Con 137 metros de altura iba a ser el monumento más grande del mundo, un símbolo de la grandeza argentina, la de sus trabajadores. Desde el río sería lo primero que se vería de Buenos Aires, su punto más alto, una suerte de faro orientador que señalaba el rumbo.
Las publicaciones de la época abundan en comparaciones: más alto que la Torre Eiffel, cuatro veces más grande que el Coloso de Rodas, más imponente que la Estatua de la Libertad, con un diámetro de base más extenso que el del Luna Park...
Pensaron levantarlo en la Plaza de Mayo y también en Avenida de Mayo y la 9 de Julio, hasta que se decidió su emplazamiento sobre Avenida del Libertador, de cara al río.
“Que sea el mayor del mundo. Tiene que culminar con la figura del Descamisado, en el monumento mismo haremos el museo del peronismo, habrá una cripta para que allí descansen los restos de un descamisado auténtico, de aquellos que cayeron en las jornadas de la Revolución. Allí espero descansar también yo cuando muera”, lo deseaba Eva Perón.
El “Monumento al Descamisado” –así se llamaría– había sido idea de la propia Evita en 1950. Un deseo que se hizo ley, la 14.124, aprobada por el Congreso Nacional el 4 de julio de 1952, cuando los días de la Abanderada de los Humildes estaban contados.
Sería el gran símbolo de la Argentina Peronista, pero no pudo ser.
El proyecto monumental
En un primer momento se decidió convocar a un concurso internacional para el diseño y la realización del monumento, pero Juan Domingo Perón se adelantó y convocó al artista preferido de Evita, el italiano Leone Tommasi, para que fuera trabajando en las esculturas que conformarían el conjunto de la obra. Tenía confianza en el hombre que ya había realizado las esculturas de la sede de la Fundación Eva Perón y que había esculpido varios bustos del propio Presidente y de su mujer.
De acuerdo con el proyecto, el monumento tendría 137 metros de alto, con un pedestal de 70 metros sobre el cual se emplazaría la estatua del “Descamisado”, de 61.50 metros de altura, construida en hormigón y recubierta de cobre. Pesaría 43.000 toneladas.
La obra tenía una base de 100 metros de diámetro y en todo su perímetro se ubicarían 16 estatuas de mármol blanco, representando a La Justicia, El Amor, La Justicia Social, La Independencia Económica, La Soberanía Política, El Trabajo, La Solidaridad, Los Derechos del Trabajador, Los Derechos de la Ancianidad, Los Únicos Privilegiados, El Ideal, La Dignificación de la Mujer, El Justicialismo, La Razón de mi Vida, El Coronel y El Conductor.
El recorrido de los visitantes
Estaba planificado que los visitantes accedieran al monumento por una escalinata circular que los llevaría al primer nivel, donde se encontrarían con las 16 estatuas distribuidas al aire libre. Una vez en el interior, se encontrarían con el mausoleo a Evita –agregado al proyecto luego de su muerte– y luego podrían caminar por una galería con tres puertas de bronce adornadas con bajorrelieves que simbolizaban las tres definiciones de Perón sobre la Argentina: Justa, Libre y Soberana.
Desde allí, llegarían a un gran salón con paredes de mármol, con frisos y columnas romanas, y una cúpula revestida de mosaicos y pepitas de oro. Al levantar la vista hacia el tecno, podrán leer una frase de “La Razón de mi Vida”.
La había elegido el propio Perón: “Hubo al lado de Perón, una mujer que se dedicó a llevarle al Presidente las esperanzas del Pueblo, que luego Perón convertía en realidades. De aquella mujer sólo sabemos que el Pueblo la llamaba, cariñosamente, Evita”.
También en la cúpula se desplegarían imágenes de momentos simbólicos de Perón y de Eva: el 17 de octubre de 1945, el abrazo del 1° de Mayo de 1951 y el último saludo de Evita a los descamisados, el 4 de junio de 1952.
Después de la muerte de Eva, se decidió agregar una cripta con un sarcófago que tendría una cubierta de plata que reproduciría el cuerpo yacente de Eva. Un haz de luz dirigido desde lo alto de la cúpula lo iluminaría para darle mayor brillo.
Adentro del Descamisado
La estructura interior de la estatua del Descamisado permitiría que los visitantes subieran hasta su cabeza mediante catorce ascensores. Tendría cuatro miradores con terrazas. Una de ellas estaría al nivel de la galería de estaturas, la segunda a la altura de una biblioteca donde habría publicaciones sobre Evita y Perón, la tercera al nivel de un salón superior y la última a la altura del yunque, detrás del Descamisado.
La estatua representaría a un musculoso trabajador con la camisa arremangada y desabrochada, con los puños apretados, parado delante del yunque. En un momento se discutió si su rostro debía ser o no el de Perón, en su calidad de “primer trabajador”.
La cabeza de la estatua también sería hueca y en sus paredes interiores proliferarían los retratos de Eva y del presidente.
Debate tras la muerte de Eva
La muerte de Eva Perón, el 26 de julio de 1952, abrió un debate sobre la figura que debería presidir la obra. Por entonces ya funcionaba la Comisión Nacional Pro-Monumento, presidida por la senadora Juana Larrauri e integrada, entre otros, por Héctor J. Cámpora y Alejandro Apold, quienes consideraron la posibilidad de reemplazar al Descamisado por una escultura el mismo tamaño, pero de Evita.
El escultor Tommasi se opuso terminantemente a reemplazar al Descamisado. “Lo hizo con buenas razones plásticas. La imagen de Eva reclamaba mármol para su hechura y su escala, en tanto el gigantesco Descamisado debía ejecutarse en chapa de cobre patinado ofreciendo, de paso, una impronta de modernidad casi industrial. Así, Tommasi recomendaba dedicar a Eva uno o más recintos interiores, para emplazar su escultura marmórea y el sarcófago con sus restos. Prevaleció esta propuesta, con lo cual se fundían dos programas en un mismo proyecto: el Monumento al Descamisado, concebido desde antes de la muerte de Eva, y el Mausoleo de Evita, advenido tras su muerte en 1952″, explica el arqueógrafo Oscar Andrés De Masi.
Así, en julio de 1953, un año después del fallecimiento de Evita, fue presentada una maqueta readecuada para incluir un espacio principal destinado a alojar el cadáver de la Abanderada de los Humildes.
Las obras y el golpe
El 30 de abril de 1955, Juan Domingo Perón presidió la ceremonia de la puesta en marcha de las obras. Izó la bandera en el mástil que se había colocado en el predio y colocó la primera cucharada de cemento. Mientras tanto, Tommasi había terminado las primeras cinco esculturas, de 2,20 x 2 metros de base, 4,50 de alto y 35 toneladas de peso cada una.
El predio estaba ubicado entre las Avenidas Figuera Alcorta y Libertador y las calles Tagle y Libres del Sur, frente a la residencia presidencial, situada entonces donde hoy está la Biblioteca Nacional.
El inicio de la construcción se había demorado porque tuvieron que realizarse excavaciones, desplazar cables de alta tensión y un colector cloacal para ubicar los cimientos. Se volcaron 18 mil metros cúbicos de tierra para tapar dos antiguas piletas de filtros de Obras Sanitarias de la Nación y levantar ahí el obrador, depósitos de materiales y maquinarias.
El golpe del 16 de septiembre de 1955 puso fin al gobierno de Perón. La “Libertadora”, con su política de borrar todo rastro del “tirano prófugo” – como se lo llamaba para no nombrarlo – y de Evita, ordenó cubrir los cimientos, para que ni siquiera se viera que allí se había iniciado la obra.
La odisea de las estatuas
Las seis estatuas ya terminadas por Tomassi –más una inconclusa– no corrieron mejor suerte que los cimientos. Tres de ellas desaparecieron para siempre; dos fueron mutiladas y arrojadas sin cabeza ni manos al Riachuelo, en tanto que otra –también mutilada– terminó olvidada en un galpón del Puerto de Mar del Plata. Nunca se supo por qué la llevaron allí.
Tres décadas más tarde, trabajadores del Ministerio de Obras Públicas que sabían en qué lugar del Riachuelo habían sido arrojadas las estatuas lograron la autorización del gobierno de Raúl Alfonsín para rescatarlas.
“Sacaron dos estatuas de 4,5 metros de altura y 45 toneladas a las que les habían cortado la cabeza, y otro bloque sin terminar del mismo tamaño. Estuvieron guardadas en unos almacenes hasta que, en 1996, las trasladaron a la quinta 17 de Octubre”, relata Marcelo Padró, director del Museo que funciona en el predio de San Vicente, donde descansan los restos de Perón, y donde el ex presidente y Evita solían pasar los fines de semana.
La estatua que representaba la “Independencia Económica” y que permanecía arrumbada en Mar del Plata fue recuperada en 1987, cuando se la emplazó en la esquina de Martínez de Hoz y 12 de Octubre con el nombre “Monumento al Hombre de Mar”, que nada tiene que ver con lo que representaba al ser concebida.
Esas estatuas y algunas maquetas son los únicos vestigios que se conservan del que iba a ser el monumento más grande del mundo.
Hoy, en el lugar donde se lo iba a emplazar está la Plaza de las Naciones Unidas, presidida por la escultura móvil Floralis Genérica, realizada por el arquitecto Eduardo Catalano. Es una flor de acero inoxidable de 22 metros de alto y 32 de diámetro cuyos pétalos se abres y se cierran a distintas horas mediante un mecanismo hidráulico.