El nombre de Carolina Elena Lorenzini (1899-1941), más conocida como Carola, ocupa un lugar destacado entre las mujeres de nuestra historia que se animaron a marcar la diferencia en su época y a distinguirse en ámbitos exóticos o poco comunes. En el contexto de los 80 años de su fallecimiento, recordamos a través de estas líneas, la notable e intensa vida de Carola Lorenzini.
Hija de italianos, Carolina Elena Lorenzini nació en Empalme San Vicente, actual localidad de Alejandro Korn, el 15 de agosto de 1899. Ya desde muy joven, aquella sencilla muchacha pueblerina comenzó a estar en boca de todos por sus particulares y multifacéticas actividades deportivas y por ciertas prácticas más propias de rudos gauchos que de una simple chica de las pampas. Carolina practicó numerosos deportes, a saber, tenis, natación, hockey, pelota a paleta, lanzamiento de jabalina, atletismo, carreras pedestres, equitación, salto en alto y remo, entre otros, por los cuales recibió sendos premios por su destacada participación.
A su pasión por los deportes, le agregó una profunda identificación con las tradiciones criollas, que asimiló en aquel especial ambiente rural en el cual nació y se crio. Así, vestía habitualmente prendas gauchescas; era domadora de caballos; corría carreras cuadreras; cantaba temas gauchescos acompañados con su guitarra; y como actriz llegó a interpretar al “Viejo Vizcacha” y a “Juan Moreira”.
Sin embargo, su verdadera y auténtica gran pasión será un deporte arriesgado y atrapante: la aviación, práctica que habría de convertirla en una auténtica celebridad y en una figura muy popular y reconocida en nuestro país e incluso en el exterior. Su condición de aviadora habrá de inmortalizarla en la historia como Carola Lorenzini.
El 10 de mayo de 1933 tuvo su “Bautismo de Vuelo”, y el 4 de noviembre del mismo año de graduó de piloto civil de avión.
Los éxitos aeronáuticos de Carola no tardarían en llegar: el 31 de marzo de 1935, en el aeródromo “6 de Septiembre”, de Morón, batió el récord sudamericano femenino de altura al alcanzar los 5300 metros con un aeroplano Ae.C.3 de fabricación nacional. Su logro fue merecidamente reconocido por el coronel Ángel María Zuloaga, Director General de Aeronáutica del Ejército y destacada y prestigiosa figura de la aviación argentina, quien la distinguió y premió con una medalla de oro, que Carola luego acostumbraba a lucir prendida de su reloj pulsera.
El 21 de agosto de 1938 Carola volvió a ser noticia cuando ganó el primer premio en la carrera Morón-Lobos-San Vicente-Morón. “Carola les ganó a los Hombres” informó en título destacado un medio periodístico de época. Fue en aquella oportunidad que recibió el trofeo y las merecidas y efusivas felicitaciones de parte del comandante de Aviación del Ejército coronel Antonio Parodi, otra figura histórica de nuestra aviación.
Uno de los éxitos aeronáuticos más recordados de Carola fue el “Raid de las 14 Provincias”, que realizó entre el 24 de marzo y el 21 de abril de 1940, piloteando un Focke Wulf FW 44 que pertenecía a la aviación militar y que había sido construido bajo licencia en nuestro país. Un ejemplar de aquel avión, idéntico al utilizado por Carola para ese Raid, se conserva actualmente en el Museo Nacional de Aeronáutica, ubicado en Morón, donde además se encuentra una Sala dedicada a las Mujeres Pioneras de la Aviación Argentina, que, entre otras cosas, conserva diversos objetos pertenecientes o vinculados a la vida de Carola.
Luego de su triunfal “Raid de las 14 Provincias”, Carola se propuso una audaz iniciativa: volar hasta las Islas Malvinas con un avión Focke Wulf FW 44 equipado con tanques adicionales de combustible, proyecto que finalmente no se concretó.
“Trabajar para vivir, vivir para volar” era una de sus frases más habituales. Carola se convirtió rápidamente en una auténtica ganadora, y en una figura muy carismática y popular. Era admirada por su firme carácter y por su personalidad audaz, guapa, temeraria y atrevida. Hasta fue tapa de la revista “El Gráfico”, en su ejemplar de septiembre de 1939.
Carola combinó su apego a la tradición criolla y su condición de consagrada aviadora en su particular atuendo e indumentaria de piloto, pues se la veía vestida con botas y bombachas gauchescas; así pasó a ser conocida también como la “Aviadora Gaucha” y la “Paloma Gaucha”.
En 1940 Carola manifestó una más de sus acostumbradas muestras de audacia y rebeldía. Decidida a romper el molde y salir de su “zona de confort”, ante el planteo de un alto ejecutivo de la Unión Telefónica (donde trabajaba como empleada administrativa desde 1923), Carola le respondió: “Escúcheme bien señor: necesito trabajar para comer, pero volar para vivir. Buenos días”. ¡Y renunció!
Fue por aquel año de 1940 cuando Carola se convirtió en la primera instructora de vuelo de vuelo de América del Sur. Fue una activa propagandista y promotora de los aviones producidos por la industria aeronáutica nacional, los cuales voló en distintas oportunidades. Al relatar sus éxitos aeronáuticos, expresaba a los periodistas que: “Si lo hago bien es mérito mío, y si lo hago mal la culpa también es mía”. Cuando contaba los desafíos y obstáculos que encontró en su formación como aviadora, señalaba: “Tuve que sacrificarme. El aprendizaje del vuelo me costó muchos madrugones e incomodidades, pero mi voluntad los dio por inexistentes”.
En su época, Carola Lorenzini fue comparada con otra figura relevante de nuestra historia aeronáutica: Jorge Newbery (1875-1914), pues poseían perfiles muy similares: ambos eran carismáticos, populares, atletas, deportistas y aviadores.
Encontrándose en una suerte de impasse en la actividad aérea, Carola Lorenzini fue solicitada con insistencia por un grupo de aviadoras uruguayas que visitaba nuestro país, para que realizara una exhibición de acrobacia aérea. Para satisfacer el pedido de las damas orientales, Carola aceptó la propuesta. A fin de efectuar esa exhibición, Carola pidió el Focke Wulf FW 44 de la aviación militar que utilizaba habitualmente y con el cual había realizado el “Raid de las 14 Provincias”; era por lo tanto un aparato con el que Carola se hallaba muy familiarizada. Pero fue allí cuando el diablo metió la cola. Al solicitar aquel avión, se encontró con la resistencia de un instructor del Aero Club Argentino que, por aparentes celos hacia la figura tan popular de Carola, se negó rotundamente a ceder el aparato; al final, por presión de autoridades superiores y tras una fuerte discusión con nuestra querida aviadora, el inflexible instructor debió ceder, pero…. en vez de entregar el avión que pretendía Carola, le entregó un Focke Wulf FW 44 de la aviación civil, que pertenecía al Aero Club Argentino y que se hallaba en reparaciones desde hacía bastante tiempo en los talleres de El Palomar.
El 23 de noviembre de 1941, en el aeródromo “6 de Septiembre” de Morón, escenario de tantos vuelos con los que deleitó a sus numerosos seguidores y fanáticos, Carola inició la prometida exhibición de acrobacia aérea a las visitantes uruguayas. La falta de práctica motivada por su temporario alejamiento de la actividad aérea; la tensión y el estado de ánimo alterado a causa de la reciente discusión con el instructor del Aero Club Argentino; y las deficiencias técnicas de un avión que evidentemente no estaba en condiciones de ser utilizado, se combinaron de manera mortal y al intentar un loop invertido -una maniobra arriesgada y reservada sólo a pilotos como ella- el avión falló y provocó el trágico accidente que costó la vida.
Por esas cosas de la historia y del destino, Jorge Newbery y Carola Lorenzini estuvieron unidos por un trágico final. Ambos fallecieron en similares circunstancias (la realización de una exhibición de acrobacia aérea no prevista y producto de las circunstancias) y casi a la misma edad: Jorge a los 38 años y Carola cumplidos los 42.
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