Los colectivos eran quince y se identificaban con un número que iba impreso en una hoja A4 pegada sobre el vidrio. Llegaron al Palacio de Tribunales en caravana desde Florencio Varela y se estacionaron en fila sobre la calle Tucumán, bordeando el Teatro Colón. Llegaron anunciándose con bocinazos y agitando banderas para pedir “Justicia” por Lucas González, el adolescente de 17 años baleado en la cabeza en un presunto caso de “gatillo fácil” cometido por policías de la Ciudad.
En el que encabezaba la fila llegaron los padres y hermanos de Lucas. Los catorce restantes eran de personas que viajaron para apoyarlos. Lucas Alarcón tiene 42 años y es el chofer de uno de los micros. Manejar al corazón del centro porteño desde el barrio San Eduardo, donde vive la familia González, le demoró cerca de 50 minutos. A diferencia de los viajes que suele hacer a diario, en los que lleva niños al colegio o a hacer excursiones, esta vez le tocó hacer un viaje que hubiera preferido evitar.
“Estoy acá porque conozco a Mario, el papá de Lucas, desde chico. Él me pidió ayuda para trasladar a la gente, yo convoqué a mis compañeros y acá estamos. Ocho mil pesos nos costó el gasoil de cada micro. La plata la juntamos entre todos: pesito por pesito. Algunos pusieron de su bolsillo, otros cocinaron y vendieron empanadas para aportar algo. Somos gente trabajadora y humilde, igual que esta familia, que ahora está atravesando esta desgracia”, dice el hombre a Infobae y enseguida empieza a relatar lo que pasó, como si ponerlo en palabras le ayudara creérselo.
Del micro de adelante se bajó Noelia (30) una de las vecinas del barrio San Eduardo. En la mano sostenía una cartulina de color naranja que pedía “Justicia” por Lucas. “Dicen que la juventud está perdida pero mirá, mirá lo que es esto. Está lleno de pibes de la edad de Lucas”, comenta la mujer y agiliza el paso hacia la plaza Lavalle que, para las 19, ya estaba repleta de personas.
Media hora antes, además de periodistas, fotógrafos y camarógrafos, los que caminaban de cara al Palacio de los Tribunales eran familiares de otras personas que fueron víctimas de casos similares, como Diego Cagliero, Víctor Elías Balza, Ariel Lastra o Lucas Verón. El reclamo en la pancartas era el mismo: “Justicia” y “basta de gatillo fácil”. Entre los allí presentes estaban, a un costado y alejados de la multitud, Silvino Báez y Graciela Sosa, los papás de Fernando Báez Sosa. “Vinimos a devolver algo de lo que nos dieron”, le dijeron a Infobae.
Los micros, las banderas, las camisetas de Barracas y de Defensa y Justicia, los cantos, los vendedores ambulantes: todo en la marcha remite al folclore futbolero, ese del que Lucas González soñaba con formar parte.
Las chicas era cuatro y llegaron en auto desde Florencio Varela. Oriana (15) y Estefanía Pereyra (23) son hermanas y las dos llevan puestas remeras con la cara de Lucas. “Esta foto es de hace como un mes, cuando fuimos a pasear por Varela y a tomar mate. Me acuerdo que él venía de jugar a la pelota y estaba cansado. Pero siempre me hacía reír, era un re buen pibe. Este es Alejo, su mejor amigo”, describe Oriana y señala la imagen con la que decidió estampar su remera.
Estefanía, en cambio, elige mostrar la leyenda que lleva impresa en la espalda: “Mi cara, mi ropa, mi barrio no son un delito”. “Si hubieran sido cuatro pibes de Palermo con gorra no les disparaban. A Lucas lo mataron por la visera y el color de piel”, dice Estefanía. A ella se suman Juliana Slopi (15) y Martina Piñón (16), esta última lleva puesta una camiseta de Defensa y Justicia, el club donde comenzó jugando Lucas, y a través del cual lo conocieron.
Gisela y Nicolás son de Isidro Casanova y también están en la movilización. Él es compañero de trabajo de Mario González y vino “a apoyar a la familia”. “A Lucas lo conocía desde que era chico. Un chico sano, deportista: vivía para la pelota. Esto no puede pasar nunca más. No puede haber otro Lucas. Necesitamos que se haga Justicia”, dice el hombre a Infobae.
Si bien se convocó a la marcha con velas, las mismas aparecieron recién al final de la movilización, cuando habló la mamá de Lucas. No eran solamente blancas sino de colores: celestes, violetas y rosas. “¿Querés una?”, le preguntó una chica a otra mientras desembolsaba un paquete.
Las mujeres eran vecinas de Lucas González y, desde abajo del escenario, arengaban a Cintia López, antes de que la mujer se quebrara frente al micrófono exhibiendo los botines y las canilleras de su hijo. “Esto era el arma de mi hijo”, dijo Cintia y se le rompió la voz. “Me lo acribillaron a mi hijo”, siguió.
“Fuerza Cintia. Vos podés”, le gritaba una de ellas. “Lucas no se murió, Lucas no se murió. Lucas vive en Varela la p... madre que lo parió”, cantaban.
El reloj todavía no marcaba las 20 y, lentamente, las llamas comenzaron a multiplicarse de cara al Palacio de los Tribunales. Con los brazos en alto, los que se acercaron al Palacio de los Tribunales para acompañar a la familia González exhibieron sus velas en silencio “por la memoria de Lucas, para que su alma descanse en paz”.
De a poco, la multitud comenzó a disiparse, los micros volvieron a poner en marcha los motores y las velas se fueron apagando lentamente. Lo que está más encendido que nunca es el reclamo de “Justicia” por Lucas González.
Fotos: Franco Fafasuli
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