Fue su última hora y media al comando del Embraer 190 de Aerolíneas Argentinas. El vuelo AR 1871 tocó suelo en el Aeroparque Metropolitano a las 15.37. Voló desde Resistencia, Chaco, donde nació exactamente un 24 de noviembre hace 65 años. Roberto “El Chino” Cimbaro cumplió misiones arriesgadas a bordo de un Pucará en la guerra de Malvinas. Pero esta vez su corazón latió de manera especial. “Me venía preparando con una terapia durante los últimos tres o cuatro aterrizajes para que en el último no se me nuble la vista con un lagrimón -le cuenta a Infobae-. Pero por dentro mío pasaron un montón de imágenes de todo lo vivido. Tenía la presión que el éste vuelo fuera tan bueno como los anteriores. Y fue lindo. Una vez que toqué el suelo me cayó la ficha y tomé conciencia de que nunca más lo iba a hacer. Pero con la alegría y el placer inmenso de haber hecho esto durante los últimos 11 años, que superaron a la tristeza de la despedida... "
Lo esperaba, como sucede cada vez que un piloto deja de volar o que un avión abre una nueva ruta, el “arco de agua”, el saludo húmedo de las autobombas que están en pista. Arriba, en la cabina, estaba su esposa Silvia Vega, sus hijas Valeria (comisario de a bordo de Aerolíneas) y Victoria (también tripulante) y su hijo Federico, que nació en la base aérea de Tandil cuando Cimbaro volaba Mirage y sigue sus pasos: es teniente de la Fuerza Aérea, piloto de combate con destino en la base de Morón.
Por la mañana, bien temprano, Cimbaro voló a Mar del Plata y regresó. Por la tarde, hizo los 936 kilómetros de la ruta hacia Resistencia ida y vuelta desde Aeroparque. A cada paso recibió saludos, aplausos y presentes. Cada uno de los 96 pasajeros que descendieron en Capital Federal lo saludaron. Tuvo que dejar su bajo perfil por unos días y aceptar los homenajes. Todos ya saben quién es el Chino Cimbaro.
Nació en Resistencia, Chaco, el 24 de noviembre de 1956. Es hijo de Roberto, un maestro mayor de obras y Ofelia, una enfermera. Estudió aviación en Córdoba y desde entonces el cielo fue -como le dijo a Infobae- “la mejor oficina”. Hizo cuatro mil horas de vuelo en 36 años de servicio en la Fuerza Aérea. Y cinco mil en los 11 que pasó en Aerolíneas: 47 años en el aire.
A los 25 años, Cimbaro se enfrentó a su gran desafío. El 3 de abril aterrizó en la Base Aérea Militar (BAM) Malvinas, la pista de Puerto Argentino. Destinado al BAM Cóndor de Darwin con el Escuadrón Pucará, el 1° de mayo llegó el doloroso bautismo de fuego. La base fue atacada a las 8.31 de la mañana por una escuadrilla de aviones Harrier que despegaron del portaaviones Hermes. En esa acción murió un piloto, el teniente primero Daniel Jukic y quienes lo asistían: los cabo principal Juan Rodríguez y Juan Duarte; y los cabo primero José Maldonado, Agustín Montaño, Andrés Brasich, Miguel Carrizo y José Luis Peralta. Cimbaro pudo sacar su Pucará justo antes que cayeran los proyectiles y se guareció en la isla Borbón.
A partir de ese momento, con los Pucará, tuvieron la orden de enfrentar el avance terrestre de los ingleses. En esas incursiones sufrió varios impactos en el fuselaje del avión, pero siempre pudo regresar. Sus últimas dos misiones fueron el 28 de mayo. “La primera, a las 9 de la mañana, salí a tratar de identificar el avance inglés y detenerlos con cohetes, porque estaban muy cerca de la BAM Cóndor en Darwin. Y la segunda, la más impactante, fue cuando atacamos con mi compañero (el teniente Miguel Ángel) ‘El Sombra’ Giménez, a dos helicópteros Scout. Entramos en combate a muy baja altura, recuerdo que lloviznaba. Él derribó a uno. Me dí cuenta por los gritos que escuché por la radio. Al que combatió conmigo lo averié y lo obligué a aterrizar. Quedó de costado, caído en la turba”, contó. Giménez no volvió: cuatro años después de la guerra fue hallado su cuerpo en la ladera del monte Azul. Se había estrellado.
El 30 de mayo, después de casi dos meses de permanecer sin interrupciones en las islas, Cimbaro fue relevado, embarcado en un Hércules y destinado a Río Gallegos como piloto de reserva. Nunca volvió a Malvinas. “Me haría mal, no me sentiría cómo pidiendo permiso para entrar a mi casa”, le dijo a Infobae.
La vida lo llevó a varios destinos (Israel es el que más recuerda: allí casi pierde la vida por un ataque desde la frontera con el Líbano con misiles Katiusha). En 2010, retirado de la Fuerza Aérea con el grado de Comodoro, comenzó a volar en Aerolíneas Argentinas. Hoy llevó su último contingente a casa, a su trabajo, a sus vacaciones... “Tuve un montón de sensaciones por todo lo vivido, por la gente que conocí, por lo que aprendí. El mundo de la aviación de transporte es distinto del de la aviación de combate. Es otro ambiente, son otros los personajes, otros procedimientos. Es mucho más seguro, tiene más tecnología. Gracias a Dios me adapté rápido y sirvió para que mi vida haya sido muy placentera. Por mí quisiera volar dos o tres años más, porque me siento pleno. Pero no se puede... Fue el último. Hoy es mi cumpleaños y ya no puedo pisar un avión como piloto”.
Ayer, Aerolíneas le programó el recibimiento en Aeroparque. Habilitaron un sector en las oficinas, le hicieron un ágape. Estuvo la familia y los amigos. “Estos años hice lo que amé desde chiquito, volar”, contó feliz. Volverá, como definió, a su calma “provinciana, chaqueña”, a su bajo perfil. Pero si su hijo lo invita a subir a un avión, no va a dudar. El “Chino” Cimbaro volverá a su lugar en el mundo, que es el cielo.
SEGUIR LEYENDO: