El domingo 19 de noviembre de 2006 los hinchas de Boca Juniors sintieron que casi tocaban el cielo con las manos. La victoria de visitante, por 2 a 1, sobre Gimnasia y Esgrima de Jujuy a tres fechas de la finalización del torneo ponía a los xeneizes a un paso de lograr su tercer campeonato consecutivo. Pero no todo era fiesta en el mundo futbolero, por presión de las hinchadas, San Lorenzo y Racing no jugaron su partido y la AFA debió darlo por suspendido.
El clima del conflicto por la instalación de la papelera Botnia en la orilla oriental del Río Uruguay, frente a Gualeguaychú, volvía a recalentarse. En una asamblea multitudinaria, los vecinos de la ciudad entrerriana decidieron cortes ilimitados contra las plantas papeleras. En el sur también había conflictos, en este caso uno protagonizado por los trabajadores petroleros, y el presidente Néstor Kirchner se aprestaba a viajar desde Buenos Aires para solucionarlo.
En la televisión, “Bailando por un sueño”, el programa conducido por Marcelo Tinelli, volvía a imponerse –como ya era costumbre– en la puja por el rating, pero fue un flash informativo el que, interrumpiendo programaciones, dio la noticia más resonante del día: “Murió Saúl Ubaldini”.
El “dirigente cervecero”, como se lo llamaba en las crónicas para no repetir su nombre, estaba internado desde el mes anterior en la Clínica porteña Del Parque, peleando su última batalla, en este caso contra un cáncer de pulmón. La primera información, escueta, decía que había muerto a las 21.05 de la noche. Estaba a punto de cumplir 70 años.
Al día siguiente, un diario resumió así su vida en la bajada de tapa: “Hizo un recordado paro durante la Dictadura. Pero también 13 a Alfonsín. Con Menem su poder se apagó”.
Pero Saúl Ubaldini –el sindicalista de eterna campera de cuero negro y ojos casi siempre llorosos- había sido mucho más que eso, al punto de transformarse en la figura central de las luchas de los trabajadores durante dos décadas.
“El luchador siempre tiene camino. Yo nunca dejé de pensar de la misma manera. Desde que me inicié en mis años jóvenes, de delegado en el frigorífico Lisandro de la Torre, siempre tengo el mismo pensamiento. Y voy a morir con mi pensamiento: la defensa de los intereses de los trabajadores. A lo mejor soy un poco sectario en eso, porque odio a los políticos, porque antes se refugiaban en los sindicatos para la mediación y hoy parece que nosotros fuéramos leprosos. Odio a los grandes capitales que nos han explotado. Y también odio a los que mataron, persiguieron o encarcelaron a los compañeros”, le había dicho a mediados de los ‘90, cuando el menemismo intentaba dejarlo fuera de juego, al periodista Diego Genoud en una entrevista que permaneció inédita hasta marzo de este año y fue publicada con motivo del aniversario de la primera huelga contra la dictadura.
El cronista que escribe estas líneas recuerda haberlo entrevistado sólo una vez, en 1982, en el viejo edificio de la CGT-Brasil. Lo evoca amable y accesible (Ubaldini lo recibió sin haber gestionado la cita), pronunciando con tono calmo declaraciones muy fuertes contra la dictadura y en defensa de los derechos humanos.
Linaje de trabajadores
Saúl Edólver Ubaldini nació el 29 de diciembre de 1936 en el Hospital Salaberry, en Mataderos, barrio porteño donde creció y fue a la escuela. Sus padres eran obreros: Victoriano Ubaldini fue mozo y después trabajador del Frigorífico Lisandro de la Torre; Carmen Guida, su madre, era obrera textil.
De Victoriano heredó la pasión por el fútbol y los colores de Huracán, club al que seguía con fervor; de su madre, un catolicismo practicante que nunca abandonó. De los dos, la valorización de la organización de los trabajadores para defender sus derechos y la militancia peronista.
Se recibió como técnico industrial en la Escuela de Educación Técnica N°4 y le tocó hacer el servicio militar en la Armada. De vuelta a la vida civil trabajó como cadete, aprendiz de taller mecánico y en una farmacia, hasta que a principios de los ‘60 su padre lo hizo ingresar al Frigorífico Lisandro de la Torre.
Allí -y después en otro frigorífico, el Wilson- empezó su carrera sindical como delegado. Por esa razón lo cesantearon en 1966, después del golpe de Juan Carlos Onganía. Consiguió trabajo en la Compañía Argentina de Levaduras, una fábrica de levaduras de cerveza, y empezó a militar en el gremio que años más tarde lo llevaría a conducir la CGT.
Por entonces ya se perfilaba como un dirigente combativo, poco dispuesto a someterse a la intervención militar del gremio. Sus compañeros recordarían durante mucho tiempo un discurso encendido que pronunció en defensa de los trabajadores detenidos por la dictadura.
En 1972 lo eligieron secretario de la Federación Obrera Cervecera Argentina y, cuatro años después, secretario general de la Federación de Sindicatos Cerveceros. Allí lo encontró el golpe del 24 de marzo de 1976.
Frente a la dictadura
Una de las primeras medidas de la dictadura encabezada por Jorge Rafael Videla, Emilio Massera y Orlando Agosti fue intervenir a la mayoría de los sindicatos y encarcelar a muchos de sus dirigentes. A otros, directamente, los hizo desaparecer.
Con la CGT disuelta y los gremios con interventores militares, los trabajadores de organizaron en diferentes nucleamientos, diferenciados entre sí por sus posiciones conciliadoras o combativas frente a la dictadura. Saúl Ubaldini se incorporó al sector más resistente, la Comisión de los 25 gremios peronistas, donde también estaban, entre otros, Raúl Ravitti, de la Unión Ferroviaria; Roberto García, de Taxistas; José Rodríguez, de Smata; Fernando Donaires, del Papel, y Osvaldo Borda, del Caucho.
La posición de “Los 25″ se endureció aún más en marzo de 1979, cuando el ministro de Trabajo de Videla, el general Llamil Reston, anunció una reforma de la Ley de Asociaciones Profesionales que recortaría aún más los derechos de los trabajadores.
El 21 de abril, la Comisión de “Los 25″ lanzó una convocatoria a una Jornada de Protesta Nacional para el 27, cuando se manifestarían por la restitución del poder adquisitivo de los salarios, la plena vigencia de la Ley de Convenciones Colectivas de Trabajo y la normalización de los sindicatos.
El ministro Reston convocó a los dirigentes, entre los que estaba Ubaldini, a una reunión en la sede de la cartera de Trabajo. Decidieron ir, aunque previeron que podían encarcelarlos, por lo que dejaron organizado un Comité de Huelga para que la jornada de protesta se realizara igual, aunque ellos no estuvieran.
Cuando salían de la reunión, Ubaldini y sus compañeros fueron detenidos por la policía, uno por uno. Pero el Comité de Huelga cumplió con su misión: el 27 de abril de 1979, pararon todas las fábricas del cordón industrial del Gran Buenos Aires y del interior, los ferrocarriles Sarmiento, Roca y Mitre.
Fue la primera huelga contra la dictadura. Ubaldini la siguió desde su celda, recién fue liberado a mediados de julio.
La ofensiva sindical
La huelga del 27 de abril de 1979 fue también una bisagra que potenció la resistencia sindical a la dictadura.
“Debemos comprometer hasta la última gota de nuestra sangre para impedir que se repita otra dictadura que, como ésta, suma al país en oprobio, miseria, hambre y dolor de perder a sus mejores hijos; y la democracia es el único medio que conocen los pueblos libres para hacer sus revoluciones en paz”, dijo Ubaldini en un discurso que marcó el cambio de época.
Ya ocupaba la secretaría general de la CGT. En 1980, cuando la central sindical se dividió entre la CGT Azopardo -conciliadora– y la CGT Brasil -combativa-, Ubaldini se sumó a la segunda, junto a Diego Ibáñez, Lorenzo Miguel y todo el sector de “Los 25″. En diciembre de ese año lo eligieron secretario general.
Desde ese lugar lideró los mayores hitos de la resistencia de los trabajadores organizados contra la dictadura. El 7 de noviembre de 1981, encabezó la marcha de unos diez mil trabajadores hacia la Iglesia de San Cayetano, con el reclamo de “Pan, paz y trabajo”. Era la primera movilización multitudinaria desde el 24 de marzo de 1976.
El 30 de marzo de 1982 -dos días antes de que la dictadura lanzara el operativo de la recuperación de las Malvinas- volvió a conducir una jornada de lucha en las calles, que fue reprimida ferozmente por la policía. Ubaldini fue detenido y llevado a la cárcel de Caseros.
“La jornada más maravillosa para mí fue la del 30 de marzo de 1982, antes de Malvinas, cuando salimos a la calle y fuimos detenidos. Pero fue una movilización masiva, con una sola tristeza: la muerte del compañero Benedicto Ortiz. Después fue el pueblo el que reaccionó. Desde los balcones tiraban macetas a la policía, de todo. Yo creo lo que apresuró, después a posterior en Malvinas y ya el camino hacia la democracia. Fue una jornada maravillosa, no tuvo el brillo del 17 de octubre pero yo creo que tuvo la valentía misma del 17 de octubre”, recordaría Ubaldini casi 17 años después, en la entrevista con Diego Genoud.
Después de esa movilización y de la derrota de Malvinas, los días de la dictadura estaban contados.
Los 13 paros a Alfonsín
Las elecciones del 30 de octubre de 1983 llevaron al radical Raúl Alfonsín a la Casa Rosada y a la vez mostraron un nuevo mapa político de la Argentina, con un peronismo derrotado electoralmente y conmocionado por las pujas internas.
En ese contexto, Saúl Ubaldini no sólo era reconocido como el líder sindical más importante del país sino también como el mayor referente de la oposición al alfonsinismo.
Por entonces, el flamante gobierno intentó sancionar la “Ley Mucci”-llamada así por el ministro de Trabajo, Antonio Mucci- que pretendía introducir las minorías en el gobierno de las organizaciones sindicales, además de restringirles el control de sus fondos, como una forma de “democratizar” a esas organizaciones.
Para oponerse a la ley, Ubaldini convocó en febrero de 1984 a una marcha multitudinaria frente al Congreso. Fue su primera movida de una oposición al gobierno de Alfonsín que se desarrollaría sin pausa con 13 paros generales.
En democracia, el sindicalista de campera negra y ojos llorosos tampoco abandonó la lucha en defensa de los derechos humanos que lo había distinguido de la mayoría de los gremialistas durante la dictadura. El 6 de septiembre de 1985 fue el primer secretario general de la CGT que participó en una marcha con las Madres de Plaza de Mayo y el resto de los organismos para exigir el castigo de “los culpables del genocidio padecido por la militancia en la Argentina”.
Cuando el 9 de julio de 1989 Raúl Alfonsín le entregó los atributos presidenciales a Carlos Menem, Saúl Ubaldini asistió al acto en su carácter de titular de la CGT. No imaginaba que sería el propio peronismo quien trataría de apagar su estrella.
El ocaso con Menem
A pesar de haber sido una pieza fundamental en la campaña que llevaría a Carlos Menem y Eduardo Duhalde a vencer en las elecciones de 1989, fue durante ese gobierno que había ayudado a lograr que Ubaldini entró en el ocaso de su poder.
En pocos meses, el hombre que le había hecho 13 paros a Alfonsín se transformó en uno de los más férreos opositores a la política económica de Carlos Menem. El 14 de noviembre de 1990 convocó a la primera movilización contra el rumbo del gobierno y en defensa del salario, pero esa vez fueron muy pocos los pares que lo acompañaron.
En 1991 se postuló por fuera del Partido Justicialista como candidato a gobernador de la Provincia de Buenos Aires, con el sello de Acción Popular, pero sólo obtuvo el 2.2% de los votos. Fue derrotado abrumadoramente por Eduardo Duhalde.
En agosto de 1992 le dieron el golpe que lo dejaría casi fuera de juego, cuando prácticamente quedó marginado en la nueva reunificación de la CGT que había liderado durante tantos años.
Ya sin poder, fue electo dos veces -paradójicamente con la bendición de Eduardo Duhalde- diputado nacional, en 1997 y 2001. En el Congreso fue uno de los acérrimos opositores a la llamada “Ley Banelco” del gobierno de Fernando De la Rúa.
“El movimiento obrero, como el ave Fénix, resurgirá de las cenizas, de las cenizas de la mano de quienes seamos perseverantes con nuestras luchas, o si no, de los cuadros que no estén dispuestos a ser pisoteados”, dijo en uno de sus últimos discursos.
Los días de Saúl Edólver Ubaldini en el mundo sindical habían terminado, pero a 15 años de su muerte la marca que dejó a su paso forma parte de la historia reciente del país.
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