Unos 40 integrantes del Centro Cultural Volveré, de la localidad de Cañuelas, homenajeó a los militantes que fueron a recibir a Juan Domingo Perón el 17 de noviembre de 1972 en su vuelta al país después de 6.268 días de exilio. De ellos sólo un puñado se animó a cruzar a pie el río La Matanza, no sin dificultad y con los bombos en alto, a la altura del puente de la autopista Richieri próximo al estadio de Sportivo Italiano. Así lo hicieron miles de militantes hace 49 años, cuando esa autopista que une la Capital Federal con el aeropuerto de Ezeiza fue cortada.
Antes de llegar a Plaza de Mayo, Martín Marelli (45) -uno de los impulsores del cruce-, le dijo a Infobae que “nosotros, desde hace más de 10 años, hacemos acciones para las fechas históricas del peronismo. Esto es por los miles de compañeros que fueron a recibir al general Perón a Ezeiza el 17 de noviembre de 1972, no pudieron hacerlo por la Richieri y tuvieron que cruzar el río para intentar llegar. Hoy es un bautismo para los militantes. Este es el tercer año que lo hacemos, y cada vez más compañeros se vienen sumando para conmemorar esta gesta. Hoy, aunque las aguas del Matanza no son las mismas que en esa época, sumamos además a las compañeras, lo que tiene mucho de simbolismo”.
En esta oportunidad, antes del cruce, hablaron con ellos dos miembros de la Resistencia Peronista, Aldo Duzdevich y Javier Mouriño y familiares de un tercero, Envar “Cacho” El Kadri. Duzdevich (periodista y escritor, autor de La Lealtad-Los montoneros que se quedaron con Perón) señaló que “el significado del cruce del río es pesado. Para los peronistas es el cruce del Jordán. En el 45 nos levantaron los puentes para cruzar el Riachuelo y también lo hicimos. En el 72, esto lo hicieron miles de personas, bajo la lluvia, con el agua a la cintura”.
La historia
El 16 de noviembre a las 20:21, Perón dejó el aeropuerto de Fiumicino, en Roma, a bordo del avión Giuseppe Verdi de Alitalia. Era la aeronave que usaba el Papa Paulo VI en sus giras. En el sector de Primera del charter, además de Perón, viajaban su esposa Isabel Martínez, su secretario personal José López Rega y Héctor Cámpora con su esposa Georgina. En clase turista lo acompañaban unas 160 personas, entre las que se encontraban dirigentes políticos y personajes del deporte y la cultura como Chunchuna Villafañe, Marta Lynch, Marilina Ross, Leonardo Favio, José Sanfilippo, Juan Carlos Gené y otros. Ante el temor que derribaran el avión, lo mejor era “blindarse” con distintas figuras.
“En el país gobernado por el general Alejandro Lanusse” -escribió Duzdevich-, “había temor a un nuevo 17 de Octubre y Perón, aunque no lo dijese, en su intimidad lo esperaba. La dictadura desplegó alrededor de Ezeiza un cerco policial militar nunca visto. Admitidos oficialmente fueron 35 mil efectivos, con una última barrera de tanques y carriers de guerra. La dirigencia peronista de todos los sectores no organizó la movilización. Y finalmente fue el pueblo, que de forma espontánea, se movilizó bajo la lluvia, a recibir a su líder. La CGT convocó al paro, pero el gobierno decretó asueto, y no hubo grandes columnas sindicales. FAR y Montoneros en esa fecha todavía no tenían la organización ni la cantidad de cuadros que sumarían meses después. Y decidieron quedarse “autoacuartelados” en previsión de no se sabe qué estrategia. No hubo carteles de FAR y Montoneros en la movilización. En el interior, los grupos juveniles decidieron hacer actos locales, también sumados a una estrategia confusa que hablaba de sublevaciones de militares peronistas”.
El Giuseppe Verdi tocó tierra a las 11:15 del 17 de noviembre. Sólo 300 invitados fueron autorizados para acercarse al avión. Cuando Perón bajó la escalerilla se produjo una de las fotos más emblemáticas de la historia del peronismo: la de José Ignacio Rucci sosteniendo un paraguas para protegerlo de la lluvia.
Perón se alojó en el hotel Internacional de Ezeiza. Lanusse intentó que no saliera del mismo. Finalmente, después de negociar, Perón salió rumbo a la casa de Gaspar Campos, en Vicente López, el 18 a la madrugada. Y permaneció 29 días en nuestro país, al que regresaría al año siguiente. Esa segunda vuelta fue trágica: en Ezeiza hubo enfrentamientos entre facciones de la derecha y la izquierda del peronismo.
Del primer regreso, Duzdevich rescata testimonios como el de Federico Lanusse: “Cuando estoy por cruzar el rio, tropiezo con una mujer, con pantalones negros y un paraguas. Le digo “señora no cruce, se va a mojar toda”. Ella me responde: “joven, yo espere muchos años que vuelva el general, así que voy a cruzar”. Me dió el paraguas y se tomó de mi brazo como sostén. Era una escena un poco extraña. Cruzamos con agua y barro hasta la cintura, pero sin cerrar el paraguas... supongo no querría arruinar su peinado. Para mis adentros pensé “que el fragor de la lucha no le haga perder la elegancia”.
Mouriño, por su parte, relató su participación en esta historia: “Yo tenía 17 años, mi viejo cerró las puertas con llave para que no pudiera salir, tenía miedo que me pase algo. Me escapé por la claraboya del baño y me fui a la Unidad Básica. Seríamos 150. Llovía pero éramos imparables, y seguíamos adelante, había que llegar a Ezeiza a defender a Perón. Empezaron con gases lacrimógenos. Balas de goma y balas de plomo. Una granada de gas le pegó en el muslo a una compañera de secundaria, Ana Maria Spindola. Le atravesó el vaquero y le penetró la carne. Nos dispersábamos y nos volvíamos a juntar. Caminamos, puteamos, lloramos y cantamos”.
Hoy, un pequeño grupo decidió embarrarse para conmemorar aquella jornada. Marelli explica que “nos nutrimos de esa mística que se creó en esos 18 años en los que se prohibió hablar de Perón, de Evita, de los símbolos. Eso sólo logró lo contrario: que se hiciera fuerte la consigna de Perón vuelve, la flor nomeolvides. Son las cosas que queremos transmitir a los pibes que vienen detrás”.
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