El jueves 15 de noviembre de 2018 ocurrían dos hecho que conmocionaron a la sociedad. En la base Naval de Mar del Plana, el entonces presidente Mauricio Macri y su ministro de Defensa, Oscar Aguad, presidían la ceremonia que conmemoraba el primer aniversario del hundimiento del ARA San Juan junto a sus 44 tripulantes. De manera paralela, los expertos a bordo del buque científico noruego Seabed Constructor, operado por la firma estadounidense Ocean Infinity, y que desde el 7 de septiembre escaneaba el fondo del Océano Atlántico en busca del submarino siniestrado, analizaban las imágenes de un nuevo contacto clase “C”, es decir de “probabilidad fuerte” de que se tratase del buque de guerra desaparecido. Era una probabilidad más entre tantas otras con las que habían tropezado. Sin embargo, esta vez fue distinto. Lo que habían hallado eran de los restos del único submarino que la Armada Argentina tenía en condiciones de operar.
Son muy pocos los testigos de ese momento. Uno de ellos es Luis Tagliapietra, padre del teniente de corbeta Alejandro Damián Tagliapietra, una de las víctimas del naufragio. Estaba a bordo del Seabed Constructor, como uno de los “veedores” de la búsqueda.
“El momento que más me conmocionó fue cuando el Capitán de navío Héctor Alonso, dice ‘sí, la identificación es positiva’. Ahí nos abrazamos con Castillo y con Arjona (otros dos familiares de los tripulantes del submarino). A mí se me escaparon unas cuantas lágrimas en silencio. Lo único que dije fue: ‘¡Los encontramos, la puta madre los encontramos!’. Y así se los escribí por WhatsApp al grupo de familiares que esperaban esta noticia desde hacía más de dos meses”.
“SITIO 1, área 15A-4″
El abogado querellante en la causa que investiga las razones del hundimiento del buque y del presunto espionaje ilegal que el gobierno de Cambiemos habría realizado sobre los dolientes, habla con Infobae desde el dolor.
Hace cuatro años que busca justicia para su hijo y el de sus 43 camaradas.
“A las diez de la noche, el director operativo Ocean Infinity nos reunió en el centro de control AUV (Vehículos Submarinos Autónomos), para informarnos acerca de un nuevo contacto clase C detectado durante el análisis del SITIO 1, en el área 15A-4 a unos 800 metros de profundidad aproximadamente”, precisa Tagliapietra. Y recuerda que en ese mismo momento el responsable de la búsqueda les dijo que “en cuanto se recupere, tal como estaba previsto, el AUV1, el último minisubmarino, de los cinco, que quedaba operando, se dispondrían a tomar rumbo hacia esa posición a los efectos de verificarlo visualmente con el ROV (Remotely Operated Vehicules)”.
Los ROV son vehículos que están controlados por un operador, ubicado en el Seabed Constructor, en este caso operado mediante un cable y que tiene la capacidad de tomar muestras físicas a través de unas especies de manos mecánicas, además de fotos y vídeos.
El arribo al lugar de encuentro con lo que se suponía eran los restos del ARA San Juan, entre ellos el “casco resistente”, demandaría unas veinte horas de navegación.
El Almirante (RE) Daniel Alberto Enrique Martin, ex Jefe del Estado Mayor General de la Armada, submarinista y actual Director de la Liga Naval Argentina, precisa los datos de esta manera: “Recién el viernes 16 de noviembre a las 23:50 esta nave (por el Seabed Constructor), tras 60 días de trabajo y cuando se disponía ya a suspender su labor por mantenimiento, detectó un contacto positivo correspondiente al campo de escombros del ARA San Juan. La Armada Argentina, en la madrugada del 17 de noviembre (un año después de su desaparición), confirmó que se habían hallado los restos del submarino a 907 metros de profundidad en el lecho marino, en una posición muy cercana a la anomalía sísmica previamente informada por la CTBTO (Latitud: 45°57′ S y Longitud: 59°46,4′ W)”.
El ex alto mando de la Armada, y veterano de la Guerra de Malvinas dijo que: “Finalmente se había llegado a lo inevitable, el submarino ARA San Juan había naufragado con toda su tripulación a bordo, sin ningún sobreviviente. Cuarenta y cuatro marinos, entre ellos una mujer. Las circunstancias de su hundimiento siguen siendo hoy producto de varias suposiciones sin que ninguna de ellas haya sido comprobada fehacientemente; ya que todas las opiniones que se puedan emitir se enfrentan con el inconveniente de no contar con el buque para dar solución a sus inquietudes periciales”.
A cuatro años de la tragedia el Almirante Martin opinó: “Tan solo se podría manifestar que, por alguna causa no confirmada fehacientemente, se desencadenó un incidente de tal magnitud que no pudo ser controlado por su dotación, con la consiguiente pérdida de plano, hasta producirse la implosión de la nave, alcanzada la profundidad de colapso del casco resistente”.
“Arrojé el pin de mi hijo al agua”
“La ansiedad que teníamos era mucha. Fueron veinte horas de navegación interminables. Entre las dos y las tres de la mañana del 16 de noviembre recuperaron el AUV1 y el Seabed Constructor inició la navegación hacia el ‘punto de interés 24′”, detalla Tagliapietra quien mantiene vivo en su memoria cada uno de los hechos que marcaron los últimos días a bordo del buque de bandera noruega.
“Yo ni siquiera había intentado dormirme. Estaba despierto desde hacía casi cuarenta y ocho horas. De pronto ese asombro se transformó en adrenalina. Empecé a compartir esa imagen con todos los conocidos que tenía que podían darme una respuesta a todas las preguntas que me surgieron en ese momento”, dice.
El Capitán de navío Alonso actuaba con prudencia. Insistía en que la confirmación definitiva la darían las imágenes que tomaría el ROV.
“En un pasillo me cruce con Andrew, el geólogo francés que detectó ese ‘splash’ en el fondo del mar. Si bien era una opinión autorizada, Andrew no podía asegurar nada. Él me dice que las posibilidades que el ‘contacto’ registrado fuera del submarino era del cincuenta por ciento. Me fui al comedor y me tomé un café y empecé a hablar con todos. Necesitaba que alguien me diera alguna certeza. Hubo un momento, no sé bien cuándo fue, que yo empecé a pensar ‘tiene que ser’. Fue más o menos un poco antes de que empecé a joder con los pilotos del ROV con eso de ‘no lo van a encontrar en el último minuto como en las películas’”, confiesa Tagliapietra.
Su sospecha se hizo realidad poco después. “No dormí dos noches seguidas. Esa noche, más allá de lo que yo podía hablar con alguien, ellos son muy profesionales y se iban a dormir”. Y reconoce que los tripulantes del buque científico le insistían una y otra vez que para obtener certezas “había que esperar a llegar y que bajara el ROV”.
En este punto del relato, el abogado querellante es muy preciso: “Cuando llegamos al lugar la tensión fue enorme. El ROV empezó a bajar y todos estábamos expectantes en silencio. Las primeras imágenes mostraban solo agua, agua, y agua, hasta que llegó al fondo y empezó a avanzar. Cuando veo el tubo, lo primero que hago es mirar a Alonso y le pregunto: ‘¿Pueden ser ellos?’. Y Alonso con una cara que denotaba una profunda tristeza me dice: ‘Sí, puede ser’. A mí en ese momento se me heló la sangre. Porque más allá de que me dijo ‘puede ser’, la cara de él me decía todo. Aparte estábamos viendo un tubo de aire comprimido. Yo no sabía que eso era del submarino”.
Para Tagliapietra el “momento más conmocionante” fue cuando Alonso les dijo: “Sí, la identificación es positiva”. Después vendrían los formalismos técnicos y las consultas a los veedores que representaban a los familiares y a la Armada Argentina.
“Mirábamos las imágenes de todas las maneras posibles y me preguntaron: ‘¿Necesitás ver algo de vuelta, pasamos de vuelta?’. Y yo les dije: ‘Sí, veamos de vuelta todo el casco resistente’. Y se hizo. Ahí yo empecé: ‘Veamos desde este otro lado, veámoslo desde arriba’. Vimos cosas muy chiquitas, entonces le pedíamos: ‘Haceme zoom en eso, sácale una foto’. Ahí yo me puse en abogado, pensaba en lo importante que era para un futuro todo lo que estábamos registrando. Todo eso era material de prueba que lo tienen que ver los expertos para determinar qué fue lo que sucedió”, recuerda el padre de una de las víctimas y enfatiza: “Estuvimos seis horas grabando imágenes del submarino, y les sacamos fotos, y le hicimos zoom hasta a los tornillos”.
En ese punto del relato, para Tagliapietra, las imágenes vividas tres años atrás, se vuelven presentes: “En ese momento fue muy fuerte todo. Yo tenía un pin con la foto de mi hijo que me había regalado mi amiga Laura. Era un pin con la cara de mi hijo que ella había mandado a hacer. Yo lo llevaba en mi campera. Cuando subió el ROV me quedé hasta que llegó a la superficie, hasta que lo guardaron, y entonces subí hasta una cubierta de proa y me puse a llorar, y le dije a mi hijo: ‘Te cumplí la promesa, te encontré’. Porque era la promesa que yo le había hecho, de no parar hasta encontrarlo. Y me saqué el pin, lo puse en la palma de mi mano y como en realidad no tenía nada que dejarle, le dejé el pin. Lo tiré al agua. Me quedé un rato largo ahí sentado. Tenía una mezcla de sentimientos. Estaba frente a la enormidad del océano, era un día nublado. Por suerte calmo, sin olas. Me quedé tomando aire. Ahí lo único que sentís es el mar y el viento y nada más”.
En ese instante, al que califica como “único e inolvidable, Luis Tagliapietra recuerda: “Sentí paz, alivio, un respiro. Pero a la vez un profundo dolor, de hecho, por momentos me largaba a llorar de la nada. Me acordaba de él, de su cara, de su risa, de las cosas que hablábamos en distintos momentos. Fue un día muy pesado”.
La falta de internet en la zona hacía imposible las comunicaciones por los teléfonos celulares entre los familiares.
“Estuvo bien tener ese tiempo sin comunicación para poder pensar y asimilar todo lo que había pasado. Después, cuando volvimos a estar comunicados, fue una locura. Ese mensaje que le mandé a mucha gente fue una mezcla de desahogo y contarles a todos, más o menos, lo que estaba sintiendo en ese momento”.
El padre del oficial fallecido a bordo del buque de guerra de la Armada Argentina asegura que después de ducharse y frotarse los ojos doloridos empezó a “repasar todo”. Lo dice así: “Tenía dudas de cómo estaba rajado el casco, dudas de si habíamos visto todo. Por ejemplo, en la parte de la proa había quedado al aire la lanzadora de torpedos. Alonso me decía: ‘Ahí arriba está la recamara de oficiales y no se ve’. Entonces le digo a Castillo y a Arjona: ‘Voy a pedir ver de vuelta el video para aclarar un par de cosas que van surgiendo’. Correspondía que estemos los tres veedores de las familias y los tres de la Armada. Quería ver todo de nuevo porque fue todo tan intenso en el momento que después dudaba acerca de donde estaban ciertas cosas, de si faltaba algo, si habíamos mirado bien si había algún indicio de un impacto de torpedo”.
En principio, la visualización que se realizó sobres las imágenes no muestra un “impacto de torpedo”, como se hizo circular a través de algunos relatos de prensa sin fundamentos. Es más, hasta un candidato a gobernador por la provincia de Buenos Aires llegó a asegurar, de manera temeraria, que el ARA San Juan había sido atacado por “los piratas ingleses”.
Después de tres años del hallazgo de los restos del submarino, las imágenes deben ser analizadas por un perito informático para acreditar, como solicitó la querella a cargo de Valeria Carreras y Lorena Arias, que fueron tomadas el día en que figura certificado por la empresa Ocean Infinity, y por los seis veedores arriba del buque, entre ellos el otro abogado querellante Luis Tagliapietra. También rubricar que “no fueron adulteradas”, como sospecha Carreras. Algo que también niega Tagliapietra, presente durante el momento en que se tomaron las imágenes.
La Cámara de Comodoro Rivadavia también le pidió a la jueza federal de Caleta Olivia, Marta Yañez, “profundizar la investigación”, sobre el ex presidente Mauricio Macri, el ex ministro de Defensa, Oscar Aguad, y el ex jefe de la Armada cuando ocurrió la tragedia, Almirante Marcelo Srur. Un hecho sobre el cual Yañez aún no se pronunció.
A cuatro años del naufragio del submarino ARA San Juan y tres de su hallazgo el Almirante VGM (RE) Daniel Alberto Enrique Martin afirma: “Pocos ejemplos impresionan tanto como el ver a hombres de honor que mueren por cumplir con su deber. Es seguro que ninguno de nosotros podrá ponerse en la piel de sus familiares, pero el compromiso que cada integrante de esta bendita nación debiera contraer es mantener viva la llama de su vocación sin límites”. Y finaliza: “Ellos constituyeron una unidad indivisa con su nave dándole vida hasta el último aliento en aras de custodiar a la Patria en el mar. Y hoy es esa misma barca la que, por la fatalidad del destino, los cobija en la inmensidad de las profundidades”.
Su pérdida sigue siendo un verdadero duelo nacional. O como dijo Martin: “A estos marinos no se los llora, se los honra. Que el Señor los haya acunado en su seno y que la Virgen Stella Maris, patrona de los marinos, los tenga y proteja a su lado en su Patrulla Eterna”.
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