Ya en su casa Lobería, durante su adolescencia, Germán soñaba con emprender. Siempre vio a su padre Saúl entre confiterías y panaderías. Pero recién pudo cumplir esa meta en un contexto poco favorecedor, en pandemia.
En septiembre, German Iriart (38) inauguró en La Plata -justo a metros de la Facultad donde recibió el título universitario de Contador- el café Nómade. “Un café al paso... ese que viaja con vos”, dice contento, después de tantas idas y vueltas.
Una vida con sobresaltos
Germán nació en un pueblo de 12.000 habitantes, pero hace mucho tiempo que vive en City Bell. El primer golpe vino cuando él tenía 14 años. Su padre, Saúl, murió producto de un cáncer terminal. “Un día volvió a casa con el diagnóstico, y en cuestión de semanas, murió”, lo recuerda a Infobae. Se lo llevó la Navidad de 1997.
A partir de ese momento, la situación económica de la familia Iriart se vio afectada. A pesar de eso, pudo terminar la escuela secundaria y encontrar su camino universitario.
A los 18 años, en 2001, se mudó a La Plata junto con su hermano Ignacio para estudiar en Ciencias Económicas, y se recibió de Contador Público en 2008. “Fue atractivo el cambio de un lugar chico a una ciudad. No solo eso, pasé a organizarme solo, a tener mi propio espacio, a conocer gente nueva. La vida universitaria te cambia de manera positiva”, destaca.
Curioso, y con una energía avasallante, se le ocurrió emprender. Siendo aún estudiante, junto a un primo y dos amigos empezaron a incursionar en el mundo de la gastronomía. Así, alquilaron un bar que administraron un tiempo, hasta que al cabo de unos años montaron el propio, Pieres. “Para eso vendí el auto de mi madre, la dejé a pata casi dos años. Ella estaba convencida que nos iría bien”.
En paralelo, tenía otros trabajos en la Facultad.
Irrefrenable
En 2017, con 32 años, le llegó la oportunidad que tanto esperaba. Fue designado con un cargo importante en un organismo público, la Direccional Nacional de Migraciones . “Ya estaba más cómodo económicamente, eso me permitía darme gustos que quizás no muchos podían”, admite. “A pesar de todo, no me sentía feliz. Algo faltaba”.
La idea de gestar desde cero, de tener algo propio algo personal, no lo dejaba dormir. “Mi espíritu emprendedor, aquel que me había motivado a asociarme con amigos y a armar cosas que realmente me gustaban, estaba apagándose. Por falta de tiempo y por lo demandante de mi trabajo ya no tenía la energía suficiente”, se lamenta.
Sin embargo, lejos estaba de imaginar lo que sucedería un año más tarde, en agosto de 2018. “Lo que empezó con un dolor de pecho mientras hacía deporte terminó en un doble bypass coronario. Para los especialistas tenía las arterias de una persona mayor. Si bien nunca me dijeron las causas, todos los médicos coincidieron que era producto del estrés”.
Después de dos meses largos pudo recuperarse y volver a trabajar. “Me reincorporé con la idea de renunciar, solo que tenía que encontrar otro trabajo porque ese me estaba matando”. Entendió que su vida ajetreada, sus actividades contrarreloj y su falta de disfrute ya no iban más.
Otra oportunidad para volver a empezar
Germán se propuso modificar su estilo de vida. Ese episodio de salud era una señal clara. Lo hizo. Renunció a todo. “Al poco tiempo conseguí un trabajo part time en la contaduría de la provincia”. Usó ese tiempo para acomodarse, estar bien, y lo más importante: volver a conectarse con sus motivaciones.
Así fue como de a poco comenzó a imaginar su próximo proyecto personal. “Planificar un negocio con una oferta novedosa me impulsa. Lo mismo ocurre cuando tengo que armar equipos de trabajo o cuando veo la recepción del público. Esas siempre fueron las claves que me llevaron a emprender. Jamás lo hice por lo económico”, sostiene.
Estaba listo para lanzarse, hasta que llegó la pandemia. Otro sacudón. “Mi operación me enseñó mucho, principalmente a no darme por vencido, así que salí a vender café molido y en cápsulas por las redes sociales: un Delivery de Café”.
Como tenía tiempo libre se encargaba de los pedidos, y luego lo repartía por La Plata y sus alrededores. “Hice capacitaciones virtuales de barista y de cómo tostar los granos de café. Aproveché las herramientas”. Enseguida logró una clientela fiel, a pesar del contexto.
La entrega puerta a puerta fue el puntapié para algo mayor: la cafetería qué tanto imaginó: un espacio para consumir al paso ya que la barra está sobre la vidriera. “Buscamos volver al origen con un café artesanal de especialidad, donde se conoce la trazabilidad del grano, como se cosechó, el secado, quien lo tostó y finaliza en la taza”, explica. El resultado se percibe en el aroma, y sabor. ”Use la pandemia a mi favor, varios negocios se desocuparon en el microcentro, así que fui por uno. A veces hay que subirse al tren rápido”, concluye
Si bien hoy vende en promedio 200 cafés al día, apuesta en un futuro cercano al doble. “La facultad aún sigue cerrada, sin clases presenciales, no todo volvió a la normalidad. Todavía hay poco movimiento”. No deja de soñar despierto. “Armé un modelo fácil de replicar con poca inversión. Ojalá pueda abrir otras sucursales en distintas ciudades del país. Que mi café pueda viajar”.
SEGUIR LEYENDO: