A mediados de 1999, después de una larga insistencia, el doctor Barron H. Lerner, historiador de la Medicina y profesor de ética médica en las universidades de Columbia y de Nueva York, obtuvo finalmente lo que deseaba: Helen, la viuda del cirujano George Pack, le dio acceso a las notas confidenciales de su marido sobre la enfermedad de Eva Perón y la operación que le practicó por su cáncer de útero el 6 de noviembre de 1951 en el Hospital Presidente Perón de Avellaneda.
Al revisar los apuntes, Lerner encontró información hasta entonces desconocida sobre el papel que Pack había jugado en el tratamiento de Evita. Según las notas, el cirujano norteamericano no viajó una –como se suponía– sino dos veces a Buenos Aires, los viajes fueron organizados en secreto por Presidencia de la Nación y la Embajada de los Estados Unidos en Buenos Aires, y Eva Duarte nunca supo que fue operada por Pack sino que creyó hasta su muerte que los habían hecho médicos argentinos.
Al permitirle a Lerner revisar los papeles, Helen le dijo que su marido siempre había querido escribir sobre la enfermedad de la mujer de Perón, pero que nunca había hecho públicas esas anotaciones debido a las restricciones que le imponía el secreto profesional.
-Si ahora permito que usted revise las notas es porque ha pasado mucho tiempo y creo que son un documento histórico - le explicó.
Lerner publicó parte de sus descubrimientos en la edición del 3 de junio de 2000 en la prestigiosa revista médica The Lancet pero, inexplicablemente, ese artículo pasó inadvertido para la prensa argentina, en la que este cronista no encontró una sola mención.
La elección de Pack
-Si hay que hacer una cirugía grande, que sea también un gran cirujano quien la atienda. Vaya y tráigalo – le dijo Juan Domingo Perón al oncólogo argentino Abel Canónico.
Corría octubre de 1951 y la salud de Eva Perón se deterioraba a ojos vista.
Canónico había intentado convencer al Presidente de que había cirujanos argentinos capaces de hacer la intervención quirúrgica, que no podía demorarse más si se quería detener el avance del cáncer de útero que padecía Eva.
“Acá había muy buenos cirujanos y muy buenos oncólogos, acá se hacía con frecuencia esa operación. Más bien creo que Perón no quería que si le pasaba algo le reprocharan no haber recurrido a los mejores especialistas. Me consultaron y yo recomendé a Pack. La consigna era que su nombre no tendría que figurar en ninguna parte, ni frente a ella ni frente a la prensa”, contaría Canónico en una entrevista realizada más de medio siglo después Canónico.
George Pack tenía por entonces 53 años y era uno de los cirujanos oncológicos más reconocidos en el mundo. Jefe del Gastric and Mixed Tumor Services del Memorial Cancer Center de Nueva York, había investigado tratamientos de radioterapia en el Instituto de Radio de la Fundación Curie, en Paris, y era profesor honorario en más de quince universidades de Europa y los Estados Unidos.
“Pack no era un desconocido para la Argentina. Si un mes antes de que me pidieran que sugiriera el nombre de un profesional para que tratara a Eva Perón, él había estado asistiendo al Congreso Mundial del Cáncer que organicé yo... Él era el invitado de honor y hasta dio una conferencia. Pero no sabíamos nada, entonces, de la enfermedad que ella tenía, aunque ya la padecía y estaba sometida a un tratamiento de radium”, recordó Canónico en la misma entrevista.
La enfermedad de Evita
El 31 de agosto de 1951, en un mensaje por cadena nacional, Evita había renunciado públicamente a la posibilidad de ser candidata a vicepresidenta acompañando a Perón en la fórmula para las elecciones que deberían realizarse el 11 de noviembre de ese año.
Unos días antes, el 22 de agosto, se había desmayado por unos segundos durante el acto organizado por la Confederación General del Trabajo en la Avenida 9 de Julio. Su salud venía en baja desde hacía meses, pero no sabía que tenía cáncer. Su médico de cabecera, el cirujano Ricardo Finochietto, sí lo sabía; Perón también, pero muy pocos más conocían y guardaban celosamente ese secreto.
En su artículo de The Lancet sobre los apuntes de Pack, Lerner reconstruye el periplo de la enfermedad de Evita. La primera señal databa de enero de 1950. Se desmayó y se sometió a una apendicectomía pero, a pesar de que padecía de anemia por sangrado vaginal, no se sometió a otros exámenes médicos hasta mucho después. En agosto de 1951, ya mucho más débil por la persistencia de las hemorragias, empezó a padecer intensos dolores abdominales y volvió a desmayarse (se refiere al episodio durante el acto de la CGT). Recién entonces, un examen reveló que tenía un cáncer de cuello uterino muy avanzado y los médicos argentinos la trataron con radio y luego con una terapia estándar.
“Eva Perón siempre creyó que tenía ‘problemas femeninos’ que ha hacía sufrir. Nunca supo que tenía cáncer”, dice una de las anotaciones de Pack.
Lerner deduce que mantener oculto el cáncer de Eva ante la opinión pública era una necesidad de la campaña presidencial, porque la noticia de que padecía una enfermedad potencialmente mortal podía afectar el resultado de las elecciones.
Por orden de Perón, Finochietto habló con Canónico y éste recomendó a Pack, haciendo la salvedad de que en la Argentina había cirujanos capaces de hacer la operación. Las gestiones para traer al médico norteamericano se hicieron a través de la Embajada, en el más riguroso de los secretos.
El primer viaje de Pack
George Pack llegó por primera vez a la Argentina a principios de octubre, con la excusa de participar en una actividad científica. Apenas bajó del avión se reunió con Canónico y con Finochietto, que lo pusieron al tanto de la situación y le dieron la historia clínica de Eva con todos los exámenes y tratamientos que le habían realizado.
Con toda la información disponible en sus manos, Pack le realizó un examen clínico completo y ordenó que se le hicieran nuevos análisis y que se los enviaran.
Su visita duró poco más de dos días, luego abordó un vuelo a Nueva York con el mismo sigilo con que había llegado a Buenos Aires. No existe una sola información en la prensa de la época sobre ese viaje.
De regreso a su oficina del actual Centro Oncológico Memorial Sloan-Kettering en Nueva York esperó que le enviaran los resultados de las pruebas que había indicado. La información viajó por correo diplomático y llegó a sus manos.
La conclusión que sacó fue definitiva: había que operar lo más pronto posible.
El cirujano fantasma
Pack viajó nuevamente a Buenos Aires el 5 de noviembre de 1951, en un viaje que pasó tan inadvertido como el anterior. No revisó nuevamente a su paciente, sino que, luego de reunirse con Canónico y Finochietto, descansó durante todo el día. Debía prepararse para la intervención quirúrgica, que sabía que sería larga y difícil.
Eva Perón nunca supo que Pack estaba de nuevo en la Argentina, ni tampoco que él la iba a operar. Perón y Finochietto le mintieron diciendo que sería este último quien estaría a cargo de la intervención.
Internada desde el día anterior en Hospital Presidente Perón de Avellaneda, la mañana del 6 de noviembre Eva fue llevada en camilla a la sala de operaciones, donde se la anestesió bajo la atenta mirada de Ricardo Finochietto. Recién cuando estuvo dormida, George Pack entró en la sala y la operó. Fue una cirugía extensa porque el cáncer se había extendido a los órganos pélvicos adyacentes.
Cuando despertó en su cama del hospital, la primera cara que vio Eva fue también la de Finochietto.
-Gracias, doctor – le dijo a quién creía que la había operado.
George Pack, el cirujano fantasma, se había esfumado.
Al día siguiente volvió a abordar un avión con destino a Nueva York.
Eva en la cama: mensaje y voto
Tres días después de la operación, desde su habitación en el Hospital Presidente Perón, una Evita con voz trémula y apagada grabó un mensaje al pueblo argentino pidiendo el voto para Perón en las elecciones presidenciales que se realizarían dos días más tarde.
- No votar a Perón es, para un argentino, traicionar al país - dijo.
El 11 de noviembre votó desde la cama del hospital. Uno de los encargados de llevar la urna hasta para que pudiera votar fue el escritor David Viñas, por entonces de 42 años y fiscal por la Unión Cívica Radical. Lo recordaría así: “Llovía. Asqueado por la adulonería que encontré en torno de Eva Perón, me conmovió al salir la imagen de las mujeres que afuera, de rodillas, rezando en la vereda, tocaban la urna electoral y la besaban. Una escena alucinante, digna de un libro de Tolstoi”.
Poco después, Eva Perón fue dada de alta y por un breve período pareció mejorar. Incluso llegó a participar de los actos de 1° de mayo de 1952 al lado de Perón. Pero la imagen que daba desde el balcón de la Casa Rosada era engañosa. Podía mantenerse de pie gracias a un corset que le habían diseñado.
Las últimas notas de Pack y la muerte
El cirujano norteamericano no volvió a ver a su ilustre paciente, pero se mantenía informado de su evolución con los informes que Finochietto le enviaba desde Buenos Aires, siempre en secreto.
Eva Perón volvió a sufrir dolores abdominales en febrero de 1952 y Finochietto le informó a Pack que el cáncer había reaparecido con una rapidez sorprendente. Quedaba poco que hacer: la radioterapia aminoró un poco el avance de la metástasis, pero para mayo de 1952 ya no había nada que hacer, salvo paliar con drogas los dolores de la enferma.
Eva Perón murió el 26 de julio en el Palacio Unzué. Sus últimas palabras fueron para su mucama, Hilda Cabrera de Ferrari, que la acompañaba junto a la cama:
-Me voy, la flaca se va, Evita se va a descansar.
George Pack murió el 23 de enero de 1969 en Nueva York. En uno de los cajones de su escritorio quedaron guardados los apuntes relativos a su paciente más famosa y, a la vez, más secreta.
SEGUIR LEYENDO: