mendocino el Estado argentino pagó $ 37.004.851 actualizados por inflación a septiembre de 2021, según Liquidación Nro. 36.354 del Ministerio de Economía, a los causahabientes designados en trámite sucesorio. Este monto, se desconocen las razones, es el doble del promedio de pagos por esta ley “reparatoria”, que es, aproximadamente $ 18.000.000.
Llamativamente, el número de documento de identidad del acreedor que figura en la información de este pago en el Ministerio de Economía y que por la ley “reparatoria” corresponde al “desaparecido, es el 11.111.111, cuando los documentos de Oscar, que son conocidos públicamente desde 2006 porque constan en el Informe de la Secretaría de Derechos Humanos, son: DNI 14.654.329 y Cédula de Identidad 75659.
A lo largo de veinte años, tres jueces que interrogaron muchas veces a las cuatro personas que lo vieron con vida por última vez, que conocían el lugar de los hechos porque vivían allí, que pudieron hacer peritajes, reconstrucción de los hechos, entre otras cosas, no encontraron a los responsables, ni pudieron determinar qué había pasado y menos encontrar su cuerpo, pero, aparentemente, la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, sí.
Para autorizar el pago, esta dependencia debió confeccionar un “legajo individual” de Garavaglia en donde “deben constar los antecedentes y las pruebas tendientes a acreditar los extremos previstos por la ley”, según ordena la Reglamentación de la ley “reparatoria”.
Resulta un misterio a develar, las pruebas que pudo acumular en ese legajo la Secretaría de Derechos Humanos para acusar a agentes estatales de la desaparición de Oscar Garavaglia.
Pero el caso del joven daría otras sorpresas.
En el año 2015, nueve años más tarde del informe oficial donde Garavaglia es considerado “víctima del Estado”, y un mes antes de dejar la presidencia de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, con Juan Martin Fresneda como Secretario de Derechos Humanos, presenta un nuevo listado oficial, el tercero, al que se denomina RUVTE, “Registro unificado de víctimas del terrorismo de Estado”. Y aquí, desapareció Oscar Garavaglia.
Esto es, la Secretaría de Derechos Humanos que lo había sumado en 2006 y que había autorizado su indemnización lo eliminó de sus registros: ya no es más una víctima de la represión ilegal del Estado.
Susana Garavaglia, que no cesa en la búsqueda de la verdad, está convencida de que Oscar “no se fue a ninguna parte, no se fugó como llegaron a decir… Tampoco lo secuestró nadie. Los culpables fueron los cuatro integrantes que iban con mi hermano. Nosotros hicimos una investigación privada… Mi hermano no está ni vivo ni muerto en ese lugar, (Ruta 180, zona cerro Trintica) ni ahogado porque se deshicieron de él antes. También debo aclarar porque el otro día me sorprendió mucho que en un libro se dice que mi hermano es un perdido ‘trucho’. Es cierto, mi hermano no es un desaparecido de la CONADEP… Yo no sé porque está en el libro de la CONADEP… Mi hermano fue a una cacería con sus amigos y nosotros de la CONADEP no hemos cobrado nada…”.
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El autor de este libro solicitó, mediante nota dirigida al Ministro de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, acceder al legajo individual de Oscar Jesús Garavaglia que debiera obrar en la Secretaría de Derechos Humanos y, al momento de entrar en imprenta, no obtuvo respuesta alguna.
El acceso a esta información está vedada a los ciudadanos.
El “caso Garavaglia” esta denunciado por el autor del libro en sede penal, en el Juzgado Criminal y Correccional Federal N° 4, en la CABA, cuyo titular es el Dr. Ariel Lijo, desde el 13 de noviembre de 2019 sin resultados hasta la fecha de publicación de este libro.
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