“Volaba en una liana hecha de soga y los chicos me ovacionaban”, recuerda con un brillo especial en los ojos Oscar Rodríguez (78), el único Tarzán que tuvo el mítico programa televisivo” Titanes en el Ring”, que se transmitía los domingos por la mañana. El personaje que interpretaba, huelga aclarar, era de “los buenos”.
Luego de los cuatro años que estuvo en la troupe de Martín Karadagián fue el mentor de otros luchadores, abrió varios gimnasios y sufrió por la pérdida de uno de sus hijos. Ello lo llevó a unir su amor por recuperar caballos y el deseo de ayudar a niños con distintas enfermedades. Hace seis años abrió su actual gimnasio en la localidad bonaerense de San Miguel con una promesa: “Lo que en el pasado hice por mi, ahora lo hago por tu presente”. Allí pasa todo el día y entrena a mujeres y hombres que quieren no solo ganar fuerza sino salud.
También fue secretario de Deportes de ese partido en los ‘90, cuando todavía era General Sarmiento, pero dice que “la trastienda de la política” lo alejó de esa vida. En 2019, sin embargo, el Consejo Deliberante de San Miguel lo reconoció por su trabajo social y actividad deportiva.
La historia
Oscar Rodríguez nació en 1943 en el corazón del barrio porteño de Belgrano. A los 11, su familia se mudó a Floresta y un año más tarde a General Sarmiento. Mientras escuchaba “Las aventuras de Tarzán” con César Llanos y Oscar Ricardo Rovito, por Radio Splendid, comenzó a sentir atracción por ese personaje que -por “las casualidades de la vida”, asegura-, interpretó cuando Martín Karadagian lo llamó para ser parte de “Titanes en el ring”, programa que había creado en 1962 y que tuvo su primera emisión en la pantalla de Canal 2 el 3 de marzo de ese año. Pasó a Canal 9 y se emitió con un éxito ininterrumpido hasta 1988.
Volviendo a sus 11 años, Oscar recuerda que tomó muy en serio la actividad y se convirtió en luchador amateur. Más tarde, en un club de Villa del Parque comenzó a levantar pesas y a delinear su futuro. “Ahí hice mi carrera deportiva como luchador, hacía culturismo y los sábados danzas clásicas para trabajar la flexibilidad, lo que más me servía para la lucha”, aclara.
Así llegó a la pantalla de Canal 2 en Baby Catch y luego a Titanes en el Ring, donde vivió “años maravillosos”. “El corto tiempo que estuve fue fantástico. Aún recuerdo cómo me alentaban los chicos cuando entraba. Será que me tenían de ídolo por mi físico y por cómo me movía, no sé”.
Nunca fue olvidado y en estos años, siempre alguien le hicieron la misma pregunta: “¿Por qué nunca peleé con ‘La Momia’....? Porque me fui antes de que ingresara”, dice y reflexiona que “si pudiera volver a nacer repetiría toda esa etapa tan linda” en la que conoció “compañeros que eran excelentes personas. Algunos ya se han ido, otros están viejos... Bueno, yo también estoy viejo”, admite y ríe.
Su retiro fue en 1972: “Cada año había que realizar una gira por toda Centroamérica y llegábamos a los Estados Unidos, pero llegó un momento en que no pude viajar porque tenía otros compromisos. Además de entrenar, trabajaba en una escuela de equitación preparando caballos para equinoterapia”, revela.
Pese a ello, no se alejó del todo del programa. “Ya había abierto un gimnasio en San Miguel y allí preparaba a otros luchadores, les enseñaba lo que sabía. Cuando me fui, dejé al que fue mi mejor alumno, Miguel Ángel Petri, que interpretó a Hippie Hair, Miguel Ángel y El Charro Santana. Lo quería mucho y falleció en 2013″, lamenta sobre el hombre que murió a los 63 años en un hospital de la localidad bonaerense de Malvinas Argentinas.
“Al poco tiempo de irme, Martín tuvo un problemón importante por lo que terminó preso. Fui a visitarlo a la cárcel y le dije que comenzaría con la troupe ‘Diablos en el Ring’ con la que conseguí derechos para tener personajes como ‘El Zorro’, ‘Batman y Robin’, ‘Capitán Morgan’ y todo lo que era de Disney. Así armamos el grupo y empezamos a trabajar en La Rural, en Palermo. En ese momento, se inauguraba ‘La exposición del juguete’. Ahí estuvimos varios años. Luego viajamos Uruguay a Brasil, pero al poco tiempo nacieron mis hijos y teniendo una familia los viajes se hicieron cada vez más cortos hasta que los dejé para dedicarme a ellos”, resume avisando que en su vida pasaron muchas cosas.
La vida después de la lucha libre
A fines de los setentas, Oscar sufrió el peor golpe “Tuve la desgracia de perder a mi primer hijo cuando era un bebé luego de seis meses internado en Casa Cuna. Había enfermado y con su madre estuvimos todo el tiempo a su lado. Allí conocí de cerca lo que es lidiar con ese dolor y tener que estar fuerte... Ayudé a otros padres y otros nenes en ese tiempo y cuando mi hijo se fue seguí ligado a lo que para mi es el amor por los niños, el sacrificio de cada padre y la desgracia de cada pibe que enferma”.
Con esa idea, se dedicó a ayudar por 12 años a chicos discapacitados y estudió para ser terapeuta en equinoterapia “para ayudar a esos niños durante sus procesos de rehabilitación. Lo hacía con todo mi cariño, los amansaba para que los chiquitos los acariciaran y pudieran establecer algún tipo de relación sensorial con ellos. Sufrí tanto al perder a mi primer hijo por una enfermedad que decidí dedicarme a ayudarlos”. Antes estudió Etología, la ciencia de la comunicación animal, en España. Fue por ello que aceptó la propuesta de ser secretario de Deporte del Municipio de General Sarmiento que, en 1994, se dividió por ley provincial en los distritos de José C. Paz, Malvinas Argentinas y San Miguel. A esa tarea la dejó hace seis años.
“Después de ese tiempo, tuve que retirarme porque, desgraciadamente, a los políticos nunca les interesó la rehabilitación de los chicos. Cuando uno tiene a cargo un servicio tiene que tener algún dinero a disposición y yo necesitaba mantener bien a los caballos y darles comodidad a los 140 chicos. Un día sentí que hasta ahí había llegado porque siempre la plata salía de nuestro propio bolsillo. Nos daban un miseria que de nada servía”, se queja.
Abrumado por esos años, reconoce: “Una de mis equivocaciones fue haber abandonado un gimnasio muy bien montado para unirme a la política. Toda mi vida la repetiría tal cual la viví, menos esa parte”.
Pese al mal recuerdo, con orgullo admite la sorpresa que tuvo hace poco más de un año: “Me nombraron Ciudadano Ilustre de San Miguel y me dieron un lindo diploma entre el Concejo Deliberante y el intendente (Jaime Méndez) reconociendo mis valores y aportes en la sociedad y en el deporte. Este es el tesoro es el premio más grande porque reconocieron mis valores y lo que hice con los chicos con discapacidad y por las personas”.
Oscar es hincha de River y no pierde oportunidad de intercambiar memes divertidos contra Boca Juniors desde la cuenta de Facebook que lleva su nombre, la foto de su etapa como Tarzán, y en la que es muy activo. Dice que ama a los perros y que hace unos años convive con Rey, un pitbull, que “es el dueño de casa, un hijo más”.
Antes de cortar, cuenta que amanece a las 6.30 y avisa que seguirá dando clases a los alumnos que comienzan a llegar (se escucha el murmullo del otro lado del teléfono). Allí estará hasta las 21.00, como cada día, luego de una cena saludable “con muchos vegetales y algo de pollo o pescado”, la base de su alimentación. Irá a dormir temprano esperando que mañana algún hombre —que de niño desayunó viéndolo luchar— lo salude con un “¡hola, Tarzán!”.
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